La leyenda de la ciudad sin nombre
Paint Your Wagon (1969) * USA
Duración: 158 min.
Música: Frederick Loewe
Fotografía: William A. Fraker
Guion: Alan Jay Lerner (Adaptación: Paddy Chayefsky)
Dirección: Joshua Logan
Intérpretes: Lee Marvin (Ben Rumson), Clint Eastwood (Sylvester Newel / Socio), Jean Seberg (Elizabeth), Harve Presnell (Luck Willie), Ray Walston (Loco Jack Duncan), Tom Ligon (Horton Fenty), Alan Dexter (Clérigo), William O'Connell (Horace Tabor), Ben Baker (Haywood Holbrook), Robert Easton (Atwell), Geoffrey Norman (Foster), Terry Jenkins, (Joe Mooney), Alan Baxter (Fenty), Paula Trueman (Mrs. Fenty).
Una enorme caravana de colonos avanza en busca de un lugar donde asentarse cuando uno de sus carromatos cae por una pendiente.
Ben Rumson, un buscador de oro que es testigo del accidente se dispone a enterrar a los accidentados con ayuda de otros colonos cuando observan que uno de ellos sigue con vida, preguntando por su hermano, que deben decirle que murió.
Uno de los colonos, que dice ser veterinario le diagnostica que tiene un hombro y una pierna rotos.
Mientras entierran a su hermano Ben reza una oración, que interrumpe al observar que entre la arena que han removido hay granos de oro, por lo que la caravana acaba instalándose allí mismo, a las orillas del río, colgando a la entrada del campamento un cartel llamando a la población "Ciudad sin nombre", y añadiendo "ciudad masculina".
Ben acoge al herido al que considerará de ese momento socio suyo, ya que gracias a su hermano consiguieron encontrar el oro, y lo llamará "Socio", dándole la mitad de lo que encuentra pese a que no puede trabajar, escuchándole cantar una canción de amor, dedicada a Elisa, que le dice era su novia.
Ben afirma que no hay un solo mandamiento que no haya infringido, aunque asegura que jamás ha engañado a su socio, preguntándole este qué quiere a cambio, diciéndole que basta con que si se pone melancólico le haga compañía, o llevándolo a casa si está borracho o que pague sus deudas.
El Socio no bebe ni juega, pero Ben lo lleva cargado a sus espaldas hasta el bar, donde lo reconoce el camarero que le recuerda que aún le debe 88 dólares de otra ciudad.
Un hombre llega afirmando haber encontrado un filón esa tarde.
Mientras se comenta que California va a ser admitido en la Unión, nadie parece interesado, y aunque estaban todos convocados para una reunión, nadie hace caso y todos comienzan a bailar entorno a una hoguera, incluido Rumson hasta que empieza una tormenta y les obliga a retirarse.
El Socio, que apenas puede caminar, debe buscar a Rumson, al que encuentra tirado en un charco demasiado borracho para levantarse, debiendo ayudarle a montar en el caballo para llegar a casa, y diciéndole que se siente melancólico.
El Socio le cuenta que cuando sus padres murieron y su hermano mayor se casó, su hermano menor y él dejaron Michigan tratando de conseguir oro para comprarse una granja, aunque ahora ya no le hace ilusión, reconociendo no conocer a ninguna Elisa.
El tiempo es infernal. Llueve y hace mucho viento, al que llaman Maria y al que le cantan y piden que les lleve su amor junto a ellos en esos momentos de soledad.
Se formará un gran revuelo cuando de pronto alguien anuncia que han llegado varias mujeres a la ciudad, descubriendo que ambas son esposas del mismo hombre, Jacob, que es mormón.
Llevan mucho tiempo sin ver mujeres ni niños, pagando de hecho uno de los rudos buscadores 50 dólares para que la mujer que lleva al bebé le deje sujetarlo.
Uno de los hombres le propone a Jacob cambiar a una de sus esposas por su mula, empezando a pujar los demás hombres, ante lo que Sarah le hace ver a Jacob que necesitan ese dinero y además no aguanta a Elizabeth, la cual se muestra también dispuesta a ser vendida, pues tampoco aguanta a Sarah, ya que ella perdió a un hijo dos semanas antes, decidiendo Jacob subastarla para ganar dinero.
Después de la borrachera del día anterior Rumson, que apenas puede tenerse en pie se lanza al río para despejarse, aunque no lo consigue, yendo hasta el bar donde ve a Elizabeth amamantando al bebé de Sarah, lo que le parece una alucinación, por lo que cuando sale afuera y se entera de la subasta, dice, aún sin estar en sus cabales que dobla la última oferta, ignorando que esta era de 400 dólares, tras lo que cae al suelo sin sentido, y aunque su socio trata de retirar la oferta no se lo permiten, siéndole adjudicada por 800 dólares.
Todos ayudan a dejar a Ben presentable para la que será su esposa, afeitándolo y lavándolo, tras lo que se celebra la boda, con un Ben al que aún y pese a todo le cuesta mantenerse en pie, debiendo ser su socio quien dé el sí quiero, siendo llevados los dos recién casados en una cama a hombros de todos en procesión hasta su tienda.
Coge a la novia en brazos poco antes de llegar hasta ella, aunque a medio camino debe bajarla, incapaz de mantenerse él mismo en pie, mientras todos le aclaman.
El socio debe dormir esa noche fuera junto al fuego para dejarles intimidad.
Elizabeth le dice una vez solos que no quiere que le tome por una concubina, pidiéndole que no la asalte y que la respete, aunque le promete que será una buena esposa, aunque quiere que le construya una cabaña con puerta y una chimenea, asegurándole que si no lo hace le devolverá el dinero aunque tenga que trabajar el resto de su vida.
Él le asegura que le construirá una cabaña y que será su marido.
Cuando sale a la mañana siguiente de su tienda le esperan fuera todos los hombres del campamento y los del campamento vecino, que acuden a ver a la mujer, afirmando Ben que parece que se casó con una atracción de feria, dándose cuenta de lo difícil que va a ser estar casado con la única mujer que hay en esas montañas.
Pero aprovecha la expectación para pedirles a todos los buscadores que le ayuden a construir la cabaña que la señora Rumson le pidió, y que, entre todos consiguen levantar en muy poco tiempo, quedándose el Socio con la tienda.
Una noche Rumson se despierta y ve que no está Elizabeth, que regresa poco después, contándole que fue a bañarse, ya que por el día no puede hacerlo, poniendo Ben más cuidado en su vigilancia desde entonces frente al resto de hombres.
Un día alguien anuncia la llegada de 6 mujeres al club de cazadores de Sonora, aunque piensan que eso no les servirá de nada, pues está a 100 millas.
El Socio le dice a Ben que él no tratará jamás de robarle a su mujer, aunque hay otros que sí lo harían como Horace Tabor, y que se está convirtiendo en una figura cómica debido a sus celos, que muestra de nuevo peleándose con Horace, ante lo que Elizabeth debe detenerlo y decir que todos se han portado amablemente con ella.
Ben debe reconocer que, en efecto se está comportando como un estúpido, pese a lo cual, cuando Horace vuelve a hacer una galantería a Elizabeth, le lanza un cuchillo que está a punto de acabar con su vida, ante lo que el propio Horace convoca a todos y les dice que si no encuentran una solución alguno de ellos morirá, reconociendo Ben estar cada vez más celoso y no poder controlarse.
El Socio habla entonces y les propone traer más mujeres, pudiendo ir varios hombres a apoderarse de la diligencia que lleva las mujeres a Sonora y llevarlas hasta allí, aunque otros temen que si lo hacen, irán los de Sonora a rescatarlas.
El Socio dice entonces que retira la proposición, pues para traerlas deberían hacer un edificio de dos plantas para alojarlas, y cuando Ben le pregunta por qué un edificio de dos plantas, él dice que porque alguien debería atender las mesas de juego del piso de abajo, y si lo hicieran empezarían a llegar forasteros de todas partes para gastarse allí su dinero en las mujeres y en los casinos, y acabarían llegando más mujeres y abriendo más casinos, y llegando más gente hasta convertir el campamento en una ciudad floreciente, donde sus terrenos se revalorizarían, convirtiendo así su negativa en un deseo irrefrenable, por lo que todo el campamento acaba votando a favor del plan.
El propio Ben irá junto con varios hombres a buscar a las prostitutas, dejando allí al Socio al cuidado de Elizabeth, yendo vestidos de soldados para no generar sospechas.
En el campamento el socio escucha a Elizabeth cantando y ella lo invita a pasar a la cabaña, habiendo preparado cena y colocado la mesa para los dos, pasando desde ese momento muchos ratos juntos.
Entre tanto Ben y sus acompañantes detienen la caravana diciéndoles a las prostitutas que deben cambiar su ruta para evitar los ataques de los indios y que las escoltarán.
En el pueblo los hombres las esperan expectantes, lavándose todos en el río esperando la ocasión de estar con una mujer, mientras se afanan en la construcción del salón donde deben alojarlas y que terminan justo en el momento en que las chicas llegan, siendo recibidas por una banda de chinos que tocan la marsellesa, mientras izan la bandera francesa pese a que, debido a la dureza del viaje llegan sucias y desaseadas.
Ben va a buscar a su mujer, a la que encuentra montando a caballo con el Socio, por lo que sale a su encuentro y le da un puñetazo, debiendo hacerle ver el Socio que iban juntos en el mismo caballo porque él se llevó el otro.
Ben se disculpa, pues está seguro de que nunca lo traicionaría y sabe que antes de decirle a su mujer que siente algo por ella se lo diría a él, diciéndole en ese momento el Socio que así es, y aprovechando para decirle que es verdad que siente algo por Elizabeth, pero que no ha pasado nada ni nada pasará porque se marcha para no volverse loco, pese a lo cual Ben vuelve a darle otro puñetazo.
Le entrega tras ello su parte del oro, aunque al verlo, Elizabeth pregunta qué ocurre, diciéndole él que le quiere, ante lo que ella reconoce que también ella le quiere y no quiere que se marche.
Al escucharla decide Ben que debe ser el que se marche para que el otro sea feliz, aunque cuando se dispone a marcharse vuelve a golpear al Socio, aunque en esta ocasión el Socio le devuelve el golpe, iniciando una pelea en la que Ben lo golpea con un recipiente haciendo que pierda el conocimiento, tras lo que recoge sus cosas para marcharse, viéndolo entonces Elizabeth a la que le dice que en dos semanas será una propiedad abandonada y podrá registrar su divorcio, aunque Elizabeth le dice que no quiere divorciarse ni que se vaya, pues le quiere.
Cuando despierta el Socio y Ben le cuenta lo que ha dicho no puede entenderlo, no entendiendo que ella diga que los quiere a los dos, sacándoles ella el whisky, ya que el Socio, que nunca bebía dice que necesita una copa.
Le piden tras ello que decida con cuál se queda, diciendo que los quiere a los dos, y se pregunta por qué no puede tenerlos a los dos como su marido tuvo a dos esposas.
Ben dice que viven en un terreno dorado que aún no lo ha sido estropeado por las manos del hombre, y donde van dictando sus leyes según se les va ocurriendo, acordando compartir la esposa, tras lo que el Socio cae al suelo debido a la borrachera.
Y, tal como habían previsto, la Ciudad Sin Nombre se va transformando en una verdadera ciudad próspera a la que llega incluso un predicador que trata de hacerles ver que viven en pecado, aunque nadie le hace caso, montando en cólera cuando escucha cómo varios habitantes le preguntan a la señora Rumson por sus maridos.
Pero el trío vive con naturalidad esa situación.
Pero llegan tiempos difíciles y cada vez es más difícil encontrar oro en esa región, pese a lo cual Elizabeth dice que no quiere abandonar su casa, pues aunque odia esa ciudad es el único lugar donde pueden vivir los tres juntos, no queriendo ellos dejarla sola, aunque ella no quiere que ninguno de ellos se vaya sin el otro a buscar oro a otro sitio.
Cada noche uno de ellos se queda con Elizabeth y el otro se va a jugar al casino o a tomar una copa, comentando una de esas noches Ben a su amigo el Loco Jack que se derrama más oro cada noche en el casino entre los listones de madera del que ellos consiguen en un mes de trabajo.
Mientras se plantean irse a otro lugar a trabajar llega el predicador pidiendo dinero para construir una iglesia, diciéndole a Ben que irá al infierno, a lo que este le responde que eso espera, y que una vez en él hará un túnel para coger el oro que se cuela entre las tablas, dándole una idea de inmediato esas palabras dichas sin pensar. Hacer un túnel.
Se plantean cómo hacerlo sin ser descubiertos, señalando Jack que empezando en su cabaña y atravesando la calle.
Cuando a la mañana siguiente el Socio busca a Ben, va a casa de Jack, donde los encuentra trabajando, habiendo abierto ya un buen agujero.
Como hay ya 16 salas de juego, piensan en hacer una red de túneles por toda la ciudad, para lo que trabajan con ahínco, realizando un gran túnel que van apuntalando, consiguiendo llegar hasta debajo del salón, empezando a recibir sus réditos.
Pero un día, de pronto, anuncian el accidente de una caravana debido a la nieve, debiendo salir al rescate, decidiendo ayudarles y cobijarlos, llevando cada uno de ellos a varias personas a sus casas, alojando el Socio a una familia muy religiosa, los Fenty, en su casa, no entendiendo la mujer que ella se llame Rumson, pero su marido no.
Elizabeth decide que deben mostrarse ante sus invitados como una familia respetable, lo que Ben intuye enseguida que será un problema.
En efecto lo será, pues envía a Ben a dormir al hotel de Atwell, y aunque el Socio señala que debe ser él quien se vaya, ella dice que ya les dijo que era él su marido, señalando que pasarán allí varias semanas, no entendiendo Ben el arreglo.
Algunos de los antiguos buscadores de oro parten de la ciudad ante la falta de trabajo.
Ben, que afirma sentirse ex ciudadano de ninguna parte, asegura que a veces echa de menos un hogar, cantando que nació bajo el signo de una estrella errante.
Se instala en el hotel en la habitación de Clotilde, una de las chicas que decidió desaparecer unos días debido a que un tipo quería retirarla y casarse con ella.
Vuelve a ver al Socio en el túnel, al que este lleva a Horton, el hijo de los Fenty, diciendo que Elizabeth quiere que cene con ellos esa noche, aunque Ben se excusa.
Ben le explica a Horton que no puede contarle lo del oro a nadie, ni siquiera a sus padres, tras lo que lo invita a acompañarlo al salón para abrirle los ojos a un mundo nuevo, invitándolo a una copa, su primer trago, viendo cómo el chico toma un segundo whisky como si los bebiera a menudo, diciendo que se gracias a eso se le fue la sensación de frío del estómago, invitándolo tras ello a fumar, y aunque el tabaco es fuerte incluso para él, el chico fuma como un experto antes de beber un tercer trago.
Ven también a las chicas arriba mientras discuten, diciéndole Ben que también están en el menú, diciendo el chico que tampoco ha estado nunca con una mujer, diciéndole Ben que eso puede dejarle ciego, por lo que van con una de ellas, Grace a la que dice, le encantan las novedades.
Cuando sale de su habitación Horton asegura que ha sido formidable y le ha encantado, tras lo que le pide a Ben que cene con ellos esa noche, pues la señora Rumson le insistió en que fuera, aceptando finalmente.
Cuando llegan a casa ve cómo el Socio bendice la mesa, preguntándole si aprendió ese día a hacerlo, tras lo que les dice que también Horton ha aprendido muchas cosas.
Le cuentan que los Fenty han decidido establecerse allí, no entendiendo Ben cuando le cuentan que antes cultivaban manzanas, que no lo hicieran para producir sidra.
Decide tomarse un whisky, viendo que no hay ninguna botella, contándole Elizabeth que las tiró ella, tras lo que le dice que si quiere beber debe irse fuera de la casa, replicando el Socio que no puede echar a un hombre de su propia casa, debiendo explicar a sus invitados que Elizabeth está casada con los dos.
Ben se queja entonces de que llevara esa gente a su casa y les impidiera seguir siendo un trío felizmente casado, pidiendo de nuevo whisky, momento en que Horton le entrega una botella que llevaba en su bolsillo para escándalo de sus padres, preguntándole su padre desde cuándo bebe, diciendo que desde esa misma tarde, asegurando Ben que le ha abierto los ojos al muchacho, y cuando cuenta que también le llevó a estar con una prostituta, Elizabeth lo echa de la casa, ante lo que el Socio le dice que si Ben se va tendrá que hacerlo él también, echándolo Elizabeth también.
Ya fuera ambos, el Socio le hace ver a Ben que debe tener más respeto, burlándose Ben de que bendiga la mesa y luego se dedique a robar oro.
Cuando anuncian que el domingo siguiente habrá un espectáculo en que un toro luchará contra un oso, el reverendo, escandalizado asegura que Dios hará que la tierra se abra y se trague a esa ciudad de pecadores.
Ben y el Socio piensan que se venderán muchas entradas, por lo que deciden abrir un nuevo túnel hasta la plaza, buscando la ayuda de Horton, que se pasa el día en el salón de Atwell, de habitación en habitación.
En el salón, en efecto, Horton le pide al Socio, mientras este juega al póquer, 10 dólares que se jugará a la ruleta, consiguiendo enormes ganancias, por lo que le devuelve poco después los 10 dólares y le da otros 10 más antes de subir con las chicas.
Todos se preguntan de dónde saca el Socio el dinero, ya que pierde mucho en el juego, señalando él que lo roba, lo que todos se toman como una broma, aunque él canta que la fiebre del oro no se quita más que con oro.
Llegado el domingo, y cuando todos se disponen a ir al espectáculo, consiguen llegar con su túnel hasta la plaza donde se celebrará este.
Ben y el Socio no se hablan, haciéndole saber el segundo que piensa marcharse antes de que llegue el invierno a Red Dog, donde dicen se encontró oro, y le pide que cuide de Elizabeth, pues los Fenty se fueron y ella se queda sola.
Antes del espectáculo sale el predicador a la plaza clamando contra el pecaminoso espectáculo, pidiendo el organizador que suelten al toro para callarle, y mientras el reverendo insiste en que el señor hará que les trague la tierra, esta se hunde a sus pies,
Abajo se encuentra con Ben, que le da la bienvenida al infierno, cayendo entonces también el toro, ante lo que deben huir por los túneles perseguidos por el astado, que con sus abiertos cuernos va tirando la madera que apuntala los túneles, haciendo a su paso que toda la ciudad, minada por túneles, comience a hundirse, derrumbándose las casas una tras otra en medio del caos general de la gente, que huye asustada.
Y mientras todos tratan de salir de la ciudad Elizabeth sale en dirección contraria para buscar al Socio y a Ben.
También el Socio busca a Ben, que sigue por los túneles con el predicador mientras los persigue el toro.
Cuando consigue salir del túnel entra en el salón, casi ya vacío, y que poco a poco comienza también a hundirse, aunque él se dedica a beber como si nada pasase.
Caen también las camas y en una de ellas Horton con una chica.
Otra chica cae sobre una bañera y Ben se lanza con ella, yendo la bañera hasta el río, por donde ambos navegan, y donde son vistos allí por el Socio y Elizabeth.
La ciudad queda destruida, quedando en pie solo el cartel de la Ciudad sin Nombre.
Ante los restos de la población, destruida y vacía, señala Elizabeth que no le gustaba esa ciudad, aunque asegura que no dejará su casa.
Le pregunta al Socio si tiene que irse y si no pueden intentar vivir como antes, señalando él que no podría, pues desde que fueron los Fenty ya no sabría compartirla y ella pertenece a Ben que es quien la compartió con él y no al revés.
Todos acaban marchándose excepto los granjeros, marchándose el Socio con estos cuando de pronto ve a Ben en un carro.
Invita al Socio a subir y le dice que también él se va, pues piensa que ahora construirán una ciudad distinta con todas las cosas que no le gustan, por lo que huye de esa civilización lamentando que tras haber creado una ciudad que les gustaba fueran ellos mismos los que la destruyeran.
Ben no desea quedarse, pero al ver que Ben se va decide quedarse, diciéndole Ben que siempre pensó que tenía espíritu de granjero, aunque pese a todo ha sido su mejor socio, preguntándole por su nombre, diciendo que es Sylvester Newel.
Se despiden, asegurando Ben que prefiere no despedirse de Elizabeth para no ponerse melancólico.
Sylvester regresa a su casa y le dice que Ben se marcha y por ello él se queda, siendo recibido felizmente por Elizabeth.