Los lunes al sol
España / Francia / Italia (2002) *
Duración: 113 min.
Música: Lucio Godoy
Fotografía: Alfredo F. Mayo
Guion: Fernando León de Aranoa, Ignacio del Moral
Dirección: Fernando León de Aranoa
Intérpretes: Javier Bardem (Santa), Luis Tosar (José Suárez), José Ángel Egido (Paulino Rivas / "Lino"), Nieve de Medina (Ana), Enrique Villén (Reina), Celso Bugallo (Amador), Joaquín Climent (Rico), Aida Folch (Natalia), Serge Riaboukine (Serguei), Laura Domínguez (Ángela), Fernando Tejero (Lázaro), Andrés Lima (Abogado).
Los trabajadores de los astilleros se manifiestan en defensa de sus puestos de trabajo.
Algún tiempo después varios extrabajadores cogen el trasbordador que les lleva al otro lado de la ría.
Jose, uno de ellos va rellenando la primitiva, fijándose en los asientos que elige la gente según va llegando para decidir los números.
Lino, por su parte, va a una entrevista de trabajo muy nervioso, aunque tanto Jose como Santa, que llega después, ven que no cumple los requisitos, pues no tiene vehículo propio, aunque dice que lo comprará con la primera paga, ni tiene conocimientos de informática, aunque su hijo le da algunas lecciones, y, sobre todo, tiene más de 35 años.
Por la noche se reúnen en "La naval", el bar de Rico, que también fue compañero suyo, comentando Lino que todavía no sabe si le cogerán, uniéndoseles allí Amador, algo mayor que ellos, y al que le preguntan si su mujer no vuelve, diciendo él que se puso peor su madre.
Ana, la mujer de Jose se echa desodorante por todo el cuerpo para quitarse el olor a conserva de la fábrica donde trabaja a turnos.
En su pensión, Santa se acuesta con Mónica, una prostituta de la que no recuerda ni el nombre, y a la que hace pasar por su hermana al estar prohibido llevar mujeres.
Mirando una mancha del techo de su habitación le recuerda Australia, por lo que al día siguiente, mientras toma el sol con Lino le muestra sus conocimientos sobre aquel país.
Citado en el juzgado, le recuerdan que fue declarado culpable de la rotura de una farola, señalando su abogado que los hechos tuvieron lugar durante las protestas contra el cierre de los astilleros donde hubo enfrentamientos entre trabajadores y policía, aunque el juez determina que la farola no tenía la culpa de nada y que la indemnización que se le pide a su defendido asciende a solo 8.000 pesetas.
Pero él no entiende que le pidan 8.000 pesetas si le echaron del trabajo, recordándole su abogado que si no lo hace acabará en prisión.
Luego, en el bar de Rico defiende que es una cuestión moral, pese a que Rico le asegura que no es cara.
Cuando Jose muestra su envidia por la gente que sale en televisión sin ningún mérito, Lino les cuenta que él salió de niño en televisión protagonizando un anuncio de un refresco "Burbujas", que duró muy poco.
Comentan que van a subastar la maquinaria del astillero.
Reina, que trabaja como vigilante jurado de una obra les deja subir al edificio en construcción, desde donde pueden ver una parte del campo de su equipo de fútbol, viendo algunas jugadas, pero no la portería, porque cuando marcan solo se enteran de si hubo gol por la reacción del público del estadio, aunque ellos lo celebran con el mismo entusiasmo.
Allí Santa recuerda que él fue soldador de primera en la Naval al observar el material que tienen allí y señalar que falta forjado, mostrándose molesto Reina de que toque las herramientas, pues teme que le echen.
En el bar comentan que Reina está amargado y ya apenas va por el bar.
Jose va hasta la nave donde trabaja Ana, su mujer en la conservera y cuando ella sale de la fila para ver qué quiere, el encargado le llama la atención por el megáfono para que vuelva a la fila, preguntando él si conoce el nombre de todas las trabajadoras.
Se reúne luego con Santa en el astillero, donde ven cómo las máquinas comenzaron ya a trabajar para hacer una urbanización.
José tiene que pedir el certificado de alta y retenciones de cuando trabajó allí para el banco, aunque el oficinista, que es el único trabajador que queda, en las oficinas, junto a un retrasado que hace labores de vigilancia y al que le gastan bromas constantemente, no es capaz de encontrarlo.
Amador les dice, cuando le preguntan, que el lunes volverá su mujer.
Una noche Natalia, la hija de Rico sale para trabajar como canguro, haciéndole una señal a Santa, que sale poco después, entregándole ella 3.000 pesetas de las 5.000 que le pagó la familia.
Le encarga que cuide él al niño de 4 años, ya que ella se va de fiesta, regresando ella que llegará antes que los padres.
Acaba así en un magnífico chalet cuidando al pequeño al que deja viendo la televisión, pese a que Natalia le dijo que no lo hiciera, mientras él bebe con sus amigos, Jose, Nico y Serguei el whisky del dueño de la casa en el porche.
Serguei les cuenta que él estudió en la escuela Gagarin para astronautas, pero tuvo la mala suerte de que el programa se paró con la caída de la Unión Soviética.
Va luego a dormir al niño, para lo que le lee uno de sus cuentos, la fábula de la cigarra y la hormiga, indignándose al hacerlo, diciéndole al niño él que la hormiga es una especuladora y además el cuento no explican por qué unos nacen cigarras y otros hormigas.
José se pregunta de qué trabajará el dueño de la casa, regresando poco después diciendo que debe ser zapatero, pues ha visto que la mujer tiene un armario lleno de zapatos, de los que, de hechos se lleva un par muy lujosos para regalárselos a su mujer, pese a que son demasiado grandes para ella.
Se paran a la salida frente a un escaparate donde una cámara graba a los transeúntes para verse en la televisión.
Jose espera a su mujer en casa y le muestra los zapatos robados, aunque ella no se muestra muy contenta, pues al día siguiente tienen que ir al banco a pedir el préstamo, diciéndole ella que si lo prefiere irá ella sola.
Pero él no tiene nada que hacer y va con ella. Llevan la nómina de ella, ya que él carece de una, viendo el director de la sucursal que su contrato es temporal, por lo que les pregunta si tienen algún aval, pidiéndoles una copia de su escritura, tras lo que les indica que en 10 días les dirán algo.
Pero José le pregunta por qué su solicitud la puso en un montón más alejado, y le dice que la ha puesto en la de las solicitudes que tirarán a la papelera, no dejando que el empleado le explique nada, marchándose muy enfadado.
Le dice a la salida a Ana que siente que le miran mal por no tener trabajo y no ser el sujeto activo, diciéndole Ana que tenía que haber ido ella sola, porque sabía lo que iba a pasar desde que le vio con el vaso de whisky en su casa y por eso era mejor que hubiera ido sola y se queja de que siempre es igual, pues no tienen ni casa, ni hijos ni créditos ni nada.
Cuando vuelve él más tarde a casa encuentra a Ana supuestamente dormida, aunque solo se lo hace, pidiéndole él disculpas.
Santa hace algún trabajo esporádico, como el reparto de folletos, pero se enfada si no se los cogen e insulta a la gente.
El ruso y Lino van con Santa al INEM, donde pueden ver a Samuel, otro hombre desesperado que firmó la baja a la vez que el contrato.
Jose le cuenta a Santa lo ocurrido en el banco y le dice que su mujer no le habla.
Van luego juntos al supermercado, donde Santa coge comida que abre para comer gratis, entablando conversación con Ángela, que trabaja en el súper haciendo que los clientes prueben quesos suizos.
Paulino se compra un tinte para las canas y le coge ropa a su hijo luego en casa para parecer más joven de cara a su próxima entrevista de trabajo.
Amador, borracho, le dice en el bar a los demás que la cuestión no es si ellos creen en Dios, sino si Dios cree en ellos.
Vuelven a preguntarle a Amador por su mujer y le dicen que si no regresa pronto, se matará de tanto beber, enfadándose él de que le hablen tanto de su mujer.
Está tan borracho que apenas puede andar, por lo que decide Santa acompañarlo a su casa, cayéndose de hecho en la calle, no pudiendo levantarlo, riendo juntos sentados en medio de la calle.
Santa le ayuda luego a llegar hasta su casa y le deja en la cama, viendo bajo la cama vasos de bebida, por lo que abre la ventana para que se airee la habitación.
Lleva los vasos al baño para lavarlos, viendo que al abrir los grifos no tiene agua.
La cocina la encuentra luego echa un desastre con los muebles desvencijados, basura acumulada, la nevera vacía y toda la vajilla sucia.
Lino se tiñe el pelo en el baño del transbordador y se viste con la ropa de su hijo para su siguiente entrevista, viendo que enfrente los candidatos son jóvenes de verdad.
Con el calor y los nervios comienza a sudar y el tinte se le va corriendo.
En el bar, Santa dice que no piensa pagar la farola, pues no le sale.
Ese día si está Reina, que les invita a beber, aunque Santa tira el contenido de su vaso al fregadero por orgullo.
Jose ve desde la ventana que Ana llega en el coche con el encargado de la conservera.
En el transbordador, Santa se encuentra con Ángela, que va con su niño y charla con ella, que le dice que lleva a su hijo al médico y que esa tarde trabaja en otro supermercado por si quieren pasarse a tomar algo.
Santa es llamado de nuevo al juzgado, y, sabiendo que eso supondrá que vaya a prisión decide pagarla.
Su abogado, que le lleva en el coche, le dice que ha hecho bien.
Pero cuando llegan al muelle le pide que pare un momento, viendo el abogado cómo se dirige a la farola que acaba de pagar y le lanza una piedra, volviendo a romperla.
De nuevo en el bar, Reina les dice que él paga mucho dinero en la seguridad social para una panda de vagos, y que si hay trabajo para los extranjeros lo hay para ellos.
Hablan de aquel momento en que cerraron los astilleros, y recuerdan que a Amador le dieron 8 millones y Rico pudo poner su bar.
Pero Santa les recuerda que ellos acabaron firmando el convenio y echaron a 80, y al año siguiente hicieron lo mismo con los fijos, que habían sido los que lo firmaron, pero para entonces ya no estaban juntos y pudieron hacerlo impunemente.
Reina le dice que tiene razón, pero pasaron ya dos años y ni siquiera ha intentado encontrar trabajo. No hace nada, pero todo le parece mal y aunque presume de que puede ponerse a poner copas, no lo ha hecho.
Le recuerda luego que le pidió que hablara con su cuñado para que le diera trabajo, respondiendo Santos que fue porque su mujer quería tenerlo cerca, haciendo que Reina se enfade y se marche.
Un día van a un karaoke en que canta Natalia con otra amiga.
Allí Jose se muestra obsesionado, porque, les cuenta, vio que el hombre que llevó a su mujer en el coche, le cogió la mano y teme que ella le deje.
Finalmente salen todos los amigos a cantar con las chicas, cogiendo Natalia la mano a Santa mientras lo hacen.
Jose le asegura a Santa que va a hablar con su mujer, aunque cuando llegan a casa ven que ella se va. Le dice que le estuvo esperando y que tienen que hablar, aunque le dice que lo harán luego.
Cuando se despiden, Santa se acerca a casa de Amador, aunque no le abre cuando llama al portero automático, observando cómo chisporrotea la luz de la marquesina del portal, pudiendo ver que sobre la misma está Amador muerto, por lo que llora derrotado.
Van todos los amigos al tanatorio, robando él una magnífica corona de otra sala, que coloca a su amigo, viendo que no va nadie más, ignorando qué fue de su mujer.
Un día, Ana recoge sus cosas y las mete en una bolsa para marcharse de casa y espera a Jose sentada.
Cuando este llega le nota destrozado. Le habla de Amador, del que le cuenta que bebía mucho y estaba solo porque su mujer se debió cansar. No le esperaba nadie en su casa y por eso nunca quería irse a ella y alargaba su estancia en el bar.
Ana llora al escucharlo y oculta con la manta la bolsa con sus cosas.
El hijo de Lino sigue dándole a este clases de informática y sigue acudiendo a entrevistas, aunque en una de ellas, al verse en el espejo, y cuando le llaman no se levanta rindiéndose.
Santa va de nuevo hasta el antiguo astillero, donde ve el último barco que estaban haciendo cuando les despidieron y lanza, enfadado una botella contra el casco.
En "La naval", y con el cierre echado, beben todos los amigos en honor a Amador, cuyas cenizas tienen allí, echando Santa una copa en la urna.
Van luego todos juntos hasta el puerto y suben al transbordador, el "Lady España" en ese momento amarrado y lo arrancan y se van hasta alta mar, dándose cuenta entonces de que se les olvidó llevar la urna, no sabiendo ninguno de ellos dónde las dejaron, por lo que acaban riendo.
Al día siguiente la gente espera al transbordador, que ven está en la lejanía y no pueden cogerlo.
Dentro de este, ellos pasean y fuman, mientras toman el sol, preguntando Santa qué día es.