La vida en un hilo
España (1945)
Duración: 78 min.
Música: José Muñoz Molleda
Fotografía: Enrique Barreyre
Guion y Dirección: Edgar Neville
Intérpretes: Conchita Montes (Mercedes), Rafael Durán (Miguel Ángel), Guillermo Marín (Ramón), Julia Lajos (Madame Dupont), Alicia Romay Alicia Romay (Isabel Puerto), Juana Mansó (Escolástica), Joaquín Roa (Contacos), María Brú (Doña Encarnación), Eloísa Muro (Doña Purificación), Julia Pachelo (Mariana), Manuel París (Marchante).
Cercano el fin de su largo periodo de luto, Mercedes, una joven viuda, parte en tren desde la pequeña ciudad de provincias del norte, en que vivía con su marido, hacia la casa de sus padres en Madrid, acudiendo a despedirla Escolástica y Ramona, las dos tías de su marido con las que viví desde que se casó, y Don Anselmo, amigo de la familia al que Mercedes agradece que aligerara todos los problemas de testamentaría.
Compartirá camarote con Madame Dupont, una mujer que trabaja como adivina en el circo, que va cargada de maletas, en las que lleva entre otras cosas palomas y patos amaestrados y que, ya con el tren en camino ayuda a Mercedes a lanzar un horrible reloj que sus tías le obligaron a llevar con ella y que siempre odió.
Tras cenar, y con Mercedes ya en su cama, comienzan a hablar, tratando Madame Dupont de demostrar sus dotes adivinatorias, que no se refieren ni al pasado ni al futuro, sino a una vida alternativa. Lo que pudo haber sido la vida de alguien si en un momento crucial de su vida, hubiera tomado un camino diferente al que eligió, asegurándole ser capaz de leer esa vida alternativa por permanecer latente en los ojos de la gente.
Para ella ese momento crucial llegó un día de lluvia en que en una floristería conoció a Ramón, su marido, cuando este la invitó a compartir su coche y ella, al serle imposible conseguir un taxi, y tras haber rechazado la oferta de otro hombre, acepta la suya, dándose la coincidencia de que él conocía a unos vecinos de su mismo edificio, lo que le facilitó el volver a verla, y, siendo un hombre serio, formal, muy trabajador, con dinero y perteneciente a una buena familia de provincias, acabó aceptando su propuesta de casamiento pese a que era un poco soso, sin capacidad para la fantasía y falto de sentido del humor.
Madame Dupont le habla entonces del otro hombre que le invitó compartir su coche y cuya oferta rechazó, un hombre que era justamente lo contrario, un hombre lleno de defectos, u bohemio pero que llevaba el germen de la felicidad y de la alegría y con el que su vida hubiera sido totalmente diferente y más feliz pese a que no tenía el estatus económico de Ramón.
Miguel Ángel, que llevaba unos peces y una flauta no era ni zoólogo - pese a decir en primer lugar que deseaba amaestrarlos - ni músico, pues cuando toca le demuestra que no tiene idea de música, contándole finalmente que es escultor y que desea mostrarle su estudio, aunque como no se ponen de acuerdo en el día en que pueden quedar él le propone que simulen que ya quedaron y que él va a recogerla en ese mismo momento, llevándola hasta su estudio y mostrándole sus esculturas y proyectos, así como su posesión más preciada, un Greco que adquirió tras vender todas sus posesiones.
Mientras están juntos llega un amigo que le dice que le ha conseguido unos clientes, una familia de Burgillos que desean encargar un monumento al hijo más preclaro de la localidad, que es su abuelo, que nunca salió de su pueblo, pero que afirman, llevó hasta este el progreso al poner aceras en las dos calles a las que daba su tienda, luego el resto de los vecinos lo imitaron y consiguió así que todos tuvieran aceras. Puso además la luz, también en su calle…, es decir, no hizo nada por el pueblo, pero él hará el monumento sin preocuparse del presupuesto, ya que paga el ayuntamiento, del que es alcalde el marido de una de las nietas.
Se encuentra entonces con otro problema, y es que el hombre al que debe hacer el monumento nunca se fotografió, por lo que, para poder reflejar su rostro le enviarán a su barbero, que es quien mejor lo conocía para que le explique cómo era su rostro.
Cuando llegaron a encargarle el proyecto, Miguel presentó a Mercedes como su esposa, por lo que, cada vez que volvían los del pueblo al estudio debía acudir también ella, debiendo acudir también con él hasta el pueblo del homenajeado para la fiesta de la inauguración del monumento, debiendo pasar juntos la noche en la misma habitación, para no dar lugar a escándalos, ya que no le pagarán hasta el día siguiente, aunque dormirán cada uno en una butaca.
Pero para entonces estaban ya enamorados y se casaron.
Pero la realidad es que con quien realmente se casó fue con Ramón.
Recuerda que su matrimonio comenzó mal, ya que Ramón fue incapaz de quitarse las botas, no sirviendo para nada ni las ayudas de ella, pese a que lo intentó dejando que él la empujara con el otro pie, no sirviendo de ayuda tampoco los criados.
Mercedes se fue con Ramón hasta la ciudad del norte donde comenzaron a vivir con dos de sus tías Ramona y Escolástica, llevando desde ese momento una vida aburrida y monótona en una casa horriblemente amueblada, cuya decoración las tías le impedían cambiar.
Los días se sucedían, unos igual a otros, desde el amanecer, que comenzaba con el ruidoso aseo de Ramón a las 7.30, obsesionado con su trabajo como ingeniero y la construcción de puentes.
Muchas noches recibían visitas tan aburridas como su nueva familia, a cuyos niños debe aguantar cuando cantan aunque lo hagan de forma horrenda.
En las reuniones además Ramón se veía en la obligación de contar chistes que siempre acababa estropeando, al carecer de gracia y de memoria.
En alguna ocasión discuten, como cuando critican a su amiga Isabel solo porque en el pasado trabajó en un circo, afirmando todos que lo hacía desnuda, lo que ella niega categóricamente, pese a lo cual todos le niegan el saludo, no estando dispuestos a recibirla en su casa cuando ella anuncia su llegada a la ciudad pese a que su esposo, Mariano, era también amigo de Ramón.
Este, para tratar de conciliar los deseos de Mercedes de ver a su amiga y los de su familia de no verla, le propone a su mujer ir a Madrid y salir allí con ellos, aunque la realidad es que Ramón ya había planeado ese viaje para poder presentar la maqueta de un puente en el ministerio.
Mercedes se queja de la falta de tacto de él, que no era nada detallista, recordando que una vez en Madrid coincidieron en un baile con antiguos compañeros de estudios de Ramón, dedicándose con ellos a recordar cosas de gente a la que ella no conocía y a reírse de cosas que no le explicaban.
Recuerda que sentía un profundo afecto por él, pero no un amor indescriptible, lamentando que no llegaran a tener hijos.
Con Miguel Ángel todo habría sido diferente.
Madame Dupont le explica su vida alternativa, en la que Miguel Ángel no habría puesto impedimento alguno a su amistad con Isabel, a la que piensa visitar esa tarde para llevarle un regalo, pese a que ella no le ha telefoneado desde su viaje de regreso desde el norte.
Antes de la visita deberán acudir a una fiesta a la que están invitados, parando antes en una tienda de abrigos de pieles donde ella pensaba adquirir uno de segunda mano que tenía un estupendo precio, y, que le dicen no puede adquirir debido a que la vendedora finalmente decidió recuperar.
Miguel Ángel le insiste pese a ello en que se pruebe un abrigo de visón a sabiendas de que no pueden permitírselo.
Una vez en la fiesta se encuentra con la sorpresa de que está allí su amiga Isabel, la cual parece muy esquiva, diciendo enseguida que debe marcharse y que no puede estar con ellas, contándoles finalmente que no se atreve a nada, pues la familia de Mariano es muy estricta y que a duras penas le han perdonado su vida anterior en el circo, pero que no le permiten relacionarse con sus antiguas amistades, pues para la familia de su marido estas representan su antigua vida, y ella, que es cobarde decide darles la espalda, pues en los pacatos círculos de su nueva familia se comenta que Mercedes le ha servido de modelo a las esculturas de desnudos realizadas por su marido, prefiriendo sacrificar su amistad a su matrimonio.
La decepción causada por Isabel deprime a Mercedes que se niega a salir.
Miguel Ángel, tratando de animarla, y hacer que vuelva a salir le da una sorpresa regalándole el abrigo de visón que vieron en la tienda, diciéndole que lo ha comprado con el dinero que le han pagado por el encargo de un mausoleo.
Consigue así animar a su mujer, que sale con él a bailar, sin darse cuenta hasta varios días más tarde de que no había mausoleo alguno, sino que consiguió el dinero vendiendo su bien más preciado, el cuadro del Greco.
Y ese día, y en la sala de fiestas coinciden con Ramón, que en su vida alternativa se había casado con una rubia a la que ella le vio que miraba en una ocasión en que fue con él a bailar y con la que sin duda habría sido más feliz.
Así por casualidad acaban conociendo a Ramón, que, al ser vecinos de mesa los invita a champán, y con el que Mercedes incluso llega a bailar, contándole él que está construyendo el puente más largo de España, hablándole también de las bondades de la ciudad del norte donde viven, lo que les hace sentirse tentados a viajar con ellos…
Pero las cosas no fueron así.
Poco antes de llegar a Madrid, ella le recuerda a Madame Dupont cómo Ramón decidió un día que a partir de esa noche, dormiría cada noche con el balcón abierto de par en par, como medida de higiene, convencido de lo saludable que sería, diciéndole a Mercedes que ella podría dormir en otra habitación si no le gustaba su medida, lo que le supuso a Ramón coger una pulmonía a los ocho días y acabar muriendo.
La charla hace que Mercedes no pueda dormir esa noche reflexionando sobre lo que la adivina le contó, preguntándole al día siguiente si hay manera de saber cómo es Miguel Ángel, asegurándole esta que no tiene manera de saber el aspecto físico de este, con el que, sin saberlo, se cruzaron en los pasillos del tren unos segundos antes, y al que tienen al lado.
Ya en la estación, Mercedes y Miguel bajan juntos y caminan uno al lado del otro sin conocerse, mientras salen a coger un taxi, aunque cuando consigue ella llegar a uno comprueba que está ocupado, precisamente por Miguel Ángel, que se ofrece a compartir el vehículo, lo que ella rechaza.
No habiendo ningún taxi que poder coger, se topa de nuevo con el taxi que ocupa Miguel, parado para que el taxista haga un arreglo del motor, aceptando ella entonces la invitación.
Durante el trayecto él le cuenta que viene de Villalba, adonde fue para comprar un lagarto que desea amaestrar, preguntándole tras ello si le gusta la música, contando él que es un músico famoso, asegurando ella que no le apasiona la música, y cuando finalmente llegan al portal de ella y se bajan se le cae a él una flauta.
Ella entra en el portal y solo entonces cae en la cuenta de que el hombre con el que compartía el taxi es Miguel Ángel, por lo que sale corriendo a llamarlo, teniendo la suerte de que el taxi se para de nuevo para arreglar de nuevo el taxista un problema del motor, momento en que ella sube al taxi, y tras llamar, para asombro de este a Miguel Ángel por su nombre le dice al taxista que los lleve a la dirección del estudio de este, que no puede salir de su asombro, mientras ella le asegura que no será necesario que venda el cuadro del Greco, pues ya tiene abrigo de visón.