El autor
España / México (2017) *
Duración: 112 min.
Música: José Luis Perales, Pablo Perales Carrasco
Fotografía: Pau Esteve Birba
Guion: Alejandro Hernández y Manuel Martín Cuenca (N.: Javier Cercas)
Dirección: Manuel Martín Cuenca
Intérpretes: Javier Gutiérrez (Álvaro), Antonio de la Torre (Juan), Adelfa Calvo (Lola), María León (Amanda), Adriana Paz (Irene), Tenoch Huerta (Enrique), Rafael Téllez (Felipe Montero), José Carlos Carmona (Jesús), Alberto González (Alfonso).
Sevilla. Verano de 2017. Un grupo de personas observa un documental sobre pingüinos, mientras un conferenciante les explica que al público le interesa el drama, que es la lucha del héroe por superar los obstáculos que le impiden cumplir su objetivo, y por ello los escritores deben hacerse tres preguntas: ¿Quién quiere qué?, ¿Qué ocurre si no lo logra? y ¿Por qué ahora?
Interrumpe la charla el timbre del móvil de Álvaro, uno de los asistentes, que llega de forma precipitada poco después al acto de entrega de la medalla de Andalucía a Amanda Carvajal, su mujer, que señalan es la nueva voz de la literatura popular española, tras haber vendido más de 300.000 ejemplares de su novela.
Ella da gracias a Álvaro, su marido, que dice siempre la alentó, y en especial a Bruno, "su pequeñín", entre lágrimas.
También llega tarde al día siguiente a la notaría donde trabaja, y donde Jesús, su compañero, le dice que su mujer está en toda la prensa y no para de hablar, contándole historias de su vida cotidiana que no le atraen nada.
Cuando por la noche llega a casa, le espera Bruno, su perro, el "pequeñín", que se escapa y al que debe seguir hasta un coche donde hay una pareja haciendo el amor que enseguida descubre son Amanda y otro hombre.
Decide marcharse de casa, sorprendiéndole dormido en su despacho el notario, que le pide que lo saque todo y no vuelva a quedarse a dormir allí.
Comienza a mirar pisos, alquilando uno cercano.
Pero el notario le pide que le cuente lo que le pasa y le dice que no puede seguir así, pues no está a lo que está, pidiéndole que se tome unas vacaciones y se relaje.
Álvaro acepta y se instala en el nuevo piso y se dedica a escribir, leyendo en el taller de escritura al que acude sus páginas.
Pero Juan, el profesor no le deja terminar. Le dice que no puede creer que después de tres años, siga poniendo nombres anglosajones a sus personajes, algo absurdo para gente que vive en Sevilla, acusándolo de hueco y pretencioso, no habiendo escrito en esos tres años nada que de verdad haya pasado, algo que tenga verdad.
Una noche, al regresar a su casa encuentra a Amanda sentada en la puerta.
Ella le cuenta que se va de gira a recorrer los centros del Corte Inglés con su libro y que se llevará a Bruno, al que cuidará un azafato, acusándolo de comportarse como un inmaduro, pues no sabe estar en el presente, y que su ayudante, Manu, le ha explicado que su problema es que está celoso de su éxito y de que, después de haber invertido mucho tiempo de su vida en cursos ella haya logrado el éxito, y le duele más eso que el hecho de que le pusiera los cuernos, diciéndole que lo mejor es que asuma que no tiene talento y que afronte la vida.
Pero Álvaro se ofende y le dice que su libro es literatura simplona y de masas, y de un subgénero, asegurándole que no tiene envidia, pues él desea escribir literatura de verdad y necesita encontrar su propia voz, que le está diciendo que debe enviarla a tomar por el culo.
Escribe sobre ello y sobre el rostro petrificado de ella al decirle esto. Había recibido un golpe a su falta de humildad, pues nadie hasta entonces la había mandado a tomar por el culo.
Ese día, el profesor le dice que por fin ve algo con garra y con vida y se siente sorprendido, pues le confiesa que creía que se hundiría tras su crítica, pero que le ha demostrado que hay un escritor dentro y ese día le aplauden.
A la salida le dice que ha leído el libro de su mujer, y que es escritura facilona pero que hace reír y le dice que debería llevarla un día para que dé una charla sobre subgéneros.
Visto su éxito, a partir de ese momento se dedica a observar lo que ve a su alrededor.
Al llegar al portal ve cómo la ambulancia se lleva a un vecino mayor.
Tras ir al baño y abrir la ventana escucha la conversación de unos vecinos mexicanos, de los que ve también sus sombras cuando están en la cocina.
Escucha también a otra vecina cantar una canción de Isabel Pantoja.
Ve al anciano al que se llevó la ambulancia el día anterior, ya bien, y que ve que va a comprar fruta al mercado, y se ofrece a ayudarle con las bolsas y al que cuenta que es su nuevo vecino y que vio cómo se lo llevaba la ambulancia, contándole que eran gases.
Mientras espera el ascensor ve a su vecina la mexicana, que se presenta como Irene, que finalmente parece molesta por cómo la observa y sube andando.
Una vez arriba vuelve al baño y abre la ventana y apaga la luz, colocando su móvil para grabar todo lo que se oiga por el patio, escuchándolos discutir y luego hacer el amor.
Al final de la siguiente clase se queda a hablar con el profesor y lo invita a tomar un vino para hablarle de su proyecto, una novela sobre un edificio que retrata la realidad social de su tiempo como hizo Cela con "La colmena", mostrándole las primeras páginas, aceptando Juan ser su consejero por la tarifa de la escuela, aunque pidiéndole que le lleve a mejores restaurantes.
Tras realizar un croquis se sienta ante el ordenador, aunque le cuesta decidir cómo comenzar, decidiendo, tras recordar lo que les dijo el profesor sobre Hemingway se pone a escribir desnudo tras colocar sus dos cojones sobre la mesa.
Pero en ese momento llaman al timbre y debe vestirse, viendo que se trata de Lola, la portera, que le lleva un documento del dueño del piso, y aprovecha para ofrecerse para lo que desee, diciéndole que están contentos de tenerlo como nuevo inquilino.
Más tarde Álvaro le devuelve la visita y le lleva unos bombones, invitándolo ella a tomar un café, y diciéndole que se ha fijado en que tiene muy buenas piernas.
Álvaro le pregunta por los vecinos, diciéndole ella que sabe lo justo, y que le da igual que el señor Montero sea un viejo maniático o que los ecuatorianos vivan por encima de sus posibilidades, aunque acaba por contarle que el señor Montero fue militar.
Le pregunta por los ecuatorianos, contándole ella que él trabaja en una fábrica.
En su pizarra escribe después que la portera es morbosa y racista y tiene una convivencia fría con su marido, y trabaja en casa de Montero, ex militar solo y facha.
Se hace el encontradizo con Irene, su vecina, al salir de casa, contándole ella que es mexicana, aunque vuelve a rehuirle y baja andando.
Por la noche escucha sus conversaciones y oye cómo Enrique, le cuenta a Irene que fueron a verlos los del sindicato y los despidos se harán, empezando ella a lamentarse, diciendo él que hablará con algún abogado, mientras ella asegura que no piensa volver a México.
Al día siguiente Álvaro vuelve a casa de Lola, la portera, de nuevo con bombones, pero además en pantalón corto, pues, le dice, salió a correr, pero tuvo una contractura.
Lo invita de nuevo a café y él le cuenta que ha escuchado a sus vecinos cuando se acuestan, reconociendo ella haberlos oído también alguna vez y que le pone un poco.
Le cuenta la conversación que escuchó la noche anterior y él dice, le gustaría ayudarles, porque es abogado, pero que no puede decir que conoce su situación.
Acaban acostándose, contándole Lola después que su marido la tiene abandonada y que él le gusta porque no es de los que creen que lo saben todo, como el señor Montero que es maniático con el orden, la limpieza y la seguridad y que está solo porque el amigo con el que antes jugaba al ajedrez murió, y se queja porque ahora no tiene con quién jugar.
Ella le ayuda al día siguiente a hacerse el encontradizo con el vecino, dejando que al tropezarse con él se le caigan unas piezas de ajedrez, que le pregunta si le gusta, diciéndole que si quiere pueden quedar para echar una partida.
Se hace también el encontradizo con Enrique, su vecino, con el que baja, siendo abordado abajo por Lola que le da las gracias y le dice que su sobrina está muy contenta de que la asesorara con su nuevo contrato.
Al haberlo oído, y camino del autobús, el hombre le pregunta si es abogado, contándole él que trabaja en una notaría, pero que es abogado especializado en Derecho Laboral, contándole Enrique una vez en el autobús que su empresa congeló sus sueldos y amenaza con un ERE y sus compañeros piensan en declarar una huelga, pidiéndole que les eche un vistazo a sus papeles, asegurándole Álvaro que le ayudará como vecino para ver qué indemnización le corresponde.
A su vez, él recurre a su amigo Álex, que sí es abogado laboralista, y que le dice que su vecino tiene todas las de ganar si va a un juicio y reclama, ofreciéndose incluso para llevar el asunto, aunque Álvaro lo rechaza.
En su siguiente clase Juan, les dice que ha invitado a una de las plumas femeninas más brillantes de la literatura de los últimos años, que cuenta en su novela la decadencia de un matrimonio gris y mediocre, presentándoles a Amanda García.
Tras la charla, Álvaro y Amanda van a tomar una copa, contándole que Juan fue a verla a una de las firmas de su libro y le contó lo de su novela, adelantándole incluso algunas páginas de este, lo que le indigna, marchándose cuando se les une Juan.
Álvaro invita a Enrique a un café para que le informe, y en vez de lo que le dijo Álex, le dice que no hay posibilidades de que se acepte su recurso.
Y tras darle la noticia escucha la conversación de Enrique con su mujer, escuchándole cómo le cuenta que deben barajar otras opciones, negándose Irene a escucharlas, contándole él lo que le dijo Álvaro, diciéndole Irene que no se puede conformar con eso, diciendo él que qué espera que haga, que se pegue un tiro o asalte un banco, diciendo ella que igual sí.
Con sus avances en la novela, invita a Juan a una marisquería.
Juan le dice que la discusión de los inmigrantes es real y precisa, pero sacar el tema del atraco a un banco le parece manido y previsible.
Álvaro le pregunta si cree que tiene talento, respondiendo este que no importa lo que él piense, pues siempre habrá alguien que piense que es un mediocre.
Álvaro le dice que podría haberse ahorrado el dinero de las clases, aunque Juan le dice que ese dinero lo paga porque disfruta yendo y escribiendo.
Álvaro va con Lola a un pub donde esta canta imitando a Isabel Pantoja. Luego, ella le dice que no quiere volver atrás, que solo pide seguir 10 años más como está. Que su marido no la cuidó ni en la cama ni fuera, y que se ha perdido tanto que ahora quiere tenerlo todo.
Álvaro le dice que es un personaje tremendo y brinda por hacer lo que les gusta.
Sube a jugar con su vecino Felipe al ajedrez, ofreciéndole tras la partida un coñac, contándole, mientras lo toman, que la democracia es una enfermedad, pues un país sin élite está perdido, pues el gobierno es una subasta y se pregunta por qué el voto de un ingeniero o licenciado vale lo mismo que el de la portera.
Un día llama a su puerta Irene su vecina que le dice que quiere darle las gracias por ayudar a su marido, aunque no desea que este sepa que fue a hablar con él y que ya le despidieron, diciéndole él que ya no se puede hacer nada.
Irene le dice que debería estar buscando trabajo, pero no tiene ánimo de salir y que de momento tiene desempleo, pero se acabará, diciéndole él que le deje el currículum de su marido, para intentar conseguirle un trabajo a través de la notaría.
Más tarde Álvaro escucha una conversación grabada entre el matrimonio. Oye cómo Enrique le pregunta para qué fue a hablar con su vecino, respondiendo esta que quería conocerlo, porque a veces él es muy confiado, echándole él en cara que le hablara de sus problemas, respondiéndole ella que fue él quien empezó con ello.
Durante su siguiente partida de ajedrez con Felipe, le cuenta que el banco le cobró por no haber movido su dinero, diciéndole este que a él no le engañan, pues lo tiene todo en su caja fuerte, que le muestra dónde la tiene y que le abre, preguntándole Álvaro si no le da miedo tener todo eso en casa, mostrándole que en la propia caja fuerte tiene una pistola, una Luger.
Ya en su casa, y en el baño, escucha a Irene regañando a Enrique y diciéndole que si no se pone a buscar trabajo lo hará ella, que le recuerda que dejó la carrera para cuidar a los niños porque así lo acordaron, y que cree que está haciendo eso porque quiere regresar a México, asegurándole que ella no piensa hacerlo.
Al marcharse da un portazo y a Álvaro se le cae el teléfono al patio, por lo que baja a la portería a pedir que le abran para recogerlo, diciéndole Lola, que piensa que es una excusa, que ella también lo echaba de menos.
Sube con el móvil y mientras escribe, escucha a Lola llamando a la puerta, diciéndole que su marido se durmió ya, aunque no le abre pese a todo.
Escucha en su móvil, que ahora tiene la pantalla rota, la discusión entre Enrique e Irene, observando que él está un poco borracho y aunque ella le pide que hable bajo para no despertar a sus hijos y a sus vecinos él grita diciéndole que no le importan.
Al día siguiente le dice a Irene que quiere invitarles a cenar y ponerles al día sobre el trabajo de su marido, citándolo ella para media hora más tarde en la calle, donde le dice que tiene muchas discusiones con su marido, como ya habrá podido escuchar, lo que él niega, tras lo que le dice que en México era diferente y lo pasaron muy mal al llegar a España, aunque consiguieron salir adelante y tiene miedo a que vuelva a ser el de antes.
Le cuenta que ella nunca trabajó, pero que ahora está dispuesta a hacer lo que sea para no quedarse en casa y pelear con él, y le pide por ello ayuda, mostrándose sugerente.
Él le dice que mediará con Montero, pues busca a alguien que le ayude, ante lo que ella le dice que hace mucho tiempo que no conocía a alguien como él, siempre dispuesto a ayudar a la gente, rogándole que no le diga nada a su marido.
Cuando regresa poco después a su casa, y mientras espera el ascensor, escucha la voz de Lola, que le dice que ha visto que está intentando acostarse con la extranjera dejándola a ella tirada, ante lo que Álvaro, hablándole ahora de usted, le dice que no sabe de qué le habla, y sin dar más explicaciones se sube andando a su casa.
Vuelve a invitar a Juan a un buen restaurante, diciéndole este que debe confesarle que le empieza a intrigar la historia, aunque le aconseja no centrarse tanto en lo de meterse en casa del viejo a robar, como en la tensión sexual con la vecina.
Le cuenta tras ello que Amanda le dio una buena idea. La del hombre que quiere escribir una novela y le convencen para robar en casa del abuelo, utilizando el robo como macguffin para contar una gran historia de amor.
Él se siente profundamente molesto al ver que ha estado hablando de su novela con Amanda, diciéndole Juan que cree que en realidad su enfado es porque se acuesta con otro, indignándose más al ver que le ha contado también que es un cornudo, ante lo que reacciona diciéndole que su mujer no tiene ni idea de escribir, diciéndole Juan que su mujer es mucha mujer, ante lo que, muy enfadado Álvaro se levanta de la mesa y le deja el dinero de la comida.
Juan le dice que esperaba que sería más valiente y llegaría hasta el final, pero que le importa más su corazón roto que la novela y no tiene huevos para ser escritor.
Cuando llega a su casa es abordado por Lola, que le dice que es un mentiroso, pues no es cierto que trabaje en una notaría, pues fue a preguntar y le contaron que lo echaron por incompetente y que a ella no la deja nadie tirada, pues no es una jovencita estúpida, a lo que él le responde que lo de que no es una jovencita lo tiene claro, antes de irse.
Al día siguiente va a la notaría y exige ruidosamente hablar con Don Alfonso, saliendo entonces su compañero, Jesús, al que le pregunta cómo puede ser que haya perdido su trabajo y sin derecho a indemnización, respondiéndole su compañero que lleva dos meses sin ir a trabajar y Don Alfonso les dijo que había renunciado de forma voluntaria, asegurando él que fue Don Alfonso quien le pidió que cogiera unas vacaciones.
Y cuando Jesús le habla de la novela de su mujer, le dice que la novela de su mujer es literatura barata para gente como él que nunca ha leído nada serio, contando ante todos, que la pilló acostándose con otro en un coche y, asegurando entonces que le da igual perder ese trabajo, pues está escribiendo una novela de las de verdad, tras lo que se marcha.
Vuelve a ponerse a escribir ante el ordenador, de nuevo desnudo.
Sube a casa del señor Montero con un regalo, deseándole feliz cumpleaños, aunque el hombre le dice que su cumpleaños es el 21 de diciembre y que tiene 74 años.
Mientras juegan, le pregunta si su pistola dispara de verdad, lo que hace que el viejo se levante y vaya hasta la caja fuerte para mostrársela, fijándose él en la combinación.
Por la noche cena con sus vecinos y brindan por el futuro, diciendo él que ya les pasó su currículum a varios clientes, aprovechando el momento para hablarle del vecino del 5º, contándoles que guarda su dinero en su caja fuerte, porque dice no fiarse de los bancos.
Les dice que el hombre tiene mucho dinero gracias a una pensión de lujo por haber sido un militar franquista, mientras que sus hijos pueden quedarse sin comer, dándoles incluso la clave de la caja fuerte, 21121941, la fecha de su nacimiento.
Cuenta que a veces juega al ajedrez con él porque le da pena, pero que es muy desagradable, pues le pidió trabajo para una chica inmigrante como ellos y le dijo que se pegaba un tiro antes de contratar a un inmigrante, pues son todos unos perros asquerosos que viven por encima de sus posibilidades robando a la gente honrada y que se merecían que una enfermedad infecciosa acabase con ellos y con sus hijos como hizo el SIDA con los maricones.
Luego les oye discutir, diciéndole Enrique a Irene que no ha dejado de coquetear con Álvaro, echándole ella en cara que él no dejó de beber, diciendo é que se sintió celoso, diciéndole ella que debe espabilar, pues no se quedará sentada viendo cómo su vida se va a la mierda.
Le saca de su ensimismamiento con la escritura, al día siguiente, una llamada a su puerta, en la que encuentra una nota, yendo, tras leerla a verse con Irene, que le cuenta que va a dejar a su marido, al que encuentra nervioso y alterado, pues ya en México le pasaba y no está dispuesta a pasar de nuevo por ello, aunque Álvaro le recomienda que tenga paciencia, pues está pasando por un momento complicado, diciéndole ella que le preocupan sus hijos.
Él le insiste en que son momentos difíciles y debe apoyar a su marido.
Tras meditar un rato junto al río, regresa a su casa, pidiéndole Enrique una caja de herramientas, para desmontar unas camas y unos armarios, pues no pueden seguir pagando el apartamento y se van a marchar y ve a la pareja besarse tras decir que todo irá bien.
Observa su esquema, habiendo llegado a un callejón sin salida, tras haber rechazado las insinuaciones de Irene.
Esta vuelve a llamar a su puerta para devolverle sus herramientas, confirmándole que se marchan y dándole las gracias por su ayuda, tras lo que le despide.
Al día siguiente, le despiertan los gritos de una mujer, Lola, que dice que está muerto y que lo han asesinado y que llamen a la policía.
Sale a la puerta, viendo a sus vecinos, que también miran hacia arriba, de donde vienen los gritos, pidiéndole Lola, cuando baja, a Enrique, que llame a la policía.
Enrique entra a llamar mientras Irene y él se miran, regresando él a escribir.
La policía, acompañada por Lola, llama a su puerta y lo detienen, viendo al ser introducido al coche, entre sus vecinos, a Irene y a Enrique, abrazados, y, por supuesto, a Lola.
El juez lo interroga y le pregunta dónde pasó la noche de la muerte, diciendo que estaba en su casa, careciendo de coartada, aunque le dice que no debe creer a la chiflada de la portera, aunque el juez le dice que Lola les dijo que le sonsacó información sobre los vecinos, y en especial sobre el señor Montero, señalando él que a la portera no hay que sonsacarle nada.
Reconoce que lo vio un par de días antes y que jugaban de cuando en cuando al ajedrez y que conocía la existencia de la caja fuerte.
El juez le dice que le consta que tenía problemas de dinero tras perder su trabajo, tras lo que le muestra un destornillador que la policía encontró en su caja de herramientas y tiene manchas de sangre y ADN de él y del señor Montero.
Él responde que se los prestó a sus vecinos para una mudanza, preguntando el juez qué mudanza, pues no le consta que se fuera nadie de la casa.
El juez le dice que al señor Montero lo mataron con ese destornillador y tiene sus huellas, por lo que va a ordenar su ingreso en prisión sin fianza.
Álvaro cuenta a los policías que lo llevan a prisión que lo tenían planeado todo y lo sabían desde el principio, pero que es mejor así, pues el final es mejor y es genial, pues a él nunca se le habría ocurrido y ríe por lo listos que fueron y por su gran final.
Ya en prisión, y en el comedor, come junto a un gigantón al que le entrega un burdo dibujo que representa a un hombre violando a otro, y donde pone "Bigarren maricón".
El hombre se levanta y se dirige al que supuestamente le ofendió dispuesto a acabar con él.
Todos los presos corren a observar la pelea menos él, que se queda sentado observando la pelea mientras sonríe, antes de regresar a su celda para seguir escribiendo su historia.