El crimen de Cuenca
España (1979) *
Duración: 92 min.
Música: Antón García Abril
Fotografía: Hans Burmann
Guion: Salvador Maldonado y Pilar Miró (Idea: Juan Antonio Porto)
Dirección: Pilar Miró
Intérpretes: Amparo Soler Leal (Dolores Varón), Héctor Alterio (Juez Isasa), Daniel Dicenta (Gregorio Valero), José Manuel Cervino (León Sánchez), Mary Carrillo (Juana), Guillermo Montesinos (José María Grimaldos / "Cepa"), Fernando Rey (Diputado Contreras), Francisco Casares (Taboada), Eduardo Calvo (Don Francisco), José Vivó (Don Rufino), Félix Rotaeta (Secretario), Pedro del Río (Álvarez-Neyra), Mercedes Sampietro (Alejandra), Nicolás Dueñas (Juez Rodríguez).
Un ciego relata en uno de sus romances los sucesos ocurridos unos años antes en la provincia de Cuenca.
Tales hechos arrancaron el 28 de agosto de 1910 cuando Juana López salió para buscar a su hijo José María, al que esperaba encontrar en el lugar al que dijo que iba para bañarse.
Unos días más tarde, el 12 de septiembre, Juana y Anselmo, su marido acuden al Juzgado de Guardia de Belmonte para denunciar la desaparición de su hijo, asegurando ante el juez que alguien debió asesinarlo, pues se marchó para tomar los baños y nunca regresó a casa.
Relata que las últimas personas que lo vieron indicaron que estaba frente al "Palomar" de la Osa de la Vega, una casa donde vivían durante el verano las familias de braceros de Don Francisco, uno de los terratenientes de la comarca, y que les dijo que iba a ver a León, asegurando la madre que este y Gregorio debieron asesinarlo para robarle el dinero de la venta de unas ovejas que había realizado.
Ajenos a esta acusación, León y Gregorio salen de caza, discutiendo entre ellos por la propiedad de uno de los conejos cazados, yendo tras ello a estabular las ovejas, para luego bañarse en el río junto con su perro.
Antes de acudir al juzgado, Juana y Anselmo fueron a hablar con León, al que su hijo dijo que iba a ver, asegurando León que no fue así, acabando por discutir la mujer de Gregorio con ellos harta de sus acusaciones, recordándoles que su "Cepa" ya fue una vez por agua y tardó 17 días en regresar.
Tras la denuncia de la desaparición, Antonio Rodríguez, el Juez de Instrucción cita al desaparecido José María mediante un edicto para que comparezca en el Juzgado, pidiendo auxilio a las autoridades militares para que averigüen su paradero.
Es llamado a declarar Don Francisco, el terrateniente para el que trabajan Gregorio y León, ya que ambos poseen antecedentes por haber atacado a uno de los recaudadores del Diputado Contreras durante las últimas elecciones, y aunque el Juez sobreseyó la causa Contreras les guarda rencor además de tener un gran aprecio por Juana, que años atrás sirvió en su casa.
Pero pese a la expresa petición del Juez, Juana continúa con sus acusaciones, por lo que Tres Juncos y Osa de la Vega están a punto de levantarse contra los acusados
Entonces Don Francisco habla con Gregorio al que le dice que tiene que despedir a León, pues va a deshacerse del ganado, diciéndole que lo mejor que puede hacer es marcharse al pueblo de su mujer para buscar otro trabajo y librarse de los rumores, afirmando Gregorio que si se va León él también lo hará, recordándole el amo que tiene familia, tras lo que le pide que corte las cañas, pues en el pueblo se dice que cuando el viento sopla se escucha entre ellas la voz del Cepa pidiendo justicia.
Unos meses más tarde, el 13 de marzo de 1912 y estando a punto de morir,
Don Francisco se encuentra muy enfermo en cama, y a punto de morir recibe, además de la extremaunción, la visita de Contreras, el cual escucha tras la puerta su última confesión, en la que confiesa al sacerdote que Gregorio y León mataron al Cepa.
Un año más tarde, el 26 de marzo de 1913, Contreras reelegido Diputado con los votos de todos los pueblos, excepto Osa, visita al nuevo Juez de Instrucción, Isasa, hijo de un antiguo ministro de Cánovas, con el que saldrá a comer, viendo sus denuncias reforzadas por las del sacerdote que también fue a visitar al Juez.
E inmediatamente Gregorio es detenido mientras su mujer llora amargamente, decretándose su prisión provisional sin fianza, siendo encerrado en el calabozo de los Juzgados de Belmonte, donde poco después será trasladado también León, preguntándole un magullado y maltratado Gregorio qué dijo a los guardias.
Tres Juncos, 22 de abril de 1913. Contreras informa a Juana que consiguió que reabrieran el caso, presionándola a ella para que ejerza la acusación privada, entregándole a cambio una cantidad de dinero.
Isasa se queja de que no hayan avanzado nada después de 3 días de interrogatorios, por lo que los guardias se emplearán más a fondo, golpeando tres de ellos a Gregorio sin piedad ninguna, cogiéndole tras ello el sargento el cuello con un gancho que le clava en la boca.
Dolores, la mujer de Gregorio visita al Juez cargada en brazos con su hija pequeña para pedir que le dejen ver a su marido, contestándole este que cuando termine de declarar, aunque le aseguran que se encuentra bien.
Llevados ante el Juez, Gregorio trata de librarse contando que vio a León encima del Cepa y que le pidió que no contara nada, y que vio cómo se llevaba su cabeza en un pañuelo, viendo más tarde una hoguera donde cree que quemó el cadáver, aunque poco después se retracta de todo lo dicho.
Ante sus incoherencias y la falta de resultados redoblan las torturas metiéndole a León palillos entre las uñas, sintiendo un dolor tan grande que acaba perdiendo el conocimiento, decidiendo Gregorio para no pasar por el mismo trance pedir que llamen al Juez para declarar, cosiéndole la oreja, que tenía medio arrancada antes de la llegada de este.
Al día siguiente varios guardias civiles rastrean el punto del río en que Gregorio declaró que vio a León deshacerse del cadáver, aunque ante los nulos resultados de sus pesquisas el Juez visita a León al que le pide que dejen de engañarlos, pues saben que ambos son culpables y que si confía en él les encontrará algún atenuante.
Le dice que saben que compró ganado al llegar al pueblo de su mujer, pensando que lo hizo con el dinero que le robaron a Grimaldos, ante lo que León le escupe a la cara.
Será tras ello colgado por las muñecas con cadenas y con su miembro atado por una cuerda, de modo que si suelta sus pies de la barra en que cuelga, lo perderá, permaneciendo así durante horas.
Los guardias rebuscan en sus casas tratando de encontrar algún indicio, interrogando el Juez a Dolores en el Palomar, diciéndole que León asegura que ella y Gregorio quemaron el cadáver, pidiéndole que piense qué será de sus hijas si la detiene, ante lo que ella confiesa que su marido le contó que lo mató León y que él solo le ayudó a deshacerse del cuerpo, afirmando que les escuchó hablar del camposanto, aunque no entendió bien de qué hablaban, apuntando que tal vez lo enterraron entre los muertos.
El sargento comienza a afeitar a Gregorio al que debe llevar para un careo con su compañero, aunque en vez de afeitarle el bigote se lo arranca con unas tenazas.
Este es relevado por otro guardia, que queda encargado de seguir golpeándolo, y el guardia le pide que grite aunque lo que hace es golpear las paredes con el cinturón.
Los dos detenidos son llevados hasta el cementerio del pueblo, donde son objeto de los improperios de los vecinos, debiendo librarlos de la ira de estos la guardia civil.
Una vez en el cementerio, al que acuden también el cura y Contreras, piden a los enterradores que exhumen el cadáver, cavando en el lugar indicado por los detenidos, para lo que el Juez les pide que reconstruyan los hechos pidiendo que el que cogió al asesinado por la cabeza coja la punta de su bastón, y el que lo hizo por los pies que lo coja por el puño, cogiendo León el puño mientras señalan que, como la puerta estaba cerrada, León subió a la tapia y él le alargó el cadáver al que luego enterraron.
Los enterradores comienzan a cavar hasta que aparecen unos huesos, que el forense señala no pueden ser los del Cepa, pues llevan allí más tiempo.
León aprovecha ese momento para lanzarse al otro lado de la tapia y beber agua del arroyo cercano hasta que un guardia lo golpea.
En la primera fosa encuentran los restos de una mujer muerta 20 años antes, encontrando en la segunda los restos de un viejo y un niño, poniéndose el Juez rabioso tras ver que tras 7 días de interrogatorios lo volvieron a engañar.
Vuelve a ver a Dolores a la que le indica que no la vio durante las exhumaciones, asegurando ella que lo hizo para evitar que sus hijos vieran así a su padre, diciéndole que ella es tan culpable como ellos y que si antes no la detuvo por sus hijos, ahora se ve obligado a hacerlo, siendo en efecto llevada hasta Belmonte, donde está su marido.
Encerrada en el mismo calabozo de este, Gregorio lo único que quiere es agua, mientras ella trata de convencerlo para que hable y confiese ante el juez, que le asegura es un hombre bueno que los quiere ayudar, diciéndole que ella lo contará todo y que dirá que despedazaron al Cepa y que lo echaron a los cerdos.
Mientras hablan, la niña pequeña, que está con ella comienza a llorar y ella le da el pecho, abalanzándose Gregorio sobre ella arrancándole a la niña para tratar de beber de sus pechos.
Dolores, temiendo dejar a sus hijos solos declara lo que le indicó a su marido que diría, reuniéndose tras ello el Juez con los dos acusados a los que les dice que si ratifican la confesión de ella podrán evitar males mayores, lanzándose entonces León, que se siente traicionado, contra Gregorio, al que comienza a pegarle y trata de asfixiarlo con las cadenas que lo atan ante la mirada divertida de los guardias.
Obtenida la confesión de culpabilidad, el día 1 de mayo de 1913, el juez permite que su ama de llaves dé de comer a los presos mientras el secretario del juez lee el auto en el que el médico del pueblo y el forense declaran que tras examinar a los reos no encontraron lesión ni signo alguno de violencia en ellos.
En su declaración indican que León engañó a Grimaldos para que entrara en el Palomar, donde los esperaba Gregorio, que lo cogió por el cuello mientras León le daba con un garrote, tras lo que Gregorio le clavó un cuchillo y le quitaron el dinero, llevándolo hasta las cuadras y quemándolo al día siguiente, machacando tras ello los huesos que lanzaron al río, pidiendo para ellos la pena de muerte por la comisión del delito de robo con homicidio.
Nombrado de oficio un defensor, este acude la víspera del juicio diciéndole León que Martínez Contreras lo maneja todo y que es inocente.
El abogado de Gregorio, por su parte habla de desaparición y no de asesinato, ya que no se halló el menor resto, asegurando que Grimaldos podría estar en Brasil, ya que habló a menudo de la posibilidad de viajar hasta allí, lo que provoca la indignación de la gente, por lo que el juez ordena el desalojo de la sala, declarando que la vista se celebrará a puerta cerrada.
Tras la interrupción del juicio, el abogado de León le dice al de Gregorio que si sigue alegando inocencia lo mandará al garrote y que lo que deben tratar de hacer es salvar su cuello reconociendo la culpabilidad y haciendo hincapié en los atenuantes.
El abogado de Gregorio va a verlo y le dice que su mujer está fuera, aunque él se niega a verla. Le dice luego que deben declarar que hubo una pelea y que sin querer acabaron con el Cepa.
Declaran entonces que mientras merendaban y bebían apareció Grimaldos, y que jugaron a las cartas, hasta que, enfadados por los lances del juego y por la bebida, discutieron y acabaron con Grimaldos fortuitamente.
Reunido el jurado en media hora deciden condenarlos a 18 años que pueden convertirse en 10 si tienen buena conducta.
Gregorio dice entonces que hubiera preferido el garrote, maldiciéndose por haber sido tan cobarde y haber confesado lo que no hizo solo por salvar el pellejo y que ahora sus hijos pensarán que tiene sus manos manchadas de sangre.
El ciego narra el romance del cruento asesinato que concluye con los criminales en las cárceles de Cartagena y Valencia.
Tras la narración vende copias de las coplas a los vecinos, comprando una de ellas un hombre menudo pese a que no sabe leer.
Osa de la Vega, 20 de febrero de 1924. Dolores cena con sus hijos, ya mayores, en silencio cuando alguien llama a su puerta, viendo que se trata de Gregorio, al que le concedieron la libertad condicional por buen comportamiento, el cual, pese a convivir con su familia, sigue reprochando a su esposa su actitud, por lo que no le habla.
Gregorio consigue trabajo colocando el tendido eléctrico, aunque algunos de los obreros lo ven con malos ojos, afirmando uno de ellos que si sigue trabajando allí no volverá, pues no desea trato con criminales.
Don Rufino, el párroco, recibe una carta de Mira de la Sierra, yendo a mostrársela a Contreras. En ella le piden la partida de nacimiento de Grimaldos y la de defunción de Juana, su madre porque Grimaldos desea casarse, afirmando Contreras que debe tratarse de un error, pidiéndole que no diga nada a nadie y que le dé a él la carta.
El 17 de febrero de 1926 en Tres Juncos Dolores y sus hijas acuden junto con Alejandra, la sirvienta de Contreras a ver a Don Rufino.
Alejandra, que escuchó la conversación entre el sacerdote y el diputado avisó a las mujeres, que le exigen al párroco que les entregue la carta o se la requerirán a través del Juez, afirmando el sacerdote que solo se la entregará al Juez si se la pide, hablándole Dolores de las penalidades pasadas y lamentando que su marido siga sin hablarle.
Tras ello Dolores va a ver a su marido que se encuentra trabajando en la construcción de una nueva carretera, contándole que viene de Tres Juncos y que ha aparecido el Cepa, tras lo cual le pide perdón a su marido, que no se extraña por la noticia y que dice si el Cepa apareció León es tan inocente como él.
En Mira dos guardias esperan a que el Cepa se vista, quejándose este de lo que se le ha venido encima por haber hecho caso al cura decidiendo casarse tras haber tenido tres hijos con la mujer con la que convivía, temiendo que lo encierren a él después de soltar a sus "asesinos", a lo que los guardias les dicen que ellos solo cumplen las órdenes de llevarlo al cuartelillo de Belmonte.
Escoltado por los dos guardias es llevado hasta el principio del siguiente pueblo, donde le dan su relevo a otros dos guardias se hacen cargo de él ante la expectación de los vecinos del pueblo que hasta ese momento lo daban por muerto.
También Gregorio y León, cada uno por su lado deben acudir al Juzgado.
Y mientras el Cepa es seguido cada vez por más vecinos, proclamando ante ellos que está vivo, otro grupo de vecinos sigue a Gregorio y a su familia, habiendo un tercer grupo que hará lo propio con León, llegando las tres comitivas a la puerta del Juzgado donde el Cepa se lanza a los pies de Gregorio pidiendo perdón y afirmando que no sabía nada. Que le dio un "abarrunto" y se largó.
Gregorio se acerca entonces a León al que abraza emocionado después de todo lo pasado y tras comprender que ambos juzgaron al otro como culpable.
El 10 de julio de 1926 se produjo la sentencia de revisión del Tribunal Supremo declarando la nulidad de la sentencia condenatoria y proclamando la inocencia de Gregorio Valero y León Sánchez, abriéndose expediente disciplinario a los funcionarios implicados, aunque todos murieron antes de que llegaran las sentencias, rumoreándose que algunos de ellos tras suicidarse.