La teta asustada
Perú / España (2008)
Duración: 99 min.
Música: Selma Mutal
Fotografía: Natasha Braier
Guion y Dirección: Claudia Llosa
Intérpretes: Magaly Solier (Fausta), Susi Sánchez (Aída), Marino Ballón (Tío Lúcido), Efraín Solís (Noé), Bárbara Lazón (Perpetua), María del Pilar Guerrero (Máxima), Delci Heredia (Carmela), Karla Heredia (Severina), Fernando Caycho (Melvin), Edward Llungo (Marcos).
Fausta es una joven que, según sus creencias sufre la enfermedad de "la teta asustada", que trasmite el miedo y el sufrimiento de las madres violadas durante la época del terrorismo en Perú, a sus hijas a través de la leche materna. Los infectados nacen sin alma, porque del susto se escondió en la tierra, y su terror les aísla por completo.
Madre e hija emigraron junto con otras muchas personas a la periferia de Lima. Y al morir su madre Fausta se siente perdida, pues su miedo la ha llevado a evitar cualquier tipo de contacto con hombres que no sean de su familia temiendo salir de su entorno si no es acompañada, habiendo procedido además a introducirse una patata en la vagina, para evitar que la violen lo que le provoca enfermedades que hacen que en ocasiones pierda el conocimiento y tenga que ser llevada al hospital por su tío, donde le plantean operarla para sacarle el tubérculo a lo que ella se niega.
Su tío Lúcido, que tiene un negocio familiar de organización de fiestas para bodas, no puede sin embargo pagar el viaje para trasladar el cadáver de la madre de Fausta al pueblo en que nació para que descanse junto a su padre, viéndose obligada a trabajar como sirvienta en casa de una adinerada pianista.
En casa de la pianista ella mantiene su actitud retraída, por lo que su empleadora, que la oyó cantar en quechua una canción inventada, -como a menudo hacía su madre- ya que entre ambas se entendían en dicha lengua, la anima a que cante ante ella, prometiéndole darle una perla de un collar que se le rompió, cada vez que cante.
Desde ese momento deberá superar su vergüenza y decidirse a cantar, dado que eso le ayudará a reunir antes el dinero para poder enterrar a su madre.
En casa de la pianista conoce a Noé, el jardinero, un hombre con el que puede comunicarse en su idioma materno, el quechua sureño, y con el que, pese a sus iniciales reticencias acabará contactando, siendo este el primer hombre ajeno a la familia al que permite que la acompañe hasta su casa dado su temor a ir sola.
Es testigo del éxito de la pianista, que adaptó una de sus canciones para un concierto que da cada año.
Tras la boda de su prima Máxima su tío Lúcido, tras haber bebido intenta asfixiarla. Ella reacciona defendiéndose. Su tío le demuestra que sí quiere vivir.
Acude tras ello a la casa de la pianista donde recupera sus perlas, aunque al ir a marcharse se desmaya.
La encontrará Noé, que la lleva al hospital donde es intervenida, extrayéndole finalmente el tubérculo.
Tras ello, y gracias al dinero reunido con su trabajo y con las perlas, y con la ayuda de su tío llevará a enterrar a su madre, haciendo un alto en el camino para enseñar el mar a su madre.
Ya de vuelta alguien va a visitarla. Y al abrir la puerta se encuentra una patata germinada y con flores, que enseguida adivina que le ha llevado Noé, al que en una ocasión le recriminó que plantara tantas flores, pero no patatas.