Breve encuentro
Brief Encounter (1945) * Gran Bretaña
También conocida como:
-
"Lo que no fue" (Hispanoamérica)
Duración: 85 min.
Música: Sergei Rachmaninoff
Fotografía: Robert Krasker
Guion: David Lean, Anthony Havelock-Allan, Ronald Neame (Obra: Noël Coward)
Dirección: David Lean
Intérpretes: Celia Johnson (Laura Jesson), Trevor Howard (Alec Harvey), Stanley Holloway (Albert Godby), Joyce Carey (Myrtle Bagot), Cyril Raymond (Fred Jesson), Everley Gregg (Dolly Messiter), Margaret Barton (Beryl Walters), Marjorie Mars (Mary Norton).
En la esquina de un bar de la estación de Milford Junction, una pareja charla mientras el revisor y la encargada del bar comentan el suceso ocurrido con un viajero.
La pareja parece muy seria, y en ese momento entra en el bar otra mujer, Dolly Messiter, que se dirige a la mujer, Laura, que le presenta a su interlocutor, el Dr. Alec Harvey
Cuando él se levanta para pedir un té para Dolly, esta, que no para de hablar, comenta lo apuesto que es el acompañante.
Y poco después suena un timbre anunciando la próxima salida del tren de Churley, aclarándole a Dolly que no las acompaña, pues va en dirección opuesta, pues tiene su consulta en Churley.
Laura le explica a su amiga que el doctor parte la semana siguiente hacia África.
Al marcharse, y a modo de despedida, Alec coloca su mano en el hombro de Laura.
Dolly sigue hablando sobre asuntos triviales mientras se escucha el tren al partir.
Dolly se acerca a la barra para comprar chocolate, y al girarse ve que Laura no está, aunque entra poco después y le dice que quería ver pasar el expreso, que pasaba en ese momento, aunque, dice estar mareada, pidiéndole su amiga un coñac antes de subir a su tren hacia Ketchworth.
Ya a bordo, le pregunta si hace mucho que conoce a su amigo, diciendo ella que muy poco y que, en realidad apenas lo conoce.
Mientras la amiga habla y habla, ella piensa en que le gustaría que fuera una amiga de verdad para poder confiar en ella, y no una vulgar chismosa a la que nunca apreció.
Dolly le pregunta si está casado, diciendo ella que sí y que tiene dos hijos y que se irá a África con toda su familia.
Piensa que le gustaría que dejara de hablar, debiendo escuchar su constante parloteo, por lo que decide cerrar un poco los ojos mientras se dice a sí misma que esa tristeza no puede durar, pues nada dura para siempre, ni siquiera la vida, aunque luego piensa que en realidad quiere recordar todo por siempre.
Acaba durmiéndose, despertándola Dolly al llegar a la estación.
Cuando llega a casa, Fred, su esposo, le dice que Bobby y Margaret se estaban peleando y no querían dormirse hasta que ella llegase, explicándole los niños que el motivo de la disputa es porque Bobby desea ir al día siguiente al circo, pues es su cumpleaños, y Margaret prefiere ir a ver una pantomima.
Cuando se duermen, y ya a solas con Fred, de pronto, comienza a llorar, lo que hace que Fred se preocupe, aunque ella le dice que no es nada, solo que está un poco agotada, pues tuvo un pequeño desvanecimiento en la estación de Milford.
Fred le sugiere descansar un rato junto al fuego, donde él terminará su crucigrama, poniendo ella música mientras trata de relajarse con la costura.
Comienza a hablar mentalmente con Fred, al que le dice que le gustaría contarle su historia, pues es el único que la entendería, pero solo si fuese sobre otra persona, y sabe que no podrá contársela nunca.
Piensa en que son una pareja feliz y tiene un hogar ideal. Era una esposa feliz y ese mundo era suficiente hasta unas semanas atrás. Pero se enamoró.
Dice que es una persona corriente y no pensaba que a las personas corrientes les ocurrieran esas cosas, como la que le pasó a ella un día en el bar de la estación de Milford Junction.
Estaba tomando una taza de té mientras leía un libro. Su tren salía en 10 minutos y al levantar la vista vio a un hombre que pasó junto a su mesa, aunque ni vio su rostro.
Sonó entonces el timbre y salió al andén. Pero no era su tren, sino el expreso y al pasar tan deprisa le entró polvillo de carbón, por lo que al entrar pidió un vaso de agua, ofreciéndose él, como médico a ayudarla, consiguiendo sacarle el carboncillo.
Anunciaron entonces la llegada del tren de él, que salió para cogerlo, olvidándose del asunto de inmediato.
El jueves siguiente volvió a Milford como siempre y fue a cambiar su libro en Boots e hizo algunas compras, topándose de pronto, al salir a la calle, de nuevo con Alec, que le preguntó por su ojo y tras una charla trivial sobre el tiempo se despidieron.
Aquella tarde llegó corriendo a la estación. Había ido al cine y la película fue muy larga.
Al llegar al andén salía el tren del andén contrario y se fijó para ver si lo veía, aunque sin darle demasiada importancia, pues pensaba en el regalo de cumpleaños de Fred.
Se lo compró el jueves siguiente, yendo tras ello a comer al Kardomah, que estaba abarrotado, viéndolo entrar de pronto. Parecía muy cansado, por lo que lo invitó a compartir su mesa.
Solo entonces se presentaron formalmente, contándole él que es internista en Churley, aunque va un día a la semana al hospital para sustituir a un amigo y así poder practicar.
Ella, por su parte le dice que va cada jueves para ir a la biblioteca, hacer la compra de la semana e ir al cine, mostrando él su deseo de acompañarla esa tarde al cine.
Le pareció todo muy natural e inocente y no tuvo ninguna premonición. Partieron la cuenta y la propina, proponiendo pagar también cada uno su entrada, ambos en platea.
No pudieron reprimir la risa al ver que antes de la película tocaba el órgano la misma mujer de la que se habían reído antes en el restaurante donde tocaba el violonchelo.
Tras la película, hablaron de sus respectivos cónyuges y salieron hacia la estación, tomando un té en el bar en que se conocieron, al que él la llevó cogida del brazo.
Allí le contó que su especialidad era la medicina preventiva y que era ambicioso, habiéndose especializado en neumoconiosis, una enfermedad del pulmón provocada por la aspiración de polvo.
Cuando llega el tren de él, le pregunta si podrá volver a verla el siguiente jueves a la misma hora, diciéndole ella que no podría, aunque finalmente acepta.
Fue hasta el andén y él salió por la ventanilla a despedirse, imaginándoselo llegando a Churley y el recibimiento de su esposa, a la que le contaría su encuentro, aunque luego supo que no se lo contaría y tuvo la sensación de peligro.
Luego, mientras recordaba todo en el tren, un poco avergonzada, decidió que no volvería a ver a Alec nunca más.
Al llegar a su casa, encontró a su marido preocupado. Un coche había atropellado a Bobby al salir del colegio, aunque solo tuvo una ligera conmoción, estando el médico con él, que le aseguró que al día siguiente estaría perfectamente.
Se sintió responsable, como si fuera un castigo por sus actuaciones.
Pero un par de horas más tarde su hijo estaba perfectamente y contento de ser el centro de atención.
Luego habló con Fred sobre su futuro, pensando en alistarle en la Marina.
Le contó luego a Fred que había comido con un desconocido y la llevó al cine y piensa en invitarle a cenar, aunque se da cuenta de que Fred, inmerso en su crucigrama no le hace demasiado caso y ella ríe, diciéndole que lo hace porque se siente tonta preocupándose por cosas que no existen, dándole la razón su marido, que piensa que está hablando del accidente de su hijo.
Llegado el jueves decidió ir al encuentro de Alec, por educación, consiguiendo sentarse en la misma mesa del Kardomah y esperó, pero no llegó.
Pasó frente al hospital después de comer y se preguntó si le habría pasado algo.
La película no le interesó y salió antes del cine, por lo que llegó pronto a la estación y pensó que quizá no le había citado allí y le había entendido mal.
Fue testigo de los coqueteos entre la camarera y el revisor y al salir del bar vio el tren de él. Pero no estaba en el andén y temió no volverle a ver nunca más.
Pero entonces le vio llegar corriendo y se excusó diciendo que no pudo avisarla, pues la directora tuvo que ser operada de urgencia.
Corre con él hacia su andén para evitar que pierda el tren, al que llega casi cuando va a salir, dándoles tiempo solo a citarse para el siguiente jueves, debiendo correr también ella para no perder su tren.
El jueves siguiente ríen juntos al ver un corto del Pato Donald en el cine, sin embargo la película les aburrió y salieron antes del final.
Hacía una tarde espléndida y decidieron ir al jardín botánico donde alquilaron una barca y se sintió contenta, alegre y rejuvenecida.
Acabaron chocando al no dominar ninguno el remo y él acabó cayendo al agua.
El encargado les dio té y dejó que se secase frente a su estufa.
Él le preguntó si sabía lo que había pasado, diciendo él que se había enamorado de ella y le pregunta si a ella le pasó lo mismo, debiendo reconocer que, pese a no conocerse apenas a ella también le pasa, para a continuación, al sentirse culpable, decirle que deben ser sensatos y olvidar lo que han dicho.
Él le dice que es demasiado tarde para ser sensatos y olvidar lo que han dicho, tras lo que le pregunta cuántas veces tomó la resolución de no volver a verlo, reconociendo que varias al día, lo que él dice, también le ocurrió.
Él insiste en que le quiere y que es inútil decir que no ha ocurrido, aunque ella dice que se ha comportado mal y que no son libres para quererse, y hay demasiados obstáculos y deben saber controlarse.
Les interrumpe la llegada del tren de él, acompañándolo ella al andén, cogidos del brazo y de la mano, y besándose por fin en el pasillo.
La saca de sus recuerdos la voz de Fred, que la nota ausente y le pide a Laura que baje la música, pues está demasiado alta.
Vuelve tras ello a sus pensamientos, recordando que en el tren, de regreso ni siquiera leyó. Se sentía feliz tras lo sucedido y no se sentía arrepentida ni avergonzada y comenzó a imaginarse con él en diversos tipos de circunstancias, como bailando un vals, o en un palco de la ópera en París o en Venecia paseando por el Gran Canal. Viajando a todos los lugares que siempre soñó. Se imagina en un transatlántico de lujo observando el mar y las estrellas o en una playa tropical a la luz de la luna.
Pero de pronto las palmeras se convirtieron en los sauces que había junto al canal y sus sueños desaparecieron del todo al llegar a Ketchworth.
Mientras se peinaba para bajar a cenar habló con Fred y se dio cuenta de que era la primera vez que le mentía, pues le contó que comió con Mary Norton, y fue al cine sola.
Llamó tras ello, y a escondidas a su amiga Mary Norton para que le cubriera, contándole que esa tarde estuvo comprando en Milford el regalo de cumpleaños de su marido y fue a buscarlo a otro lugar y para que no la descubriera le dijo que había comido con ella.
Esa semana la pasó como en trance hasta que llegó el jueves, habiendo quedado citado con él a las 12'30, frente al hospital.
Él, al verla, le dice que pensó durante toda la semana que no iría, diciéndole ella que lo pensó, pero que finalmente fue.
Fueron juntos a comer al lujoso Hotel Royal. Estuvieron alegres y tomaron champán.
Al salir, Alec le dijo que tenía una sorpresa y le pidió que le esperara en el hall.
Y mientras le esperaba, de pronto vio que salían del comedor, Mary Norton y su prima, la señora Rolandson, y pensó que debieron verla con él durante la comida.
Por ello Laura les habla con naturalidad de él como fuera un amigo de años y como si Mary también lo conociera, aunque cuando él regresa y se las presenta, también dice no recordarla, pese a que Laura insiste en que creía que coincidieron en su casa la Navidad anterior.
Cuando salieron, y al pie de las escaleras, vio la sorpresa. Un coche que él le había pedido prestado a su amigo Stephen.
Ella aparentó estar encantada, pero no podía apartar de su mente a Mary y a su prima.
Salieron al campo hasta la entrada de un pueblecito, parando en su puente de piedra sobre un arroyo. Apoyados en la barandilla, él la rodeó con su brazo, reconociendo ella no estar muy feliz.
Él la entiende. Cree que ella piensa que la clandestinidad y la mentira no compensa la felicidad que podrían sentir, tras lo que le pregunta si es verdadero ese sentimiento, reconociendo ella que lo es, volviendo a besarse.
Cuando regresaron, ya oscurecía.
Él debía subir a casa de su amigo para devolverle las llaves del coche, sabiendo que no volvería hasta tarde, por lo que le pidió que subiera con él, a lo que se negó.
De regreso a la estación, Alec le dijo que volvería al piso de Stephen aunque pierda el tren, insistiendo ella en que tiene que irse.
En el bar de la estación, pidió un té.
Allí ve a la camarera, la señora Bagot discutiendo con dos tipos que desean beber alcohol fuera de hora permitida, debiendo recurrir a Albert Godby, que la defiende y logra que se vayan, mostrándose ella orgullosa de su pretendiente.
Cuando se anuncia su tren, en su cabeza se desata el debate entre marcharse o volver a casa de Stephen, decidiendo finalmente subir al tren, pese a lo cual, y una vez que sonó el silbato salió de este y regresó a la casa de Stephen.
Comenzaba a llover. Llamó al timbre y le abrió él al que le dijo estar muy nerviosa, contándole que entró al vagón y volvió a salir, tras lo que se besan.
Ella vuelve a insistirle en que no puede quedarse, pidiéndole él que se quede un rato, aunque en ese momento se escucha la puerta, por lo que ella se apresura a marcharse sin que la vean, haciéndole él marcharse por la cocina.
Pero con las prisas, Laura olvidó su pañuelo, reparando en él Stephen, que le pide disculpas por haber vuelto tan pronto, aunque le excusa diciéndole que se trataba de atender a una paciente, de forma privada.
Pero luego le confiesa que antes de entrar les escuchó discutir y se imaginó que la hizo salir por la puerta trasera, no entendiendo su falta de confianza.
Stephen le pide que le devuelva la llave de la casa y dice sentirse decepcionado.
Humillada y avergonzada, Laura corre bajo la lluvia torrencial, sin rumbo, hasta que tuvo capacidad para reflexionar.
Pensó que no debía volver a casa hasta estar más tranquila, por lo que entró en una tienda y llamó por teléfono a Fred.
Le dijo que estaba con la señora Lewis de Boots, la librería, a la que encontró en la calle muy mal porque su madre estaba enferma y le prometió quedarse con ella hasta la llegada del médico, por lo que no llegará a cenar.
Caminó luego sin rumbo y regresó a la estación y le aterró la idea de volver a encontrarse con Alec.
Siguió caminando, ya sin lluvia, hasta llegar al Monumento a los Caídos.
Iba fumando y pensando.
La vio un policía al que le extrañó que estuviera allí sola y de noche, por lo que se acercó para preguntarle si se encontraba bien, sintiéndose ella como una criminal.
Llegó a la estación quince minutos antes del último tren y se dio cuenta de que había estado caminando durante tres horas.
Pidió una copa de coñac a la camarera jovencita, y una hoja y un sobre.
Mientras pensaba en qué escribir, apareció Alec, que dijo haberla buscado por todas partes, aunque ella le pide que se vaya, diciendo él que no puede dejarla así.
La trata de calmar, diciéndole que su amigo no la vio ni sabe quién es. Que lo importante es que se quieren y es lo único importante, diciendo ella que hay otras cosas más importantes, como el respeto hacia sí mismos y la decencia y que por ello no pueden volver a verse.
Él afirma que la quiere y que la querrá durante el resto de su vida, aunque sabe que es el principio del fin.
Comprende la sensación de culpabilidad y que sea un precio muy alto por la felicidad que sienten al estar juntos, porque siente lo mismo.
Él le dice que no pueden romper bruscamente, pues sería demasiado cruel, por lo que le pide que le prometa que volverá a verla al jueves siguiente por mal que se sienta, pues debe contarle algo.
Ante las preguntas de ella le adelanta que le ofrecieron un trabajo que pensaba rechazar, y no se lo iba a contar, pero que ahora cree que es la única salida y que era muy lejos, en Johannesburgo, donde vive su hermano, que está abriendo un nuevo hospital y es una gran oportunidad.
Le cuenta que se llevará a Madeleine y a los niños, aunque no se lo dijo ni siquiera a ella, pues no podía soportar la idea de dejarla, aunque comprende que llegó ya ese momento y que se irá en dos semanas.
Le pregunta si quiere que rechace la oferta y se quede, pidiendo ella que no le ponga en esa encrucijada, pidiéndole él perdón por haberla conocido, por haberla querido y por haberle causado tristeza.
Ella recuerda que todo eso sucedió la semana anterior y que este fue su último día.
Se encontraron esa mañana a las 12'30. Él había alquilado un coche y fueron de nuevo al campo, aunque esta vez casi sin hablar.
Comieron en la taberna de un pueblecito y regresaron al puente del día anterior.
Regresaron a la estación, pensando que era la última vez que veía a Alec.
Fueron al bar de la estación, como hacían siempre.
Él le indica que perderá su tren y esperará a verla en el suyo, pidiéndole ella que no lo haga, que lo acompañará él al tren.
Se preguntan si podrán verse alguna vez, diciendo él que tal vez dentro de muchos años.
Alec le pregunta si podrá escribirle, diciendo ella que no, pues lo prometieron.
Alec le reitera que la ama, mostrando ella su deseo de morirse, diciendo él que entonces le olvidaría y quiere que le recuerde.
Les quedan solo dos minutos, y entonces aparece Dolly e interrumpe los dos últimos minutos que les quedaban para seguir juntos.
Y de pronto sonó el timbre anunciando el tren de él.
Sintió el roce de su mano en su hombro y desapareció de su vida para siempre.
Dolly no paraba de hablar, pero ella estaba atenta al sonido del tren al arrancar.
Pensó que quizá no se había marchado y esperaba volver a verlo aunque fuera por un instante, aunque no fue así.
Al escuchar el timbre del tren expreso, salió corriendo al andén, al pasar por su cabeza la idea del suicidio, aunque no lo hizo por falta de valor, no porque recordara a Fred o a los niños, pues lo único que quería era no volver a sentir nada nunca más.
Regresó al bar y casi se desmayó.
Fred la observa absorta y se acerca a ella. Le dice que no sabe en qué soñaba, pero vio que no era un sueño feliz.
Le dice "Has estado muy lejos. Gracias por volver a mí".
Se abrazan y ella llora en sus brazos.