La fortaleza escondida
Kakushi Toride no San-Akunin (1958) * Japón
Duración: 139 Min.
Música: Masaru Satô
Fotografía: Ichio Yamazaki
Guion: Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto, Hideo Oguni y Ryuzo Kikushima
Dirección: Akira Kurosawa
Intérpretes: Toshiro Mifune (General Rokurota Makabe), Minoru Chiaki (Tahei), Kamatari Fujiwara (Matashichi), Susumu Fujita (General Hyoe Tadokoro), Takashi Shimura (General Izumi Nagakura), Misa Uehara (Princesa Yuki), Eiko Miyoshi (Dama de honor), Toshiko Higuchi (Mujer rescatada).
Dos desarrapados caminan juntos por un paraje desértico, echándose en cara mutuamente su mal olor, recordando uno de ellos, Matashichi a Tahei, su compañero, que fue él quien le animó a venderlo todo para conseguir armas, asegurándole que harían una enorme fortuna en la guerra.
Al escucharle Tahei ríe alocado por su mala suerte, pues no solo perdieron la guerra, sino que además les tocó enterrar a los muertos, y cuando lograron escapar solo llevaban agua en las tripas.
Comienzan a pelearse cuando de pronto ven a un soldado que corre hacia ellos, perseguido por media docena de jinetes que lo alcanzan y acaban con él a lanzazos.
Matashichi decide aprovecharse y quitarle la ropa al fallecido, pero Tahei le dice que él no roba a los muertos, y acaban discutiendo y separando sus caminos.
En su marcha, Tahei se topa con tres hombres que le piden que se esconda, pues no podrá cruzar por allí la frontera, pues hay un control, comprobando que en efecto hay allí todo un ejército, decidiendo esperar a que baje la niebla para escabullirse.
Por su parte, Matashichi llega hasta una población con parte del uniforme del soldado muerto, viendo al llegar un cartel en que el señor Yamana ofrece una recompensa de 10 monedas de oro por la captura de la princesa Yuki Akizuki y 3 más para los informadores que faciliten información sobre su paradero,
Llega entonces un grupo de soldados que escoltan a un gran número de prisioneros, y, al verle con el uniforme de guerrero creen que se escapó y lo unen a los demás.
Tahei y los otros 4 fugitivos tratan de aprovechar la niebla, aunque debido a esta acaban perdidos, siendo descubiertos y tiroteados, y Tahei apresado de nuevo y unido a otro grupo de prisioneros.
Su grupo se cruza con el de Matashichi, tratando ellos de volver a unirse, aunque no se lo permiten.
Pero acabarán juntos en las ruinas del castillo Akizuki donde les obligarán a excavar para tratar de encontrar las 1.600 libras de oro que aseguran los Yamana, están allí enterradas, asegurándoles que no saldrán de allí hasta que lo encuentren, por lo que a partir de ese momento serán topos, no hombres.
Pero esa noche los prisioneros se revelan, y siendo en número muy superiores a sus guardias, consiguen huir pese a que algunos caen por los disparos de aquellos.
Tahei y Matashichi, atemorizados, y temiendo morir tiroteados se abrazan, teniendo el consuelo de que al menos morirán juntos.
Y mientras todos corren y se alejan, ellos que se quedaron esperando la muerte se quedan solos y pueden huir en dirección contraria sin problemas.
Deben robar arroz para poder comer, mientras se preguntan qué harán, indicando Matashichi que encontrar a la princesa, cuyo padre fue derrotado en la guerra y por la que ofrecen la recompensa, aunque Tahei piensa que la codicia les costará la vida, si bien no ve otra solución, ya que no pueden volver a casa al no poder cruzar la frontera.
Acampan junto a un río, donde preparan la comida, observando que hay un palo que no arde, por lo que lo quitan, escuchando al tirarlo un ruido metálico que llama su atención, yendo hasta donde cayó el palo, para descubrir que dentro de este se ocultaba una pequeña onza de oro, marcada con el escudo de los Akizuki, comprendiendo que es parte del tesoro que buscaban los Yamana.
Apagan el fuego para ver si hay otros palos con oro dentro y buscan por la zona, hasta que, finalmente Matashichi encuentra otro, comenzando a pelearse nuevamente por la propiedad del palo, hasta que se dan cuenta de que los observa un hombre, del que tratan de huir, temiéndose que se trate de un bandido.
Creen haberlo despistado, por lo que acampan para pasar la noche, decidiendo regresar al día siguiente a por más.
Acuerdan mientras se calientan en el fuego repartirse el oro a partes iguales, aunque vuelve a aparecer el hombre que les seguía, que se sienta al fuego junto a ellos.
Le explican que van a Hayakawa, aunque el desconocido observa que en realidad van a adentrarse en Yamana, por lo que le indican que quieren ir de Akizuki, donde están, a Hayakawa, pero pasando por Yamana porque por el otro sitio la frontera está cerrada y en Yamana no está vigilada.
El hombre ríe al escucharlos, y les dice que su idea es muy buena.
Les indica que el oro no sirve de nada allí, pero 3 hombres con caballos pueden llevárselo, mostrándole que posee una onza como la suya.
Esperando que el hombre les indique dónde pueden encontrar más oro, van con él, que les indica que lo encontró en lo alto de una pequeña colina, que ellos se apresuran a subir, sufriendo numerosas caídas por la dificultad de la subida.
Una vez arriba, pueden ver una fortaleza oculta, preguntándose si será la del señor Akizuki, aunque también pueden ver Yamana, desde allí.
Observan entonces cómo el hombre que les hizo subir, está ahora en la fortaleza sin haber sufrido las mismas penalidades, al utilizar un pasadizo secreto, que les pide que bajen, y que les dice que es Rokurota Makabe, aunque ellos se niegan a creerle, pues ese es el nombre del famoso general de Akizuki.
Les lleva luego hasta un río y les pide que hagan el arroz, lo que les hace enfadarse, diciéndole que él no es quién para darles órdenes, tratando de atacarlo, aunque consigue sin mucho esfuerzo deshacerse de los dos tirándolos al agua.
Desde allí ven a una joven, que se oculta, advirtiéndoles el general que si tocan a la chica los matará.
Les indica un lugar donde pueden buscar el oro, cavando a pleno sol sin resultados.
Buscando a Rokurota, que temen que les engañara para llevarse él el oro, bajan hasta el río, donde descubren de nuevo a la chica, por lo que tratan de acercarse a ella, aunque se deshace fácilmente de ellos y los golpea.
Se le cae entonces un peine, que piensan pertenece a la princesa Yuki, por la que ofrecen las 10 monedas, por lo que corren tras ella, siendo esta vez detenidos por Rokurota, que les pide que no vuelvan a molestarla, pues la capturó él y es suya, mostrándole, al ver la incredulidad de los dos hombres que tiene las 10 monedas.
No le creen, y al día siguiente, al despertar, Rokurota ve que no está Matashichi, diciéndole Tahei, tras ser presionado que fue a la ciudad para avisar a los soldados, pues no los engañó, y piensan que sus monedas son parte de los fondos de guerra que robó y quiere engañarles porque quiere cobrar él la recompensa por la princesa.
Rokurota dice que cometió un error al fiarse de una escoria.
Ven que regresa Matashichi, que dice que se enteró por el camino de que la princesa fue ejecutada el día anterior, excusándose ante Rokurota por haber dudado de él.
Pero la muchacha, que es en efecto la princesa se esconde en una cueva tras una cascada con sus padres, comentando que les fue muy útil Kofuyu, que se sacrificó haciéndose pasar por la princesa, lo que ayudará a bajar la guardia al enemigo haciéndoles más fácil la huida.
Pero la princesa no está feliz, pues Kofuyu tenía 16 años como ella y asegura que su vida era tan valiosa como la suya, aunque su madre le dice que los siervos leales mueren gustosamente por sus amos.
Pero ella insulta a Rokurota y le dice que debería estar furioso y no soporta no ver ni una sola lágrima en su cara por la muerte de su hermana, algo que no puede aguantar.
Su madre habla luego con Rokurota y le dice que su esposo la educó como a un chico y por eso se comporta así, lamentando que nunca la ha visto llorar, ni siquiera ahora por Kofuyu, pese a que le reprocha lo mismo a él.
Rokurota la disculpa y dice que es la víctima, pues pesa sobre sus hombros la obligación de restaurar su dinastía.
Pero Yuki sí llora, y lo hace amargamente, aunque cuando está sola y nadie puede verla.
Entretanto Matashichi y Tahei siguen tratando de encontrar el tesoro inútilmente
Rokurota habla con el rey al que le parece magnífica la idea de ir a Hayakawa pasando por Yamana, aunque reconoce que la idea fue de los campesinos, y por eso no acabó con ellos, aunque el rey se pregunta hasta dónde pueden confiar en ellos, señalando Rokurota que confía en su codicia.
Pero deben escapar pronto, para evitar ser encontrados por los hombres de Yamana, y, porque el señor Hayakawa no mantendrá su promesa eternamente, aunque no saben qué hacer con la princesa, pues un disfraz no ocultaría su nobleza, ni su forma de hablar, proponiendo Rokurota que se haga pasar por muda.
Los campesinos tratan de hui, estando a punto de despeñarse por ello, creyendo que los caballos que vieron junto al manantial son de los enemigos, que los descubrieron.
Rokurota les cuenta que los robó él para llevar el oro y que se irán ese mismo día.
Al escuchar hablar de oro le siguen, aunque luego piensan que les ha tomado el pelo y les ha hecho cavar para nada, diciendo él que solo quería ponerlos a prueba, y que a partir de ese momento necesitarán mucho valor.
Les pide que carguen los caballos con el oro, viendo, que, en efecto, en los palos que había en el agua están ocultos los lingotes, cargando parte en los caballos, y llevando ellos el resto, como si fueran leñadores, llevando algunos la princesa, lo que no les gusta, pues no quieren repartir el oro con ella, aunque Rokurota les muestra que lo que ella lleva son troncos de verdad, aunque temen que llevar a la chica les entorpezca y les haga ir más despacio y, además, si habla, estarán perdidos, diciéndoles él que no lo hará, pues es muda.
Atrás dejan a los padres de ella con varios sirvientes, llorando.
Cuando se acercan a la frontera, Rokurota va a hacer averiguaciones, aprovechando los campesinos su ausencia para marcharse con todo el oro.
Ellos tratan de explicarle a la princesa con gestos, que van a ir a dar de beber a los caballos para llevárselos y que ella no sospeche, aunque ella los sigue.
Tratan de encontrar el lugar del río más accesible para huir, pero son descubiertos por el enemigo, que empieza a dispararles, regresando Rokurota al escucharlos.
Matashichi y Tahei regresan a la orilla, viendo que no están allí los caballos.
Rokurota no encuentra a sus compañeros donde los dejó, aunque enseguida llega la princesa con los caballos, quejándose de los otros dos tipos, que por su codicia provocaron que les vieran los enemigos.
Y cuando llegan hasta donde están Rokurota y la princesa son abofeteados por el primero, que les dice que ahora ya les ha conocido, por lo que les pide que cojan el oro y se marchen.
Ellos lo hacen así, pero como no tienen por donde cruzar, pues al otro lado del río ya están sobre aviso, regresan tratando de encontrar a Rokurota, asustados, aunque el general les pide que se marchen, rogándole ellos que les permita ir con él, asegurando que a partir de ese momento se comportarán bien.
Ven entonces a lo lejos una gran humareda y comprenden que descubrieron la fortaleza, aunque nada pueden hacer ya, indicando Rokurota que deben continuar su camino, asegurando tener un plan.
Deben cruzar el puente, que está fuertemente vigilado, pidiendo los soldados pases a todos los que trata de entrar, vigilando que no se cuele nadie, pese a lo cual ellos deciden pasar por allí, y cuando les piden el pase, él les muestra el oro que dice encontró en uno de los palos en el monte Suribachi.
Al ver el escudo de los Akizuki, comprenden que es del tesoro de estos, pidiendo el encargado del puesto fronterizo un caballo para partir hacia el monte de inmediato.
Rokurota pide que le devuelvan su lingote o que le den una recompensa, aunque en vez de ello lo echan, insistiendo él en que no se irá si no le dan la recompensa, formando tal bronca que lo expulsan de allí, aunque consiguieron cruzar ya la frontera.
Llega entonces un mensajero diciendo que si intentan pasar por allí varios hombres con una chica deben arrestarlos, pues son la partida de la princesa Akizuki, recordándole el oficial al mando que la princesa fue ya ejecutada, respondiéndole que pudo ser una doble, por lo que no deben dejarles escapar o lo pagarán con sus vidas.
Ante el temor a la muerte deciden callar.
La partida se interna en una aldea, indicando Rokurota que descansarán allí, en contra de la opinión de los campesinos, que creen que es mejor huir durante la noche, diciéndoles Rokurota que donde mejor se ocultan los hombres es entre otros hombres.
La princesa se pasea, observando a la gente, escuchando al dueño de una cantina ofreciendo los servicios como prostituta de una mujer que compró en Akizuki, donde, asegura, se pueden encontrar muchas mujeres como ella.
Uno de sus clientes pregunta al ver a la princesa cuánto cuesta esta, y al verla, el dueño del establecimiento trata de comprarla al ver que es especial, apareciendo entonces Matashichi, que le advierte que es muda, ante lo que desiste de su propósito.
Un hombre le propone a Rokurota comprarle el caballo, asegurando que con el dinero que le dará podrán comprar otros cinco de carga, pues ese es demasiado bueno para utilizarlo así.
La princesa le pide a Rokurota que compre a la chica, debiendo hacerlo pese a que cree que el comprarla les generará problemas.
Compran un carro, que empujan Matashichi y Tahei, siguiéndolos la prostituta, que se niega a separarse de ellos.
Les para una patrulla que les dice que buscan a un grupo de tres hombres y una chica que llevan tres caballos, comprendiendo que el haber vendido los caballos y llevar a la otra mujer esta vez les ha salvado.
Pero es algo momentáneo, pues poco después regresan los soldados, a los que se enfrenta Rokurota, que acaba con uno de ellos, huyendo otros dos a los que sigue con el caballo del primero hasta acabar con ellos antes de que puedan dar parte, aunque su persecución le lleva hasta un acuartelamiento, donde es rodeado por los soldados.
Pero el hombre al mando de estos, el General Hyoe Tadokoro reconoce a Rokurota, que le dice que lamenta no haberlo encontrado en los campos de batalla.
Tadokoro e reta a luchar con él, valiéndose de lanzas.
Ambos se vigilan antes de comenzar una pelea muy igualada en la que finalmente Rokurota acaba rompiéndole la lanza, reconociendo Tadokoro haber perdido, por lo que le permite que se marche, aunque le dicen que se verán.
Rokurota regresa a las montañas.
Allí, la prostituta a la que liberaron, corre por la lluvia, escuchando cómo unos lugareños comentan que los fugitivos llevan escondido el oro en la leña y que llevan con ellos a una princesa que va acompañada por tres hombres y que ofrecen una recompensa por ella de 10 monedas de oro por ella, aunque va respaldada por Rokurota Makabe.
En la montaña descansan, no pudiendo salir por la lluvia, por lo que se aburren, comentando los dos campesinos que se irán tras coger todo lo que puedan.
Rokurota les anima a irse, aunque anticipándoles que encontrarán muchas dificultades por el camino, por lo que desisten de su propósito.
Rokurota sale a buscar algo donde llevar el oro, topándose con la mujer a la que liberaron, que salió a buscar comida.
Entretanto, en su refugio, los dos infelices observan a la princesa mientras duerme, albergando deseos de poseerla, por lo que la sortean, llegando entonces la prostituta que les amenaza con lanzarles una piedra si se acercan a ella, vigilando su sueño, amenazándolos con la piedra cada vez que se mueven.
Escuchan ruidos y corren a investigar, viendo que se trata de una larga columna de personas cargadas de leña para participar en la fiesta del fuego de Yamana.
Matashichi piensa que deberían unirse a ellos para pasar desapercibidos, una idea que agrada a Tahei.
Pero los soldados están alerta, pues también ellos piensan que los hombres de Akizuki pueden intentar esconderse entre esa gente, escuchándolos Rokurota, que consiguió dos grandes cestas para llevar el oro.
Pero cuando regresa, ve que los campesinos salieron ya y se unieron a la caravana que se dirige a la fiesta del fuego, tirando del carro, acompañándolos la princesa, viendo que los soldados los vigilan y se fijan en quienes se separan del grupo.
Se prepara una gran fiesta. Una ceremonia entorno a una gran llama en que la gente del lugar canta, mientras ellos tratan de pasar desapercibidos.
Cuando uno de los participantes en la fiesta les pide que echen su leña en el fuego, incluyendo el carro, Matashichi y Tahei tratan de evitarlo, lo que les hace parecer sospechosos, decidiendo Rokurota, que también llegó, buscándolos, dejar que se lleven el carro, colaborando incluso, empujándolo hasta las llamas, pidiendo a sus compañeros que bailen como los demás para no llamar la atención y no morir.
Se quedan hasta que acaba la fiesta y buscan tras ello entre los restos de la hoguera el oro, que recuperan en buena parte, aunque Matashichi y Tahei se niegan a marcharse hasta encontrarlo todo pese a que Rokurota les dice que deben marcharse, que cada uno de ellos llevará 120 kilos, él 170 y la chica 80.
Ven cómo entre la niebla se acerca un grupo de gente, por lo que deben marcharse, aunque ellos siguen buscando pese a no poder ya con el peso.
Los que se acercan son los soldados de Tadokoro.
Cegados por la ambición, y no deseando dejar atrás tanto oro, los campesinos deciden regresar a por más, siendo sorprendidos por dos soldados, que se preguntan qué buscan y que, al ver que huyen, los persiguen.
Al llegar a donde está Rokurota, este los desarma fácilmente, aunque tras esos ven que llegan muchos otros.
Tratan de escapar, haciendo que carguen para ir más rápidos, también los dos soldados capturados, siendo muy costoso subir cargados a la montaña, no pudiendo descasar pese al agotamiento, hasta la noche, aprovechando los dos soldados para huir, aunque son tiroteados por sus propios hombres.
Rokurota les pide que huyan mientras él distrae al enemigo, entregándole a la princesa por si lo necesita, su puñal.
La prostituta acaba herida, y les pide que la dejen allí, pero Rokurota carga con ella.
Matashichi y Tahei se ocultan tras un arbusto, seguros de que morirán, aunque entonces piensan que podrán salvarse, ya que no llevan el oro, y que incluso podrían hacerse informadores y cobrar la recompensa.
El tiroteo no cesa y la princesa, Rokurota y la prostituta tratan de huir, viendo mientras lo hacen que están cerca ya de Hayakawa, aunque ven también que han sido rodeados.
Los campesinos tratan de cumplir con su plan, informando, pero los soldados se ríen de ellos, pues los fugitivos y el oro fueron ya arrestados y no les hacen caso.
Los oficiales muestran a sus hombres todo el oro conseguido y a la princesa, que señalan, será ejecutada al día siguiente.
Llega Hyoe Tadokoro para identificar a los arrestados, observando Rokurota que su rival lleva la cara llena de cicatrices, diciéndole que ha cambiado mucho y le pregunta cómo pueden ser enemigos siendo en realidad amigos.
Tadokoro le pregunta cómo, si son amigos, le dejó vivir en la vergüenza, siendo su perdón en realidad muy cruel, pues su señor lo avergonzó ante todos y lo castigó con esas cicatrices.
La princesa le pregunta si es él el famoso Hyoe Tadokoro, y lo llama estúpido, diciéndole que lo que haga con los gestos amables de los demás depende solo de él.
Dice que avergonzar a un vasallo delante de todos es un error.
La otra mujer trata de salvar a Yuki, diciendo que es ella la princesa.
Pero la verdadera princesa dice que quiere vivir, lo que apena a Rokurota, que le dice que ha sufrido mucho y además inútilmente, aunque ella le dice que no es así. Que ha sido muy feliz. Con una felicidad que no había conocido en el castillo, pues ha visto a las personas como son en realidad. La belleza y la fealdad y le da las gracias, diciéndole que ahora ya no le importa morir.
Le dice que la fiesta del fuego fue muy interesante y sobre todo la canción, que vuelve a entonar, y cuya letra indica que debe vivir la vida plenamente, y cada instante como si fuera el último e invita a vivir el presente y a no temer al futuro.
Al día siguiente suben a los prisioneros a caballo, e inician su camino hacia el patíbulo.
Tadokoro comienza a entonar la canción que cantó la noche anterior la princesa y dice estar dispuesto en efecto, a vivir el presente.
Ordena por ello a sus soldados que den la vuelta a los caballos cargados con el oro y los espanta hacia el lado contrario, y mientras sus soldados empiezan a pensar que se volvió loco, derriba a los soldados que iban a caballo y hace que los demás retrocedan, amenazándolos con sus armas, tras lo que desata a Rokurota y le pide que salve a la princesa, desatando también a la chica, mientras se enfrenta a los soldados que resisten, pidiéndole a que la princesa que vaya con ellos.
Salen a toda velocidad, recogiendo Rokurota a la chica, mientras Tadokoro mantiene a raya a los soldados. Luego él mismo sale a caballo tras sus amigos, pidiendo perdón por desertar, mientras los tres caballos cargados con el oro avanzan a toda velocidad hacia la frontera, lo que les hace reír.
Matashichi y Tahei se despiertan en medio del campo y lamentan haberse quedado como estaban antes, con las manos vacías pese a tanto sacrificio.
Se plantean volver a su pueblo y cultivar la tierra como hacían antes, cuando de pronto escuchan el galope de los caballos, que paran junto a ellos.
Corren hacia ellos al ver que llevan el oro
Pero enseguida vuelven a discutir, pues Tahei cogió a tres caballos y Matashichi solo a uno, diciéndole que deben repartírselo a partes iguales, por lo que vuelven a pelearse, llegando mientras lo hacen un grupo de soldados de Hayakawa que les preguntan si son de Akizuki, diciendo ellos que solo son unos campesinos, preguntándoles cómo unos campesinos tienen tanto oro, ordenando su arresto.
Acaban en prisión, comentando nuevamente que ahora sí están perdidos, aunque entonces ven cómo les sacan y son llevados ante la princesa y ante un soldado al que, debido a su armadura, no reconocen y temen.
La princesa le dice a Rokurota que es normal que no le reconozcan así, pues la armadura le sienta muy bien y es muy guapo y apuesto, riendo Tadokoro.
Los campesinos observan todo sorprendidos sin entender nada, pues al ver a Yuki con su traje de princesa no pueden reconocerla, y más al ver que habla, por lo que les pregunta si se han olvidado de ella, diciéndoles que es la muda, dejándolos boquiabiertos.
Se acerca luego a ellos, diciéndoles Rokurota que pasaron muchas penalidades por ellos, pero que el oro es para restaurar la dinastía de Akizuki y ni él ni la princesa pueden utilizarlo, aunque les dan algo que la princesa pide que se repartan con justicia y sin pelearse.
Consiguen ser libres una vez más, habiendo comprendido por fin a compartir.