Almas desnudas
The Reckless Moment (1949) * USA
Género: Drama / Cine negro
Duración: 82 Min.
Música: Hans J. Salter
Fotografía: Burnett Guffeyr
Guion: Henry Garson, Robert W. Soderberg, (Adaptación de Mel Dinelli y Robert Kent de la historia de Elisabeth Sanxay Holding)
Dirección: Max Ophüls
Intérpretes: James Mason (Martin Donnelly), Joan Bennett (Lucia Harper), Geraldine Brooks (Bea Harper), Henry O'Neill (Tom Harper), Shepperd Strudwick (Ted Darby), David Bair (David Harper), Roy Roberts (Nagel), Frances E. Williams (Sybil).
Una semana antes de Navidad, la familia Harper vivía en la isla de Balboa.
Un día la señora Harper cogió su coche camino de Los Angeles sin dar explicaciones a su hijo que estaba pescando y al que ignora, pese a sus gritos.
Una vez en la ciudad acude a un hotel y pregunta por Ted Darby, al que espera en el bar, pese a que aún no está abierto al público.
Cuando baja, Ted le pregunta si es la madre de Bea, sorprendido de que sea tan joven.
Ella le dice que solo ha ido para pedirle que deje de ver a su hija, pues es solo una niña de 17 años, recordando él que cumple 18 en un mes, aunque ella asegura que no tiene edad aún para saber lo que le conviene, aunque él le dice que a Bea le gusta conocer gente interesante y él puede facilitárselo.
Ella le dice tras escucharlo que ya ha averiguado qué clase de hombre es.
Él le pregunta qué opina Bea, diciéndole Lucia que no lo va a consultar con ella y que no hay nada más que decir, diciendo Ted que sí lo hay, preguntándole cuánta importancia tiene para ella que él no vuelva a verla, aclarándole que lo que desea saber es cuánto está dispuesto a pagar, pues de otro modo no puede prometerle que no vaya a volver a verla, diciendo ella que con su respuesta le ha puesto las cosas más fáciles, pues puede contárselo a su hija sin ningún problema, puesto que así verá el fondo de sus sentimientos.
Pero Darby no se altera, y cuando se marcha Lucia llama desde un teléfono a Bea.
Cuando regresa a su casa, encuentra a Bea en la ducha y le dice que quiere hablar con ella, diciéndole su hija que ya sabe todo y no entiende cómo pudo humillarla, yendo a ver a Ted, y cuando Lucia le pregunta si sabe qué clase de hombre es, ella le dice que lo sabe y sabe que le va a decir cosas malas de él, pues Ted le advirtió de todo lo que le iba a decir.
Bea no la cree cuando le cuenta que él estaba dispuesto a dejarla de ver a cambio de dinero. Le dice que debió interpretarlo mal, pues Ted le contó que llegó descompuesta y le montó una escena.
Lucia le pide que le prometa que no volverá a verle, diciendo Bea que no puede prometérselo, diciéndole su madre que entonces la sacará de la escuela de arte y no volverá a ir a Los Angeles, aunque Bea dice que no podrá separarlos y volverán a verse como sea, asegurándole que la relación que mantiene con él no es escabrosa.
Poco después llama Tom, su marido, desde Filadelfia para decirles que no podrá pasar la Navidad con ellos porque tendrá que ir a Berlín.
Lucia le escribe esa noche para explicarle que Bea está encerrada en su cuarto, furiosa y rebelde con ella y le dice que odia a ese hombre.
Pero, en ese momento, y aprovechando que todos están ya en sus cuartos, Bea, muy arreglada, baja las escaleras a oscuras, llevando una linterna.
Lucía acaba rompiendo la carta y escribiendo una carta amable para él, diciéndole que con todos alrededor del teléfono no pudo decirle que le quiere.
Cuando luego acude a la habitación de su hija ve que no está allí.
Ted espera a Bea en el embarcadero, contándole esta cuando llega que su madre le montó una escena cuando llegó a casa y le dijo que tenía que prometerle que no iba a volver a verlo, pues solo busca dinero, diciéndole él cuando ella le pide que diga que no es verdad, que le hace mucha falta el dinero, y que su madre le pague, no significa que él no vuelva a verla.
Pero esas palabras indignan a Bea, que, enfadada, lo golpea con la linterna y se va.
Titubeante por el golpe, Ted trata de seguirla, pero se rompe la barandilla de madera en que se apoyaba y cae a la playa.
Lucia sale para buscarla, encontrándola finalmente en la entrada llorando y diciendo que le dio un golpe a Ted. Que tenía razón. Que no debió volver a verle, pues solo quería dinero y le dio un golpe y lo dejó en el embarcadero.
Lucia busca otra linterna, ya que se le otra se rompió con el golpe, escuchándola Sybil, la sirvienta que le pregunta si necesita algo, diciendo que no.
Sale tras ello hacia el embarcadero, aunque no encuentra ya a Ted, por lo que regresa a casa, diciéndole a su hija que ya se marchó.
Ella le dice que ojalá no hubiera ido, entre llantos, diciendo ella que fue algo horrible y que no podría volver a pasar por algo así, prometiéndole su madre que no pasará.
Al día siguiente, Lucia madruga mucho, le dice a Sybil que no podía dormir y va a dar un paseo, acercándose nuevamente al embarcadero.
Allí llama su atención algo, viendo al acercarse que se trata del cuerpo de Ted sobre la arena, bocabajo, observando que al caer se clavó el ancla de la barca familiar.
Tras comprobar que no la ve nadie, y tras hacerse con un plástico lo arrastra con gran dificultad hasta la barca, que luego arranca y con la que se aleja hacia las marismas, para regresar después de un rato.
Cuando regresa, David, su hijo, le dice que no debió salir con la barca, pues no le puso la nueva clavija de encendido y pudo quedarse parada lejos, y le pregunta si estaba el ancla en el bote, diciendo ella que no, diciendo David que se la robaron.
También su suegro la regaña por haber salido.
Cuando se levanta Bea, Lucia le pregunta si le contó a alguien que salía con Ted, diciendo ella que no, pidiéndole que no hable con nadie de ello ni lo mencione y le pregunta si ocurrió algo más, diciendo ella que no.
Acude a la oficina de correos para enviar la carta a su marido, y escucha cómo un empleado le cuenta a otro, tras leer la noticia del periódico, que un vendedor de arte fue asesinado en Balboa.
Sale corriendo nerviosa hacia el coche, donde lleva cargado el árbol de Navidad y allí lee la notica del asesinato de Darby, el exvendedor de arte.
Cuando llega a casa le dicen que la espera el señor Martin Donnelly, que desea hablar con ella.
Ya a solas, le muestra un montón de cartas, que le dice, su hija escribió a Darby, y por las que le pide 5.000 dólares al contado, leyéndole una de ellas, muy íntima.
Ella le pide que se vaya, amenazando con llamar a la policía.
Escucha a David, que le cuenta a su hermana la noticia del asesinato, pidiéndole esta el periódico.
Le dice a Donnelly que Bea es una niña y esas cartas no significan nada, aunque él dice que a la policía le resultarán muy interesantes, pues en ellas habla también del enfado de su madre por su relación.
Le cuenta que Darby les pidió dinero y, como no tenía otra cosa, les dejó las cartas, que ellos pensaban que no eran gran cosa, pero que aceptaron como garantía hasta que devolviera el crédito, con la suerte de que ahora valen más que cuando se las dejaron, gracias a su asesinato.
Cuando llega su suegro le dicen que Martin es compañero de Tom, por lo que lo invita a tomar una copa.
Entretanto, Bea le dice a su madre que lo saben todo de él, pues ha leído que estuvo en la cárcel. Que le mintió en todo, por lo que se alegra de su muerte.
Le cuenta luego a su madre que le escribió mucho y teme que encuentren las cartas, aunque su madre le dice que no las encontrarán.
Entretanto, Donnelly habla con el señor Harper, que está contento de tenerlo de contertulio, pues Martin es de Oregón y él de Boston.
Le dice luego que se tiene que ir, pero que volverán a verse, pues Lucia le va a ayudar a encontrar una casa por la zona.
A la salida, él le pregunta a Lucia dónde se encontrarán, diciéndole ella que no puede volver, pues no quiere volver a verle en su casa, diciendo él que no tendrá que volver si le entrega el dinero, diciendo ella que necesita tiempo para pensar, pues no tienen esos 5.000 dólares, pidiéndole él que piense en el modo de conseguirlos.
Finalmente lo cita en la agencia inmobiliaria.
Bea ni siquiera baja a desayunar, pues no quiere contestar ninguna pregunta y le propone a su madre le deje irse fuera durante unos días al lago Tahoe con su tía Edna.
Pese a lo que le dijo el día anterior, Donnelly llama a su puerta, recordándole ella que quedaron en verse en la oficina de la inmobiliaria, diciéndole él que pasó ya más de media hora de la hora a la que le citó.
Mientras la espera, ayuda a David con la bocina del coche, que no dejaba de sonar.
Van luego hacia la inmobiliaria en el coche de Donnelly, al que le pide que la lleve antes al centro comercial, pues tiene que hacer una llamada que no puede hacer desde casa y le indica que le será muy difícil ir a Los Angeles, pues prometió el coche a David y al abuelo y si va le harán muchas preguntas y además necesita tiempo para pensar, pues no puede conseguir el dinero fácilmente.
Desde el teléfono público del centro comercial llama a su hermana Edna para pedirle el favor de acoger a su hija, aunque Edna le dice que tiene mucha gente y que es mejor que espere a febrero.
Mientras ella habla, él le compra unos filtros, pues le dijo antes que fumaba demasiado.
Tras la llamada le pide que le dé tiempo hasta el miércoles, advirtiéndole él que es mejor que trate con él que con Nagel, su socio y debe cumplir con su petición.
Lucia le dice que no cree que tenga un socio y que, si existe, son solo dos estafadores, y que si fuera por ella ni intentaría pagar, que lo hace por su hija.
Le insiste en que espere al miércoles, diciendo que lo intentará.
Él le propone parar para almorzar, pero ella lo rechaza recordando que no son amigos.
Los policías investigan el asesinato y hablan con el viejo Harper, el suegro de Lucia, que dice no poder ayudarles más, que él pensaba que lo asesinaron en Los Angeles y lo llevaron hasta allí, pero los policías piensan que lo mataron allí, entre otras cosas porque lo hicieron con un ancla.
Cuando Lucia llega a casa le dicen que estuvieron los policías preguntando si alguien conocía a Darby, pues sospechaban que debía estar relacionado con alguna familia del vecindario porque lo mataron con un ancla por la forma de la herida, y saben además que el cuerpo fue llevado a la marisma en un pequeño bote que tuvo que salir de los alrededores.
Tom le dice luego a su nuera que varios pescadores la vieron fuera aquella mañana y por eso el teniente quiere hablar con ella, pues era la hora en que arrojaron el cadáver a la marisma, diciendo ella que no vio a nadie.
Recibe una llamada de Donnelly, que le dice que Nagel no quiere esperar. Que, como mucho lo hará hasta el lunes, y le indica que bastaría con que reuniera la mitad, pues le dijo ya a Nagel que renuncia a su parte y le asegura que si él tuviera dinero lo pagaría y todo terminaría el asunto, y que le gustaría que todo hubiera sido diferente, y que de todo eso ha sacado una cosa buena, conocerla.
Le pregunta luego por dónde suele ir, diciéndole que la esperará en la terminal.
Cuando Nagel le pregunta y él le dice que intentará tener el dinero para el lunes, Nagel dice que tendrá que visitarla él, diciéndole violentamente Donnelly que es cosa suya, diciéndole Nagel que esa mujer no es de su clase y que sabe que él no le cae bien, pero solo porque le recuerda lo que es, que no es una persona respetable.
Mientras hace números con todas las facturas, le dice a Sybil que deben ahorrar en luz, y anula el pedido de uno de sus vestidos.
Sybil ve en la bolsa de la compra los filtros que compró Donnelly, aunque como no sabe de dónde proceden, por lo que dice que los devolverá.
Va al banco, pero el director de la sucursal le dice que para los préstamos necesitan la firma de su marido, abriendo por ello su caja de seguridad de la que saca algunas joyas, acudiendo a una casa de préstamos para tratar de conseguir los 5.000 dólares.
Le preguntan para qué quiere el dinero, recordando ella que en el anuncio decía que sin preguntas, aunque le dicen que es necesario saber para qué es y cómo pagará, y cuando les dice que lo devolverá pagando 50 dólares al mes, le dicen que no podrán dárselo, pues eso supondría demasiado tiempo.
Le preguntan si tiene alguna garantía, diciendo ella que tiene sus joyas, aunque le dicen que no hacen préstamos sobre joyas, no pudiendo hacer de casa de empeños, pues una ley se lo impide.
Finalmente acude a una casa de empeños con las joyas, aunque le dicen que solo pueden darle 800, pese a que valen mucho más.
Va tras ello a la estación, donde le espera Donnelly, al que indica que solo pudo reunir 800 dólares, aunque él le dice que no ha ido por el dinero y le dice que puede recuperar sus joyas, pues Nagel no le hará nada ya, pues la policía detuvo al asesino de Darby.
Pese a ello, Lucia se siente turbada y le dice que a lo mejor ese hombre no lo hizo, diciendo él que ese hombre está ya en la cárcel y es un delincuente, diciendo ella que van a condenarlo por algo que no ha hecho y no debe ir a la cárcel por ello.
Se sientan a tomar un café y ella insiste en que él no lo hizo, preguntándole Donnelly si ella sabe quién fue.
Ella le confiesa que vio a Darby aquella mañana y esa noche fue a verla y se citaron en el embarcadero donde discutieron acaloradamente y ella acabó con él, aunque Donnelly no la cree, y le dice que un ancla es algo muy pesado, contando que lo empujó y cayó sobre el ancla.
Tampoco cree que pudiera cargar con él, aunque ella le asegura que lo hizo.
Martin le dice que debe repetir esa historia a nadie más y le pide que le dé su palabra, pues debe pensar en su familia.
Anuncian el autobús hacia Balboa, por lo que debe marcharse, diciéndole él que está libre de todo, insistiendo ella en que ese hombre es inocente, diciéndole Donnelly que es culpable de muchas otras cosas y sería inútil sacrificar a su familia por un delincuente, al que, si castigan por ello, será lo único útil que hizo en su vida y es lo correcto, y le dice que le devolverá las cartas, pidiendo ella que mejor se las envíe.
Tras dejarla, Donnelly va a ver a Nagel, pero no lo encuentra en su club, donde le cuentan que el acusado salió bajo fianza y Nagel salió y dijo que le apetecía oler el mar.
Cuando Lucia llega a su casa, Sybil le anuncia que está esperándola un hombre que se llama Nagel, advirtiéndole que no le gusta su aspecto y le espera en el embarcadero.
Antes de ir a verlo pasa por su casa, pues su familia está preocupada por la tardanza, animando a Bea a salir con los amigos e ir al cine, pues debe olvidar lo ocurrido, prestándole incluso su chaquetón de piel.
Cuando se marchan sus hijos se acerca a ver a Nagel, mostrándose Sybil muy preocupada.
Nagel le dice que Donnelly era fuerte hasta que la conoció, pero se ha ablandado, tras lo que le exige que le entregue los 5.000 dólares, pues ya finalizó el plazo, debiendo decirle ella que no consiguió el dinero ni tiene por qué hacerlo, pues sabe que detuvieron ya al asesino, aunque Nagel le informa que soltaron a Murray esa tarde.
Ella le dice que hará lo que debió hacer desde el principio, llamar a la policía, diciéndole Nagel que él también se pondrá al habla y mandará las cartas a los periódicos.
Llega entonces Donnelly, que escucha la discusión desde fuera, y oye cómo su socio le dice que no se moverá de allí hasta que tenga el dinero.
Donnelly entra y le recuerda que le dijo que no se acercara a ella, tras lo que lo golpea con fuerza.
Pero Nagel responde y se entabla una pelea entre ambos, aunque Donnelly es más fuerte y acaba ahogándolo, sin que los intentos de defenderse de Nagel con una botella rota sirvan para nada.
Ella trata de ayudarle, pues sangra, pero él le dice que deben sacarlo de allí, diciendo ella que hay que llamar a la policía y contarles la verdad y dirá que la culpa es suya y que lo hizo por ella.
Pero él dice que no la creerán, pues no creen a tipos como él, diciéndole Lucia que él no es como Nagel, diciendo él que no, que Nagel era mejor, pues no se engañaba a sí mismo y no se hacía ilusiones respecto a sí mismo.
Le cuenta luego que nunca hasta entonces había matado a un hombre y que, cuando era pequeño, su madre quería que fuera sacerdote. No comprendía que él era la oveja negra de sus cinco hermanos y nunca hizo una cosa honrada ni sintió deseos de hacerla hasta que apareció ella y entonces pensó en si podría borrar el pasado y empezar de cero, pero al intentar hacerlo se encontró con ese problema entre las manos y piensa que es ese su destino y le pide que no cometa el mismo error que cometió su madre, pues no lo conoce, pero la policía sí lo conoce bien.
Pero ella dice que no consentirá que asuma esa carga y que le persigan por asesinato durante el resto de su vida, pues ella le metió en eso por su forma de actuar y piensa decir la verdad. Contar lo que había entre Bea y Darby, y su comportamiento.
Él le pide que, antes de hacerlo le lleve algo de beber.
Va a casa y pide a Sybil unas vendas para Donnelly, mientras ella busca una bebida, aunque cuando regresa con todo al cobertizo escucha el ruido de un motor, viendo cómo Donnelly se aleja llevando a Nagel.
Lucia sale tras él, acompañada por Sybil, en su coche.
Esta le dice que no le ayudará si avisa a la policía, diciendo Lucia que mentirá y no contará lo del chantaje, mientras lamenta que no quisiera escucharle.
Mientras conduce, Martin busca en los bolsillos de Nagel las cartas de Bea, lo que le hace despistarse y acaba saliéndose de la carretera y chocando contra una valla que rompe y cae por un terraplén chocando contra un árbol y volcando el coche.
Cuando llega Lucia al lugar del suceso, ve el coche volcado y trata de ayudar a Martin, que está atrapado y no puede salir, por lo que le pide a ella que se marche, aunque ella pide a Sybil que coja su coche y vaya a pedir ayuda.
Él le entrega las cartas y le pide que se marche, pues no pueden verla allí. Que todo ha salido bien, pues al encontrar allí a Nagel no sabrán qué pasó, pero lo echará todo a perder si la encuentran a ella.
Pero ella no para de llorar y se niega a dejarlo allí, explicándole él que lo llevarán al hospital y acabará todo bien, consiguiendo convencerla para que se marche.
Sube al coche con Sybil, que lo conduce y se alejan.
Pero en su casa sigue llorando, cuando recibe la llamada desde Berlín de su marido.
Mientras baja para hablar con él llegan sus hijos del cine y le cuentan que la policía les obligó a dar un rodeo debido a un accidente, y que el hombre accidentado confesó que él era el asesino de Darby, justo antes de morir.
Ella, tratando de sujetar el llanto, habla con su marido y le dice que le enviaron sus regalos de Navidad y que todo está bien, excepto porque le echan de menos.