Las cenizas de Ángela
Angela's Ashes (1999) * USA / Irlanda
Duración: 144 Min.
Música: John Williams
Fotografía: Michael Seresin
Guion: Laura Jones y Alan Parker (N.: Frank Mccourt)
Dirección: Alan Parker
Intérpretes: Emily Watson (Angela McCourt), Robert Carlyle (Malachy McCourt), Joe Breen (Frank niño), Ciaran Owens (Frank preadolescente), Michael Legge (Frank adolescente), Ronnie Masterson (Abuela Sheehan), Pauline McLynn (Tía Aggie), Liam Carney (Tío Pa Keating), Eanna MacLiam (Tío Pat), Shane Murray-Corcoran (Malachy Niño), Kerry Condon (Theresa Carmody).
Brooklyn, 1935.
Después de 4 niños, Frank, Malachy y los gemelos Oliver y Eugene, Angela y Malachy McCourt, una familia de emigrantes irlandeses tienen una niña, Margaret.
El mayor, Frank, con 5 años entonces, cuenta la historia de su familia, recordando el momento en que, cuando la niña tenía solo 7 semanas, y mientras él y Malachy bañaban a los gemelos, escucharon un grito de su madre, tras comprobar que la niña había muerto.
Su padre, que decía que conseguiría un trabajo y le compraría ropa de princesa, no lo consiguió, saliendo tras ello a por cigarrillos mientras los gemelos lloraban y su madre estaba enferma en cama.
Frankie y Malachy, hambrientos acuden a casa de su vecina de arriba, que al ver el estado en que están les da de cenar a ellos y a su madre, llegando entonces dos primas de Angela, que comprueban que la casa es un desastre y que tras enterarse de que Malachy, al que no aceptan por ser un protestante del norte, lleva dos días fuera de casa, deciden escribir a la madre de Angela pidiéndole dinero para comprar los billetes de regreso a Irlanda.
Y así, la de los McCourt debió ser la única familia irlandesa en regresar a su país en un momento en que muchas familias de aquel país lo abandonaban para ir a América y no morirse de hambre por falta de trabajo.
Viajan hasta Dublín, donde Malachy acude a una oficina de ayuda a los antiguos combatientes por la independencia, pidiendo que se le reconozca su pasado como revolucionario, alegando que tuvo que escapar a América para salvar su vida, aunque por más que buscan no consiguen hallar constancia alguna de sus servicios y que no basta con su palabra, aunque le dicen que estudiarán su caso, entregándole dinero para que pueda coger el autobús de regreso a la ciudad, pidiéndole Malachy que añada algo más para una pinta, ante lo que le retiran el dinero que le iban a dar.
Ante la imposibilidad de conseguir sobrevivir en Dublín viajan hasta Limerick, donde son recibidos por la madre de Angela y sus hermanos, a los que les presenta a su marido, al que solo Pat saluda.
Como la abuela no tenía sitio para alojarlos a todos les prestó dinero para que pagaran una habitación cerca de su tía Aggie, aunque la primera noche se despiertan debido a que el colchón está lleno de pulgas, debiendo sacarlo a la calle, y tras saltar sobre él lanzarle agua.
Frank acude con su padre a buscar carbón llevando un vale entregado por la Conferencia de San Vicente de Paul, pero llega tarde, tratando Frank de vuelta a casa de coger algunos de los trozos de carbón que cayeron del camión que lo trasladaba, ante lo que su padre le dice que ellos no son mendigos y dice que quienes lo hacen no tienen dignidad.
Pero como uno de los gemelos, Oliver está enfermo y necesita tomar algo caliente Angela sale con sus dos hijos mayores para recoger carbón de la calle.
El matrimonio sale corriendo con Oliver hacia el hospital, dejando a sus otros hijo con la abuela y con la tía Aggie, una mujer a la que Frank siempre recuerda enfadada y que no paraba de gruñir por los errores de su hermana, que tenía hijos como si fuera una coneja, debiendo auxiliarlos y darles de comer ellos de vez en cuando.
Finalmente Oliver muere, yendo la abuela a la Conferencia de San Vicente de Paul a conseguir el dinero para poder enterrarlo.
El tío Pa trata de animar a los pequeños contándoles historias graciosas mientras velan a Oliver, al que al día siguiente entierran.
Su padre dijo que iría a la oficina de empleo y que volvería a casa a las 12 con el subsidio y podrían comer caliente, pero Malachy no llegó hasta la noche borracho después de haberse gastado el dinero en bebidas.
Un día Frank se pelea en el patio con un compañero que lo llamó vaquero y yanqui, recordando que en el colegio les pegaban casi por cualquier motivo: por reír, por hablar por no saber el ave María en Irlandés, unos si no sabes que Eamon De Valera es el hombre más grande que ha existido y otro si no sabes que fue Michael Collins.
Eugene, con solo dos años no entiende lo que ocurrió con su hermano y Malachy y Frank tratan de hacerlo reír, pero un día al despertarse se dio cuenta de que su hermano había muerto también.
Frank recuerda su enfado al descubrir a su padre en el bar tomando una pinta que apoyaba sobre el féretro de Eugene y su enfado y su crítica por hacerlo, antes de acudir al entierro de su nuevo hermano.
Angela acude a la Conferencia de San Vicente de Paul, indicando que ya perdió a dos de sus hijos y tiene otro en camino, careciendo de muebles en su casa, debiendo contar que su marido recibe el subsidio, careciendo de cualquier otro ingreso, por lo que deciden darles un vale por una mesa, dos sillas y dos camas de una tienda de segunda mano.
Con esos muebles llegan a su nueva casa, en un barrio marginal, una calle sucia estrecha y sin iluminación, habiendo siempre un charco de agua frente a su puerta, que estaba frente a la letrina donde se vaciaban los cubos de 11 familias, asegurándoles un hombre lo insufrible que sería en verano.
Cuando llovía el piso de abajo se llenaba de agua, por lo que durante el invierno vivían en el piso de arriba, encontrándose un día Frank y Malachy al regresar a casa con su nuevo hermanito Michael
Los niños llevan los zapatos llenos de agujero y Angela está muy débil para ir a pedir calzado a San Vicente de Paul, preguntándole Malachy si no tiene orgullo para ir a mendigar, decidiendo solucionarlo con una vieja rueda de bicicleta, que recorta, pegando trozos de la misma en las suelas de sus hijos, que son objeto de la burla de sus compañeros, por lo que Frank decide dejar los zapatos fuera e ir descalzo a clase, lo que le supone una reprimenda del profesor, que al comprobar sus zapatos regaña a los niños por mofarse de la desgracia ajena.
Todos los días su padre salía a buscar trabajo, pero nunca lo conseguía, según Angela porque era del norte, y según su abuela que por su aspecto extraño.
Todos fueron felices cuando consiguió por fin durante la Semana Santa su primer trabajo, esperándole todos ilusionados, aunque llegó ya de madrugada cantando y despertando a los vecinos con su griterío, negándose los niños a coger el penique que quería darles y cuando salieron por la mañana su padre seguía durmiendo la borrachera. Faltó al trabajo y perdió el empleo.
Los niños se preparan en clase para la primera comunión, ensayando con papeles que simulan el Cuerpo de Cristo, aunque los niños, más que en la comunión sueñan con la colecta posterior que harán de casa en casa y con la que conseguirán dinero para comprar dulces y para ir al cine a ver la película de James Cagney.
Al confesarse, Frank le pregunta al sacerdote si es uno de los peores, respondiéndole este que en absoluto.
Y llegado el día de su primera comunión debe ser la abuela la que los despierte, y quien frote fuerte con Aggie para que vaya limpio, aunque es incapaz de dominar su pelo herencia del norte.
Tras la comunión Frank desea ir a hacer la colecta, pero la abuela le dice que antes hará un buen desayuno en su casa, y al comer tan deprisa para poder irse acaba vomitando, afirmando la abuela que tiene a Dios en su patio, por lo que le obliga a ir de nuevo a la iglesia para preguntarle al confesor qué debe hacer para quitar a Dios de su patio, diciéndole este que basta con tirar un poco de agua.
Todo lo ocurrido hace que Frank no pudo hacer la colecta, careciendo por ello de dinero para ir al cine, debiendo fingir frente a la puerta del cine su amigo Mikey Molloy un ataque, para, mientras le atienden, permitir que él se cuele en el cine.
Frank creció, y siendo un preadolescente comenzó a dar clase de danza irlandesa, algo que él odiaba, pensando que si sus amigos lo vieran se reirían de él, por lo que, cuando se lo contó a Paddy Clohessy y este le dijo que la danza era para mariquitas, él decidió dejar de ir a clase y gastar cada semana los 6 peniques en ir al cine y comer caramelos con su amigo.
Con este espantaban a los animales o robaban manzanas u ordeñaban a las vacas, recuerda que otro niño, al que llamaban Quasimodo y que tenía cuatro hermanas les dejaba verlas desnudas a cambio de unos peniques, lo que duró hasta que los descubrió la madre de Quasimodo.
Su padre trata de lograr que lo cojan como monaguillo, aunque sin éxito. El sacristán dice no tener sitio para él, asegurando Angela que solo cogen a los chicos que dan buena imagen, lo que le hace decir que es difícil comulgar con su fe.
Pero también le echa en cara a su marido que se dedique a invitar a pintas a hombres que no conoce mientras sus hijos se mueren de hambre, haciendo que él prometa de nuevo que cambiará y que conseguirá un trabajo, aunque ella sabe que si lo consigue se emborrachará y lo perderá.
Nace otro bebé y con la llegada de este, el abuelo del norte envió 5 libras que Malachy fue a recoger con sus hijos, a los que envió a casa mientras él iba a la taberna pese a que en casa no tenían carbón ni comida, ni siquiera leche para el bebé, no atendiendo los ruegos de sus hijos de que no fuera a beber, pues ese dinero era para el bebé.
Su madre le pide a Frank que vaya a la taberna y diga ante todos que se gasta el dinero mientras sus hijos se mueren de hambre, aunque el niño no se atreve a hacerlo, diciéndole a su madre que no lo encontró.
Llega tras ello el momento de la confirmación, y cuando el obispo le da la bendición él cae al suelo, debiendo ser hospitalizado, llegando a recibir la extremaunción, aunque él asegura que no le importaba morir.
Tuvieron que hacerle una trasfusión de sangre porque había cogido el tifus, recordando que fue entonces cuando por vez primera su padre lo besó.
Durante el periodo de recuperación se pasaba el día leyendo, haciéndolo muchas veces en el servicio, único lugar que tenía para él solo, encantándole leer a Shakespeare.
Fue feliz cuando volvió a casa con su familia, aunque al ver a su padre supo que estaba otra vez sin trabajo, aunque como continuaba contándole historias y a él le encantaba se sentía contento, comparándolo con la Santísima Trinidad: por la mañana era encantador, luego intentaba encontrar trabajo, y la tercera era la que llegaba a casa con el aliento apestando a whisky.
La pérdida de dos meses de estudios hizo que le volvieran a poner en la clase de quinto, con su hermano pequeño, Malachy, pasándolo muy mal al pensar que los demás se reirían de él por ir a un curso inferior.
Y fue la estatua de la Libertad la que le trajo la solución, una figura de esta que estaba en una taberna y frente a la cual encontró de pronto un penique que decidió gastar poniendo una vela a San Francisco al que rezó para que lo sacara de la clase de quinto.
El profesor le pidió que escribiera una historia contando qué hubiera pasado si Jesús hubiera vivido en Limerick, la ciudad más santa de Irlanda.
Así escribió la redacción "Jesús y el tiempo", recordando que en Jerusalén no llovía como en Limerick, por lo que hizo bien naciendo judío, pues de haber nacido en Limerik habría cogido la tisis.
La redacción le valió regresar a sexto.
Recuerda a una vecina haciéndole ver a su padre que debería ir a Inglaterra como sus hombres, en vez de beberse el subsidio.
Y Angela se niega a hacer el amor de nuevo con su marido, harta de tener hijos, diciéndole a Malachy que prefiere la condenación eterna a tener más hijos, ante la petición de su marido de que cumpla como esposa católica.
Y finalmente su padre decide viajar a Inglaterra en busca de trabajo, esperando ellos que llegara su primera paga con la que podrían volver a vivir como en América, por lo que cada día preguntaban al cartero, aunque no llegó ningún telegrama para ellos, por lo que deben acudir de nuevo a la beneficencia, de San Vicente de Paul, recordando haber visto a su madre mendigando las sobras de los curas ante lo que se siente avergonzado.
En aquellos momentos tuvieron que recurrir también a la prestamista, la señora Finucane, por lo que empieza a pensar que el único remedio para ellos sería conseguir un trabajo ayudando a repartir los sacos de carbón, hasta que él mismo puede cargar con ellos, aunque tras algún tiempo y por culpa del polvo del carbón se le ponen los ojos muy rojos.
Se gana así un chelín, y además le llaman Frank y no Frankie, por lo que regresa feliz, comenzando a trabajar cada jueves aunque sus ojos empeoran, aunque es feliz ya que consigue más dinero gracias a las propinas.
Pero su madre le dice que debe dejar de trabajar, pues no desea tener un hijo ciego, diagnosticándole el médico un grave problema de conjuntivitis, debiendo en efecto dejar el trabajo.
Su padre les escribe anunciando su regreso para dos días antes de Navidad y Angela y los chicos fueron a esperarlo a la estación sin que él volviera, imaginándose Frank que seguiría borracho en Inglaterra.
Debe volver a pedir en San Vicente de Paul, tras cinco meses sin recibir nada de su padre, y aunque le dan un vale de comida le insinúan a su mujer que su padre podría haber sido visto con algunas mujeres de Picadilly.
Gracias al vale pudieron conseguir una cabeza de cordero y tener cena de Navidad.
Finalmente su padre regresó al día siguiente, llegando con un ojo amoratado y llevando tan solo una caja de chocolates medio vacía, preguntándole si lleva algo de dinero, diciendo él que escasea el trabajo, diciéndole ella, y siendo coreada por los niños que se ha bebido el dinero.
Y el mismo día de Navidad Malachy les anuncia que vuelve a marcharse a Londres dejándolos solos con su cabeza de cordero.
Frankie sale tras su padre cuando este parte hacia la estación, tratando de que no lo vea, aunque él lo ve y le pide que se marche, lamentando Frank no poder decirle que lo quiere como en las películas americanas porque los sentimentalismos están mal vistos entre los irlandeses.
Una semana después llegó un giro de 3 libras. Pero ningún sábado más llegaron giros.
Pasados los años, y siendo ya un adolescente se encuentra al llegar a su casa a sus hermanos deshaciendo una de las paredes de madera para poder hacer fuego.
Algunos días se sienta en la calle a escuchar en la radio de la señor Purcell, una vecina las obras de Shakespeare.
Y empieza a soñar en América, donde todos tienen lavabo.
Un día aparece el dueño de la casa y se pregunta por el tabique que quitaron, y aunque tratan de simular que no había tabique alguno el pequeño mete la pata, y ese hecho así como el de que deben 4 semanas de alquiler hace que los echen de la casa.
Su abuela no puede acogerlos, pero se acerca a ver al primo Laman Griffin, que tiene suficiente espacio en su casa, aunque al tener que andar durante varias millas bajo la lluvia acaba cogiendo una pulmonía de la que morirá poco después.
El primo Griffin les acoge, pero les humilla haciendo que trabajen para él y le limpien, y sobre todo que le vacíe Frank el orinal cada día, lo que en ocasiones le hace vomitar.
Su profesor le dice que tiene madera para el sacerdocio o para la política, y le envía por ello a los Hermanos Cristianos a preguntar si pueden acogerlo para estudiar secundaria con ellos, aunque cuando llegan le dan con la puerta en las narices sin interesarse por lo que dijo su profesor.
Frank recuerda que, pese a los sermones del sacerdote, se masturbaban compulsivamente, y a veces en grupo, y se confesaban con un sacerdote de 90 años y sordo, hasta que este murió y lo cambiaron, preguntándoles el nuevo si pecaba consigo mismo, con otro o con alguna bestia, algo que él ignoraba que se podía hacer hasta ese momento.
Ve también asqueado cómo su madre se acuesta con su primo.
El profesor lamenta que los chicos brillantes deban estar acarreando leña debido a un sistema de clases impuestos por los ingleses, por lo que los anima a emigrar a América.
El primo Griffin se emborrachaba todas las noches y los viernes tenían que verle comiendo su pescado con patatas con envidia.
Un día regañó a Frank, que se enfadó con él diciéndole que no es su padre, lo que le supone recibir una paliza por ello, viendo cómo su madre, en vez de darle las gracias por dar la cara por ella subía a la habitación con él.
Ese día Frankie decide marcharse, porque, asegura que si se queda tendrá que cortarle el cuello, decidiendo ir a vivir con su tío Pat, al que le pide que le deje dormir en la cama de la abuela, dejándole él quedarse allí, aunque negándose a darle de comer, viendo cómo él se acaba su pescado y las patatas que tenía sobre una hoja de periódico que él lame al irse su tío a la cama hasta que las letras destiñen y se queda su cara negra.
Al día siguiente lava su ropa, poniéndose entre tanto un vestido de la abuela, siendo descubierto con él por su tía Aggie que llevaba a Pat borracho a casa, debiendo contarle que tuvo que lavar su ropa para su nuevo trabajo como chico de telégrafos, viendo ella que su ropa huele mal porque la lavó con desinfectante.
Y al día siguiente, y cuando se dirige a su trabajo encuentra a su tía Aggie esperándolo y lo lleva a unos almacenes para comprarle ropa, tras lo que le da dos chelines para que pueda ir a desayunar, haciéndole llorar y preguntarse por qué su tía Aggie estaba siempre de mal humor, pues parecía tenerlo todo, sin tener el problema de tener hijos.
Comienza así Frank su trabajo como repartidor de telegramas, que debe efectuar en bicicleta, conociendo por él cada puerta de la ciudad, y consiguiendo de vez en cuando alguna propina, aunque nunca de los sacerdotes y las monjas.
Un día un compañero le dice que tiene suerte, pues tiene que entregar el telegrama en casa de los Carmody, que dan un chelín de propina, preguntándose él por qué se lo dieron a él entonces si es uno de los más nuevos, ante lo que le dicen que en ocasiones abre Theresa, la hija, que tiene la tisis y les da miedo contagiarse.
Camino de casa de los Carmody la bicicleta resbala debido a la humedad del suelo y Frank cae y se hace varias heridas.
Cuando llega a casa de los Carmody, le abre en efecto Theresa, que al verlo así lo invita a entrar para curarle las heridas, y, aunque con miedo a contraer la tisis entra para no perderse la propina.
La chica le cura las heridas y le pide que se quite la ropa y la ponga frente a la chimenea, y cuando la chica vuelve con un té y lo observa desnudo le dice que aunque está flaco tiene un buen paquete, tras lo que se abalanza sobre él y acaban haciendo el amor en el sofá.
A partir de ese momento era siempre él el encargado de entregarle los telegramas, haciéndose amante de la muchacha tísica.
Un día Frank recibe la visita de su madre que le pregunta por su trabajo y le dice que ve que gana bastante para comer, y avergonzado, pues está comiendo mientras su madre le habla, le ofrece comida, que ella rechaza, contándole que su hermano Malachy se apuntó a la banda del ejército.
Un día, cuando, como cada semana acude a casa de los Carmody le informan de que Theresa está en el sanatorio, pedaleando él hasta allí mientras reza por ella y pide a Dios que la perdone, pues no es culpa de ella el pecado, a pesar de lo cual la muchacha muere.
Frank acude al cementerio, permaneciendo a cierta distancia de la familia, a la que le gustaría contarle que fue él quien envió a Theresa al infierno, reconociendo que nunca había sentido un dolor igual pese a todos los muertos que había visto.
Un día, al entregar un telegrama a la señora Finucane, la prestamista, que le pregunta cuántos años tiene, respondiéndole él que tiene algo más de 15, tras lo que le pregunta si sabe escribir, ofreciéndole 3 peniques por cada carta que escriba amenazando a sus deudores y 3 más si le pagan.
A Frank se le da bien redactar las cartas de amenaza, ahorrándose además el dinero de los sellos al llevar él las cartas en persona, aunque debe ver el dolor que causan cuando su madre debe consolar a una vecina que recibió una de sus cartas, la cual está muy asustada.
Frank comienza a ahorrar ese dinero para poder irse a América.
El día de la víspera de sus 16 años Frank se toma su primera pinta con su tío Pa, al no estar su padre para llevarlo, regresando a casa borracho, por lo que su madre le reprocha su estado y le echa en cara que sea como el borracho idiota de su padre, respondiéndole él que es mejor ser un borracho como su padre que acostarse don Laman Griffin, llamándola puta zorra y abofeteándola.
Triste por su actitud, al día siguiente entra en la iglesia de los franciscanos y reza, siendo allí visto por un sacerdote que le pregunta qué le atormenta.
Él le cuenta que va a cumplir 16 años y que le pegó a su madre y que ha hecho cosas terribles y que no desea confesarse, diciéndole el sacerdote que no se lo cuente a él, sino a San Francisco, y que él lo escuchará.
Frank le cuenta entonces a San Francisco en voz alta toda su terrible vida y que le dio la espalda a su madre esa mañana pese a que ella le ofreció una taza de té por su cumpleaños, además de su grave pecado con Theresa Carmody.
El sacerdote le da la absolución asegurándole que Theresa no estará en el infierno, pues está convencido de que ella se confesó en el hospital antes de morir.
Con el ánimo ya en calma tras el desahogo, acude como cada jueves a casa de la prestamista, a la que encuentra muerta.
Frank le coge del monedero el dinero que tenía y la llave de su caja de caudales de la que coge el dinero suficiente para poder pagarse el pasaje a América, así como el libro con el listado de deudores de la usurera, en el que ve que figuraban todas las personas que conocía, incluida su tía Aggie, que quizá pidió el dinero para su traje.
Él lanza el libro al río Shannon, librando así a muchas personas de sus deudas.
Va a informarse tras ello del viaje a América, que deberá hacer en barco y que le costará 55 libras, que él paga feliz.
Toda la familia se reúne para la despedida de Frank y cantan antes de salir a la calle para contemplar el eclipse de luna, que su tío Pa, le dice, es un buen presagio, pese a que su tía dice lo contrario, que llegará el fin del mundo.
Contemplando a sus hermanos pequeños se ve a sí mismo y su triste vida.
Parte al día siguiente hacia América, volviendo a ver la estatua de la Libertad, que ahora le da la bienvenida, la misma que los despidió años atrás cuando tuvieron que regresar a Irlanda.