Te cuento la película

Érase una vez...
Érase una vez...

España (1950)

Duración: 75 min.

Música: Rafael Ferrer-Fitó

Guion: José María Aragay, Alexandre Cirici Pellicer, Flora Monteyns, Javier González Álvarez, Rafael Ferrer, José Escobar (Historia: Charles Perrault)

Dirección: Alexandre Cirici Pellicer y José Escobar

La historia tiene lugar en un remoto país, casi de leyenda famoso por sus soberbios castillos y rodeado de altas montañas, un lugar de ensueño en que las hadas habitaban entre los mortales, rodeado de jardines de frondosos valles y de pintorescas colinas y donde destacaba el castillo de Aubamel.

Su dueño, el conde, había volcado, desde la muerte de su esposa, todas sus esperanzas en su cariñosa hija. Una muchacha humilde de grandes ojos azules que por su gracia y belleza podía competir con las estrellas, habiendo heredado de su madre la belleza y la ternura, por lo que todos la amaban y deseaban hacerla feliz.

Los propios sirvientes eran sus mejores amigos. De hecho, mientras jugaba con su gatito en los jardines, estos, Raúl, Valterio, Lisardo y Bertoldo salieron a su encuentro, ansiosos por mostrarle una arqueta azul que descubrieron que, al darle cuerda, las figuritas danzaban, disfrutando todos muchos al observar los bailes.

Les interrumpió la llamada del conde, deseoso de hablar con su hija.

A punto de emprender un largo viaje, y, no queriendo dejarla sola, ha decidido casarse con otra mujer que, le dice, pasará a ser su nueva madre, por lo que le pide que la respete como a su madre muerta, a la que, ella asegura, no olvidará.

Scariot, el sirviente italiano de Doña Facunda, una viuda con dos hijas, que fue quien urdió el casamiento, le recuerda a la mujer que, cuando se convierta en condesa, debe cumplir su promesa de convertirlo a él en intendente y maestro de ceremonias.

También sus hijas, Rebeca y Clorinda están deseosas de vivir en el castillo de Aubamel.

Llegado el día de la boda, toda la gente comenta la fealdad de la novia, no entendiendo la elección del conde, mientras su hija no para de llorar.

Antes de partir, el conde le pide a su esposa que cuide de su hija durante su ausencia.

Pero todo cambió en el castillo tras su marcha y la condesita es desterrada a la zona de la servidumbre, la visten andrajosamente, y la obligan a ocuparse de cuidar a los animales del castillo, incluido Ulises, su gatito, al que odian y maltratan, obligándola a trabajar sin cesar todo el día, al no perdonarle que fuera hermosa y delicada, debiendo limpiar y hacer los trabajos más pesados, llamándola Cenicienta por su aspecto.

Ve cómo incluso quitan el retrato de su madre y lo lleven al sótano.

Los amigos de la condesita piensan que deben hacer algo por su amiga, pues Doña Facunda y sus hijas la maltratan y temen que muera de pena, organizando un escarmiento para esa noche a las 12, tras el toque de queda.

Entonces, cubiertos con sábanas entran en el castillo como si fueran fantasmas, mientras fuera hay una fuerte tormenta, y asustan a las malvadas maltratadoras y al intendente, que decide enfrentarse a ellos con su espada, aunque como no para de beber para tener valor empieza a ver visiones y acaba también asustado, al ver moverse a los fantasmas y volar por todas partes, hasta acabar derribado.

Al día siguiente, pese aparecer con un brazo y la cabeza vendados, presume de haberlos ahuyentado.

Un día llega una invitación del rey a una fiesta que se celebrará con motivo de la mayoría de edad del príncipe, comenzando de inmediato Doña Facunda y sus hijas a pensar en el vestido que se pondrán, burlándose de Cenicienta, a la que no permitirán acudir.

Decidido a ayudarla, Raúl se adentra en el bosque para visitar a un famoso mago, viendo cómo salen de su casa peces volando, y observando que dentro todo está construido con huesos humanos y, al mirarse al espejo ve su esqueleto en vez de su cuerpo.

Ve al mago entre marmitas y pipetas y preparando fórmulas y le pide un bebedizo para que la madrastra y sus hijas hagan muchas tonterías en el baile.

Le prepara una pócima, advirtiéndole que, a quien lo beba todas las fantasías le parecerán realidad.

En el castillo de Aubamel, Scariot da a las hermanastras una lección de etiqueta.

Bertoldo, al que Raúl encarga echarles el bebedizo cuando estén en camino acaba liándose y les pone el bebedizo a los caballos.

Parte poco después con la Condesa y sus hijas hacia palacio, mientras dejan a la condesita barriendo.

Llega entonces para visitarla la madrina, a la que le explica que le dejaron como trabajo separar un montón de lentejas del arroz con que las mezclaron.

Cenicienta le muestra su deseo de acudir a palacio, que piensa debe ser magnífico.

Entretanto, a medio camino, el bebedizo hace efecto a los caballos, que se sueltan de la carroza y comienzan a bailar alegremente, mostrándose enamorados entre ellos dejando perplejas a las mujeres y al resto de animales del bosque, que los observan, convirtiéndose uno de ellos en una mezcla de árbol y animal, bailando claqué.

En el castillo, la madrina pregunta a Cenicienta si desea ver el palacio.

Habla tras ello con un pájaro, que sale para buscar a otros pájaros, yendo varias decenas de ellos, que en un momento separan el arroz de las lentejas.

Tras ello, la madrina le dice que en premio a su bondad y humildad le dará un regalo.

Le hace llevar al jardín a dos ratones atrapados en una ratonera y los convierte en corceles, haciéndole llevar luego tres lagartos que convierte en lacayos, transformando luego una calabaza en una carroza.

Pero ella piensa que no puede ir con ese vestido, tocando la madrina con su bastón el traje, que se convierte en un precioso vestido de fiesta, con el que podrá acudir al baile del palacio, advirtiéndole que debe regresar antes de las 12, pues a esa hora la carroza volverá a ser una calabaza, los corceles ratones y los lacayos lagartos, y su traje, el de Cenicienta.

Parte hacia el palacio a toda velocidad, adelantando a la madrastra, que serán las últimas en llegar.

En palacio les espera una magnífica fiesta, habiendo infinidad de tiendas junto al lago que servían suculentos manjares.

De pronto, el príncipe, que cabalgaba en su caballo blanco, se quedó paralizado ante la bella desconocida, cuya imagen se grabó en su corazón.

Durante la fiesta, y para mayor diversión, encerraron en un coto piezas de caza mayar para ser perseguidas por jinetes y sobre una colina artificial se sostenía un improvisado castillo del amor donde se representaba una obra para los asistentes a la fiesta.

En esta, donde se representa la naturaleza del amor, el príncipe se vale de una bella princesa, eligiendo a Cenicienta, debiendo rendirse el castillo al amor, abriéndose entonces la colina artificial en dos, para dejar paso a un fabuloso banquete.

Tiene lugar tras ello, un baile al que acuden Doña Facunda y sus hijas, a las que la madre les asegura que una de ellas acabará teniendo el título de princesa, aunque cuando llegan al baile ven al príncipe bailando con una bellísima muchacha que sí parece una princesa, y que ellas comentan que se parece a Cenicienta.

Tras el baile, el mago al que acudió Raúl distrae a los asistentes con su magia, representando una danza de guerreros preparados para una justa.

El Príncipe y Cenicienta salen luego al exterior, donde este la corteja a la vez, que sobre ellos, y contagiados por su amor, lo hacen también una pareja de pajarillos, hasta que de pronto comienzan a sonar las campanadas de las 12 de la noche y Cenicienta debe salir corriendo, sin atender a los ruegos del príncipe para que se quede.

Pierde en su huida, y en las escaleras, uno de sus zapatos que el príncipe recoge, dándole apenas tiempo a Cenicienta a llegar de regreso a casa antes de convertirse de nuevo en la andrajosa y sucia Cenicienta.

En el castillo canta, añorando esa noche que tan breve se le hizo por la dulzura del momento junto al príncipe, asegurando que no podrá volver a vivir sin él.

Poco después llegan Doña Facunda y sus hijas.

El príncipe, deseoso de encontrar a la mujer de sus sueños, acude a visitar al gremio de los zapateros, haciendo que examinen el zapato que perdió Cenicienta para saber quién de ellos lo confeccionó, pues a través de él podrá saber a quién pertenece.

Pero ninguno de ellos reconoce un calzado tan bello y tan raro, dudando que en algún lugar de la tierra se fabriquen zapatos tan perfectos.

Tras ello, el príncipe da una orden obligando a todas las doncellas del reino a probarse el zapato, indicando que aquella a la que le valga adquiriría la condición de esposa del príncipe heredero, y, por tanto, princesa real.

Se le probó a numerosas mujeres, tanto habitantes de palacios como de humildes casas, ordenando que ninguna quedara sin probárselo, enviando heraldos por todo el reino encargándoles probar el zapato a todas las mujeres.

Llegaron por fin al palacio del conde, donde se lo prueban las hijastras sin que les sirva, indicando uno de los heraldos, al ver a Cenicienta que también ella debe probárselo pese a que Doña Facunda dice, que ella no puede ser, pues es la muchacha que se ocupa de la cocina, aunque ellos recuerdan que tienen orden de probarlo a todas las chicas del país, riendo Scariot al escucharlos, asegurando sus hermanastras que la Cenicienta no puede ser porque no estuvo en el baile en honor del príncipe.

Pero para sorpresa de todos, y cuando le prueban el zapato, ven que le encaja perfectamente, apareciendo de nuevo la madrina que le indica que en premio a su bondad y a su humildad será la más bella de las princesas, mientras los heraldos se inclinan ante ella con respeto pese a su aspecto, tocando la madrina el vestido de Cenicienta nuevamente con su bastón, para transformarlo en un hermoso traje, lo que hace que se asombren todos, desvaneciéndose tras ello la madrina.

Scariot, temiendo la venganza de la muchacha, decide escapar mientras la madrastra y sus hijas se postran de rodillas ante Cenicienta pidiendo perdón, diciéndoles ella, siempre generosa que se levanten, asegurando que ella las quiere a todas.

Poco tiempo después empiezan a repicar las campanas por la celebración de la boda de la condesa con el príncipe, volando ramos de flores por el aire.

Sus amigos están felices y emocionados por el desenlace.

Durante todo el día estuvieron sonando las campanas de fiesta.

Para Cenicienta habían terminado sus sufrimientos y comenzaba una larga felicidad como premio a su bondad y a su humildad.

Calificación: 2