El puente sobre el río Kwai
The Bridge on the River Kwai (1957) * Gran Bretaña
Duración: 161 min.
Música: Malcolm Arnold
Fotografía: Jack Hildyard
Guion: Michael Wilson & Carl Foreman (Novela: Pierre Boulle)
Dirección: David Lean
Intérpretes: William Holden (Comandante Shears), Alec Guinness (Coronel Nicholson), Jack Hawkins (Mayor Warden), Sessue Hayakawa (Coronel Saito), James Donald (Mayor Clipton), Geoffrey Horne (Teniente Joyce), André Morell (Coronel Green), Peter Williams (Capitán Reeves), John Boxer (Mayor Hughes), Percy Herbert (Soldado Grogan), Harold Goodwin (Baker), Ann Sears (Enfermera).
Un tren avanza a través de la selva, dejando al lado de las vías varias cruces, indicando el lugar donde están algunas personas enterradas.
El tren, en el techo de cuya cabina va un soldado japonés que maneja una ametralladora llega hasta el final de la vía, donde centenares de soldados británicos trabajan para su ampliación.
Al campo de concentración de Tailandia, al que pertenecen llega una nueva remesa de exhaustos prisioneros británicos, que pese al cansancio y las malas condiciones físicas en que llegan desfilan orgullosos, silbando, al mando del Coronel Nicholson.
En el mismo campo el Comandante Shears y otro soldado, se dedican a poner cruces en las tumbas en las que van enterrando a los prisioneros muertos.
Shears le pide al Capitán Kanematsu, el oficial japonés del que dependen que les ponga en la lista de la enfermería para no tener que trabajar, aunque él les dice que no tienen nada, insistiendo Shears y regalándole el mechero del oficial que acaban de enterrar, consiguiendo finalmente que les envíen a la enfermería, aunque el otro preso le dice que si le sorprende el Coronel Saito sobornándole se les caerá el pelo.
El Coronel Nicholson se presenta al llegar al Coronel Saito, el hombre al mando del campo, que les da la bienvenida, y que les indica que su misión será construir un puente sobre el río Kwai, para poder continuar con la construcción de las vías que han de enlazar Bangkok con Rangún, diciéndoles que los oficiales trabajarán como el resto de los soldados.
Les dice que no deben tratar de escapar, pues aunque no hay alambradas ni empalizadas ni torres de vigilancia están en una especie de isla en que la evasión es imposible.
Cuando termina su charla, Nicholson se acerca a Saito para recordarle que la Convención de Ginebra prohíbe que los oficiales realicen trabajos manuales.
Nicholson recorre tras ello los barracones en los que se cuela el agua de la terrible tormenta, siéndole presentando entonces el Comandante Shears, de la Marina americana y superviviente, junto a un soldado australiano de quienes comenzaron la construcción del campo, habiendo muerto ya los demás por malaria, disentería, beri-beri, gangrena, hambre, agotamiento, balazos, serpientes y suicidios.
Le pregunta si sus oficiales realizaban trabajos manuales, lo cual él le confirma, diciéndole Nicholson que ya habló él con Saito sobre el asunto y que este lo entendió afirmando que le pareció un hombre razonable.
Cuando se marcha, Shears sonríe asegurando que es la primera vez que escuchó decir que Saito es razonable.
Por la tarde tiene lugar una reunión de oficiales, planteando uno de ellos el tema del comité de evasión, que Nicholson opina es inútil, habiendo una sola posibilidad entre 100 de sobrevivir en la selva, lo que corrobora Shears, que por otra parte les indica que, aunque eso es cierto, lo es también que tienen muchas menos oportunidades de sobrevivir en el campo de prisioneros, por lo que abandonar cualquier esperanza de huir es condenarlos a muerte, ante lo que el Coronle le pregunta por qué no ha intentado huir él, asegurando que espera la ocasión y la ayuda oportuna.
Nicholson asegura comprenderle, pero que no pueden pensar en huir, pues, pese a que esa es la obligación de un prisionero, ellos recibieron la orden de rendirse y huir sería contravenir órdenes superiores.
Terminada la reunión, Nicholson les dice que sus hombres deben tener la impresión de que siguen siendo mandados por ellos y no por los japoneses para que se consideren soldados y no esclavos, afirmando Shears que él es solo un esclavo.
Nicholson les hace ver a sus oficiales que los prisioneros han estado aislados y han perdido la disciplina, y que ello debe servirles de lección para no caer en sus errores.
Pero al día siguiente Saito se dirige a los prisioneros, recordándoles que solo son prisioneros y no soldados, ya que cuando se rindieron dejaron de serlo, exigiéndoles que trabajen bajo la dirección de un ingeniero japonés, debiendo tener terminado el puente para el 12 de mayo, y asegurándoles que sus oficiales trabajaran como los demás soldados, recordándoles a estos que sus oficiales les traicionaron al obligarles a rendirse y que son ellos los que les llevaron allí y no él.
Nicholson saca entonces una copia del tratado de la Convención de Ginebra para hacerle entender que no puede obligar a trabajar a los oficiales, ante lo que Saito reacciona golpeándole con él y rompiendo su bastón de mando, pese a lo cual Nicholson le dice que ya que ellos no aceptan las normas del mundo civilizado, ellos no le obedecerán.
Saito ordena entonces a todos que vayan a trabajar, aunque ninguno se mueve, esperando a que sea su Sargento Mayor quien dé la orden, momento en que Saito le pide a Nicholson que envíe a sus oficiales a trabajar, a lo que Nicholson se niega, haciendo entonces Saito que se acerque un camión con una ametralladora y le asegura que si cuando cuente tres no han ido camino del trabajo ordenará abrir fuego, aunque cuando va a dar la orden aparece el Mayor Clipton, el médico que le dice a Saito que él y todos los de la enfermería son testigos y que no podrá aducir que era una fuga en masa, ya que ellos no pueden andar, preguntándole si su código es asesinar a hombres desarmados.
Saito entra entonces a su pabellón mientras el sol tropical abrasa a los oficiales británicos que permanecen firmes pese a sus escasas fuerzas, hasta que cae uno de los oficiales.
Al atardecer, y cuando regresan los hombres del trabajo, los oficiales son enviados a la choza de castigo, mientras Nicholson es llevado ante Saito, siendo arrastrado poco después hacia lo que Shears llama "el horno", una especie de caja de chapa donde apenas cabe y donde es encerrado mientras sus soldados cantan: "Es un muchacho excelente".
Varios hombres intentan la fuga cayendo víctimas de las balas de los soldados japoneses, que poco después llevarán todos los cadáveres de vuelta excepto el de uno de ellos que se lanzó por un barranco y cayó al agua siendo dado por muerto.
Clipton va a hablar con Saito, que se muestra enfadado y le acusa de ser él el responsable de los hombres que intentaron fugarse, aunque Saito le dice que los admira por haberlo intentado, mostrándose sumamente contrariado porque las obras van mucho más despacio de lo previsto por culpa de la obstinación del Coronel y de los prisioneros que sabotean la obra.
Le da la autorización para visitar al Coronel, aunque solo para tratar de convencerlo de que si se obstina en su actitud cerrará la enfermería y comenzarán a trabajar los enfermos en lugar de los oficiales.
Clipton le lleva un poco de carne y un coco para que beba, informándole además que los oficiales siguen arrestados y de los muertos tras el intento de fuga, siendo vigilados mientras hablan por Saito con sus prismáticos, mientras le comunican el chantaje.
Los hombres retrasan el trabajo cuanto pueden, ante lo que Saito les reduce la comida, por lo que los enfermos morirán primero y el resto poco después, pese a lo cual Nicholson se niega a ceder, ni siquiera ante el argumento de que los oficiales estarían mejor trabajando que encerrados y de que perdidos en ese lugar remoto nadie recordará su gesta.
Pero el prisionero que cayó al vacío, Shears, no murió, sino que, gravemente deshidratado es encontrado por los nativos de una población cercana que lo recogen.
Saito les dice a los prisioneros que el puente no progresa porque sus oficiales son unos perezosos y que por eso no trabajan con eficacia y también por la incapacidad del Teniente japonés encargado del trabajo, al que reemplazar
Al día siguiente vuelven a empezar, bajo su propio mando, y para mantenerlos contentos, Saito reparte regalos entre todos para que trabajen con alegría, aunque enseguida comprobarán que dichos regalos son paquetes robados a la Cruz Roja.
Una noche Saito hace que lleven ante él a Nicholson, que lo recibe con una botella de whisky, explicándole que vivió en Londres para estudiar pintura, aunque el británico no parece querer escuchar su historia y le advierte que hará un informe sobre su conducta, replicándole Saito que él debe cumplir las órdenes de construir el puente en 12 semanas y que por ello se ve obligado a utilizar a todos los hombres, aunque la orden no le afecta a él, sino a los oficiales con rango inferior a comandantes, pues si el puente no está construido deberá suicidarse, y que si ha de morir otros morirán antes.
Nicholson le dice que podrían llegar a una solución, pues considera que el teniente japonés no está capacitado para esa obra y que él tiene dos oficiales, a los que sus hombres respetan, que han construido puentes por toda la India, aunque Saito se indigna no queriendo escuchar sus soluciones, ya que es él quien dirige las obras.
Entretanto Shears, ya recuperado, es despedido por los nativos que lo acogieron, que le entregan una de sus barcas para que pueda continuar el viaje, si bien la falta de agua y el calor le obligan a beber de las aguas contaminadas del río, cayendo enfermo, tras lo que su barca comienza a ir a la deriva.
Unos días más tarde, Saito ordena sacar de nuevo a Nicholson, que a duras penas puede mantenerse en pie, pero ante el que todos los soldados se cuadran.
Saito le comunica que conmemoran la victoria japonesa contra los rusos en 1905, por lo que ha concedido un día de fiesta a sus hombres y una amnistía general a los oficiales, que no tendrán que realizar trabajos manuales.
Todos los hombres salen felices a felicitar a su Coronel por la victoria, yendo este a saludar al resto de sus oficiales cuando los liberan.
Nicholson visita el lugar de las obras, regañando a los suboficiales que permiten que sus hombres saboteen las obras.
Sus ingenieros le informan que los japoneses eligieron el peor lugar para construir el puente, pues eligieron un fondo arenoso, que aseguran no aguantará, habiendo además una gran desorganización entre los hombres, entreteniéndose unos en deshacer lo que hacen otros.
Nicholson decide reorganizar el batallón, ya que sus hombres carecen de disciplina y se dedican a nadar y divertirse lo que pueden en vez de trabajar, estando dispuesto a demostrar de lo que son capaces los militares británicos, esperando que recuperen la disciplina perdida y que se sientan orgullosos de su trabajo.
Realiza para ello un plan de trabajo que le exponen a Saito, al que le informa de que el puente se hundirá al paso del primer tren, diciéndole que la mano de obra está mal distribuida y que deben aumentar su ritmo de trabajo especializándolos, aunque para ello tendrán que utilizar también a algunos soldados japoneses en la vía ya que el puente necesitará de más gente, y que, aunque no está seguro de acabarlo para el 12 de mayo harán todo lo posible por lograrlo, ya que el retraso se debe a su obstinación.
Hospital Mount Lavinia, en Ceylán.
Shears, que logró ser rescatado, está en la playa con una joven enfermera cuando es interrumpido por el Mayor Warden que le informa de que pertenece a un grupo que se ocupa del ferrocarril construido por los japoneses en el que él estuvo trabajando y desean que les informe antes de su regreso a Estados Unidos, previsto para dos días más tarde.
En la reunión a la que acude el Coronel Green, Warden le explica que forma parte de un equipo dedicado al sabotaje, mostrándole sus explosivos que soportan el agua., tras lo que le informa que pretenden sabotear el tramo que construyen entre Bangkok y Rangún, pero que carecen de información directa, pues desconocen la región, teniendo previsto volar el puente sobre el rio Kwai, por lo que le invitan a regresar con ellos hasta allí, lo que el rechaza de plano.
El Mayor le informa entonces de que el Coronel Green pidió que le reasignaran a su unidad y lo han hecho, por lo que no regresará a Estados Unidos, ante lo que Shears confiesa que es un simple soldado que cambió el uniforme por el del verdadero Comandante cuando este murió, esperando que al ser un oficial lo tratarían mejor y, aunque sabe que su confesión acabará con él en el calabozo, le dice que tratará de librarse de él, alegando que está mentalmente mal debido a su situación en la selva.
Warden le muestra su hoja de servicios, asegurándole que conocían su filiación desde una semana antes, y que, aunque es un héroe al haber conseguido escapar del campo de concentración no podrá ser condecorado al haber usurpado un grado que no tenía, asegurándole Warden que no rebelarán su secreto y podrá seguir siendo Comandante, si colabora con ellos, consiguiendo así que se ofrezca voluntario.
Entretanto las obras del puente continúan a buen ritmo gracias a los cambios introducidos por Nicholson y a la disciplina conseguida, si bien Clipton pone en duda que sea una buena idea colaborar con el enemigo, afirmando él que ahora los hombres comen mejor y no los maltratan y mantienen la disciplina, estando además obligados a trabajar, ya que son prisioneros y espera que cuando termine la guerra la gente que cruce por el puente recuerde quién lo hizo.
En Ceylán, Green, Warden y Shears tratan de decidir qué soldado les acompañará en su misión, inclinándose por el Teniente Joyce.
Le pregunta a Shears si sabe lanzarse en paracaídas y él dice que no, esperando así que no lo lleven, aunque aseguran que le darán clases, para poco después desdecirse, pues carecen de tiempo, debiendo lanzarse y rezar para tener suerte, entregándole además una píldora letal, pues deben evitar ser cogidos vivos.
Llegan así hasta su destino, muriendo uno de los expedicionarios al lanzarse en el paracaídas, yendo el resto hasta una población cercana, donde el jefe de la población les servirá como guía, ya que odian a los japoneses, que se llevaron a sus hombres para trabajar en el ferrocarril, ayudándoles algunas de las mujeres como porteadoras.
Guiados así por ese hombre, se abrirán paso por medio de la selva entre el calor y la humedad, vadeando un río del que salen con decenas de sanguijuelas pegadas.
Gracias a la radio se enteran de que se modificó el emplazamiento del puente y de que además desean inaugurarlo con un tren especial cargado con tropas y personalidades, por lo que si llegan a tiempo podrán matar dos pájaros de un tiro.
En el campamento Nicholson ve difícil tener el puente terminado a tiempo, ya que carecen de mano de obra, ofreciéndose a trabajar los oficiales, y pidiendo el Coronel a los enfermos menos través que también trabajen, empleándolos en tareas ligeras, acompañándolo voluntariamente un puñado de dichos enfermos, mientras Saito observa atónito lo ocurrido.
En la selva, mientras tanto, Shears y sus compañeros se bañan junto a las jóvenes porteadoras alegremente antes de continuar su camino, cuando de pronto una de ellas grita al toparse con un soldado japonés, el primero de un grupo, con el que deben acabar, aprovechando su sorpresa al observar a las muchachas, y contra los que lanzan una granada, disparando tras ello contra los que no cayeron por aquella, consiguiendo pese a todo huir uno de ellos, al que persiguen Warden y Joyce para evitar que dé la voz de alarma.
Será Joyce quien le dé alcance, aunque no se atreve a acabar con él, debiendo ser Warden quien lo haga, aunque antes es herido en un pide por un disparo del japonés, lo que supondrá una dificultad añadida para la marcha, pues el herido les retrasa, por lo que les pide que continúen para poder llegar de día hasta el puente y estudiarlo.
Pero Shears se niega a abandonarlo, pues ignoran si acabada su misión todo irá bien y podrán regresar por el mismo camino o no, haciéndole ver que si él se ha tomado la misión como el reto de acabar destruyendo el puente o destruyéndose a sí mismo, él no quiere morir con honor, sino vivir como un ser humano.
El guía prepara una camilla en la que llevarán a Warden pese a sus protestas, consiguiendo llegar así hasta una cima desde la que divisan el puente al que se irán acercando lentamente y una vez allí le devuelve el mando a Warden, observando este que han hecho un magnífico puente, mejor que los provisionales que suelen hacer en tales circunstancias.
Y en este Nicholson clava en ese momento una placa en la que se indica que el puente fue construido por soldados británicos entre febrero y mayo de 1943.
Warden les dice que si no hubiera que esperar al tren podrían poner una bomba de efecto retardado, pero para acabar con este deben estar presentes, calculando dónde poner las cargas y cómo regresar tras la tarea, asegurándole Warde a Shears que si salen de la misión le conseguirá la licencia por méritos personales.
En el puente, entretanto, Nicholson observa con orgullo el puente, uniéndose a él Saito, que reconoce que es una bella construcción, contándole Nicholson que al día siguiente cumplirá 28 años de vida militar en activo durante los que no ha pasado más de 10 meses en su casa, sintiéndose pese a ello plenamente feliz y dice sentir estar más cerca del final que del principio.
Terminado el trabajo, los soldados británicos, también orgullosos de su trabajo preparan una pequeña fiesta en la que varios hombres, disfrazados de bailarinas actúan para sus divertidos compañeros.
Mientras tanto los saboteadores se dirigen río abajo en una balsa para colocar las cargas explosivas tratando de evitar ser descubiertos por los vigilantes, colocando las cargas explosivas en los pilares, y alejándose con el cable para hacerlas detonar.
Nicholson despide a sus hombres tras la diversión antes de partir a un nuevo campo, señalando que él y los enfermos se reunirán con ellos en pocos días, asegurando que lo hecho será un ejemplo para sus compatriotas, y que pasaron de ser esclavos a ser soldados, convirtiendo la derrota en victoria.
Shears y el guía, cumplida su misión, bajan por el río llevando el cable hasta reunirse con Joyce, que será el encargado de detonarlo al día siguiente, al ser el mejor nadador, para luego poder huir mientras ellos lo cubren desde la orilla opuesta, aunque cuando despiertan al día siguiente observan que ha bajado el nivel del agua y en algún punto se ve el cable.
El puente es inaugurado con salvas por los japoneses antes de que los soldados ingleses, silbando lo atraviesen, rumbo a su nuevo destino, tras lo que Nicholson vuelve a supervisar el puente antes de la llegada del tren, del que se oye ya el silbato.
Saito, terminada la misión deja una carta manuscrita mientras se prepara para suicidarse, cuando es advertido por Nicholson de que ha observado algo anormal, bajando juntos a inspeccionar el río, donde observan el cable, viendo los saboteadores cómo su propio compatriota va a descubrirlos.
Ven a este avanzar por el río hasta el lugar en que asoma el cable del que comienza a tirar, y a seguir el rastro de este hasta la posición de Joyce mientras el tren se acerca.
Nicholson se da cuenta de que se trata de un sabotaje y trata de cortar el cable con un cuchillo, lanzándose Joyse sobre Saito y apuñalándolo mientras trata de advertir a Nicholson de que se trata de una misión inglesa, no entrando el Coronel en razón, decidido a defender su puente por encima de todas las cosas, por lo que se enreda con el teniente que muere víctima de los disparos de los japoneses mientras el indignado Shears nada hacia él para cumplir su misión siendo alcanzado también por las balas japonesas, llegando a la playa a punto de morir, no pudiendo por ello utilizar el cuchillo con el que iba a acabar con el Coronel, que, solo entonces se dará cuenta de su locura, aunque entonces Warden lanza una granada, hiriendo de muerte a Nicholson, que, herido por la metralla y tambaleándose se acerca al detonador sobre el que cae muerto, y, aunque involuntariamente conseguirá hacer estallar la dinamita justo en el momento en que el tren estaba sobre él, haciendo que caiga al río.
Las porteadoras se muestran horrorizadas por la actuación de Warden disparando sobre sus propios hombres, diciendo él que debía evitar que los capturaran vivos.
Clipton, observando lo ocurrido y la carnicería grita; ¡qué locura, qué horror!.