La torre de los siete jorobados
España (1944)
Duración: 81min.
Música: José Ruíz de Azagra
Fotografía: Henri Barreyre
Guion: Edgar Neville, José Santugini (Novela: Emilio Carrere)
Dirección: Edgar Neville
Intérpretes: Antonio Casal (Basilio Beltrán), Isabel de Pomés (Inés), Guillermo Marín (Dr. Sabatino), Félix de Pomés (Don Robinson de Mantua), Manolita Morán (La Bella Medusa), Julia Lajos (Doña Magdalena), Julia Pachelo (Braulia), Antonio Riquelme (Don Zacarías).
Basilio Beltrán es uno de los clientes del Salón Moderno, donde actúa la Bella Medusa, recibiendo tras la actuación de esta una nota en que aquella le indica que por fin puede ir a cenar con él esa noche después de la función, pero que tiene que ir también su madre, aunque se siente preocupado, pues solo tiene un duro, lo que le preocupa, pues la madre come por dos.
Decide tentar a la suerte yendo a jugarse el dinero a la ruleta, pasando antes su ficha por la chepa de un jorobado conocido suyo.
Apuesta al tres, aunque lo retira por miedo, viendo que salió en efecto el tres, por lo que vuelve a apostar al mismo número, perdiendo esta vez, pero como aún le queda una peseta decide apostarla.
En la recepción, y a través de un espejo, aparece el espectro de un hombre elegantemente vestido, que lleva un parche en el ojo y un sombrero, con el que entra en la sala pese a que no permiten a los clientes que lo lleven.
Pero nadie más que Basilio lo ve, y le dice al crupier que no deberían dejar a los tuertos, pues dan mala suerte, aunque ninguno otro lo ve.
El hombre señala con su bastón el número tres en el tapete, colocando Basilio su ficha en este, consiguiendo ganar, dejando todo lo ganado por indicación del hombre en el mismo número, volviendo a ganar, apostándolo luego todo al 20 y ganando de nuevo.
Luego el hombre del parche le pide que le acompañe, preguntando él si no debería aprovechar la racha, diciéndole el tuerto que la racha se acabó y si continúa jugando perderá, si bien, al recoger antes de irse ve que ganó más dinero con unas fichas que se le cayeron al recoger las demás.
Al salir, ya con el dinero, se topa con dos jorobados más, conocidos suyos, que le dicen haberse enterado de su buena racha, aunque no entienden por qué les dijo que tenía que acompañar al hombre del sombrero, pues ellos no ven a nadie.
Lo acompaña recorriendo las solitarias y oscuras calles del centro hasta la plaza de la Paja, donde antes de despedirse le pregunta al hombre, que se presenta como Robinson de Mantua, por su sistema para ganar a la ruleta, diciéndole Robinson que antes de que se pare la bola él ve el número que saldrá premiado.
Le dice que le ha buscado porque le necesita. Que lo más difícil es que le viese y le escuchase y lo consiguieron gracias a que es sensible a las sensaciones ultraterrenas, pues su imaginación traspasa el mundo de lo normal y debe ayudarle valiéndose de sus facultades, viendo cuando se despiden, que el cuello de su acompañante es recorrido por una cicatriz, contándole el hombre que es una vieja herida que le causó la muerte.
Basilio se asusta y se despide, diciéndole el hombre que vaya al día siguiente a las 10 a esa casa, y le dice que si él le ayuda en sus experimentos, él le dirá en qué número caerá la bolita.
Antes de irse, Robinson le recuerda que le espera la Bella Medusa, y mientras se pregunta cómo lo sabe ve que desapareció, sin ver que abriera puerta alguna.
Mira su bolsillo y ve que tiene el dinero y que no fue un sueño, por lo que va a cenar con la camarera y con su madre, pidiendo estas langosta, solomillo y champán.
Al día siguiente acude, como prometió a la Plaza de la Paja, aunque ya a las 11 porque se quedó dormido, topándose allí con Leonardo, uno de los jorobados.
Mientras espera, ayuda a una mujer a la que se le caen los libros y luego corre tras ella para devolverle uno que se le olvidó, preguntando en el mismo portal a los porteros, por Robinsón de Mantua, diciéndoles que lo citó el día anterior, diciéndole el portero que es imposible porque el profesor se mató el año anterior, indicando que es el tío de la chica a la que ayudó con los libros, por lo que piensan que en realidad le interesa en la chica.
Como ve que es imposible verlo se marcha, observando a la chica en su ventana.
En el restaurante, los camareros se asombran de que comieran tres langostas entre tres, como el día anterior y champán de verdad.
Mientras duerme esa noche, ve que aparece Robinson de Mantua que le recuerda que el día anterior llegó tarde a la cita y ha tenido que ir a verlo él, habiéndolo elegido por sus condiciones psíquicas y porque es un hombre de bien.
Le cuentan que no se suicidó, que le asesinaron, aunque solo echa de menos una Venus de Milo que tenía en su despacho y que era una reproducción sin valor, pero que era su tipo de mujer.
Le dice que lo necesita para que ayude a su sobrina, a la que amenaza un grave peligro, asegurándole que encontrará el camino para ello.
Mientras hablan, aparece Napoleón en su dormitorio, diciendo que está allí porque lo invocaron, diciéndole que se debió equivocar de piso, pues allí no hacían espiritismo, quejándose Napoleón de que no paran de invocarlo, yéndose a buscar a quienes lo hicieron, desvaneciéndose junto con Robinson, tras su espejo.
Vuelve a la plaza de la Paja, donde ahora hay un espectáculo de títeres, y donde vuelve a encontrarse con Leonardo, que le presenta a otro amigo, también jorobado, el doctor Sabatino, que le dice que le convendría unos días en el campo dadas sus pesadillas.
Sube a la casa de la sobrina del profesor mientras lo observan los porteros, diciendo la mujer que ese hombre no va con buenas intenciones.
Pregunta por la señorita Inés, presentándose como amigo de su tío, diciéndole la muchacha que prefiere que hable con ella a que lo haga con los porteros, diciéndole él que no debe pensar que era una estratagema para acercarse a ella, que le dice que sabe que preguntó por su tío, diciendo él que lo hizo porque conoció a su tío dos noches atrás, decidiendo Inés al escucharlo, pedirle que se marche, aunque él insiste en que tiene que cumplir una misión.
Le dice que sabe que su tío murió asesinado, que la quería a ella mucho y que vivía dedicado a su trabajo, contándole ella que su muerte coincidió con una época de ilusiones y confianza, habiéndole escuchado decir a su colaborador que estaban a punto de realizar un descubrimiento que asombraría al mundo.
Le cuenta que este era otro arqueólogo, Don Zacarías, que desapareció el mismo día de la muerte de su tío y la policía no lo encontró.
Ella asegura que su tío no tenía enemigos.
Le pregunta dónde encontraron el cadáver, contando Braulia, la criada, que aquella noche escuchó voces, estando convencida de que lo mataron los fantasmas.
Inés le muestra una habitación donde su tío guardaba todas las piezas de valor encontradas, y donde encuentran un papel con unos signos que parecen una cábala.
Acude con Martínez, un amigo policía, al juzgado para conocer los detalles de la muerte de Mantua, donde le cuentan que fue un suicidio, pues lo atendió él.
Le enseñan luego el jeroglífico al encargado del archivo, Don Alfonso, que se trata del alfabeto asirio y le dice que cree que se trata de una broma, pues parece una cita para loa noche en la Torre de los 7 jorobados, aunque ni siquiera Inés conoce el lugar.
Basilio, cada vez más enamorado de Inés le cuenta que además de ver a su tío, la noche anterior soñó con ella.
Inés recuerda una carta de don Zacarías en que hablaba a su tío de los jorobados y fechada unos días antes del asesinato, viendo que lo citaba en la calle de la Morería donde había quedado con un colega que estaba siempre con otro tipo que también era jorobado.
Basilio va a la calle de la Morería, donde se topa con el Doctor Sabatino, que le pide que le acompañe en su paseo y que le pregunta si tiene por allí algún asunto amoroso.
Cuando lo deja, ve pintado en una pared el jeroglífico que encontró.
Por la noche, Inés estudia la existencia de una torre de unos 40 metros que en vez de erguirse del suelo, se hunde en la tierra, no viendo que se coló en su casa el doctor Sabatino, que logra llevarse a la muchacha en un estado de hipnosis.
Cuando Basilio acude a verla no la encuentran en ningún lugar de la casa pese a que no salió, decidiendo llamar a comisaría y preguntar por su amigo, Sebastián Martínez, que, le dicen, están en el Salón Moderno.
Se topa allí con Doña Magdalena, madre de la Bella Medusa, que le recrimina que llevan dos días sin verlo, diciendo que ha ido para invitarlas a cenar. También se enfada "Belita", pues lleva dos días sin ir a verla, viendo en el espejo a Mantua, por lo que decide tapar el espejo.
Va a hablar con Martínez, que le recomienda que ponga una denuncia, aunque él cree que no serviría de nada y pasaría lo mismo que con Don Zacarías, por lo que, le dice, deben resolverlo ellos, aunque Martínez le dice que está muy ocupado con un asunto de billetes falsos y solo pudieron detener a un inocente que tenía uno que, dice, le entregó un jorobado al que no conocía.
Al llegar al edificio donde estaba el jeroglífico ven llegar a Malato, uno de los jorobados que se hace pasar por ciego, y que se pone a tocar el violín frente a la casa, pese a que no hay nadie, comprendiendo que es una contraseña para que le abran.
Llaman al sereno, que le dice que esa casa amenaza ruina y que no vive nadie, aunque él se da cuenta de que la puerta fue abierta recientemente, pidiendo que les abra.
Ven, que es, en efecto, un edificio abandonado, pero donde encuentran el violín, observando una escalera llena de telarañas por donde no pudo subir nadie, aunque bajo varias mantas de un baúl observan que hay una escalera por la que deciden bajar.
Ven que hay varias galerías, decidiendo ir cada uno de ellos por una.
Basilio llega a un rincón donde ve huellas, que parecen no ir a ninguna parte, aunque investigando ve una puerta y al abrirla se encuentra con que da a la chimenea del cuarto de Robinson de Mantua, por donde se llevaron a Inés.
Regresa al punto en que se separó de Martínez, que, en sus pesquisas acaba cayéndose por un agujero del suelo que no vio.
Ve luego a un jorobado saliendo de una trampilla disimulada en el suelo y por la que luego baja él, viendo que da a una impresionante escalera de caracol, por la que baja.
Mientras lo hace va viendo a numerosos jorobados.
Recorre las galerías, escuchando a un hombre que canta una canción infantil encontrándose con un hombre con aspecto de sabio loco que trabaja en un laboratorio estudiando una pieza de cerámica antigua, y que le cuenta que es Don Zacarías, que le cuenta que lleva allí mucho tiempo.
Que hubo un derrumbe y se obstruyó la entrada, y los jorobados no terminan de arreglarla, aunque no le importa, pues allí tiene muchísimo trabajo.
Le dice que era muy amigo de Mantua y que de hecho fueron ellos dos quienes descubrieron esa ciudad subterránea. Le contaron que murió en un accidente ferroviario debido a que era muy impaciente y fue a buscar la salida cuando quedaron encerrados.
Le pregunta a Basilio por dónde entró, diciendo él que por la torre, no comprendiendo el profesor cómo pudo ser si esta quedó sepultada, preguntándole Basilio si no hay otra, indicando el profesor que debe haber otra por la sinagoga, que investigará cuando tenga menos trabajo.
Aparece entonces el Doctor Sabatino que no muestra sorpresa alguna al verlo allí.
Don Zacarías le cuenta que esa ciudad subterránea fue creada por los judíos, que se escondieron en esas cuevas tras su expulsión y escondieron allí sus alhajas y su oro, que es lo que están buscando.
Luego, ya a solas, Sabatino le dice que allí están a gusto porque no sienten el desprecio ni la conmiseración de los demás.
Basilio le pregunta si no les molesta Don Zacarías, diciendo que no, que es un buen hombre absorto en su trabajo que apenas les molesta, diciéndole Basilio que lo contrario que el profesor Mantua, diciéndole el doctor que le alegra ver que está más familiarizado de lo que creían con sus amistades, y así le será más fácil habituarse a ese lugar, pues no le faltará tiempo, pidiéndole que se considere como su huésped.
Basilio le pregunta por Inés, comprendiendo el doctor que es la chica la que le hizo ir hasta allí, haciéndole pasar a una estancia que, le dice, es el salón de su casa, donde dice, está Inés.
Encuentra allí a Malato, y observa que hay un extraño espejo que permite al doctor mirarse sin que en él aparezca su deformidad.
Hace que le lleven a Inés a la que le dice que él y Braulia estaban muy asustados desde su desaparición, diciendo la chica que se asustaron sin motivo y sin derecho a ello, diciéndole Sabatino que Basilio se creyó que la habían raptado.
Le dice luego que Basilio debe quedarse también allí aunque eso le contraríe, y que hará que le preparen una habitación, indicando Basilio que piensa marcharse de inmediato, diciéndole Sabatino que entrar allí es más fácil y menos peligroso que salir.
Él insiste en que se irá, e indica que Inés lo hará con él, aunque esta se muestra airada al escucharlo.
Cuando se queda a solas con Inés le dice que es peligroso que se quede con esas personas, pues son las que asesinaron a su tío, diciendo ella que eso es imposible, estando convencido Basilio que algún maleficio la retiene allí, pero que antes de que llegara ese momento él ya sabía que tendría que salvarla y que conoce una salida.
Ella le dice que conoce la salida, pero que se queda y que es él quien debe regresar a la ciudad y no quiere que la inoportune más y que no debió seguirla, indicando él que fue porque la creía en peligro, temeroso de no volver a verla, pues se dio cuenta de que la quiere, asegurando que no se marchará si ella no va con él, aunque ella le responde que sus sentimientos no le interesan.
Vuelve Sabatino que le indica que su habitación está ya preparada y necesita reposo, acompañándolo Malato hasta esta.
Basilio aprovecha su amistad con Malato para hacerle algunas preguntas, asegurándole este que, de haber podido evitar que entrase allí lo habría hecho.
Él le pregunta qué hace Inés allí, diciéndole Malato que lo ignora, pues llegó ese día por vez primera porque la llevó Leonardo, imaginando que es porque estaba a punto de descubrir la entrada.
Le pregunta si la dejarán salir, respondiendo el jorobado que de momento no, pues antes tendrá que realizar su acto. Un asesinato que obligue a guardar el secreto, indicándole que tampoco le dejarán marchar a él.
Basilio le dice que Mantua estuvo allí y salió, diciéndole Malato que así fue, pero que murió antes de que pudiera hablar de la existencia de los subterráneos y le asegura que Don Zacarías no saldrá nunca.
Cuando sale Malato, otros dos jorobados lo agreden y se lo llevan.
Sabatino le muestra una foto de Martínez y le pregunta si le conoce, indicando él que es un policía amigo suyo.
Cuando se va el doctor, intenta salir, aunque sin éxito.
Sabatino, que tiene sometida la voluntad de Inés, le coloca un cuchillo en la mano.
Viendo que es inútil tratar de escapar, Basilio se acuesta, escuchando entonces unas bisagras, viendo que alguien va a entrar por una puerta oculta, por lo que coloca su almohada simulando que es él en la cama, mientras él se esconde, viendo que quien entra en Inés, que, clava el cuchillo que le dio Sabatino en la almohada, sin dudar.
Él entonces la agarra y la desarma, preguntándole qué locura es esa, viendo cómo cae desmayada, huyendo con ella en brazos por la puerta por la que ella entró, aunque es sorprendido en una estancia donde los jorobados trabajan falsificando dinero, por Sabatino, que lleva una pistola con que lo amenaza.
Los jorobados se llevan a la muchacha, quedando a solas con Sabatino, al que le dice que no sabía que falsificaban también monedas.
Consigue desarmar a Sabatino y escapar, aunque una vez repuesto, este le persigue con su arma, logrando él escabullirse tras una de las puertas.
Durante la huida se topa con Don Zacarías, al que le pregunta por la sinagoga, indicándole este dónde está, e incluso diciéndole que la salida está tras un armario al fondo, al que el llega y lo derriba, encontrando la salida.
Dispuesto a no permitir que huya, Sabatino hace que su gente salga para cubrir cada una de las salidas, yendo él mismo con dos de sus hombres a la salida de la sinagoga, donde no lo localizan y observan que tampoco pudo salir por allí, pues habría dejado algún rastro, pese a lo cual deja allí a los dos hombres, que están muy asustados.
Él, que se había vestido como un monje los sorprende atacándolos y consigue escapar, pidiendo ayuda a la gente de la calle desde una ventana enrejada.
Abajo, todos señalan que no deben perder la calma, aunque saben que la desaparición del policía es lo que creará la alarma, pues sin esa desaparición nadie creería a Basilio.
Sabatino indica que no importa que descubran la entrada de las primeras galerías, pues les conviene que encuentren la galería del pozo al que cayó el policía, ya que así creerán que ahí termina todo, pero que deben volar las demás galerías, empezando por la entrada de la torre y el pasadizo del doctor Mantua.
Otro apunta que también buscarán a la chica, indicando otro hombre que deben encontrarla muerta en el despacho, indicando Sabatino que de eso se ocupará él, así como de la voladura de la galería más grande, pese a que, le indican, quien la vuele, morirá en ella.
Basilio, ya libre, acude a la comisaría y explica todo al comisario y se ofrece a llevar a los agentes hasta el lugar, indicando que él conoce tres de las entradas.
El comisario, aunque sin creerle del todo, accede a acompañarle hasta la casa de Inés, aunque asegurándole que si le mintió acabará en un subterráneo, pero real.
Les abre la puerta la portera, viendo al entrar, que Inés está dormida sobre su mesa y que, al despertar le dice a Basilio que se quedó dormida sobre la mesa y le pregunta cómo es que no apareció la noche anterior, a lo que él le responde que estuvieron juntos, aunque ella muestra claramente que no recuerda nada.
Basilio le pregunta si no recuerda nada de la ciudad subterránea ni del cuchillo, indicando ella que no.
Se dispone tras ello a mostrar a los policías la entrada al subterráneo, aunque enseguida comprueban, al entrar en la chimenea, que esta ya no se abre por más fuerza que hace, y, aunque finalmente, con la ayuda de una palanca consigue mover la piedra que tapiaba la entrada, ve que tras esta hay ahora una tapia infranqueable, lo que hace que el comisario piense que se ha burlado de ellos
Sale Inés en su ayuda, indicando que Basilio está ayudándola con unas investigaciones arqueológicas relacionadas con un familiar suyo y es probable que sufriera algunas alucinaciones por exceso de trabajo, accediendo el comisario a no detenerlo en atención a ella.
Cuando se van él insiste en que no dejará que la muerte de su tío y del policía queden impunes, pidiéndole a la muchacha que haga un esfuerzo para acordarse de lo ocurrido la noche anterior, contándole todo lo que pasó, aunque ella le dice que le preocupa su estado, pues lo que le cuenta es producto solo de su fantasía, asegurando él que conseguirá hacerle recordar lo ocurrido.
Le pregunta si no recuerda que le habló de amor, diciendo ella que tal vez sea eso lo único que recuerda, algo como un sueño.
Entretanto, en las galerías, Sabatino coloca las cargas que provocarán la explosión que haga derrumbarse la galería, con la que él mismo desaparecerá.
Basilio le dice a Inés que la quiere, viendo que aparece entonces de nuevo, y surgiendo del espejo Robinson de Mantua, que le cuenta que Sabatino murió y que ahora le ajustará él las cuentas.
Inés observa cómo Basilio le habla al aire, obteniendo el permiso de su tío para besarla, pues, después de todo, le debe la vida.
Antes de desaparecer, ahora para siempre, Robinson se lleva la estatua de la Venus de Milo que echaba de menos antes de desaparecer, mientras ellos se siguen besando.