Cuando el viento sopla
When the Wind Blows (1986) * Gran Bretaña
También conocida como:
-
"Cuando sopla el viento" (Hispanoamérica)
Duración: 84 min.
Música: Roger Waters
Guion: Raymond Briggs (Libro: Raymond Briggs)
Dirección: Jimmy T. Murakamy
El anciano James Bloggs regresa en autobús a su casa tras leer en la biblioteca pública los periódicos que hablan de los crecientes enfrentamientos entre este y oeste.
Al llegar a su casa lo recibe Hilda, su mujer, con la que vive en una pequeña casa en el campo en Sussex, contándole lo que ha hecho, quejándose de que su vida no es muy variada, recordándole su mujer que está jubilado.
Le comenta luego que los periódicos hablan de un golpe disuasorio, aunque su mujer se toma las noticias como asuntos políticos a los que no parece darle importancia pese a la preocupación de Jim, que le dice que todo indica que habrá guerra y que puede estallar en cualquier momento, hablándose de la teoría de la gran explosión, aunque Hilda le dice que ella ya sobrevivió a otra guerra y volverá a hacerlo.
Escuchan las noticias en la radio en las que el presidente confirma sus temores al afirmar que en 3 días estallará la guerra.
Ante la inminencia del acontecimiento, Jim lee folletos de guía de supervivencia del ayuntamiento, en los que explican que deben construir un refugio.
Para ello desatornilla todas las puertas de su casa que coloca en ángulo, mientras su mujer que no parece preocupada sale fuera y sopla al diente de león, observando las mariposas entre las que ve príncipes y princesas por el aire, distrayéndola su marido de sus ensoñaciones mientras prepara con las puertas el refugio contra las bombas.
James llama tras ello a su hijo Ronnie, que vive en Londres con su familia y al que le conmina a que se habilite un refugio en su casa, aunque Ronnie le die que son pamplinas riéndose e incluso cantando mientras habla con su padre.
Los ancianos recuerdan la anterior guerra y cómo debían salir para esconderse en los refugios, siendo entonces Gran Bretaña aliada de Stalin y de Rusia, que es ahora su potencial enemigo.
Los ancianos recuerdan los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cuando, pese a todas las dificultades y penalidades sufrían eran felices.
Siguiendo los consejos del folleto entregado por las autoridades deciden hacerse con comida para 14 días, acercándose Jim a hacer la compra en su bicicleta, aunque a su vuelta cuenta que no queda ya pan porque la gente lo acaparó todo.
Sigue tras ello preparando la casa, pintando los cristales para evitar las radiaciones de la bomba, aunque a Hilda lo que le preocupa es que manche de pintura las cortinas.
Le pide tras ello a su mujer que pruebe su refugio, observando al entrar en el mismo que apenas caben bajo las puertas, que colocó, pareciéndole a Hilda una medida muy incómoda, pensando que no podrá aguantar allí los 14 días de emergencia, asegurando ella que saldrá para cocinar o para ir al retrete, dándole Jim la alternativa de meter un orinal al refugio, preguntándose entonces su mujer dónde lo vaciarán.
James empieza a elucubrar sobre el curso que seguirá la guerra, estando convencido de que en poco tiempo conseguirán vencer a los rusos y que gracias a ello conseguirán llevar allí la democracia.
Lee tras ello en las instrucciones que es bueno vestirse de blanco y cubrirse con sacos de papel.
Escuchan entonces en la radio que el enemigo lanzó un ataque con misiles y que llegarán a su país en solo tres minutos, por lo que deben buscar refugio de inmediato, debiendo evitar mirar al cielo o mirar por las ventanas, debiendo permanecer dentro de casa.
Jim obliga entonces a la remisa Hilda, que quería ir a apagar el horno y a recoger la ropa tendida, a entrar en el refugio.
Un momento después, llegan en efecto los misiles, siendo las consecuencias de su lanzamiento devastadoras, destruyendo edificios y matando animales, produciéndose numerosos accidentes de coches y trenes, recordando los ancianos durante esos segundos y mientras permanecen tumbados en su refugio su vida juntos, desde que se conocieron hasta que se casaron.
Finalmente llega la calma, comprobando los dos ancianos que han conseguido salir ilesos aunque su casa ha sufrido numerosos desperfectos, observando que hay mucha luz y calor.
Hilda desea salir del refugio ya, debiendo convencerla su marido de que no lo haga, pues los efectos de la radiación tardarán en pasar, volviendo a insistir en hacerlo a la mañana siguiente, y más cuando tras asomarse observa los destrozos causados por los misiles, debiendo insistirle de nuevo Jim en que no salga, para lo que tratará de conseguir estar entretenidos, tal como recomiendan las instrucciones, dedicándose la mujer a hacer punto mientras él lee.
Al día siguiente James decide sair para prepararle una taza de té a su mujer, ya que están ambos muy doloridos, comprobando entonces que no hay agua corriente, y que muchas de las botellas que habían preparado como reserva se destruyeron, no habiendo tampoco electricidad, aunque consigue preparar el té gracias a un hornillo de gas.
Tampoco podrán escuchar las noticias ya que ni la radio ni la televisión funcionan, no pudiendo tampoco contactar con Ronnie, su hijo ya que el teléfono tampoco funciona, por lo que decide que le enviarán una carta.
Cansados y doloridos, los ancianos se duermen mientras esperan la llegada de los servicios de emergencia que están seguros de que estarán allí pronto, pues su actuación estaba planificada desde muchos años antes.
Hilda se encuentra mal, y se pregunta si será como consecuencia de la radiación, comenzando poco después a vomitar, teniendo además dolores de cabeza, por lo que decide salir finalmente del refugio y de la casa para respirar aire fresco, descubriendo una vez fuera que todo está asolado, escuchándose tan solo el ladrido de un perro en la lejanía, comprobando que el seto, y sus lechugas y árboles están quemados, y que el cielo está nublado, llamando especialmente su atención el asombroso silencio y el olor a carne asada.
No saben que en el pueblo las casas fueron destruidas, siendo el único signo de vida en ellas una rata.
Observan también que la carretera parece derretida.
Se sientan durante unos momentos en sus hamacas en su muerto jardín, ya que están débiles y mareados hasta que comienza a llover, decidiendo entonces recoger el agua de lluvia en varios cacharros, aunque la hervirán para depurarla antes de usarla.
Tratan de verlo todo con optimismo, alegrándose Hilda de que cuando se jubilaron decidieran ir a vivir al campo, lejos de los agobios de las grandes ciudades.
Empiezan a pensar también en qué ocurrirá si llegan los rusos, temiendo que los lleven a Siberia, aunque luego señalan que algunos de ellos son también buenas personas.
Cuando se les acaba el agua de lluvia, se quedarán con solo medio litro de leche, que acaba estropeándose debido a que la nevera no funciona, careciendo ya de agua y de cualquier otra bebida, teniendo tan solo un caramelo que deben compartir.
La mujer grita al ver una rata en el retrete, sintiéndose muy rara y tiembla, observando James que tiene los labios rojos como si se los hubiera pintado, aunque en realidad es porque le sangran las encías.
Le cuenta a su marido que también echó sangre cuando fue al servicio, reconociendo James que a él también le pasó, aunque se lo achaca a las almorranas.
Cada vez peor, la mujer comienza a vomitar, tratando su marido de animarla diciéndole que no le pasa nada y que son las consecuencias de la bomba que pronto se pasarán, tras lo cual se tumban ambos, ya sin fuerzas y sin nada de comer preguntándose si sobrevivirían las vacas, ya que la hierba está seca.
Deciden confiando en que lleguen los servicios de ayuda antes que el enemigo.
Hilda observa que tiene manchas azules en las piernas, diciéndole su marido que son varices, aunque la mujer le dice que no lo son y que no le gusta el aspecto que tienen, mostrándole él que también tiene manchas en la piel, atribuyéndole a que han comido demasiadas conservas, notando que tienen también mal la garganta por la falta de líquidos.
Hilda observa cómo se le empieza a caer el pelo.
Agotados deciden irse a dormir, sugiriendo esta vez Hilda que lo hagan metidos en sacos de papel por si hay otra bomba mientras duermen.
Hablan solo entonces de la muerte, manifestando ambos su preferencia por la incineración, tras lo que se acuestan y comienzan a rezar.