Napoleón
Napoléon vu par Abel Gance (1927) * Francia
Duración: 332 min.
Música: Carl Davis
Fotografía: Jules Kruger, Jean-Paul Mundwiller, Léonce-Henri Burel, Roger Hubert, Georges Lucas, Émile Pierre.
Guion y Dirección: Abel Gance
Intérpretes: Albert Dieudonné (Napoleón Bonaparte), Vladimir Roudenko (Napoleón niño), Edmond Van Daële (Maximilien Robespierre), Alexandre Koubitzky (Georges Danton), Antonin Artaud (Jean-Paul Marat), Abel Gance (Louis de Saint-Just), Gina Manès (Joséphine de Beauharnais), Max Maxudian (Paul Barras), Annabella (Violine Fleuri), Nicolas Koline (Tristán Fleuri), Philippe Hériat (Christophe Saliceti), Acho Chakatouny (Pozzo di Borgo), Harry Krimer (Rouget de Lisle), Maurice Schutz (Pasquale Paoli), Marguerite Gance (Charlotte Corday), Suzanne Bianchetti (María Antonieta), Luis Sancé (Luis XVI), Yvette Dieudonné (Élisa Bonaparte), Eugenia Buffet (Letizia Bonaparte), Pierre Batcheff (Lazare Hoche).
"Me gustaría ser mi propia posterioridad para presenciar lo que un poeta me haría pensar, sentir y decir". Napoleón
Durante el invierno de 1783, mientras la nieve se amontonaba en el patio de la escuela de Brienne, los estudiantes llevan a cabo una batalla de bolas de nieve muy desigual, pues luchan 10 niños, dentro de una barricada de nieve, contra 30.
Los directores del colegio, los Padres Mínimos alentaban estas batallas y elogiaban a los alumnos capaces de inventar nuevas estrategias.
Los de la barricada, dirigidos por Napoleón, se enfrentaban a sus oponentes, liderados por Phélipeaux y Peccaduc, enemigos personales de Napoleón.
Mientras estos esperaban sorprenderlos, avanzando como cangrejos, hacia atrás, Napoleón, con un espejo los observaba.
Tristan Fleuri, ayudante de cocina, advierte a Napoleón de que Phélipeaux está colocando piedras en sus bolas de nieve, por lo que, enfadado, sale y se enfrenta a ellos y los golpea.
Cuando luego los que los rodean se lanzan contra ellos, Napoleón, haciendo gala de autoridad, permaneció inmóvil dando órdenes a sus compañeros y, pese a su inferioridad, acaban haciendo huir a sus enemigos y colocan la bandera de vencedores.
Cuando preguntan por el vencedor, Napoleón dice su nombre, pero debido a su acento corso, no le entienden y se burlan de él, aunque Pichegru le dice que llegará lejos.
Luego, en clase de Geografía, el profesor describe Córcega como una isla a medio civilizar, Napoleón se enfada y escribe que es la más maravillosa isla del mundo.
Habla luego el profesor de una pequeña roca perdida en el océano, Santa Elena, quedándose el niño pensativo.
Ni a los profesores ni al resto de los alumnos les agradaba ese niño tan orgulloso y que vivía aislado, escribiendo a sus padres que es muy infeliz allí, pues su corazón no está hecho para esa gente, aunque lo soportará por un tiempo, pues restaurar la libertad de su país y el destino de un imperio a menudo descansa sobre un solo hombre.
Un compañero lo acusa de esconder cartas en su cama, y un religioso se las rompe.
Solo encontraba consuelo en la buhardilla de Tristan Fleuri, donde tenía un águila que le regaló su tío Paravicini, aunque cuando Phélipeaux y Peccaduc, lo descubren, deciden abrirle la jaula, en un momento en que no está él.
Muy enfadado baja al dormitorio y pregunta quién puso a su águila en libertad, y como nadie confiesa, dice que entonces son todos culpables, peleándose con todos, llenándose el dormitorio de plumas de la batalla de almohadas que finalmente logran detener los sacerdotes, debiendo llevárselo entre varios.
De nuevo Pichegru dice que llegará lejos, pues está hecho de granito calentado en un volcán.
Lo castigan llevándolo afuera, descansando sobre un cañón, yendo Tristan Fleuri a llevarle un abrigo, pudiendo ver desde allí a su águila volando entre la nieve, posándose poco después junto a él en el cañón, dejando que Napoleón la acaricie.
Napoleón y la Revolución Francesa
9 años después, en 1792, en el revolucionario Club des Cordeliers, mientras esperan a los "tres dioses", reunidos debatiendo, en un cuarto, afuera, Camille Desmoulins, el secretario de Danton y su esposa Lucille observan a un hombre repartiendo unos documentos y se interesan por los mismos.
Tras verlo, Desmoulins, entra para hablar con Danton, que hablaba con gran energía, al igual que Marat, llamándolos parlanchines Robespierre.
Desmoulins le cuenta que hay un capitán de la Armada del Rhin con una canción llamada "La Marsellesa" y pregunta si se pueden distribuir copias entre la gente.
Danton la examina y va al salón principal, y Desmoulins le lleva ante el joven capitán, al que sube al estrado, sintiendo la multitud que se encendía una llama que iba a cambiar la historia del mundo.
El joven capitán canta la canción y Danton le pregunta por su nombre, diciendo que es Rouget de Lisle, tras lo que hace que repartan copias de la partitura entre los asistentes, y Danton anima a la gente a aprenderla.
La multitud empieza a cantar la canción con entusiasmo, dándole al final un joven teniente las gracias a su autor, asegurándole que su himno les ahorrará muchos cañones, dándole las gracias Rouget, que le pregunta su nombre para recordar su predicción, diciéndole que es Napoleón Bonaparte.
En ese momento Bonaparte compartía una humilde casa con sus compatriotas corsos Pozzo di Borgo y Salicetti, aunque no les gustaban, estando tan necesitado que incluso se fabricó un par de botas de cartón.
Un día se topó con un grupo de ricos ociosos, entre los que estaban Josefina de Beauharnais y Paul Barras, que e iban a ver la famosa clarividente Lenormand, fijándose ella en el joven teniente, cuyas botas quedaron destrozadas por el agua, fijándose también en ella, que antes de entrar lanza sus flores al suelo.
La clarividente lee la mano de Josefina y le asegura que será Reina.
La noche del 10 de agosto, mientras en la Asamblea Nacional se vive la agónica muerte de la realeza, tratando inútilmente Luis XVI de convencerlos de la necesidad de continuar en el poder, los revolucionarios reúnen a los suyos en una fragua, asegurando Danton que si la Revolución es un horno, también es una fragua e invita a construir la República.
Napoleón lamenta las atrocidades cometidas para lograr el éxito, mientras ve cómo ahorcan a algunas personas en nombre de la Revolución a pesar de haber redactado La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, y piensa que depender de las matanzas es un error, pues se perderán los mejores frutos de la Revolución.
En su reunión Danton rompe una herradura con la que identifica a la Monarquía, y mientras esta se desmoronaba, Napoleón sentía cómo una luz crecía en su interior.
Bonaparte, que no había vuelto a Córcega durante muchos años llega a Ajaccio con su hermana Elisa en un intento de despertar el sentimiento nacional.
Regresan a su casa natal, volviendo a ver a su madre, Letizia y al resto de la familia, que lo reciben con gran emoción.
Pero el mejor amigo de la familia, el pastor Santo Ricci se levanta indignado y señala que no es momento de risas y le dice que debe conocer la terrible verdad, que es que el presidente Paoli está a punto de vender la isla a los ingleses.
Indignado, Napoleón asegura que mientras él viva, Córcega no será inglesa.
Durante su estancia recorre la isla a caballo, visitando la cueva Casone, el lugar de sus sueños de juventud, donde se puso a reflexionar sobre el futuro de su país.
Su familia tuvo que sufrir los feroces celos de Pozzo di Borgo, ahora fiscal y secretario de Paoli e ignoraba a Napoleón como oficial representante de Francia, y con la aquiescencia de este incita a sus habitantes a dar muerte a Napoleón, yendo hasta la mansión de la familia Bonaparte, aunque cuando sale a la puerta, los entusiasmos de sus enemigos se apagan y se dispersan.
Ignorando las advertencias de su familia de huir del odio del pueblo, iba todos los días al promontorio de Les Sanguinaires a pensar en el futuro.
Pozzo di Borgo le indica a Paoli que Napoleón es el obstáculo más serio para su alianza con Inglaterra, pues mantiene correspondencia secreta con la Convención, por lo que le convence de que firme una orden de captura de Napoleón como traidor a su patria, ofreciendo 500 libras a quien lo entregue vivo o muerto.
Los hermanos de Napoleón, Lucien y Joseph parten disfrazados hacia Calvi para buscar ayuda de las autoridades francesas.
Y, desde ese momento y hasta su regreso a Francia, la vida de este joven oficial se convierte en una historia de aventuras.
En el Moulin du Roy colocan la orden de captura vivo o muerto y allí discuten, pues unos dicen que su patria es España con Buttafuoco, otros defienden que su patria es Italia con el Duque de Saboya, mientras que Pozzo di Borgo les dice que su patria es Inglaterra con Paoli, coincidiendo todos en pedir la muerte de Napoleón, que llega al local y les dice que su patria es Francia con él, concitando el ánimo de los ciudadano hacia él que les dice que si pudieran entender el sueño que enciende su alma, le seguirían, y asegura que llegará un hombre que reúna las esperanzas de la nación.
La gente al escucharle queda cautivada, pero Pozzo di Borgo sale a caballo a buscar la ayuda de los gendarmes para detenerlo, aunque mientras estos tratan de organizarse él logra huir en su caballo, siendo perseguido por di Borgo y los gendarmes.
En el ayuntamiento de Ajaccio, Paoli declara que están en guerra con Francia, cuando aparece Napoleón, que arranca la bandera del edificio y se la lleva diciéndoles que es demasiado grande para ellos, tras lo que continúa con su huida mientras en la ciudad, el anuncio de la declaración de guerra junto con la huida de Bonaparte, encendió los ánimos de la gente que se hecha a la calle.
Paoli y sus hombres tienden una trampa, colocando una cuerda en el camino para atraparlo, aunque Napoleón la ve y la corta con su sable, continuando con su huida hasta llegar al mar, el último recurso de los exiliados.
Al llegar allí toma una barca y se adentra en este sin remos ni velas, adentrándose en el mar los gendarmes con sus caballos dispuestos a alcanzarle, aunque entonces él coloca la bandera que cogió del ayuntamiento y la coloca como vela, consiguiendo que la barca lo arrastre mar adentro, gritándole a Pozzo di Borgo que se la traerá de regreso.
El 26 de mayo de 1793, después de una épica huida, Napoleón embarcó en el Ucciani mientras en Córcega queman la casa de la familia Bonaparte, que deben huir.
En el mar se desata un peligroso siroco, y Napoleón, que por temor a las tormentas trató de navegar cerca de la orilla, fue arrastrado vertiginosamente a mar abierto.
Esa misma noche, y a la misma hora, otra peligrosa tormenta se desataba en la Convención, proponiendo Robespierre propone procesar a los girondinos, llegando Marat a sacar un arma, abogando Danton por el uso de la guillotina, siendo arrastrados todos los gigantes de la Revolución al reino del terror.
Napoleón lucha contra el oleaje y trata de desaguar su bote, acabando agotado.
Pero al amanecer, y providencialmente, los hermanos Lucien y José Bonaparte, que regresaban de Calvi a bordo del Hsard, avistan el barco de su hermano y lo recatan.
Cuando recupera el conocimiento les anima a ir rápidamente a la playa de Aspreto para salvar a su familia.
Cuando los recogen, su madre les cuenta que saquearon su casa por orden de Paoli y luego les obligaron a abandonar su amado país, asegurando Napoleón que ahora los Bonaparte tienen un único país, Francia.
Cerca de ellos navega el Agamemnon, un barco de la armada inglesa, pidiendo un oficial, a Nelson, su capitán, al ver el Hasard, que le permita hundirlo, por su aspecto sospechoso, aunque el capitán dice que no deben gastar pólvora contra un objetivo tan insignificante, ignorando que en él viajaba un futuro emperador, tres reyes y una reina.
El Hasard enarbola la bandera francesa, posándose un águila en lo alto del mástil.
II Acto
En París avisan a Marat, que estaba dándose un baño, de la llegada de una joven desde Caen que insiste en verle porque tiene serias acusaciones contra algunos girondinos, ignorando este que la mujer, Charlotte Corday es una fanática admiradora de los Girondinos deseosa de venganza, que ocultaba un cuchillo en su pecho y con el que acaba con la vida del sangriento Marat, aunque no consigue huir.
El asedio de Toulon
En septiembre de 1793 en el puerto de Toulon, donde se atrincheraban 20.000 ingleses, italianos y españoles fue sitiado por la armada francesa al mando del General Carteaux.
Tristan Fleuri antiguo pinche de cocina en Brienne que se había convertido en posadero en Toulon, recibe a Carteaux y a sus hombres.
Salicetti, diputado corso de la Convención había sido nombrado comisionado del ejército de Toulon, al que llega un joven capitán de artillería, Napoleón, que observa con pesar la falta de disciplina de los soldados, observando el equipamiento artillero prácticamente inutilizado, o usado como jardineras, y ellos se dedican a jugar, comer y beber.
Violine, la hija de Tristan Fleuri se fija en Napoleón cuando va a su posada para ver a Carteaux, aunque el General se burla de él al oír la palabra artillería, preguntándose por qué la necesitan, pues asegura que tomará Toulon con la espada y la bayoneta, pese a lo cual le pregunta qué haría él si estuviera en su lugar.
Napoleón le indica que si toman el fuerte del Aiguillette, los ingleses abandonarán la ciudad, aunque Carteaux vuelve a burlarse y le dice que la artillería es inútil.
Mientras hablan la posada es alcanzada por una bomba de la artillería enemiga, ante lo que huyen todos los militares excepto él, que se queda estudiando el mapa de Toulon.
Al verlo, Fleuri recuerda a Napoleón de Brienne.
Considerado un incompetente, Carteaux es reemplazado por el General Dugommier.
Entrenando hombres y caballos, Napoleón mostró un celo increíble, y el General no tardó en darse cuenta de las cualidades de su artillero al que pide opinión, quedando gratamente impresionado de su visión, tras horas discutiendo con los demás oficiales.
Al ver a sus hombres que van a retirar un cañón pide que lo dejen donde estaba y comienza a dispararlo contra los enemigos, pidiéndole a Salicetti que se ocupe de sus tareas como diputado y le deje a él con la artillería cuando ordena retirarlo, asegurando Napoleón que si no le dejan la batería se irá, diciéndole el diputado que cayeron cabezas por respuestas menos imprudentes.
Pero logra subir la moral de sus hombres, que colocan un cartel como la "Batería de los hombres sin miedo", viendo cómo se unen a ella todos los hombres, con ilusión.
Al ver su actitud y sus avances, el General nombra a Bonaparte comandante en Jefe de artillería e indica que si quieren tomar Toulon deben confiárselo a él, para sorpresa de Salicetti.
Con las manos libres, Bonaparte decide actuar de forma ofensiva con gran éxito, aislando la guarnición de la Gran Torre.
El 11 de diciembre de 1793, el Estado Mayor francés celebró un consejo de guerra crucial en que Napoleón pidió el mando.
El Consejo de Guerra enemigo era una torre de Babel, con el almirante inglés Hood asegura que ellos dominan el mar y que sus fuertes son inexpugnables, pero no se entienden con italianos y españoles.
Napoleón indica entretanto en el francés que Toulon solo tiene un punto débil, el promontorio del Aigullette, y si lo toman, la ciudad será suya, indicando que la asaltarán por la noche y tratarán de sorprender al enemigo a las 5 de la mañana, esperando todos impacientes a pesar de la lluvia, dándole permiso para cantar, haciéndolo con entusiasmo bajo la lluvia mientras bailan también, marchando luego con entusiasmo.
También desfilan cantando los ingleses.
A pesar de las estrictas instrucciones en sentido contrario de los comisionados del ejército, preocupados por la tormenta, Napoleón dio la orden de seguir con el ataque, enviando a las columnas de Victor y Delaborde contra los sardos y los españoles, realizando él mismo el asalto a los ingleses por el centro.
Consiguen así sorprender al enemigo y avanzan, aunque los miembros de la Convención deciden suspender el asalto, indicando al General, herido de levedad, que los generales Houchard y Custine fueron guillotinados por faltas más leves, indicando Salicetti que Bonaparte cometió el mayor crimen de la historia, un asalto en una noche como esa.
Ante ello Dugommier envía una orden de cese del ataque de inmediato, a Napoleón, que va a verlo y los llama parlanchines y pregunta al general si responderá él por ese suceso, señalando este que el general al mando asume personalmente la responsabilidad, ante lo que el General decide continuar con el ataque pese a las críticas de los miembros de la Convención, saliendo con Napoleón hacia el frente, donde continúa la lucha.
En medio del destello de los rayos y del fuego de los cañones, Napoleón parece estar en su elemento, animando a sus hombres a continuar y asegurándole al General que al día siguiente dormirá en Toulon.
Ninguno de los artilleros ingleses que participaron en la defensa salió ileso y consiguen hacer caer a los ingleses, atacando el llamado "Pequeño Gibraltar", asegurando Tristan Fleuri que eso no es nada, que él ya lo vio antes en Brienne.
Finalmente, el General O'Hara ordena la retirada, arriándose la bandera británica.
En medio de los gritos de heridos y moribundos, cesa el ruido de las armas, lanzándose todos a un combate cuerpo a cuerpo con sus espadas.
Napoleón lo observa todo y pide que le lleven a un joven capitán que lleva luchando dos horas como un tigre, Desaix, al que felicita por su valor.
El almirante Hood pide que saquen a la escuadra inglesa y que hagan arder a la flota francesa, mientras él se toma tranquilamente un té como si nada ocurriera.
Las tropas francesas después de 76 horas de lucha entre el barro y la tormenta toman posesión del último reducto inglés y Napoleón pide que suenen los tambores, aunque todos los tamborileros murieron, debiendo ser reemplazados por un auxiliar inesperado, el granizo, que cae sobre estos.
Testigos entusiasmados, Tristan y Violine piensan que ese hombre salvará a Francia.
Tras la victoria queda un reguero de cadáveres y de heridos.
En la cima de Aiguillette, el 18 de diciembre de 1793, Napoleón contempla el paisaje tras la batalla y decenas de naves ardiendo.
Al amanecer, los Comisarios del ejército, que van a concederle el grado de General de Brigada como disculpa, lo encuentran dormido sobre un tambor, viendo así al vencedor de Toulon, ante el que colocan sus banderas, apareciendo nuevamente un águila que se posa en un mástil junto a él.
III Acto. El terror
En casa de Salicetti, cuyos celos hacia Bonaparte eran comparables a los de Pozzzo di Borgo este le dice que si quiere acusar de espionaje a Napoleón, él creará pruebas.
Salicetti va a ver a Robespierre para pedirle que lleve a Bonaparte a juicio, aunque este indica que piensa en ofrecerle al General el mando de la guarnición de París, pues es un hombre fuerte, que es lo que necesitan en París y solo si lo rechaza se lo entregará.
En marzo 1794, Robespierre, en la cima de su poder tras la ejecución de los Hebertistas tomó el control del gobierno revolucionario, respaldado por Couthon y Saint-Just, ambos del Comité de Salud pública y el último la figura más temida del terror, firmando las condenas de Monfort, Lucile Desmoulins, André Chenier, pero también de Danton, acusado de conspiración contra la República, sin escuchar al pueblo, que pedía su perdón, diciendo el condenado a Robespierre que él será el siguiente en el patíbulo.
Y al subir a este le dice al verdugo que no olvide enseñar su cabeza a la gente.
Informan a Robespierre del rechazo de Bonaparte del mando de Paris, pues no quiere apoyar a un hombre como él.
Robespierre firma entonces una orden señalando que, tras perder la confianza del pueblo por conductas sospechosas, lo suspenden en sus funciones y ordena su arresto.
Saint Just ordena el encarcelamiento de la Vizcondesa Josefina de Beauharnais porque seduciría a los más virtuosos, y por ese capricho del destino, Napoleón y Josefina se encontraron a las puertas de la muerte.
Napoleón en la prisión de Fort Carré en Antibes, maquinando Robespierre llevarlo a la guillotina.
Josefina, brutalmente separada de sus hijos Eugène y Hortense fue llevada a Carmes, donde coincide con el General Hoche, que la consuela.
Al pasar por Antibes, Salicetti aprovecha para tratar de provocar a Bonaparte y le pregunta si está preparando su defensa, diciéndole Napoleón que está trabajando en una ruta hacia el Este a través de un canal en Suez.
Los condenados son centenares, y entre ellos Lucile Desmolins, André Chénier, o el vizconde de Beauharnais, divorciado de Josefina dos años antes y que también tuvo que pagar el precio de su noble nacimiento.
Cuando les piden que decidan ellos quién morirá, él solicita que le permitan precederla por una vez, y le pide a ella que le despida de sus hijos.
Hay un lote con cientos de detenidos, recibiendo la orden de ejecutar sin juicio a todos los que figuran en el lote, pues necesitan 300 cabezas al día.
Afortunadamente, La Bussière estaba al acecho y se comió algunos documentos de condenados, como el de Josefina, que salvó así su vida y su compañero, incapaz de digerirlo, al ver el expediente de Bonaparte, le pide a La Bussière que lo devore también.
El día 9 de termidor del año II (26 de julio de 1794) en la Convención se pide la muerte de Saint-Just y del propio Robespierre, al que le aseguran que la sangre de Danton lo está ahogando, asegurando Barras que acabará con ese nuevo Cromwell si a la convención le falta valor.
Todos hablan contra Robespierre hasta que sale Saint-Just que los llama chacales y que le dice que la Revolución es un gran faro sobre las tumbas y que han forjado una nueva Francia, pues en ese tiempo se aprobaron 12.000 decretos, la mayoría de ellos dedicados a la protección de los seres humanos, y, aunque sus palabras son acogidas con aplausos, son condenados.
Cuando van a recoger el listado de los que deben ser guillotinados al día siguiente, ven que figuran Robespierre, Couthon, Sain-Just, Herriot y todos los robespierristas.
Y, en efecto, cambian las tornas y los que ordenaban los ajusticiamientos son detenidos y los presos salen de las cárceles, recorriendo la noticia a través del telégrafo, Francia.
A su salida de allí vuelve a cruzarse y a fijarse en Josefina.
El siguiente año Bonaparte, pese a su pobreza, rechaza el mando de la provincia rebelde de La Vendée que le ofrece Aubry, ministro de Guerra, pues no desea luchar contra franceses, en vez de ir contra los enemigos extranjeros que violan sus fronteras.
Como castigo, el General es apartado de los oficiales que ocupan comisiones por su negativa a asumir los destinos que se le proponen, siendo adscrito a la oficina topográfica del ejército, donde expone a Pontécoulant sus planes para la campaña italiana, por lo que este escribe a Schérer, General en jefe del ejército de Italia, en ese momento en Niza, pidiéndole que examine esos planes.
Schérer no entendió los planes de Bonaparte y ríe, asegurando que esos planes son lo de un loco, y que los ejecute el que los escribió.
Francia agonizaba con la inanición y por ello la gente se revolvía contra la República, pensando los nuevos gobernantes que, si no encuentran a un líder, están perdidos.
Josefina también lo piensa y le propone a Barras, su amante, que proponga al joven Bonaparte, diciendo este que lo pensará.
Y cuando se produce un levantamiento de los realistas, y llegan noticias de que estos cruzaron ya el Puente Neuf, y en una hora estarán frente a las puertas de la Convención, se dan cuenta de que necesitan un general para acabar con la insurrección realista, proponiendo al vencedor de Toulon, Bonaparte.
Napoleón acepta la propuesta de Barras, pues, aunque no le gusta a quien tiene que servir, cuando el territorio está en peligro, indica debe servirse a los gobernantes, advirtiendo a Barras que si desenvaina su espada no la guardará hasta que se restaure el orden.
Hace llevar 800 armas para armar a los miembros de la Convención como cuerpo de reserva.
Le informan de que disponen de solo 5.000 hombres, frente a 40.000 y que sus 40 cañones están en manos de los insurgentes en Sablons, pidiendo Bonaparte al mayor Murat que tome a 300 soldados de caballería y que le traiga los 40 cañones de Sablons, y que deben estar en París a la una de la madrugada.
Gracias a sus medidas defensivas, los avances de los realistas se redujeron a unas insignificantes escaramuzas.
Napoleón es tras ello aclamado por el pueblo, intentando Di Borgo acabar con él de un disparo, aunque él mismo es herido por un disparo accidental de Fleuri.
Intentan huir tras ello, pero la multitud desenmascara a Salicetti disfrazado de cochero y le colocan la cuerda al cuello, aunque Napoleón pide que los liberen, diciendo que puede perdonarlos fácilmente, pero no olvidarlos.
Y, aunque la mayoría de los parisinos permanecieron ignorantes de estos hechos, se organizó un tumulto que llamó la atención de Josefina que pregunta a Fouché qué ocurre, diciéndole este que es Bonaparte entrando en la historia de nuevo, observándolo ella de nuevo desde la ventana, jaleado por el pueblo.
Y este hecho, convirtió a un joven de 26 años, recién salido de la desgracia, en una de las personas más importantes de Francia, siendo recibido por la Convención en medio de entusiastas aplausos, proponiendo Barras al salvador de la Convención como General en Jefe del Ejército del Interior, siendo aclamado por todos, señalando Napoleón que desde esa mañana él es la Revolución.
Se hace tan popular que incluso se venden muñecos que lo representan, comprando Violine uno de ellos.
La alegría se apoderó de Francia, y hubo 644 bailes sobre las tumbas de las víctimas del terror.
Para ser admitido en el baile había que haber sido prisionero o probar la muerte de algún familiar, y en el celebrado en Les Cames, la prisión en que estuvo Josefina, solo la belleza de esta, junto con las de Thérésa Tallien y la de Juliette Récamier, eclipsaban la súbita fama de Napoleón.
Este, al ver a Josefina recuerda su primer encuentro, contándole esta que allí estaba el patíbulo donde iba a ser sacrificada.
Las tres mujeres son homenajeadas y lanzan pétalos sobre ellas.
Todos se divierten en la gran fiesta, menos Napoleón, que asegura que con imbéciles así Francia se irá al abismo, haciendo que la gente que estaba disfrutando acabe un poco incómoda con su presencia.
Napoleón y Hoche estaban enamorados de la misma mujer, y observa a este jugando al ajedrez con ella, advirtiéndole Napoleón que va a por su reina, ganando Josefina la partida, sentándose luego él junto a ella, con la que comienzan a hablar.
Ella le pregunta cuáles son las armas que más teme, asegurando él que las mujeres.
Cuando Napoleón ordena confiscar todas las armas a los ciudadanos privados, un muchacho, el hijo de Alexandre de Beauharnais y de Josefina, Eugène, le pide permiso para conservar la espada de su padre.
Al día siguiente acude Josefina a darle las gracias al general por el permiso, mostrándose el general nervioso ante ella, comenzando a cortejarla, diciéndole ella que cuando calla es irresistible.
Napoleón trata torpemente de encontrar temas de conversación, mientras afuera los oficiales que le esperan para proseguir, se ponen nerviosos viendo que pasan dos horas.
Para tratar de solventar su torpeza, Napoleón ensaya ante el joven actor Talma cómo declararse, pues no para de pensar en Josefina, y la ve en todas partes, incluso en la bola del mundo, que besa, pensando que es ella.
Bella, aunque amoral, era una mujer de exquisitos modales y con gran talento musical y Napoleón la visitaba cada día en el hotel Chantereine.
Y también volvió la blanca sombra de Violine, que llora al ver al hombre que ama con la otra mujer.
Josefina, al darse cuenta de que Barras quiere quitársela de encima, acepta casarse con Bonaparte con la condición de que le nombre Comandante del Ejército de Italia mientras Napoleón juega con los hijos de Josefina a la gallinita ciega.
Algún tiempo más tarde Violine acaba desmayándose a la puerta de la casa de Josefina, por lo que la llevan adentro y la atienden la propia Josefina y sus médicos.
Cuando le nombran, en efecto, General en Jefe del Ejército de Italia, recupera la nota de Schérer en que señalaba que los planes de Napoleón eran la obra de un loco, y que había colocado en la ventana para cortar el viento.
Josefina le dice a Fleuri que tomará a su hija Violine a su servicio.
Napoleón va a ver a Josefina y le dice que deben casarse de inmediato, pues se ha dado tres meses para conquistar Italia.
El 9 de marzo de 1796, a las 10 de la noche tienen prevista la ceremonia ante el registrador Leclerc Josefina espera, pero llegadas las 12, Napoleón no ha comparecido, enfrascado en sus planes para conquistar Italia.
Cuando le avistan, debe salir corriendo, encontrando al registrador ya dormido, al que pide que vaya rápido y se salte todas las reglas, diciendo de inmediato que sí la quiere, mostrándose ella un poco confusa por su frialdad, comentándole a Barras que le asusta Bonaparte.
Y esa misma noche también "se casó" Violine, que ataviada con un vestido de novia observa una lámina que representa a Napoleón en el sitio de Toulon, teniendo una especie de altar oculto con el muñeco de Napoleón entre unas flores y velas, e incluso le reza como a un santo.
En la habitación contigua, Josefina está nerviosa a la hora de ir al lecho nupcial con su esposo, y cuando comienzan a besarse, al lado Violine simula ser ella la novia con un recortable de la figura de Napoleón.
Acto IV
La noche del 21 de Ventoso, Año IV. 48 horas después de la boda, con apenas 40.000
Francos a dividir entre todo el ejército italiano parte después de despedirse de Josefina.
Dentro, Violine llora por la partida mientras Josefina toca, melancólicamente, el harpa.
Napoleón no quiso dejar París sin reavivar sus energías en la Convención, que, aunque seguía desierta, vivían en ella los ecos de la Revolución, y paró su carruaje en frente de la Convención para meditar sobre el futuro.
Se coloca ante el atril, desde donde contempla la sala vacía y se la imagina llena de gente. Los miembros de la convención, el pueblo, los padres de la revolución y le parece ver a Danton que le dice que los escuche, que la Revolución está hablándole, por lo que regresa a la tribuna.
Robespierre parece decirle que ahora saben que la Revolución no puede prosperar sin una autoridad fuerte y le pregunta si quiere ser él el líder.
Danton le dice que si la Revolución no se extiende fuera de las fronteras morirá y le anima a tomar Europa, afirmando que lo hará.
Saint Just le dice que él es el heredero directo de la Revolución y si lo olvida se revolverán ferozmente contra él.
Le dice luego a Marat que planea la liberación de los oprimidos y la fusión de los grandes intereses de Europa y la supresión de las fronteras para llegar a la República Universal.
Europa se convertirá en un solo pueblo y la gente vaya donde vaya encontrará una patria común, aunque para lograrlo serán necesarias muchas guerras, aunque confía en que algún día las victorias se lograrán sin cañones ni bayonetas.
Tras ello todos entonan la Marsellesa.
Parte tras ello en su carruaje, donde no para de escribir tanto cartas para Josefina, como despachos para sus subordinados.
A ella le dice que cada vez le cuesta más estar lejos de ella, mientras mira su retrato.
Violine es sorprendida casi en éxtasis en su altar por Josefina, sintiéndose turbada y avergonzada, aunque Josefina trata de calmarla, rezando juntas por él.
A Napoleón su carruaje le parece demasiado lento, por lo que decide ir a caballo hasta llegar a Albenga, cuartel general del ejército de Italia.
Allí, estaban presentes Sérurier, La Harpe, Victor, Cervoni, Mouret, Doujard, Donmartin, Joubert, y, dominando ese grupo de hombres ilustres, el gran Masséna y el invencible Augereau, que, furioso no entiende que les impusieran a ese advenedizo, estando decidido a decírselo en su cara, estando también enfadado Massena.
Napoleón encontró a las tropas sin comida, sin ropa y sin disciplina.
Se presenta ante los mandos, que parecen ignorarlo, debiendo llamar su atención dando un golpe sobre la mesa, pese a lo cual tardan en reaccionar, no pareciendo dispuestos a cuadrarse ante él, aunque ante su firme actitud, acaban haciéndolo, consiguiendo también que se quiten sus gorros.
Llama luego a Berthier, su jefe de personal e inmediatamente les expone sus planes y pide a Augereau, Massena, La Harpe y Sérurier que preparen sus divisiones, pues la campaña de Italia está a punto de comenzar.
Masséna le indica que tienen 35.000 hombres harapientos contra un enemigo de 100.000, y 30 cañones contra 200, preguntándole Napoleón si es un niño y les indica que hará revista al ejército en una hora.
Tampoco los harapientos soldados parecen dispuestos a obedecer al nuevo enviado, que indica a sus mandos que cada uno de ellos sacará cuatro luises para ayudarlos a comenzar la campaña.
Escribe a Josefina de nuevo, diciéndole que la vida sin ella es una pesadilla.
Con su imponente presencia, Bonaparte consigue que los soldados se levanten y una hora más tarde estaban todos formando, pareciendo un verdadero ejército.
En pocas horas consiguió entusiasmarlos, restableciéndose milagrosamente el orden y esa noche durmieron tranquilos después de mucho tiempo.
La mañana del 11 de abril de 1796 despertaron con el espíritu de un gran ejército.
Les arenga diciéndoles que están desnudos y mal alimentados y el gobierno les debe mucho y no les puede dar nada y la paciencia y el coraje que han demostrado entre esas rocas es admirable, pero no les va a dar la gloria, pero que él les llevará hasta las tierras más fértiles del mundo y grandes ciudades acabarán en su poder, y encontrarán honor, gloria y riqueza
Enardecidos por sus palabras, las tropas se levantan con entusiasmo hacia la tierra prometida de Italia que les mostraba. Las fértiles tierras del Piamonte.
Y dos horas más tarde, y de forma milagrosa, el ejército estaba en marcha, asistiendo Europa al nacimiento de una estrella que poco tiempo después cambiaría la cara del mundo.
Y 48 horas más tarde, en Montenotte Napoleón abría las puestas de Italia, y al llegar las noticias a Francia, París estalló entusiasmado.
El 16 de abril de 1796, y adelantándose a su ejército llegó a Montezemolo, a una altitud de 2.700 pies y sus ojos de águila inscribían en el cielo italiano todos sus deseos y victorias, viniendo a su mente un ejército conquistador sobre el mapa del mundo, o el rostro de Josefina, mientras el ejército de harapientos, con el estómago vacío, pero con la cabella llena de canciones marcha para entrar en la leyenda.
Viene a su mente también su madre, y sus penalidades.
El ejército avanza, bajo la atenta mirada de un águila, superponiéndose sobre todos ellos los colores de la bandera francesa.