Irati
España / Francia (2022) *
Duración: 111 min.
Música: Maite Arroitajauregi, Aránzazu Calleja
Fotografía: Gorka Gómez Andreu
Guion: Paul Urkijo Alijo (Novela gráfica: J. Muñoz Otaegui y Juan Luis Landa)
Dirección: Paul Urkijo Alijo
Intérpretes: Eneko Sagardoy (Eneko Aritza), Edurne Azkarate (Irati), Itziar Ituño (Mari), Elena Uriz (Luxa), Kepa Errasti (Belasko), Ramón Agirre Lasarte (Virila), Nagore Aranburu (Oneka), Íñigo Arambarri (Eneko Ximénez), Josu Eguskiza (Odon).
Eneko, hijo de del Señor Ximeno entra en una profunda cueva acompañado de un carnero con un eguzkilore, encontrando allí a Luxa, a la que dice que desea ver a la Dama, pues la vida de los suyos corre peligro, pues miles de francos están volviendo de Saragusta y ya quemaron Pamplona y saquearon y secuestraron a los suyos.
Indica que les plantarán cara en el desfiladero de Ibañeta, pero piensa que será una muerte segura, preguntándole Luxa por qué no le pide ayuda al Dios crucificado, llevando él el tributo a la Dama Mari, del carnero, recordándole Luxa que el trato es sangre por sangre, diciendo él que ofrecerá la suya si es preciso.
Sigue luego hasta las profundidades y llega a la Dama, Mari, y se arrodilla ante ella.
Año 778 D,C. Pirineo Occidental
Unos días más tarde el pequeño Eneko acompaña a su padre en el bosque, desde donde pueden ver al enorme ejército franco, que llevan con ellos a muchos esclavos, haciendo prometer el padre al pequeño Eneko que cuando no esté, algún día, cuidará del valle y será un buen señor, pidiéndole que regrese con su madre.
Tras ello, Eneko Ximénez reúne a los hombres a su mando y se reúnen con otros grupos, viendo cómo de pronto el cielo comienza a ponerse negro y comienza una fuerte lluvia que deja paso a una fortísima granizada.
Eneko se coloca frente al líder de las tropas francas y se corta el cuello ante él mientras dice "sangre por sangre", y entonces comienzan a llover rocas que aniquilan al ejército enemigo.
El pequeño Eneko va hacia su casa cuando se topa con varios soldados francos que buscaban refugio en el bosque, y, de hecho, uno de ellos trata de acabar con él, debiendo ocultarse, aunque le acaban descubriendo, aunque de pronto se ve atraído por una hermosa rubia desnuda que está en el agua y lo besa, pudiendo observar Eneko que la mujer tiene pies de ave, alejándose el soldado con ella hasta que el agua los cubre del todo.
Él sigue escondido y se planta una niña ante él, y, todavía impresionado por lo que vio, le pregunta dónde está la mujer de ojos rojos y pies de ave, diciendo la niña que es una lamia.
Le dice que es Eneko, de la casa de los Ximénez y nieto del señor del valle y ella, Irati.
Todos honran a Eneko, muerto por ellos en un funeral con gran boato.
Ximeno, el padre, señor del valle, le dice al pequeño Eneko que su padre cumplió su cometido para proteger e los suyos, pero que se ha derramado demasiada sangre y él tendrá que ser fuerte para ser señor del valle, pues es el último de los Ximénez y por ello decide enviarlo a Bigorra y que lo eduquen en la nueva fe cristiana.
El niño asiste, aunque cierra los ojos, al apaleamiento de dos enemigos, bajo la regla del "sangre por sangre".
15 inviernos después
Eneko regresa a su tierra a caballo, deteniéndose en la tumba de su padre antes de seguir su camino, topándose en el bosque con un grupo de personas que están talando árboles, y un muchacho se aleja para cazar, con su honda, un pájaro.
Se presenta entonces ante él una muchacha semisalvaje que parece amenazante, apareciendo los hombres del bosque que le preguntan si iba a raptarlo, sacando ella un cuchillo al verse amenazada, aunque son tantos que logran retenerla.
Llega en ese momento Eneko, que les dice que no es justo que cuatro hombres estén contra una, diciéndole los hombres que siga su camino, que eso no importa a un extranjero, preguntando él si 15 años hacen extranjero a un Ximénez, comprendiendo que es Eneko.
La conversación distrae a los hombres y la chica consigue zafarse del hombre que la retenía y coge al muchacho como rehén valiéndose de su cuchillo, diciéndole a Eneko que no necesita de la piedad de un cristiano, tras lo que le da la bienvenida y lo llama nieto del señor del valle antes de dejar al chicho y echar a correr.
Luego Eneko les pregunta si tienen permiso para talar árboles, diciendo el líder del grupo, Odón, que es jefe de obras del señor Belasko, pidiéndoles él que se vayan si no quieren probar su acero.
La muchacha huye y se hace un corte en el dolorido pie y llora.
Eneko llega al castillo familiar y va a ver a su abuelo.
Se encuentra antes al Pater Virila, que le indica que está allí también su madre, que a la muerte de su padre fue pedida en matrimonio por el musulmán Banu Qasi y que llegó de Tudela para cuidar del abuelo, que está con fiebre y le informa de la llegada de todos los jefes para su nombramiento como señor del valle.
Pero cuando entran, el anciano no está ya en la cama, sino orando en la capilla, presentándose Eneko ante él, aunque lo confunde con su padre, y dice que no puede ser él, pues está maldito bajo tierra, debiendo aclararle que es su nieto.
El viejo dice que Luxa los engañó, pues sepultó a su padre según sus deseos y lanzó el oro de los francos a esa cueva y pide que le entierren con su hijo según la ley cristiana, y le pide que no deje que se lo lleve la bruja Mari, muriendo tras decir su nombre.
Preparan el sepulcro del castillo para padre e hijo, indicándole Virila a Eneko que así su padre descansará finalmente como cristiano.
Deben sacar a Eneko, apareciendo entonces Luxa e Irati, indicando el religioso que por culpa de la primera hay gente que todavía cree en sus historias paganas, pues dice que las piedras bajo las que descansa Eneko fueron colocadas por gigantes en honor a su diosa madre, que fornica con una serpiente para crear tormentas.
Luxa pide que no profanen ese altar, pues el castigo de la Dama llegará, aunque, sin hacer caso arrancan la piedra de entrada a la tumba y entran para sacarlo, vislumbrando Eneko a través de una hendidura lo que parece una enorme serpiente roja.
Pero cuando destapan los restos del fallecido ven que no está su cuerpo, sino el de un carnero, indicando Luxa que era un tributo a Mari y ellos profanaron el sepulcro.
Cuando Eneko pregunta dónde está su padre, Luxa le dice que lo otorgado a la tierra pertenece a esta.
Belasko, enemigo de la familia Ximénez, dice que están malditos por flirtear con los sarracenos, pidiendo la madre de Eneko, Oneka, que no injurie a los Banu Qasi, pues la alianza de ella con estos los protege de los francos.
Virila dice que conocen la importancia de la alianza, pero que el Santo Padre ordena que el señor de esa tierra sea de intachable linaje cristiano, afirmando que es a Dios a quien deben la victoria de Roncesvalles, debiendo recordar Eneko que su padre dio su vida en Roncesvalles y su abuelo unió a todos los escudos bajo la fe cristiana.
Le dicen que, en efecto, el abuelo era cristiano, pero el padre era pagano y por ello su linaje no es ya cristiano y por tanto no podrá ser señor, asegurando Oneka que no aceptarán otra cosa, diciéndole que ella no puede decidir.
Belasko se presenta como candidato a nuevo señor del valle, asegurando poder firmar la paz con los francos vendiéndoles madera, diciendo Luxa que el bosque es sagrado, ordenando Virila que la encierren y pide una nueva reunión en 8 días para escuchar la propuesta de Belasko, al no haber aparecido los restos de Eneko.
Eneko va a ver a Luxa a su celda y le pregunta por el cuerpo de su padre, diciendo ella que su padre hizo un pacto y está en las entrañas de la tierra, en la morada de la Dama Suprema.
Le dice luego, que si no muestra valor, Belasko podría convertirse en señor del valle y le pregunta qué vio en el sepulcro, si fue una serpiente roja como la sangre: Sugaar, la guardiana de todos los tesoros entregados a Mari durante siglos.
Él dice que no cree en cuentos, apareciendo entonces Oneka que le dice que su padre sí creía y eso le llevó a la muerte, y lo hizo por ellos, por lo que le pide que escuche a Luxa.
Le explica que hay una cueva profunda en el corazón del bosque y allí está la respuesta, pero debe ir solo con su nieta Irati, que lo esperará en Jentilarri antes del amanecer.
Eneko dice que si dice la verdad la sacará de allí, advirtiéndole la anciana que no haga ni rezos ni se santigüe en la morada de la Dama o morirá.
Una mujer que lo escuchó todo por la ventana corre a contar a Belasko la conversación, entregándole Belasko una moneda en agradecimiento, aunque luego pide que le partan el cuello y ordena que averigüen si es cierto lo que dijo la vieja.
Al día siguiente Eneko se encuentra, en efecto con Irati, que le asegura que lo hace por Luxa, mostrando su desacuerdo en colaborar con él.
Se adentran en el bosque, y ella le recuerda que de niño vivió en el valle, diciendo él que recuerda solo el entierro de su padre, que era una tradición salvaje que cuando él sea señor dejará de existir.
Ella le dice que se acuerda de él y que no ha cambiado. Que es igual de aburrido y le pregunta si podrá seguir sin caerse, diciendo él que sí, si no le empuja una niña embarrada, comprendiendo que, en efecto, se acuerda.
El caballo se para al llegar al río, negándose a seguir. Pero Irati lo tranquiliza, y le explica que el dolor del bosque lo angustia, y ese río está lleno de lágrimas de lamia, que se marcharon debido a la construcción de tantas ermitas y molinos, recordando él aquella que vio de niño.
Ella logra que el caballo continúe el camino y cruce el riachuelo, aunque luego escucha algo, viéndola Eneko escuchando unas piedras diciendo que escucha la angustia del bosque. Y al acercar su oído escucha en efecto un grito.
La muchacha arranca una cruz clavada en la roca, y, al hacerlo brota sangre de la tierra.
Siguen su camino, pudiendo ver cómo se mueve como un ser vivo un árbol
Llegan también al bosque Odón y otros hombres de Belasko.
Irati y Eneko entran en una cueva, entregándole antes ella una eguzkilore para que le proteja, pues es un amuleto para la oscuridad, aunque él asegura que no se lo pondrá, diciéndolo que lo hará la cruz, aunque finalmente se la coloca.
Caminan por largos pasadizos en cuyas paredes hay pinturas que representan a Mari y sus hijos, aunque poco después se topan con Odón y los demás hombres, que les dicen que nadie morirá si les cuentan dónde está el oro, diciendo él que si no se van perderán la cabeza, pese a que ellos son solo dos y los enemigos cuatro.
Un ruido hace que uno de los hombres de Belasko se aleje, topándose con una gigantesca mano que lo coge.
Otro de los hombres va a buscarlo y ve cómo un gigantesco cíclope come a su compañero, por lo que, espantado, pide a los demás que salgan corriendo, aunque atrapa a otro hombre.
Eneko resbala y está a punto de caer al abismo, tratando Irati de sujetarlo, agarrándose él a sus piernas y luego a sus calcetines, viendo, al sacárselo que tiene pies de ave, antes de caer finalmente al vacío.
El cíclope llega hasta Irati y los dos leñadores supervivientes, y le dice a la muchacha que ella es de los suyos y no pueden herir a los suyos, por lo que le pide que se marche.
Pero ella está preocupada por Eneko y grita su nombre, sacándola afuera los dos hombres que se disponen a acabar con ella.
En la cueva, Eneko, a pesar de la caída sigue vivo y grita pidiendo ayuda, y reza el Ave María, hasta que, de pronto ve una luz roja y va, siguiendo las imágenes, hacia la luz, llegando a una enorme sala llena de oro y donde hay un carnero.
Toma la espada de su padre, que está allí, oyendo tras ello una voz femenina que dice que le ha escuchado rezar y que no debe volver a hacer eso en su casa.
Frente a una rueca, una figura femenina con la cabeza cubierta que sabe su nombre y le pregunta para qué ha ido allí, y si fue por el oro, aunque luego le dice que sabe que no es la avaricia lo que le ha llevado allí, diciéndole él que busca a su padre.
Le dice que el día que su padre fue allí los ríos se tiñeron de sangre, pero a cambio derramó la suya propia y no pudo negarle la ayuda, pues sabía su nombre, algo que pocos saben ya, y los va engullendo el olvido, y por eso tuvo que ayudarle.
Ve que sabe su nombre, Mari, y le dice que no le va a matar pese a que su cruz es la causa de su debilidad, pero lleva su flor de protección.
Eneko le dice que necesita dar con los restos de su padre, diciéndole la diosa que si cumple dos peticiones, lo obtendrá.
Está triste porque la avaricia de los humanos destruye el bosque, el último cobijo para sus hijos e hijas, por lo que le pide que le lleve la sangre de los responsables. Cabeza y ejecutores, y a cambio le dará el cuerpo de su padre.
Le dice que Irati es de su linaje, el único vínculo entre los dos mundos y no puede desaparecer en el olvido, por lo que le pide que la proteja hasta que ella vaya a buscarla, pues de lo contrario utilizará sus últimas fuerzas para destruirlos a todos y pagará con su sangre.
Mientras la gigantesca serpiente roja la rodea, sellan su trato.
Fuera, escucha a los hombres de Belasko, que buscan a Irati y logran alcanzarla, y, cuando lo hacen se disponen a cortarle los pies al ver que es una lamia.
Lo impide Eneko, que acaba con uno de ellos y lucha con los demás, aunque uno de ellos la captura, librándose ella de él clavando las garras de sus pies en sus ojos.
Uno de los hombres derriba a Eneko, pero Irati la salva cortándole el cuello.
Herido, Eneko acaba perdiendo el sentido y cayendo, siendo de nuevo Irati quien lo rescata, dándole él las gracias cuando se recupera, diciendo ella que están en paz.
Le pregunta ella cómo salió, diciendo él que vio a Mari, que era como fuego, reconociendo que los cuentos de su padre eran verdad y que le dará su cuerpo a cambio de los profanadores del bosque, es decir Belasko y sus lacayos y de progegerla, aunque ella asegura que no necesita protección y que Luxa es su única familia.
Le pregunta si tuvo siempre así los pies, diciendo que Luxa le contó que una noche se le apareció una mujer embarazada buscando partera y dio a luz en el agua y casi se ahogó y la mujer desapareció en el río y la abandonó con esos pies.
Se acerca luego a él y acaban besándose y haciendo el amor junto al fuego de la hoguera, antes de dormirse.
Cuando despiertan, Eneko le dice que Luxa los espera y sabe cómo atraer a Belasko.
Al llegar al castillo, su madre ve que lleva la espada con que enterraron a su padre, contándoles a ella y a Virila que lo encontró y que está en una cueva.
Llega también Belasko al que también le cuenta que encontró el cuerpo de su padre con el tesoro perdido de los francos, y le muestra también la espada, y le dice que hay oro como para construir un templo, y que sus familias podrían ser tan ricas como el Papa o el Califa y no tendrían que cortar más árboles y le dice que necesitará ayuda para traer el oro, preguntándole su rival por qué quiere repartirlo, diciendo él que para demostrar que es buen cristiano y acabar con las disputas.
Belasko le pregunta si hay algún peligro, diciendo él que no, aunque cuando salen fuera le pregunta si no iba a contarle lo del cíclope come hombres, viendo que Odón no falleció y que tiene a Luxa, y pide a todos que les miren los pies.
Belasko recuerda a los campesinos que los Ximénez escondieron el oro de los francos para dárselo a los paganos mientras ellos están hambrientos, y les pregunta si quieren a un señor que alimenta a los sarracenos y pide que encierren a los tres que acompañaban a Oneka.
Luxa le dice a Belasko que siente la muerte sobre él, sacando él la espada y cortando el cuello de la anciana y pide luego que descalcen a Irati ante todos, mostrando sus pies no humanos.
Irati grita desesperadamente, desatándose de inmediato una fuerte tormenta que obliga a todos a retirarse, alcanzando un rayo la cruz junto a la que mataron a la anciana.
Mientras la mayoría se refugian de la granizada en la capilla, con las pocas fuerzas que le quedan, Irati sube sobre un carnero que aparece y la lleva.
Tanto Eneko como Virila, que sale de la iglesia y dice que es brujería, ven al carnero llevado por la nube de la tormenta con Irati.
Eneko por su parte es golpeado y detenido.
Irati, a la que peina Mari, pregunta a la diosa por qué no fue antes a por ella, diciéndole que tenía que vivir para ser amada y recordada y para que, a través de ella les recuerden también a ellos, aunque, le dice, todo está perdido y descansarán en el sueño del olvido.
Que se unirá a ella y a su madre mientras que Luxa alimentará la tierra para ser parte del bosque que amaba, tal como deseaba.
Mari le dice que a ella apenas le quedan fuerzas para llevarse a sus hijos e hijas, que ya no puede proteger el bosque, aunque Irati asegura que le llevará a los profanadores.
Mari le advierte que entonces no podrá llevarla con ella, pero dejará que lo haga.
Eneko despierta subido en un caballo en el bosque junto Belasko y algunos hombres.
Odon no recuerda el camino a la cueva, por lo que necesitan que se lo señale Eneko, aunque este, como respuesta, escupe a Belasko, amenazando este con sacarle un ojo, pues le bastará con uno para reconocer el camino.
No llega a ejecutarlo porque llega Irati, indicando Odon que ella conoce el camino, ordenando que la retengan, saliendo tras ella hasta una cueva, que no es la que Odon vio, por lo que Belasko ordena que entren a buscarla.
Sale de inmediato uno de los hombres que dice que hay oro, por lo que entran todos en la sala donde están los fabulosos tesoros que buscaban, ordenando Belasko llenar los sacos mientras asegura que será el nuevo señor del valle.
Pero pronto, los hombres ven que las piedras parecen cobrar vida, saliendo Odon, que ya fue testigo de esos sucesos, corriendo, para toparse con la enorme serpiente roja.
Sale también Mari, que le dice a Eneko que ha vuelto sin haber cumplido las dos condiciones, habiendo tenido que hacerlo su hija.
Esta aparece tras él y corta las cuerdas que lo ataban, tras lo que con una espada corta el cuello de Belasko pidiendo "sangre por sangre", rezando este, mientras se desangra el Ave Maria, lo que hacen también sus hombres.
Mari arde en llamas, mostrando toda su potencia y haciendo que mueran abrasados todos los hombres excepto Eneko, protegido por Irati que se coloca sobre él.
En el pueblo Virila reza y pide una señal cuando la potencia del fuego creado por Mari sale del centro de la tierra hacia el exterior virulentamente, viendo el clérigo cómo la tierra tiembla y desde el exterior ven una especie de pirámide de fuego en el horizonte, arrodillándose todos rezando mientras poco a poco la lengua de fuego se va haciendo cada vez más pequeña hasta desaparecer en el cielo.
De pronto ven cómo el carnero que apareció en la tumba donde enterraron al padre de Eneko se transforma en los restos de este, como si de un milagro se tratara.
Eneko abraza a Irati diciéndole que creía que la había perdido.
Ella observa que Mari se fue, y dice que ya nadie la recordará, aunque Eneko le dice que ellos sí, aunque Irati le dice que no volverá. Que él tiene su lugar allí, con los suyos y no estará nunca sola en el bosque, y ella se lo prometió a su madre, y él a su padre, y lo despide llamándolo Señor Eneko, y le pide que olvide su nombre y que no vuelva a pronunciarlo mientras sea señor del valle.
Sale corriendo tras ella de la cueva, pero ya no puede encontrarla.
Ella se desnuda y entra en el agua, en la que se sumerge, con la arobación de Luxa.
Cuando llega Eneko ve solo su ropa y se lanza al agua tratando de buscarla.
Eneko regresa al castillo y ofrece a la virgen el eguzkilore
Un escribano denomina al bosque que queda entre Roncesvalles, Ori y Ochagavia como Irati.
Eneko es coronado como señor del valle vitoreados por todos.
Muchos años más tarde Eneko, ya anciano va con su hijo Gartzia hasta el lugar donde desapareció Irati, Allí se quita la corona y los ropajes y con solo una túnica blanca entra en el agua y, tras despedirse de su hijo se tumba sobre el agua y se deja llevar por la corriente hasta que es recibido por Irati.
Se dice que Eneko Arista fue el primer rey del joven reino de Pamplona.
Irati es el nombre del bosque más grande del Pirineo.