Los niños del paraíso
Les enfants du paradis (1945) * Francia
También conocida como:
-
"Los hijos del paraíso" (México)
-
"Sombras del paraíso" (Uruguay)
Duración: 190 min.
Música: Joseph Kosma, Maurice Thiriet
Fotografía: Roger Hubert
Guion Jacques Prévert
Dirección: Marcel Carné
Intérpretes: Arletty (Claire Reine / "Garance"), Jean-Louis Barrault (Baptiste Debureau), Pierre Brasseur (Frédérick Lemaître), Marcel Herrand (Pierre-François Lacenaire), Pierre Renoir (Jéricho), María Casares (Nathalie), Louis Salou (Édouard de Montray), Fabien Loris (Avril), Jane Marken (Hermine), Etienne Decroux (Anselme Debureau), Gaston Modot (Fil de soie).
Primera época: "El bulevar del crimen"
La multitud asiste a la feria, donde hay todo tipo de espectáculos, forzudos, bailarinas, saltimbanquis o actores que tratan de llamar la atención para que la gente entre a ver sus espectáculos, entre ellos el que anuncian como una mujer desnuda y con solo un vestido de flores, aunque cuando entran solo pueden ver sus hombros desnudos, ya que la mujer está en realidad en un pozo que cubre el resto de su cuerpo.
Entre la gente hay un tipo, Frédérick Lemaître, que trata de conseguir que le contraten para trabajar como actor, asegurando que muy pronto, estará su nombre en los carteles, aunque se olvida de sus pretensiones cuando ve a una bella mujer, Garance, la mujer que se exhibía en el pozo, y va tras ella, haciendo todo tipo de galanterías para conquistarla, pese a que ella le dice que va a una cita, diciéndole él que no es celoso.
Finalmente lo deja y le dice que ya se encontrarán por París, algo muy improbable.
Garance va a visitar a su amigo Pierre- François, que en ese momento ayuda a un hombre que no sabe escribir, a redactar una carta de amor en que el hombre promete a una mujer que no volverá a levantarle la mano.
Ante que ella llega Avril que le lleva unos cubiertos que, dice, son de plata.
Garance le cuenta o decepcionados que se quedan los hombres al observar que solo pueden verle los hombros y le dice que dejó ya su trabajo en el pozo.
Pierrre-François asegura haber declarado la guerra a la sociedad y le dice a ella que está preparando algo extraordinario
Parece un hombre amargado. Le cuenta que, como de niño era más inteligente que los otros no lo soportaban y trataban de humillarlo y no se lo han perdonado, pues querían que fuera como ellos y le llenaron la cabeza con libros antiguos y pasó una juventud difícil, con su madre que prefería a su hermano y su director espiritual que le decía que era demasiado orgulloso y que debía reflexionar sobre sí mismo.
Y asegura que lo hizo, y por eso ya no quiso a nadie y se quedó solo, pero libre, asegurando no amar a nadie, ni siquiera a ella, aunque, le dice, es la única mujer a la que no odia ni desprecia, diciéndole Garance que tampoco ella le ama.
Él le pregunta por qué va a verlo a diario, si es porque él nunca le ha pedido lo que le piden los demás, diciendo ella que porque se aburre, y como habla tanto, es como estar en el teatro. La distrae y la calma.
Él dice que afortunadamente no es vanidoso, pero sí orgulloso y que es ladrón por necesidad y asesino por vocación, y mantendrá la cabeza alta hasta que caiga al cesto, recordando que su padre siempre le auguraba que acabaría en la guillotina.
Ella ve que ha seguido escribiendo obras, como "La mala conducta", un vodevil.
Entra también Jéricho, un vendedor ambulante, al que le entrega la cubertería de plata.
Frente al Teatro de los Funambulistas, Anselme Debureau trata de llamar la atención del público para ir al teatro.
Garance y Pierre-François son dos de los espectadores. Se colocan junto otro espectador con aspecto de hombre adinerado rico al que Pierre- François roba su reloj.
Cuando entran los espectadores a la sala, Anselme deja a su hijo Baptiste fuera para los que no quieren pagar, renegando de él.
Cuando el hombre rico se da cuenta de que le robaron el reloj, acusa a Garance, ya que Pierre-François se marchó, llamando el hombre a la policía, que se dispone a detenerla hasta que Baptiste, actuando como un mimo, dice que lo vio todo, y hace una representación del robo, mostrando que fue un hombre con bigote que ya se marchó, haciendo reír a todo el mundo con su representación y haciendo que dejen libre a Garance, que lanza una flor a Baptiste agradecida.
Al teatro llega Jéricho, que abastece al regidor con los objetos que necesitan, y, entre ellos, un traje de novia que debe lucir en la obra Nathalie, hija del director y también actriz, a la que ve triste, comentando ella que es porque el chico del que está enamorada no quiere casarse con ella.
Jéricho le lee la palma de la mano y le dice que la línea de la suerte indica que será afortunada y que se casará con quien quiere, y que si lo hace debe recordar que tiene buenos cubiertos de plata y a un precio razonable.
Llega al teatro también Frédérick, que quiere hablar con el director, al que ve nervioso, como cada día y que no para de quejarse de lo mal que va todo, pues hay dos facciones entre los actores, la familia de los Debureau y la de los Barrigni, que se odian, pues los segundos quieren hacer comedia, y allí la tienen prohibida, pues lo que hacen es magia, y le hace observar el paraíso, la parte de arriba del teatro, repleta de jóvenes que ríen.
Mientras hablan sigue la representación, y en ella uno de los Barrigni golpea demasiado fuerte a Anselme Debureau, que, indignado llama a los actores de su facción, comenzando a pelearse los dos grupos en el escenario, jaleados por los espectadores y para desesperación del director que hace que baje el telón, no logrando que Barrigni se disculpe, sino, que, por el contrario, decide marcharse a la competencia.
El público grita pidiendo que se levante el telón o que devuelvan el dinero.
Ante la falta de parte del elenco, Frédérick decide actuar él vistiéndose de león.
Tratan de buscar otra solución, como que entre Baptiste, que hizo antes reír al público fuera, pero Anselme dice que no dejará que actúe ese indigno hijo, aunque el director pide que vayan a buscarlo y lo anuncia.
Baptiste entra, llevando aún la flor que le regaló Garance, fascinado por ella, observando Nathalie que está resplandeciente, y lo ve porque está enamorada de él y confía en su valía, y, aunque sabe que él no la ama, le dice que podrían ser muy felices juntos y le pregunta si se enamoró de la mujer que le regaló la flor, y él dice que no sabe quién es. Que todos la miraban en el pozo, pero solo él la veía y asegura que la ama pese a haberla visto solo un momento.
Terminada la función, Frédérick va a tomar vino con Baptiste, al que le dice que le sorprendió, pues sin necesidad de palabras sabe expresarse y actuar y en el paraíso lo entienden todo.
Baptiste dice que así es. Que se trata de pobre gente, pero que él se siente como ellos. Son miserables, pero con grandes sueños y quiere hacerlos reír y conmoverlos, asustarlos o hacerlos llorar sin decir nada.
Como Frédérick no tiene dónde dormir, Baptiste le dice que vaya, como él, al Grand Relais, donde fían, y donde además Frédérick seduce a la patrona, Hermine, con la que se acuesta.
Baptiste, por su parte, no puede conciliar el sueño, y sale a pasear, llamándole la atención un mendigo ciego que le recrimina que trate de pasar de puntillas para no echarle dinero, diciéndole él que no tenía dinero, aunque se queda hablando con él.
Baptiste le cuenta que es actor, diciéndole el ciego que le encanta la pantomima y que va al teatro a menudo, diciendo que le cuenta un amigo lo que ocurre.
El ciego lo invita a ir al Petirrojo, un local muy animado, donde toca una orquesta y la gente bebe y baila animadamente, viendo cómo el camarero lo llama Fil de Soie.
Baptiste ve cómo se acerca un hombre al ciego y le muestra unas joyas y le pregunta si son buenas o falsas, viendo cómo las mira con gran pericia y dice que son buenas, para asombro de Baptiste.
El hombre le dice que fuera es ciego, pero que dentro se cura. "Un milagro".
Le explica que allí trapichea con pequeños peritajes, bisutería, joyería u orfebrería.
Entra Jéricho vendiendo un libro sobre la explicación de los sueños y advierte al encargado del local que Lacenaire está cerca con su equipo.
Se dirige luego a Fil de Soie (Hilo de Seda) para pedirle una tasación y le dice a Baptiste que no debería estar allí, que no es su lugar y le pregunta qué diría Nathalie.
Entra en efecto Lacenaire, con Garance, quedándose Baptiste boquiabierto al verla.
Fil de Soie, al ver su fascinación, le dice que ha visto muchos enamorados, pero nadie como él y que, si quiere estar vivo al día siguiente, debería marcharse a dormir, pues al antiguo dueño del local lo mataron los hombres de Lacenaire, aunque Baptiste asegura que ella no le ama y se nota.
Cuando poco después Garance se levanta para marcharse diciendo que está cansada y se aburre, Lacenaire trata de retenerla diciéndole que nunca había sentido algo así por una mujer, y que la desea, pero que es orgulloso, concluyendo ella que lo que quiere es que sea ella quien dé el primer paso, pero tiene la cabeza muy caliente y el corazón frío y teme las corrientes.
Él insiste diciéndole que habría hecho grandes cosas por ella. Habría vertido ríos de sangre y ella habría tenido ríos de diamantes, diciendo ella que no pide tanto.
Se acerca Jéricho que toma su mano para leerle el futuro, diciendo ella que lo hará por diversión, pero que no cree en esas cosas, diciéndole el vendedor ambulante que ve un viaje grande, cuando ella le dice que le encantan los viajes.
Luego Lacenaire le pregunta a Jéricho si puede interpretar un sueño en que le vio vendiendo abrigos, pero él entendía que vendía amigos, y le pregunta si es cierto que vende a sus amigos y si es un chivato delator y traidor amenazadoramente.
Garance dice a Pierre-François que le cansa, que fue allí a divertirse y a bailar, llegando en ese momento Baptiste frente a ella pidiéndole un baile, que ella acepta gustosa.
Ella le dice que no lo reconoció al principio y le pide que tenga cuidado, pues esos hombres son malvados, aunque él asegura no temer a nada, pues es feliz.
Entretanto Jéricho ha informado a Lacenaire que es un actorcillo de los funambulistas.
Avril va hasta la pareja y arrastra a Baptiste y lo lanza contra una cristalera.
Cuando el tabernero se queja de su cristalera, Lacenaire le pregunta si no puede uno divertirse ya en el Petirrojo, recordando que cortó el cuello al anterior dueño.
Pero Baptiste vuelve a entrar sacudiéndose el polvo como si se tratase de una de sus obras, haciendo que la gente ría al verle y vuelve a colocarse la rosa en el ojal, dirigiéndose de nuevo Avril a él, aunque lo derriba en esta ocasión de una patada.
Luego le dice a Garance que es tarde y, si quiere, la acompaña a su casa, lo que ella acepta, decidiendo Lacenaire no hacer nada, pues no se complica, asegura, con historias de faldas, pues las mujeres son poca cosa.
Pasa tras ello a explicar a sus hombres su siguiente golpe.
Como cada fin de mes los recaudadores se hacen con pequeñas fortunas, atracarán a uno de ellos, aunque como atacarlos en la calle es peligroso y se coge frío, trabajarán haciendo que sea él quien acuda allí, haciéndose pasar por clientes alquilando un apartamento y librando una letra falsa, y, cuando se presente el recaudador, cobrará.
Fuera, Garance le dice a Baptiste que a primera vista no parecía tan fuerte, diciendo él que no lo es, pero que su infancia fue difícil y tuvo que aprender a defenderse.
Cuando era desgraciado, soñaba y a la gente no le gusta que sueñes, pero asegura que es tenaz y su sueño era más fuerte que los golpes que le daban para que despertara, y asegura que soñaba con ella y cuando le tiró la flor se despertó para siempre, y le dice que nunca olvidará esa noche ni la luz de sus ojos.
Desde donde están observa los fulgores de Ménilmontant, donde ella nació y creció e incluso fue feliz durante mucho tiempo pese a que eran pobres y que su padre abandonó a su madre que se dedicaba a lavar y era hermosa y alegre y la enseñó a reír y cantar.
Pero murió cuando ella tenía 15 años y todo cambió. Se quedó sola y allí una chica que crece sola no está sola demasiado tiempo, aunque, pese a todo, le dice, es alegre.
Ve que él tiembla, diciéndole que no es por el frío, sino porque es feliz de estar junto a ella y le dice que la ama, diciéndole Garance que es como un niño y habla como en los libros y en los sueños, pero que la realidad es distinta, pero él dice que no merece vivir si no es como en los sueños y él no ama la vida, sino a ella, que le dice que es el hombre más simpático que conoce y que le gusta y no olvidará tampoco esa noche.
Se besan y ella dice que el amor es simple, mientras se vuelven a besar.
Suena un potente trueno y él dice que la acompañará, pues no lleva demasiada ropa y se empapará, diciendo ella que no tiene casa, que dejó el trabajo y el alojamiento iba incluido, ofreciéndose él a buscarle una habitación donde él vive, lo que ella acepta, pidiendo al llegar al hostal a Hermine, que debe salir del cuarto de Frédérick, una habitación para Garance.
Esta dice que, aunque tiene el vestido empapado, lo dejará en la ventana y se secará, comenzando a desnudarse, aunque, él, pudoroso se da la vuelta.
Ella le dice que la habitación es un poco triste, porque cuando se está sola, son tristes.
Él le dice, dispuesto a retirarse que tendrá, sueño, diciendo ella que no tiene mucho sueño y se sienta de forma insinuante sobre la cama.
Pero él, no se atreve a abordarla y decide marcharse y le dice que le conseguirá un trabajo en el teatro, aunque ella dice que no sabe hacer nada.
Él le dice que la quiere, diciendo ella que no es como la mujer de sus sueños, que a ella hay que entenderla y quiere gustar a quien le gusta y cuando quiere decir sí, no sabe decir no, tras lo que apaga la vela y dice que prefiere la luz de la luna.
Él le dice que querría que lo amase como él la ama, antes de marcharse.
Entretanto, Frédérick, que leía en su cuarto, escucha el canto de Garance y sale al balcón, donde ve tendido el vestido de Garance a la que llama, contándole ella que la dejaron sola.
Él le pregunta si cerró su puerta, diciendo ella que no teme a los ladrones, preguntándose qué podrían robarle, yendo Frédérick hasta su habitación.
Frente al teatro de los Funambulistas ahora anuncian al gran Baptiste y su espectáculo "El palacio del espejismo", con el que lleva tres semanas llenando cada día.
Trabaja con él y con Frédérick, Garance, como una angelical estatua a la que este consigue seducir, frente a los vanos intentos de Baptiste, como en la vida real, yendo cada noche a ver el espectáculo, fascinado con Garance, el conde Édouard de Montray, que no se ha atrevido a hablar con ella.
Baptiste se muestra muy celoso cuando, mientras está en el escenario ve, entre bambalinas los juegos de seducción entre Garance y Frédérick, lo que le hace quedarse bloqueado, debiendo llamar su atención Nathalie, que en ese momento interactuaba con él, para enfado de su padre por haber roto el silencio en escena.
Le dice luego al padre de Baptiste, que este le asusta, pues por su forma de mirarla sin verla parece perdido. Dice que ha cambiado y lo ve desesperado, pues mira sin ver y fue él quien tuvo la idea de una cuerda con la que, en escena coquetea con el suicidio.
Baptiste, que la escuchó, le dice que es una buena idea, diciendo todos que lo es, y asegura que no está desesperado, y le pregunta si ella lo está, respondiéndole que para ella no es lo mismo porque tiene mucha fe y espera que llegará el día en que él la quiera.
Le dice que son como un tiovivo. Que ella lo ama y él no la ama a ella, pues ama a Garance, que, a su vez, a quien ama es a Frédérick, pues viven juntos, aunque él dice que eso no significa nada, y que solo fingen que viven juntos.
Frederick, por su parte no es feliz en ese trabajo donde no puede hablar.
Le pregunta a Garance si no es feliz con él, diciéndole ella que tampoco él lo es. Que no son ni felices ni desgraciados. Que hay mucha gente que se ama sin decirse nada o con palabras sencillas, y le parece hermoso, pero que ellos no están enamorados.
Frédérick le dice que ella sueña en voz alta y que dice el nombre de Baptiste.
Llega el regidor al camerino de Garance y que le dice que fuera hay un hombre que desea verla, y le lleva un gigantesco ramo de flores, casi tan alto como ella, que pregunta quién ha muerto, apareciendo Édouard de Montray, que le dice que por culpa de ella murió una persona que creía saberlo todo y muy seguro de sí mismo, pero que gracias a ella nació un hombre nuevo que pone su vida en sus manos junto con todo lo que posee, asegurándole que, si lo desea, su vida cambiará de inmediato. Tendrá una gran vida y todas las joyas que desee.
Pero ella no se deja halagar. Le indica que esas palabras son banalidades, y que cuando dice que con solo una palabra su vida podría cambiar está menospreciando su vida como si no valiera nada, y además da por sentado que no hay ninguna otra persona que la ame, diciendo él que es demasiado bella para eso y los hombres raramente aman la belleza y le dice que él solo le ha ofrecido un refugio, pues desde que la vio comenzó a tener sueños absurdos e infantiles. Que tuvo un flechazo y es un hombre sin voluntad.
Luego, y antes de irse le pide perdón por si fue ridículo y le dice que espera que no le guarde rencor, entregándole su tarjeta y le da su tarjeta por si necesita alguna ayuda.
Garance ve luego a Baptiste y le dice que parece que está en un entierro, diciendo Baptiste que el suyo. Que a veces piensa en él y en que se lleva su secreto a la tumba y le dice que odia las flores que le enviaron y que odia a todo el mundo y comienza a golpear el ramo y a destrozarlo diciendo que odia a ese hombre y que odia a Frédérick y a sí mismo y se pregunta qué es él si no le ama la persona a la que él ama, preguntándole ella quién dice que ella no le ama, diciendo Nathalie, que llega en ese momento, que lo dice ella, porque todo el amor que existe en el mundo hacia Baptiste, lo guarda ella.
Garance sonríe y Nathalie le dice que tiene suerte, pues ella apenas lo hace y Baptiste tampoco, pese a que antes era muy alegre y solo pensaba en su oficio.
Él le pide a Nathalie que se marche y ella dice que no habla así porque esté celosa, sino porque tiene total confianza en que Baptiste y ella nacieron para vivir juntos.
Por su parte, Lacenaire y sus hombres esperan a su presa, el recaudador, en una habitación que le alquiló Hermine, que comenta con otra mujer que ha tenido suerte con el inquilino, pues es muy distinguido, aunque lo único que no le gusta es que sea amigo de Garance, que no le gusta desde que engatusó a Frédérick.
Hermine y su vecina escuchan los gritos del recaudador llamando asesinos a Lacenaire y su compinche, que salen corriendo y diciendo que van a avisar a la policía, pues hay unos borrachos.
Llega la policía para tomar declaración, preguntando a Hermine, que indica que su inquilino es amigo de Garance, por lo que cuando esta llega a su habitación la llaman.
Declara que se llama Clara Reine, y cuando le preguntan por el que dijo llamarse Forestier, dice que no conoce a nadie con ese nombre.
Le dicen que quizá lo conozca por otro nombre. Que era un hombre con las manos cuidadas que se expresa con mucho refinamiento y con ropa interior muy blanca.
Uno de los policías dice entonces que él la vio el día del robo del reloj con ese hombre, diciéndole el inspector que pueden acusarla de cómplice de intento de asesinato y pueden caerle 5 o 6 años de cárcel, y cuando amenaza con llevársela ella pide que avisen antes a una persona, entregando la tarjeta de Édouard de Montray para que le digan que es víctima de un error judicial, tras lo que sonríe.
Segunda época: "El hombre blanco"
Pasados algunos años, Frédérick, convertido en un prestigioso actor, va acompañado de dos mujeres a las que le asegura que está representando la peor obra, y le dicen que siendo famoso puede elegir, diciendo él que necesita el dinero, pues, aunque gana mucho, gasta mucho más, mientras acude, ya tarde, a los ensayos.
Mientras se prepara para salir, las chicas le dicen que están tristes porque las dos le aman, pero son amigas y no quieren discutir, diciendo él que hagan como él, teatro. Que él en escena es el hombre más enamorado, pero cuando cae el telón, el público se va contento con el amor que les regaló.
Luego dice que se habla demasiado de Baptiste y de su éxito con "El ropero", no entendiendo que puedan decir que una pantomima es una obra maestra.
Cuando golpea el trasero a una de las actrices, esta se enfada y se marcha, quedándose solo con la otra, menos remilgada, con la que se besa.
Pero van a avisarle de que le esperan fuera varios hombres, imaginándose que se trata de acreedores o de maridos ultrajados y que se lanzan sobre él.
Llega ya muy tarde al ensayo, con el traje roto, sintiéndose muy molestos los autores de la obra, pues se inventa frases o hace interpretaciones que no son como indicaron y le recuerdan que firmó con ellos un contrato y le adelantaron una cantidad, diciendo él que ya se la gastó.
Estrenan la obra, con el teatro lleno, pero en ella se sale también del guion, haciendo que la gente ría al ver que el actor que le debía dar réplica está perdido e incluso sale de escena para ir a un palco, desde donde continúa, convirtiendo el drama en comedia, y consiguiendo que el público le aplauda, pues era más divertida su actuación que la del texto original e incluso aplauden a los autores y les hacen saludar.
Pero estos se sienten ultrajados y le exigen una satisfacción, pidiendo Frédérick que elijan a uno de los tres y se batirá con él al día siguiente.
Cuando llega al camerino le espera allí Lacenaire, que le dice que ha ido a verle porque necesita dinero y sabe que él es famoso y rico y es por una cuestión de vida o muerte, diciéndole Frédérick que no es rico, pero que ocho días antes le tocó la lotería y no gastó todo aun y le dice que lo compartirá.
Lacenaire le cuenta que él también escribe obras de teatro en sus ratos libres. Cosas ligeras, y escribió una historia de dos seres que se aman, se pierden, se reencuentran y se vuelven a perder.
Le pregunta si era cierto lo que le dijo del dinero, que era una cuestión de vida o muerte, diciéndole que era verdad, una cuestión de vida o muerte, pero para él, que, de haberse negado a darle el dinero, habría muerto.
Con él llevó también a Avril, que le dice que le admira y les invita a compartir su cena, pues la había pedido para cenar con los autores, que no irán ya y tiene hambre y un duelo al amanecer.
Al día siguiente, le esperan en efecto para el duelo los tres autores, aunque el dueño del teatro les dice que ahora justamente estaban triunfando, y que si acaban con Frédérick matarán la gallina de los huevos de oro.
Llega finalmente un coche de caballos, diciendo que por una vez llega puntual, con Lacenaire y con Avril, y muy borrachos los tres.
En el teatro hay un cartel que indica que están descansando.
Frédérick pasea, elegantemente vestido, con un brazo en cabestrillo, llegando así hasta el teatro rival, el de los Funambulistas, donde la obra de Baptiste es también un éxito, no habiendo entradas ya para varios días, aunque, como le conocen, le dejan pasar y lo colocan en un palco donde, le explican, hay solo una mujer de mundo que va cada noche, y de incógnito, a ver a Baptiste, llevando el rostro cubierto por un pañuelo.
Pide a la misteriosa mujer que comparta su palco por una vez con un hombre herido, reconociendo Frédérick sorprendido, y pese al velo a Garance.
Recuerda que un día lo despidió como siempre y desapareció durante años, diciéndole mientras la observa que es aún más deseable que antes y está más distinguida.
Le pregunta si se fue con ese hombre cargado de flores y a dónde fue, contándole ella que fue a la India, como siempre soñó, pero por poco tiempo. Que vivió sobre todo en Inglaterra y Escocia, aunque solo ama París.
Él le reprocha que vaya a ver cada día a Baptiste, pero no vaya a verle a él que actúa también cada día.
Oyen cómo ríen los que están en el paraíso, recordando Garance que antes ella también reía así y ahora ya no está alegre.
Ella observa que ahora Baptiste actúa poniendo una mirada cruel, pese a que es la dulzura en persona, reconociendo Frédérick que le ama, diciendo ella que desde el día en que se marchó no pasó ni un solo día sin pensar en él.
Frédérick le pregunta si él sabe que va a verle, diciendo ella que no, que él tiene su vida y ella la suya y no serviría de nada.
Frédérick le dice que se siente celoso y más al ver cómo actúa Baptiste, pues habría preferido que fuera un actor mediocre, aunque, le dice, esos celos le van a ser útiles y necesarios, pues así podrá interpretar a Otelo, el sueño de su vida.
Le dice a Garance que va a ir a dar un abrazo a Baptiste y le pregunta si quiere que le diga algo, pues ahora está casado y tiene un hijo, diciéndole Garance que puede hablarle de ella y, si ve que le agrada, decirle que está de paso en París y que sería feliz si fuera a saludarla.
Baptiste se siente feliz al verlo, diciéndole Frédérick que ha tenido que dar él el primer paso, diciendo Baptiste que no es así, pues él ha ido a verle muchas veces, aunque no se atrevió a ir a saludarlo y le dice que se ha convertido en el mejor actor de todos.
Ve también a Nathalie, que ahora le cuenta que es feliz.
Llega también Jéricho, que reprocha al padre de Baptiste que le imite en el escenario y que se inspiraran en él pese a que sabe que no le gusta a Baptiste.
Le cuenta luego a Nathalie que Garance volvió y está en el palco 7 esperando a Baptiste.
Frédérick, entretanto, le dice a Baptiste que echa de menos el tiempo en que trabajaban juntos, y le pregunta si no le odia por Garance, diciendo Baptiste que el pasado es pasado y está lejos.
Entretanto Baptiste, el hijo de Nathalie y Baptiste entra en el palco de Garance y le dice que tiene un mensaje para ella, diciéndole que son felices su padre, su madre y él y le dice a Garance que, como dijo su madre, es muy guapa y le pregunta si está casada, diciendo ella que no y que está sola.
Cuando le toca a Baptiste volver a salir a escena, Frédérick le cuenta que su admiradora secreta es Garance, que está en París, pero que se va a volver a marchar y quiere verle.
Baptiste sale a escena, pero vuelve a marcharse, corriendo al palco de Garance, que encuentra vacío, mientras todo el público reclama su presencia.
Garance se fue tras la visita del niño, encontrando al llegar a su casa, esperándola, a Pierre-François, que le dice que averiguó que llegó a París en cuanto lo hizo y dónde vivía y con quién y que ve que ya no sonríe como antes.
Ella dice que al verle ha recordado aquellos otros tiempos en que la vida era más fácil, aunque le dice que ha sido feliz pese a todo.
Le pregunta por Baptiste, reconociendo él que llegó a tener la idea de matarlo, y que también fua a ver a Frédérick pensando en buscar una excusa para matarlo, pero él le dio el dinero que le pidió, diciendo ella que existen personas desinteresadas.
Garance observa que ha cambiado, que antes solo hablaba de sí mismo y ahora habla de los demás, pidiéndole que le hable de él, contándole que se ha hecho famoso, siendo muy sonadas algunas de sus fechorías y su nombre alimenta a la prensa, aunque le gustaría ser más famoso por sus escritos.
Sabe que el conde de Montray es un mecenas de las artes y le gustaría conocerle, diciendo ella que la compró sin condiciones y que sigue siendo libre.
Él le dice que le duele haberla visto otra vez y que no haya cambiado, que preferiría verla hundida, o atontada por el dinero, pues así podría seguir viviendo con la conciencia tranquila.
Cuando se marcha se topa con el conde, al que saluda, aunque no le dice quién es, tachándolo aquel de maleducado y Pierre-François a él de indiscreto, ante lo que Montray le pregunta dónde envía a sus testigos, diciendo Lacenaire que él no es de los que se baten en duelo, aunque lleva un arma encima y la dispara si va a acertar y solo cuando desea.
Édouard le pregunta luego a Garance si estuvo de nuevo en los Funambulistas, diciendo ella que estuvo, en efecto, pero que no volverá.
Le pregunta luego por el tipo con el que se cruzó, contándole que lo conocía de antes y fue a saludarla. Que es dramaturgo, aunque también un criminal.
Él le dice que espera que no haya pasado nada con ese tipo, pues tiene una gran confianza en ella, diciéndole Garance que no tiene ningún mérito dicha confianza, pues no ha tenido ninguna ocasión para engañarle.
Él le dice que le gustaría que viera menos a menudo a esa gente, recordándole ella que el año anterior retó a duelo a un joven escocés sabiendo que era peor tirador que él, y todo porque ella le sonrió.
Él le dice que le gustaría que le amara, diciendo ella que le ama porque es seductor, inteligente y rico y todos le quieren o le temen pero quiere que le ame como si fuera pobre, y le dice que siempre será agradable, pero que no puede pedirle lo que es imposible, aunque está dispuesta a hacer que todo París sepa que le ama, aunque, le advierte que solo ha amado a un hombre y que le sigue amando y que, de hecho, volvió a París para verle, aunque él le mandó a decirle que la ha olvidado, por lo que ahora solo piensa en volver a marcharse.
Hermine lleva la comida a Baptiste, ahora en una de sus habitaciones, aunque no tiene hambre y le dice que solo quiere quedarse allí, soñando, recordándole ella que lo están buscando su padre, su mujer y su hijo y toda la compañía, pues tuvieron que cerrar el teatro, aunque él le dice que no puede seguir como si fuera idiota mientras todos hablan en voz baja comentando que está enfermo y recuerda que incluso tuvo que ir al médico para complacerlos.
Hermine le cuenta que esa noche es el estreno de Otelo, con Frédérick.
Él recuerda que años atrás estaba en ese mismo cuarto con Garance sonriente y bella y no la escuchó cuando dijo que el amor era algo simple, lamentando no haberla tomado entonces en sus brazos.
Cuando sale Hermine, ve que está Nathalie, que le da las gracias por haberla avisado, aunque entiende su necesidad de estar solo, pues es como los sonámbulos que andan por los tejados y a los que si les llamas y les despiertas se caen, por eso hay que esperar a que se calme y se despierte, y, entonces volverá.
Al estreno de esa noche de Otelo, acuden Lacenaire y el conde de Montray con Garance, pese a que el conde afirma que no le gusta Shakespeare.
Frédérick la mira mientras actúa, llegando a su palco un enorme ramo de flores con una nota en la que le dice que Desdémona ha ido esa noche y Otelo no está ya celoso y se ha curado, preguntando Édouard si es él el hombre de que le habló, asegurándole ella que no lo es, pese a lo cual le dice a Garance que se batirá con él en duelo al día siguiente, diciéndole ella que está loco y que si lo hace no volverá a verle, pese a lo cual sigue adelante y sale diciendo que va a felicitarlo.
También está en la sala Baptiste que, desde su palco puede ver, en frente a Garance y luego, cuando está ya sola se la lleva afuera, observados por Lacenaire.
Mientras Montray y otros caballeros hablan con Frédérick de forma despectiva sobre Shakespeare, Baptiste habla fuera con Garance, que le dice que pensaba que no quería volver a verla, diciéndole él que creía haberla perdido para siempre.
Ella le dice que nunca le ha olvidado y que estaba incluso en sus sueños y eso le impidió envejecer. Que su vida le parecía vacía y se sentía sola, aunque pensaba que no tenía derecho a estar triste porque alguien la amó, asegurando él que aún la ama y que nunca dejó de hacerlo, preguntándole si ella le ama también, aunque luego le pide que no le responda, que le basta estar allí junto a ella.
Se besan finalmente, mientras Lacenaire los observa escondido.
Va luego hasta Frédérick, que quiere presentárselo a sus contertulios, aunque el conde de Montray le dice que ya lo conoció una vez y fue suficiente.
Los tres hombres que tratan de provocar a Frédérick hablan ahora de Lacenaire, diciendo Édouard que pueden hablar de él sin problemas, pues no se bate en duelo.
Este le dice que está dando los últimos retoques a una cosa apasionante que será sonada, un vodevil, que podría ser un tragedia, pues hay muy poca diferencia, pues si una mujer engaña al rey es una tragedia, pero si les engañan a alguno de ellos es una historia de cuernos sin más, aunque Frédérick indica que la cornamenta sería la misma tanto para un rey como para cualquier otro si se trata de personas que no son amadas, y les asegura que se representará, y que, de hecho se está ya representando, advirtiéndoles que incluso hay asesinatos.
El conde de Montray pide a sus acompañantes que lo echen, diciéndole Lacenaire que él no es un actor de vodevil y él si lo es, tras lo que se acerca al ventanal y corre las cortinas, tras las que Garance y Baptiste se besan, dejándolos al descubierto.
Frédéric se enfada con Lacenaire por haber hecho eso, aunque Édouard le dice que no es asunto suyo, tras lo que Lacenaire se marcha riendo, expulsado del teatro.
El conde le repite a Frédérick que no es asunto suyo, asegurando él que sí lo es, que los celos son de todos si la mujer no es de nadie, retándolo el conde a duelo.
Cuando Garance le cuenta a Baptiste que van a batirse, este le pregunta si por ellos, diciéndole Garance que por ella, pero que, como será al día siguiente, tienen toda la noche por delante para ellos.
Fuera del teatro Avril espera a Pierre-François, que le muestra su satisfacción por haber provocado el duelo, aunque, también él ha sido ofendido y humillado y expulsado ignominiosamente.
Baptiste y Garance van hasta la habitación de él desde donde ven que la luna brilla como la primera noche que estuvieron allí, observando que todo sigue igual, diciéndole él que también ella sigue igual, con la misma dulzura, el mismo brillo en sus ojos y luego, y ya en la cama, le dice que con el mismo corazón que late bajo su mano, y le dice que tenía razón, que el amor es muy simple.
Al día siguiente se celebra el carnaval y las calles están llenas de gente de fiesta.
Lacenaire y Avril van a los baños turcos, donde preguntan por el conde de Montray, que, cuando los anuncian piensa que son los testigos de Frédérick y deja que pasen a su estancia, sorprendiéndose al ver quiénes son.
Lacenaire se acerca él mientras saca su cuchillo y se oye cómo el conde cae al agua.
Pierre-François le dice que la representación terminó y aconseja a su amigo que se retire durante una temporada al campo. Que él se quedará, porque no desea correr el riesgo de ser ejecutado por un verdugo de provincias.
Avril se marcha, en efecto corriendo, mientras Lacenaire llama al recepcionista.
Fuera la gente se divierte y baila tumultuosamente, y en su habitación Garance le dice a Baptiste que la noche fue muy bella, pero debe irse, pues no desea que acaben con Frédérick por culpa suya.
Le cuenta que dirá a Édouard que enloqueció e hizo una tontería y le suplicará que no se bata en duelo, asegurando que él le hará caso si le dice que le ama solo a él.
Baptiste le dice que no le creerá, pues ella no sabe mentir, diciéndole Garance que no le importa que no sea cierto. Que solo quiere que se lo diga, pues no le importa si no le ama. Lo que le importa es que no ame a ninguna otra persona.
Baptiste le pregunta qué pasará si le pide que se vaya con él, diciendo ella que se irá y que, aunque tal vez vuelva, debe irse, pues él tiene un hijo adorable y le quiere, y también ama su profesión y tiene a Nathalie, aunque él asegura que solo la ama a ella.
Llega Nathalie con su hijo disfrazado y lo deja en la puerta esperándola.
Baptiste le dice a Garance que no quiere que se vaya y vuelve a besarla, descubriéndolos así Nathalie, que le pide perdón y le dice que creyó que estaba solo y por eso fue con su hijo disfrazado de húsar porque estaba contento y quería que lo viera.
Les pide luego que le digan algo, aunque sea que se vaya.
Garance coge sus cosas para marcharse, aunque Nathalie se lo impide, diciéndole Nathalie que para ella es muy fácil irse y regresar, pues si se va, la echan de menos y el tiempo trabaja a su favor, y luego vuelve con un nuevo aire, embellecido por el recuerdo, mientras que quedarse y vivir solo con una persona y compartir su vida cada día es otra cosa.
Que ella ha vivido con él 6 años, asegurando Garance que ella también, en cualquier parte todos los días y todas las noches que pasó junto a otro, estaba con él.
Nathalie le dice que quiere qué le queda a ella para vivir, y le pide a Baptiste que le responda sin reflexionar y sin importarle si sufre, si pensaba en Garance mientras estaba con ella, viendo que no se atreve a responder.
Cuando Garance se marcha, Nathalie le pregunta si él también estaba cada noche con Garance, viendo que Baptiste, en vez de responderle, sale corriendo tras ella, que se pierde entre la multitud que celebra el carnaval, no pudiendo ya alcanzarla.
Se topa con Jéricho, que le dice que regrese a casa y que debería darle vergüenza.
Garance sube entre tanto a un coche de caballos mientras Baptiste es envuelto por la multitud que lanza confeti y baila, impidiéndole acercarse a ella mientras se aleja.