El jugador de ajedrez
España (2016) *
Duración: 98 min.
Música: Alejandro Vivas
Fotografía: Juan Carlos Gómez
Guion: Julio Castedp (Novela: Julio Castedo)
Dirección: Luis Oliveros
Intérpretes: Marc Clotet (Diego Padilla), Melina Matthews (Marianne Latour), Alejo Sauras (Javier), Stefan Weinert (Coronel Maier), Mike Hoffmann (Sargento Karuffman), Andrés Gertrúdix (Pablo), Pau Durà (Comandante Hernández), Lionel Auguste (Pierre Boileau), Blanca Zurdo (Margaux).
Madrid, noviembre de 1934
Marianne Latour una periodista francesa llega tarde a la partida de ajedrez donde se decide el nuevo campeón de España.
Se acerca a los periodistas y le pregunta a uno de ellos quién es el vigente campeón.
El joven le explica que va a asistir a un momento histórico, pues, aunque al campeón, Moreno, le bastan unas tablas para revalidar el título, y parece tener acorralado a su oponente, Diego Padilla, que tiene pinta de empollón, este sabe que Moreno no puede resistirse a una victoria y que su ambición será su tumba.
Y cuando parece tenerle, en efecto acorralado, Padilla anuncia mate en seis jugadas, debiendo Moreno reconocer su derrota.
Acabada la partida, y tras atender a la prensa, el joven que le puso en antecedentes le presenta al ganador, del que es amigo, y salen los tres juntos a celebrarlo, con la excusa de la chica de entrevistarlo.
Le pregunta por su opinión sobre la situación política, señalando Diego que él no es político y se dedica a jugar al ajedrez, a lo que la periodista le dice que los apolíticos son muy útiles para los más conservadores, pues les valen para llegar al poder, a lo que Diego le responde que si pretende despertar su conciencia política no lo conseguirá.
Entonces Javier, su amigo, le dice que se va a ir pese a que a él también le gusta la chica, pues él, le dice, se enamora cada semana, y a ella le interesa él.
Una vez solos, Diego le pregunta por qué se fue a vivir a España, si huía de algo, respondiendo ella que nunca hay un solo motivo y le gusta el país, tras lo que lo invita a bailar pese a los recelos de él de que sea ella quien lleve la iniciativa.
La discusión de dos clientes sobre política hace que ella le pida ir a otro sitio, corriendo bajo la lluvia hasta unos soportales donde vuelven a bailar sin necesidad de música, acabando su baile bajo la lluvia.
Marzo de 1936
Diego y Marianne se casan mientras se rumorea la salida de los militares a la calle.
Noviembre de 1936
Javier, con un brazalete de las JSU, acude a casa de sus amigos, pudiendo asistir al nacimiento de la que será su ahijada.
Abril de 1940
Como campeón, Diego realiza una serie de partidas simultáneas, ofreciendo en una de ellas tablas a un comandante, Hernández que dice sentirse honrado de haberlas alcanzado después de 6 meses jugando juntos, como profesor.
El comandante le ofrece además volver a jugar por el campeonato nacional y que represente a España por todo el mundo.
Javier sigue en la lucha clandestina, viendo a su amigo Diego de vez en cuando, quedando con él para tomarse un vino, pidiéndole que se una a su lucha y acuda a una reunión, pues necesitan gente como él, sin antecedentes, lo que rechaza, pues, le dice, la guerra acabó y él no es comunista, diciéndole Javier que él tampoco, pero que el objetivo es restablecer la democracia, aunque Diego le dice que es demasiado idealista.
Un día, Diego descubre por casualidad, entre la costura de su mujer una carta de esta dirigida a Pierre, un amigo francés, al que le dice que necesita que le busque un trabajo en Francia, pues no soporta ese país de locos, contándole que Diego sigue trabajando para los fascistas por una miseria y ella no encuentra trabajo, por lo que cree que si se lo encuentra en Francia podrá convencer a su marido para que vaya con ella.
Diego le cuenta a Javier que a veces piensa que hace infeliz a Marianne y cree no estar a la altura de lo que esperaba de él.
Javier le cuenta que detuvieron a un amigo común por estraperlo y le pide que interceda por él ante el comandante Hernández, aunque Diego le dice que no es un buen momento, pues le pidió que se afiliara a la Falange para poder participar en el concurso nacional de ajedrez y le dijo que no, diciéndole Diego que debe cesar su lucha, pues son muy pocos y no va a haber ya ninguna revolución, aunque Javier insiste en que no desea someterse y vivir así.
Llamado por el comandante, este le reprocha que le ocultara su amistad con Javier, diciéndole este que es un amigo de la infancia. Diciéndole el comandante que es un revolucionario y le cuenta que murió el día anterior en una redada al intentar huir, y que pronto irán a por él y no podrá ayudarle, pidiéndole que no cuente ese encuentro.
Mayo 1940
En Francia acude a la federación de ajedrez para pedir trabajo, y aunque han estudiado una de sus partidas, no pasan por un buen momento, al estar Europa en guerra.
Hitler invade los Países Bajos.
Un día acude a buscar a Marianne a su salida del trabajo y le compra rosas, pero entonces la ve salir y ve cómo la recoge Pierre con su coche.
Luego, cuando llega a casa, ella le dice que a la salida del colegio fue a tomar un café con sus compañeras.
Ve que Diego le ha comprado flores y le confiesa que estuvo con Pierre, al que le dio las gracias por conseguirle el trabajo.
Agosto 1940
Los nazis ocupan Francia
Él trata de encontrar trabajo y entra en una tienda donde el dueño afirma ser admirador de Franco y que espera no sea uno de los comunistas que cruzó la frontera ilegalmente, afirmando él que no lo es, pero que si lo fuera no debería importarle.
De hecho, le dice a Marianne que está sorprendido por su doble moral, pues les han invadido y se comportan como si no hubiera sucedido nada y quiso salir de España porque no podía vivir en un régimen fascista y ahora parece cómoda entre los nazis.
Ella le dice que está equivocado, que odian a los nazis y les avergüenza la situación, pero que hay veces que no se puede hacer nada, aunque siente ser menos valiente de lo que él pensaba.
Y de pronto, y mientras discuten llama a su puerta la policía preguntando por él, y le piden que les acompañe a la prefectura para una verificación de documentos.
Una vez allí, es llevado ante un oficial nazi que le pide que deje todas sus pertenencias y se desnude, siendo tras ello encerrado así en una celda.
Marianne acude, acompañada por Pierre, para hablar con el prefecto sobre su marido.
Entretanto Diego es interrogado, señalándole el oficial que lo hace que jugar al ajedrez no es una profesión y le preguntan si es un espía, comenzando a golpearlo duramente.
Entretanto Pierre le dice a Marianne que tendrán que adelantar el dinero, pero que está todo arreglado.
Pero en realidad Diego es arrastrado sin conocimiento hasta un calabozo donde se hacinan un grupo de presos, habiendo uno de ellos que lo ayuda espantando a las ratas.
Margaux pregunta por su padre y su madre le dice que regresará pronto.
Al día siguiente el preso que le ayudó, Pablo, le explica que ellos son los dos únicos presos españoles, que los demás son franceses, contándole que es de Toledo y estuvo en las milicias populares. Trató de luchar contra los nazis, pero le detuvieron.
Le pregunta por qué lo han detenido, indicando Diego que no lo sabe, contándole Pablo que están en el feudo de las SS en París. Creen que todos los que están allí tienen información que les interesa y les apretarán hasta obtenerla.
Marianne y su hija esperan a Diego a la salida de la cárcel, pero sin éxito, por lo que al día siguiente la mujer acude a ver al prefecto y le echa en cara que les mintió, pues no soltaron a su marido pese a que ella le entregó el dinero para que hablara con los alemanes, habiendo perdido todos sus ahorros.
Lambert le dice que las cosas no son tan sencillas con los alemanes y que ha hecho todo lo que podía para liberar a su marido, y que, en efecto un sargento alemán cogió su dinero y le dijo que su marido sería liberado por la tarde, pero que cuando llamó esa mañana le dijeron que había sido ejecutado.
Sale de allí tras la noticia, como un fantasma, caminando sin rumbo bajo la lluvia hasta que la encuentra Pierre, que le dice acaba de recibir la noticia del prefecto, señalando ella que es culpa suya por haberle hecho ir a París y se pregunta qué le dirá a Margaux, mientras Pierre le dice que él cuidará de ellas.
Ella recuerda que lo último que Diego tuvo de ella fue una discusión.
Pero Diego no ha muerto realmente. Sigue en el calabozo y puede ver cómo cada noche los alemanes se llevan a varios de los prisioneros al paredón.
Entretanto Marianne pasa apuros, no pudiendo pagar el alquiler de su casa.
Pablo le dice que cuando salga se irá a Sudamérica para empezar de nuevo, montando una sastrería y le dice a Diego que tiene algo que le indica que es buena persona.
Un día bajan a buscarlo, temiéndose que lo llaman para torturarlo, pero viendo que en realidad le llevan ante un coronel de las SS que le invita a jugar con él.
Pero el coronel en seguida se da por vencido, y manda que se lo lleven, aunque Diego le dice que todavía no ha perdido y el oficial le da la vuelta al tablero para que le demuestre cómo seguir, mostrándose sorprendido cuando le demuestra que tenía razón, pues le va a ganar, pero entonces le da la vuelta al tablero y le demuestra que podría seguir también esa partida, que acaban en tablas.
Marianne vuelve a ver a Pierre y se queja de que no le dejaran enterrar a su marido, diciendo Pierre que lo pidió varias veces, pero el coronel Maier, de las SS, se niega.
Ella le dice que necesita dinero, pues no puede ni pagar el alquiler, aprovechando él la ocasión para pedirles que Margaux y ella se vayan a vivir allí como invitadas, algo que ella rechaza, pues, le dice, ha pasado muy poco tiempo.
Cuando vuelve a la celda, su compañero ve que está bien, y él cuenta que le han vuelto a interrogar, aunque a su compañero le parece raro que lo hayan hecho sin torturas, confesándole que lo que querían es que jugaran al ajedrez.
Con una banqueta y tiza hacen un tablero y fabrican figuritas con el yeso de la pared y enseña a jugar a su compañero.
Un día lo sacan junto con varios prisioneros más, viendo al pasar por el patio, cómo fusilan a sus compañeros de celda mientras él es llevado al despacho de Maier.
Este escucha música de Bruckner y le pregunta si es creyente, a lo que le responde que es católico, algo que el coronel no entiende de un hombre inteligente, pues cree que la religión es el invento de los primitivos, desconcertados por los misterios de la naturaleza.
Le dice luego que le debe una revancha, y tras un jaque mate inmediato, le pide que le dé algunas lecciones que impidan sus humillaciones.
Le pide al sargento Karuffman, a cargo de los presos, y que parece odiarlo que al día siguiente se lo lleve limpio y afeitado.
Le lavan en una jaula con un chorro a prisión, pero al día siguiente da su primera clase al coronel, cuya soberbia en ocasiones no le permite aceptar los consejos que le da.
Un día se atreve a pedirle que le permita probar su inocencia, diciéndole el coronel que si desea conservar su vida debe limitarse a obedecer, pues allí mueren cada día personas con acusaciones menos importantes que la suya.
Al regresar al calabozo encuentra este vacío y grita llamando a Pablo, viendo cómo Karuffman sonríe al ver su desesperación.
Al día siguiente el coronel lo ve taciturno y le pregunta si ha dejado de tener fe.
Le pasan del calabozo a una celda individual, aunque Karuffman le asegura que está muerto.
Una noche de hecho entra en su celda por la noche borracho con otro compañero y lo sacan a empujones hasta el patio, donde nieva, y a la luz de los faros de los coches le pide a su compañero que acabe con él y cuando el soldado dispara ve que el fusil estaba sin balas y que se trataba de una broma.
Pero tras esta, Karuffman le apunta con su pistola y vuelve a disparar, también sin balas, aunque Diego cae sin sentido, siendo pateado por el sargento, pareciéndole ver a Marianne acercándose a él.
En su siguiente encuentro con el coronel, este le cuenta la importante decisión tomada por Hitler de entrar en guerra con Rusia.
Diego le pide permiso para escribir a su mujer y a su hija, diciéndole el coronel que podrá hacerlo una vez al mes, aunque no podrá recibir contestación.
A partir de ese momento comienza a escribir sus cartas mensuales, la primera en agosto de 1941, cuando llevaba un año encarcelado.
Para noviembre de 1942, puede pasear por el patio y cuenta que a veces piensa que Dios le está poniendo a prueba o que se ha olvidado de él, aunque asegura que volverán a verse y recuperarán su pasado.
Un día, cuando van a buscarle a la celda, observa, camino del despacho del coronel cómo están evacuando el edificio y llevándoselo todo.
Maier le dice que ese día no le ha llevado para jugar al ajedrez.
Le cuenta que los norteamericanos desembarcaron en Normandía y están a las puertas de París y el Führer decidió ejecutar a todos los prisioneros, aunque no está dispuesto a hacerlo con él.
Le dice que hace tiempo que sabe que no es un espía, pero que su vida valía muy poco en la calle y ha estado protegiéndole de sus importantes enemigos
Él le asegura que no tiene enemigos en Francia, diciéndole el coronel que todos los tienen y que Pierre Boileau fue quien le denunció acusándolo de espionaje, pero decidió no soltarle por egoísmo, pues la vida allí era muy tediosa, y poder competir con alguien de su talento fue un alivio para él.
Saca tras ello de un cajón las cartas que durante meses escribió a su mujer. El coronel le explica que le dejó escribirlas para mantener su moral, pero nunca salieron de allí.
Le pide tras ello a un soldado que le deje libre y le dice que espera que comprenda la excepción que está realizando con él.
Tras su salida del despacho el coronel saca su arma y se suicida.
Fuera, ve cómo los alemanes queman sus papeles y empiezan a marcharse, y el sargento, que siempre lo odió, al verlo libre, pide a su compañero que pare, justo cuando el cielo de la ciudad se llena de aviones americanos decidiendo los alemanes marcharse de prisa sin hacerle nada.
Ya fuera, ve cómo algunos partisanos detienen a los soldados alemanes y los ejecutan.
Acude feliz a la que fue su casa para buscar a Marianne y a su hija, aunque no encuentra a nadie allí, estando muchas de las casas, deshabitadas.
Una vecina lo reconoce y le dice que todos le daban por muerto en el barrio y le cuenta que su mujer y su hija se fueron dos años atrás de París a Burdeos con Pierre, pues su mujer le creía muerto, dándole una dirección que dejaron para la correspondencia, preparándole además comida para el largo viaje.
Comienza a hacer su camino hacia Burdeos caminando, topándose tras haber recorrido ya a pie 500 kilómetros, con un agricultor que recoge su uva y que le pide que suba en su carro, pues él también va a Burdeos.
Al llegar a la ciudad ve cómo rapan la cabeza a las mujeres colaboracionistas que estuvieron con alemanes.
Llega así hasta la dirección que le dieron, una enorme y preciosa casa a la que llama, abriéndole Margaux, y cuando Marianne le pregunta quién es, le responde que un mendigo.
Puede ver entonces a una elegantísima Marianne, que se queda sin habla al verle, pidiéndole a su hija que les deje solos.
Ella le cuenta que le dijeron que le habían ejecutado los nazis, y le pregunta dónde estuvo todo ese tiempo, contándole él que en la cárcel, pidiéndole ella tiempo, pues, le dice, no está sabiendo reaccionar.
Él muestra estar feliz de ver a su hija pese a que le confundiera con un mendigo, diciéndole Marianne que le dará ropa limpia y podrá bañarse, entregándole a continuación, en efecto algo de ropa de su marido y le dice que entretanto le preparará algo de comer.
Mientras él va al baño ella se arregla ante el espejo y sonríe, aunque luego llora.
Cuando sale, ya cambiado y aseado, le pone algo de comida.
Él le pregunta si sabe por qué le apresaron, contando ella que le dijeron que le acusaron de ser comunista, explicándole él que alguien influyente lo denunció con mentiras, algo que sorprende a Marianne, que dice no tiene enemigos, diciéndole él que eso mismo pensaba él.
Le pregunta si es feliz con Pierre, diciéndole ella que se porta muy bien y está siendo un buen padre para Margaux.
Le pregunta si la niña se acuerda de él. Marianne le dice que los primeros meses preguntaba mucho pero luego dejó de hacerlo, pensando ella que era bueno que lo olvidara cuanto antes.
Él le dice que regresó para saber si tiene una familia, diciéndole ella que han pasado 4 años y muchas cosas durante ese tiempo.
Diego le dice que no va a quitarle a Margaux, aunque tampoco quiere renunciar a ella, pese a que sabe que en ese momento no tiene nada que ofrecerle.
Ella le dice que la niña es feliz allí y algún día, además, heredará la fortuna de Pierre.
Cuando sale, ve a Margaux pintando y ve que tiene un caballo de ajedrez sobre la mesa.
Le pregunta si ese caballo tiene nombre, respondiéndole la niña, también en español que no, diciéndole él que le pueden llamar Rocinante.
Le dice la niña que está más guapo sin la barba y que le queda muy bien la ropa de su padre.
Él le pregunta si sabe jugar al ajedrez, diciéndole ella que no, pero que sabe cómo se mueven las piezas y cómo se llaman, recordando las explicaciones que le dio él de niña, aunque dice que no se acuerda quién se lo enseñó, pero que lo sabe desde que vivió en Madrid con su padre.
Entretanto Marianne lee las cartas que le envió Diego durante su cautiverio y que nunca recibió y llora.
Él le dice a Margaux que puede regresar otro día, diciéndole la niña que lo haga y que podrán jugar juntos.
Y cuando se marcha, la niña sale corriendo y le dice que cree que se acuerda un poco de él, que corre a abrazarla emocionado.