Las ocho montañas
Le otto montagne (2022) * Italia / Bélgica / Francia
Duración: 147 min.
Música: Daniel Norgren
Fotografía: Ruben Impens
Guion: Charlotte Vandermeersch, Felix Van Groeningen (Novela: Paolo Cognetti)
Dirección: Charlotte Vandermeersch y Felix Van Groenigen
Intérpretes: Luca Marinelli (Pietro), Alessandro Borghi (Bruno), Filippo Timi (Giovanni), Elena Lietti (Francesca), Elisabetta Mazzullo (Lara), Lupo Barbiero (Pietro joven), Cristiano Sassella (Bruno joven), Andrea Palma (Pietro adolescente), Francesco Palombelli (Bruno adolescente), Surakshya Panta (Asmi).
Pietro recuerda que nunca pensó que encontraría un amigo como Bruno ni que la amistad fuera un lugar en que dejar tus raíces y que siempre te esperará.
Creció como hijo único en un apartamento en Turín y no solía hacer las cosas con nadie.
Pero en el verano de 1984 sus padres alquilaron una casa en un pueblecito de montaña, Graines, en Val d'Ayas, casi despoblado donde solo vivía un niño, Bruno, de su edad.
Bruno ayuda a sus tíos, con los que vive, con los animales.
Un día su madre invita a Bruno a desayunar y le presenta a Pietro.
Bruno le cuenta que su padre trabaja en Suiza o en Austria como albañil, por lo que vive con sus tíos.
Comienzan a salir juntos al campo y a corretear recorriendo cada rincón del pueblo y por el campo, o haciendo embalses en el río.
A veces va con él mientras cuida de las vacas hasta que queda libre, aunque luego debe marcharse cuando llega la hora de ordeñar.
Le cuenta que antes había más de 80 habitantes, y ahora son solo 14, pues cuando construyeron la carretera, en vez de ir más gente, se fueron.
Él le cuenta que su padre está en Turín, donde trabaja, en una fábrica de más de 10.000 personas, y por eso está solo allí con su madre.
Terminado el verano, regresa a Turín y a su vida habitual de colegio donde los días en Graines le parecían muy lejanos.
Pero volvió al verano siguiente, y volvieron a conectar y a divertirse, decidiendo Bruno llamarlo Berio, que en el dialecto de su región en como piedra.
Su padre va algunos días y le muestra cómo se leen los mapas y le dice que irá a la montaña y subirá 3.010 metros, pidiendo él que le deje acompañarlo.
Va en efecto con él, mostrándole desde arriba los picos más importantes, aunque Pietro muestra algunos síntomas del mal de altura.
Arriba, Giovanni, su padre escribe algo y lo deja bajo la cruz oculto como otros montañeros.
Le pregunta luego por su amigo, pero le dice que ahora lleva días sin verlo porque se lo llevó su tío a los pastos, que están a más de una hora, proponiéndole su padre ir juntos.
Un día escucha a su madre hablando con Sonia, la tía de Bruno, que le dice que es probable que aquel repita curso, diciéndole la madre que es una pena, pues es un chico muy listo y solo necesita un poco de ayuda, aunque la mujer le dice que debe hablar con su marido.
Pietro va con su padre hasta los pastos donde está Bruno con su tío.
Le cuenta que su tío le está enseñando a ser quesero.
Comen con el tío y con otros pastores.
Giovanni les cuenta que quiere visitar el glaciar y pide permiso para llevar a Bruno.
El glaciar fascinaba a su padre y les dice que el agua que recogieron en un arroyo cercano y que están bebiendo no es de la nieve del invierno pasado, sino de la de 100 o 150 años atrás.
Tras un día de ascensión pasan la noche en un refugio y Bruno comenta que su padre sabe muchas cosas.
Pietro siente un poco de mareo, pero no deja que Bruno avise a su padre.
Al día siguiente salen hacia el glaciar, costándole a Pietro, debido al mal de altura llegar, aunque su padre lo anima y hace que de bajada guíe él la cordada,
Al día siguiente su padre volvió a Turín, pero el recuerdo de aquella mañana, solos los tres en el glaciar, permaneció para siempre en su memoria.
Pietro acude a casa y Francesca, la madre de Pietro le ayuda con los estudios.
Un día cuando va a buscar a su amigo, este le dice que sus padres hablaron con sus tíos para que le dejen ir con ellos a Turín y que se encargarán de todo, comida, alojamiento y escuela.
Pero Pietro no parece feliz. Le dice a su madre que no quiere que vaya a la ciudad, pues dice, esta destroza a los tipos como Bruno, y cree que sería más feliz allí, con sus vacas, diciéndole su madre que puede prepararse, y luego, si lo desea, volver con sus vacas, pero que merece una oportunidad.
Siguen saliendo entretanto, llevándolo Bruno a visitar un idílico lugar, el lago Grenon
Allí, Pietro le dice a su amigo que debería decirles a sus padres que no quiere ir a Turín, aunque él dice que no ha salido nunca de esas montañas y quiere ir.
Luego se bañan y juegan con el agua.
Pero unos días más tarde llega Sonia a su casa y les cuenta que Bruno se fue con su padre, que se lo llevó porque no quería que se lo llevaran a Turín, a trabajar con él.
A partir de ese momento, siguieron yendo a Graines, pero Pietro se aburría mientras su amigo trabajaba en las obras tras comenzar su vida adulta con 13 años, dudando Pietro que llegase a disfrutar de la adolescencia.
Llegó a verlo de nuevo entonces un día mientras estaba en el bar con otros amigos. Entró entonces un grupo de albañiles entre los que estaba Bruno, que le hizo un gesto con la cabeza y él le respondió con otro de la mano, pero nada más.
Su padre le pidió que le acompañara al lago con la tienda de campaña. pero él le dijo que esas cosas se hacen con los amigos, y como su padre no los tiene, quiere ir con él.
Al año siguiente volvió solo por unos días y luego ya dejó de ir.
Bruno y él no volvieron a verse en 15 años.
Recuerda discutir con su padre por los estudios y que no malgaste su vida, diciéndole que debe estudiar, aunque él le dice que es él quien ha malgastado su vida y le asegura que no será como él.
Pietro comienza a trabajar como camarero.
Un día su padre se siente mal mientras conduce y para el coche en un lateral de la carretera y muere.
Después de muchos años regresó a Graines, aunque ahora en invierno, aunque encuentra la casa con la estufa encendida.
Allí recibe a Bruno, que llega con una moto y le dice que lo siente, dándole él las gracias por haberle preparado el fuego para que la casa estuviera caliente.
Lo lleva luego en la moto por caminos de montaña nevados hasta llegar a un punto donde ya no pueden seguir más que andando, llegando finalmente a un terreno donde hay una casa en ruinas y le cuenta que cuando su padre la vio dijo que era perfecta y tuvo que convencer a los dueños de que se la vendieran.
Pietro se pregunta qué quería hacer allí, diciendo Bruno que una casa y le pidió a él que se la construyera.
Pietro concluye que ha heredado un montón de piedras.
Bruno le dice que está libre ese verano y como le prometió que haría la casa aprovecharán para hacerla entonces, aunque Pietro le dice que no hace falta que lo haga, aunque él insiste en que se lo prometió, diciéndole Pietro con qué dinero, respondiéndole Bruno que solo habría que comprar los materiales y que él le ayude, y podrán terminar en cuatro meses, pese a que Pietro asegura que es muy torpe, diciendo Bruno que él le enseñará y que empezarán cuando no haya nieve.
Pietro reflexiona. Recuerda que su padre murió cuando tenía 62 años y él 31, y no se había casado ni tenía un trabajo fijo.
Se pregunta qué hacer con su sueño perdido de una persona que se pasó la vida trabajando y que apenas pasaba unos días en la montaña y con una promesa que no era suya.
Observando el plano de su padre donde anotaba sus excursiones por la montaña recuerda la del glaciar mientras habla con su madre, que le cuenta que Bruno mantuvo el contacto durante todos esos años y que su padre le ayudó mucho, pues discutió con su padre y cuando necesitaba consejo iba a buscarlo, pues confiaba en él.
Le cuenta también que Bruno siempre preguntaba por él y ella le contaba lo poco que sabía.
Llegada la primavera cargan unos mulos y suben hasta el lugar para comenzar las tareas de desescombro.
Pietro arranca un pequeño pino que había crecido dentro de la casa y la planta cerca esperando que enraíce, aunque Bruno le dice que es difícil.
Bruno finalmente decide quedarse en la obra para no perder cuatro horas al día subiendo y bajando, aunque los sábados bajará para dormir en su cama, pidiéndole que él esté allí a las 9 y será libre a las 6.
Pietro le cuenta que en los últimos 10 años no se hablaba con su padre, diciendo Bruno que lo sabe, aunque tampoco le hablaba de él.
Bruno le dice que tampoco él ha vuelto a ver al borracho de su padre, con el que llegó incluso a las manos.
Se imaginaba a su padre con Bruno, en vez de con él por no haberse quedado y sentía que se había perdido las cosas más importantes mientras se preocupaba de trivialidades que ahora ni siquiera recordaba.
Le comenta a su madre cómo van las obras y dice que tienen la suerte de contar con Bruno, y les dice que ha decidido quedarse él también arriba.
Su madre le dice luego que su padre estaría muy feliz por lo que está haciendo.
Logran poner la viga central y avanza ya todo más deprisa.
Un día Pietro le dice que le gustaría ir al Grenon, y que lo hará el domingo, aunque Bruno lo anima a ir ya, asegurándole que podrá apañarse.
Consigue llegar a la cima y, desde allí grita el nombre de Bruno, resonando el eco, consiguiendo el amigo escucharlo y responder desde la casa.
Cuando terminan de techar la casa se abrazan.
Vuelven, como cuando eran pequeños a bañarse al lago, disfrutando como entonces.
Mientras preparan a la brasa comida Pietro dice que le da pena que se acabe el verano, y Bruno le pregunta si volverá, diciéndole que sí, porque esa será la casa de verano de los dos y se verán allí cada año.
Bruno le cuenta que le gustaría volver a los pastos de su tío, pues no le interesa el dinero, y si fuese por este seguiría trabajando como albañil, pero no nació para eso, sino para ser montañero.
Pietro, por su parte, no parece tener proyectos. Le dice que en esos años trabajó en muchos sitios, pero que no hizo nada.
Bruno dice que su madre le contó que escribe y le anima a hacer un libro, pero él dice que no es suficientemente bueno para eso. Que no tiene ningún proyecto, y que allí, con esa fogata, un pescado y la montaña y con su amigo podría estar así para siempre.
Vuelve a su vida normal y trata de escribir mientras sigue trabajando en el restaurante.
En verano regresa a la montaña y le cuenta a Bruno que invitó a sus amigos de Turín a pasar allí unos días, diciéndole Bruno que cuando lleguen se irán a los pastos.
Se quedan todos admirados, viendo que tienen incluso luz porque Bruno construyó un molino junto al arroyo para tener electricidad suficiente.
Les presenta a sus amigos, que quedan encantados con el lugar y sueñan incluso en vivir en un lugar así, aunque Bruno les indica que deberían verlo en invierno.
Cuando el resto de los amigos se van, se queda Lara con él
Bruno le cuenta que en invierno tiene dos trabajos y en verano uno y quiere dedicarse a hacer quesos
Pietro, durante el invierno vuelve a trabajar en la cocina y un día, mientras trabaja, lo llama Bruno para contarle que fue Lara porque quería ver los pastos y la llevó a verlos y la chica le dijo que quería trabajar allí, aunque le pregunta cómo están las cosas entre ellos, diciéndole que no hay nada entre ellos, que solo son amigos.
Vuelve y encuentra a Bruno ya con sus vacas y cabras, y con Lara ayudándole, viendo cómo fabrican sus quesos, contándole Bruno que Lara es fantástica y trabaja mucho y lleva las cuentas, lo que para él es una liberación, y además reparte los quesos.
Le dice también que le gustaría pasar más tiempo con él, pero allí nunca se descansa, pues le gusta ordeñar las vacas a mano y eso le lleva mucho tiempo.
El verano siguiente Lara estaba embarazada, pero llevaba a las vacas a pastar. Dice que era ya una criatura de la montaña, y al siguiente salía ya a pastorear con una niña en brazos.
A veces hablaba con su padre, junto al árbol que plantó y que resiste.
Estaba cansado de cómo era y deseaba evolucionar y convertirse en un nuevo Pietro, decidiendo por ello viajar hasta el Himalaya con su mochila a hombros, sintiéndose feliz en ese entorno montañoso.
Recuerda también a Bruno y se plantea qué pensaría de esas montañas y del modo en que trabajan allí la tierra y con el ganado y piensa que también le habría gustado.
Vuelve a Graines el verano siguiente con su madre y les cuenta su experiencia y algo de la vida en Nepal.
Bruno le dice que sabe que es famoso, diciendo él que consiguió que le publicaran un libro, pero que no es famoso.
En Nepal, cuenta, estando ya borrachos los dos amigos, un tipo le preguntó si estaba recorriendo las 8 montañas y le hizo un dibujo circular diciendo que el mundo son 8 montañas y 8 mares y en el centro estaba el monte Semeru y se preguntan si es mejor recorrer las 8 montañas o escalar el Semeru, identificándose Bruno con el último y Pietro con el que recorrió las 8 montañas.
Pasado el verano, regresa a Nepal y sigue escribiendo mientras tanto.
Viaja junto a otra muchacha, Asmi, que es profesora.
Cuando regresa a Graines el verano siguiente ve que debe reparar el techo de su casa.
Le ayuda Bruno al que le cuenta que gracias a sus libros ahora puede vivir tranquilo sin hacerse rico.
Le confiesa a Bruno que ha conocido a alguien, Asmi, que se dedica a lo mismo que su madre y parece que encontró por fin su sito en el mundo, y por eso no sabe si volverá al año siguiente.
Bruno, que parece más triste le pide que vaya a cenar un día con ellos.
Recupera el viejo mapa de su padre y se dedica a recorrer las montañas como aquel hizo, leyendo los escritos que fue dejando aquel.
Encuentra el primer cuaderno, donde escriben los escaladores y que dejan en un plástico y bajo las piedras, viendo como en agosto de 1984 expresaba su felicidad por haber estado con su hijo de 11 años e indica que cree que serán las últimas rutas, pues su hijo ya no quiere ir, y que siempre guardará esos días como su refugio más preciado.
En la siguiente lee que llegaron desde Graines en dos horas y media y dice que vuelve a tener 21 años como su compañero, esta vez Bruno, en 1994.
Encuentra el que piensa que debió ser su último mensaje en que decía que sería bonito quedarse allí sin tener que bajar más y sin tener que ver a nadie más, soñando con un hogar alejado del mundo.
Señala que en ese momento entendió que tuvo dos padres, uno que era el de la ciudad, con el que no se entendía, y el segundo, que era el de las montañas, al que apenas vislumbró, pero al que mejor conoció y que le dejó unas ruinas para reconstruir.
Va a cenar con sus amigos, a los que encuentra preocupados por la falta de dinero.
Ella propone alquilar alguna habitación pues la crisis les ha llevado a no poder pagar las facturas ni siquiera con ayudas, y, aunque en verano salen adelante, en invierno no y Lara está muy preocupada.
Decidieron vender ellos directamente sus productos en vez de venderlos a la cooperativa y están muy agradecidos a Francesca, que les deja el coche para ir a vender los productos y les cuida a Anita.
Pietro le pregunta cuánto necesitan, diciéndole que les ayudará, que puede quedarse allí a trabajar, aunque Bruno le dice que no, pues tiene muchas cosas en que pensar y tiene a su chica.
Cuando estaban separados no mantenían el contacto. A través de su madre se enteraba cada uno de cómo estaba el otro, pues estaba acostumbrada a vivir con hombres reservados.
Pero le llamó contándole que le quitaron los pastos y que Lara y Anita se fueron con los padres de ella para pedirle permiso para ir a vivir en su casa, pues quiere estar solo.
Pietro le pregunta si quiere que vaya, y le dice que sí.
Y viaja, después de muchos años en invierno.
Llega a través de la nieve y encuentra a su amigo con la motosierra cortando troncos.
Hace algunas excursiones entre la nieve
Hablan poco.
Bruno le cuenta que su momento preferido del día era cuando madrugaba para ordeñar y las chicas seguían dormidas. Entonces pensaba que lo tenía todo bajo control, aunque no era así. Cuidaba de ellas, aunque dice que no se puede cuidar de nadie.
Pietro le dice que es un buen padre y que debe buscarse un trabajo normal para el invierno, que hay un mundo muy grande fuera de allí y que los límites se los ha puesto él, y no debe abandonar a su hija como su padre hizo con él.
Tras escucharlo, Bruno, enfadado, le pide que se vaya. Lo hace al día siguiente mientras su amigo aún duerme.
Baja al pueblo y va a ver a Lara, que trabaja en un bar y le habla de Anita, que ya va a la guardería.
Le dice que quiere ayudar a Bruno, pero Lara le dice que no puede ayudar a quien no quiere ser ayudado. Que no quiso buscar otro trabajo, pues buscaban a gente para el telesilla y ella entendió que Anita y ella eran menos importantes que su montaña.
Cuando ella le pregunta por Nepal él le dice que se fue demasiado lejos y que debe estar allí.
Vuelve a subir, viendo a Bruno que baja esquiando y gritando al verlo. Le cuenta que lleva una semana practicando.
Abrió un camino entre la nieve para poder llegar a la casa, pues esta es demasiado alta.
Bruno se excusa por lo de la anterior vez y le dice que se alegra de que volviera y reconoce que está enfadado, pero que todo es culpa solo suya, que debió construir una cabaña como esa para criar las vacas, pero no es emprendedor.
Los dos amigos se abrazan.
Finalmente se despiden, y Bruno le pide que no se preocupe por él, pues esa montaña nunca le hizo daño.
Unos meses más tarde, llega un helicóptero de salvamento hasta la casa de la montaña, totalmente cubierta por la nieve, abriendo dos operarios un boquete en el techo con una motosierra y descender con una cuerda a la casa, aunque sin encontrar a nadie
Lo llama Lara para contarle que los primos de Bruno estaban preocupados y llamaron a un grupo de rescate, pero cuando entraron no estaba y rastrearon la zona con perros, para tampoco lo encontraron. Aparecerá cuando se vaya la nieve.
Lara le pregunta si cree que es lo que él quería diciéndole él que no.
Pero luego, a sí mismo reconoce que mentía y se pregunta quién conocía a Bruno mejor que él y quién lo conocía a él mejor que Bruno y se pregunta si lo que habían vivido era solo de ellos qué quedaba si uno de los dos se había ido.
Llega la primavera y con ella el deshielo.
Los cuervos encuentran el cadáver de Bruno, que cayó mientras esquiaba.
Vino a su cabeza el recuerdo de aquella casa en la montaña con un agujero en el techo y sintió que ya no servía, porque en la vida hay montañas a las que no se puede volver, ni tampoco al inicio de tu propia historia, y solo queda vagar por las ocho montañas para los que como él, en la primera y más alta perdieron a un amigo.
No se puede volver a la montaña que está en el centro de las demás
Él sigue en Nepal con Asmi y juega al fútbol con sus alumnos.