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Quo vadis, Aida?
Quo vadis, Aida?

Quo vadis, Aida? (2020) * Bosnia Herzegovina, Austria, Rumanía, Bélgica, Alemania, Polonia, Francia, Turquía, Noruega

Duración: 104 min.

Música: Antoni Lazarkiewicz

Fotografía: Christine A. Maier

Guion: Jasmila Zbanic, (Libro: Hasan Nuhanovic)

Dirección: Jasmila Zbanic

Intérpretes: Jasna Djuricic (Aida Selmanagic), Izudin Bajrovic (Nihad Selmanagic), Boris Isakovic (General Ratko Mladic), Johan Heldenbergh (Coronel Thomas Karremans), Raymond Thiry (Comandante Rob Franken), Boris Ler (Hamdija Selmanagic), Dino Bajrovic (Sejo Selmanagic), Emir Hadžihafizbegovic (Joka), Edita Malovcic (Vesna), Minka Muftic (Munira), Teun Luijkx (Capitán Mintjes).

Bosnia, julio de 1995

La radio informa de que Srebrenica se está convirtiendo en un matadero, pues cada segundo, tres proyectiles caen sobre la ciudad y se preguntan si en el resto del mundo nadie se está dando cuenta de lo que está sucediendo.

Aida, que participa como intérprete, escucha al Coronel Karremans, que dice que hacen todo lo que pueden. Que les dieron a los serbios oficialmente un ultimátum hasta las 6 para retirar su artillería, o los aviones de la OTAN atacarán todas sus posiciones.

Pero los políticos locales a las que Aida tradujo estas palabras se quejan de que siempre les dicen lo mismo y nunca hacen nada. Que dijeron lo mismo tres días antes, cuando el ejército serbio entró en la zona de seguridad y dos días antes cuando asediaron la ciudad, y sus tanques están cada vez más cerca pese a sus promesas.

Ellos dicen que aunque Srebrenica sea una zona segura de la OTAN, no sirve de nada, pues los serbios entran cuando quieren y están bombardeando la ciudad.

Karremans asegura que los aviones atacarán como les dice, aunque el alcalde le dice que serán los responsables si no paran a los serbios.

Pero al día siguiente la gente corre por las calles para abandonarla ante la entrada de los tanques y de los soldados que atrapan al alcalde y a otras muchas personas, habiendo además centenares de muertos, siendo abandonada la ciudad por millares de personas, que llevan sus escasos enseres hacia el recinto de las Naciones Unidas vigiladas por cascos azules holandeses.

Aida trata de ayudar a organizarlo todo, aunque está preocupada también por su familia.

En el campamento de Naciones Unidas deben improvisar un hospital de campaña, sirviendo Aida como intérprete para los sanitarios, aunque pide permiso para salir a buscar a su familia entre la gente que se agolpa en las inmediaciones del campamento.

Uno de sus vecinos le dice que sus padres están fuera y no les dejan entrar porque los holandeses cerraron la puerta.

Consigue finalmente localizar a uno de sus hijos, pero su marido y su otro hijo están también fuera, viendo, cuando sale, a una enorme multitud afuera, junto a las alambradas.

Un amigo de su hijo le dice que lo está buscando y cuando lo encuentre se irán al bosque, que cree más seguro que aquello, aunque ella dice que allí estarán más seguro, pues son instalaciones de la OTAN.

Cuando consigue localizar finalmente a su familia, les pide que vayan hacia la puerta y trata de que les permiten pasar, pero los soldados le dicen que si los deja pasar, todos querrán entrar y dicen que la base está completa.

Entretanto, llega el general serbio Mladi?, al que los suyos informan de que la ciudad está despejada y es suya, pidiendo este que lo registren todo.

Mladi? lleva siempre con él un equipo de grabación, informando ese día a la cámara que están en la Srebrenica Serbia y es 11 de julio de 1995 y afirma que entregarán esa ciudad al pueblo serbio.

Se escuchan entonces algunos disparos, ordenando el general que llamen a la ONU y digan que si escuchan un solo disparo bombardearán su base.

Karremans solicita ayuda a sus superiores, pues tiene a 25.000 personas a su cargo y carecen de agua, comida y retretes para todos y pregunta de qué sirve un ultimátum si no se cumple, y exige los ataques aéreos prometidos.

Aida trata de hablar con el coronel para que deje entrar a su familia, pero es reclamada por el comandante Franken para que le acompañe.

El comandante dice con un megáfono, a los refugiados que están adentro que el general Mladic busca representantes civiles para que negocien con él, por lo que buscan algún voluntario, aunque nadie se presenta, pues los que podrían hacerlo están en el bosque.

Algunos proponen a un empresario local, aunque necesitan a dos personas más con estudios, indicando Aida que su marido era director de la escuela, proponiendo que le dejen ir a cambio de dejar entrar a su familia, aunque le insiste que no puede dejarlos, aunque al no encontrar a nadie acepta que vaya el marido de Aida, y le dice que necesitan también a una mujer, ofreciéndose ella, aunque la rechaza.

Finalmente dejan entrar a su marido y a sus hijos por la noche para evitar los conflictos, aunque la gente se queja igualmente, pese a que ella dice que entran porque van a hablar con Mladi?.

Aida le cuenta a Nihad, su marido, que le ofreció como negociador porque era la única forma de que les dejaran entrar, aunque él dice que no es el más adecuado y pide que diga algo para que vayan sin él.

Una mujer rompe aguas y pide su ayuda como intérprete, debiendo ayudar varios sanitarios sin experiencias en partos.

Entretanto Karremans sigue tratando de pedir explicaciones por la falta de apoyo aéreo, aunque no consigue hablar con nadie importante, pues le señalan que todos están de vacaciones, lo que le hace perder los nervios sin saber qué hacer.

Mientras descansan, Aida habla con uno de los sanitarios al que le cuenta que cuando acabe la guerra volverá a dar clases, que es lo que le hace feliz.

Le dice que su hijo pequeño, en condiciones normales estaría a punto de terminar el instituto y el mayor en la universidad. Que este tiene una banda y sueña ser una estrella del pop, comparten luego un porro para tratar de relajarse.

Tras fumarlo recuerda otros tiempos de fiesta y alegría. Y en concreto un concurso al mejor peinado de Bosnia del año 1991-1992 en que participó y en que bailaban.

Camino de la reunión con Mladi?, Karremans les dice, cuando le preguntan por el ultimátum, que no quieren que se enfaden los serbios, pues nadie quiere lidiar con ese monstruo.

Empiezan presentándose al general, viendo la mujer que participa representando a los bosnios ?amila y que es economista, entre los hombres que acompañan a Mladi? a un antiguo compañero de colegio.

Nihad cuenta que fue director del instituto y profesor de Historia

El general les dice que quiere ayudarles, pero como fueron derrotados les exige total colaboración. Que no tienen ninguna razón para morir y podrán sobrevivir o desaparecer, exigiéndoles para lo primero que todos los hombres que estén armados, incluso aunque hayan cometido crímenes de guerra, entreguen las armas y se rindan.

Dice que respetarán los deseos de todos. Que podrán quedarse o marcharse, poniendo ellos si es así los vehículos para que puedan hacerlo.

Karremans se ofrece para colaborar en la evacuación, aunque reconoce que no tienen medios para hacerlo, pues no han recibido combustible desde febrero, diciéndoles Mladi? que él se lo proporcionará y que no atacarán a sus tropas.

El coronel indica que la ONU escoltará los autobuses y elaborará un plan de evacuación, diciéndoles Mladi? que garantiza la seguridad de los inocentes.

Mientras se celebra la reunión, llegan, en una tanqueta, un grupo de soldados serbios al campamento de Naciones Unidas, que les preguntan por los civiles, diciéndoles que tienen entre 4.000 y 5.000.

El militar les dice que quiere entrar, pues quiere comprobar si dentro hay soldados armados, y, aunque le dicen que solo hay civiles, el militar insiste en que debe comprobarlo, aunque le dicen que es un recinto de Naciones Unidas.

Ante la negativa, el militar llama a Mladi?, pidiendo Karremans que les dejen entrar, aunque el comandante Franken insisten en que ningún militar armado puede entrar en la zona segura, pues si entran armados cundirá el pánico, exigiéndole Karremans que les deje pasar.

Entran en la base los soldados serbios y registran a los jóvenes, parándose ante el hijo mayor de Aida, que no se había levantado, preguntándole si mató a algún soldado serbio, asegurando él que no, diciendo su hermano que no era soldado.

Rompe la tensión creada con los dos hermanos el llanto de un niño, acercándose el militar al pequeño para preguntar por qué llora, diciéndole la mujer que tiene hambre y no tienen nada para comer, preguntando el militar a los holandeses si quieren matar a toda esa gente de hambre para echar la culpa a los serbios, ordenando que lleven pan para todos.

Cuando ven que no hay soldados, y mientras esperan la comida, Aida les pide a sus hijos que cojan solo sus mochilas y se vayan con ella, y, cuando poco después los serbios lanzan barras de pan a la gente, Aida y sus hijos se alejan.

Hamdija, el hijo mayor dice que tendrían que haberse ido, que los más listos están en el bosque.

Los lleva hasta el hospital, y, aunque le dicen que solo puede pasar personal autorizado, ella les dice que hay soldados serbios armados dentro de la base y debe esconder a sus hijos en un lugar seguro, consiguiendo que les permitan estar allí un rato, aunque Hamdija insiste en que tiene que salir de allí, pues les van a matar y la madre les pide que paren para que no los echen, dándole una pastilla para calmarlo, pidiéndole que cuide de su hermano mientras ella no esté.

Cuando regresa el coronel con los negociadores ordena convocar una reunión para informar que acordaron reubicar a la población en un lugar seguro, y que el que desee puede volver a Srebrenica, aunque ella asegura que es solo teatro.

Al día siguiente llegan hasta la base centenares de autobuses escoltados por tanques para la evacuación, y acompañándolos, Mladi?, siempre con su equipo de filmación, informando a los refugiados que se quedaron fuera del campamento que les van a llevar a Klandanj, primero a mujeres y niños y que les llevan agua y comida.

Empiezan en efecto a subir a las mujeres y los niños y registran a los hombres para ver si llevan armas, viendo una soldado de Naciones Unidas cómo se los llevan a ellos a la parte trasera de la base.

Sale entonces Karremans para recordar al general que el trato era que la gente podría elegir si quedarse o marcharse y que ellos escoltarían los autobuses y todavía no tienen el plan de evacuación, preguntando el general dónde está ese plan, que todavía no elaboraron, diciéndole Mladi? que puede, si lo desea, poner escoltas a los autobuses.

Cuando sale Nihad para recordar el trato, uno de los soldados lo abofetea.

Muchas familias se ven separadas a la fuerza, pues suben a las mujeres a los autobuses y a los hombres a camiones.

Otro intérprete indica que han visto los cadáveres de 9 hombres al otro lado de la valla y se queja, pues están matándolos a 200 metros de la base, por lo que Aida trata de hablar con el coronel Karremans para decirle lo que ocurre, pero este no quiere ni abrirles para escucharles.

Va por ello para hablar con el Comandante Franken y le pregunta si alguien sabe lo que está ocurriendo allí y si ha llamado a Naciones Unidas. Él dice que intentan hacer lo que pueden, recordándole ella que les prometieron que los serbios no entrarían en la ciudad.

La realidad es que están todos desolados sin saber qué hacer y abandonados.

Aida le dice a su marido que ellos se irán con los holandeses.

Nihad le dice a su mujer que él es el más cobarde de todos, diciéndole ella que han sobrevivido a tres años de guerra y tienen que permanecer juntos.

Aida observa desde dentro de la base a la gente que evacúan en los autobuses, que no paran de llegar.

Uno de los soldados la reconoce, pues fue profesora suya en el instituto y le pregunta por Hamdija, que ella dice se fue al bosque.

Completada la evacuación de los civiles de fuera, toca el turno a los que están dentro, que se preguntan por qué no les deja volver a Srebrenica, aunque algunos prefieren salir a ese incierto futuro que seguir allí encerrados y hacinados.

Para evitar que los serbios las encuentren, Aida decide destruir todas las fotos y el diario de Nihad, donde reflejó la vida que llevaron durante la guerra, día a día.

Cuando le piden a Aida su número de identificación en la base para introducirla junto con el nombre de todos los colaboradores que saldrán en el convoy de los holandeses, observa que no está el nombre de su familia, porque, le explican, solo pueden estar los empleados de la ONU y ellos no tienen acreditaciones.

Ella insiste en que pongan también sus nombres, yendo a ver al encargado de hacer las acreditaciones, aunque la máquina está rota, y aunque consiguió que el encargado de introducir los nombres los pusiera, ve que los tacharon de la lista, por lo que acude a ver a los mandos militares, interrumpiendo su reunión, diciéndole el coronel que añadir sus nombres pone en peligro a todos los acreditados.

Todos los jóvenes son subidos en camiones y Aida espera con angustia con su familia hasta que les piden que los no autorizados salgan, aunque ella insiste en que no se irán y que tendrán que sacarlos por la fuerza, asegurando que da igual que los maten los serbios o ellos.

Mientras terminan de evacuar a los de dentro, ella pide ayuda a uno de los sanitarios, pero este le dice que si los encuentran los matarán y a él también, por lo que le pide que intente esconderlos en uno de los camiones.

Llegan más soldados serbios con perros que rastrean todo.

Aida trata de conseguir que los escondan en alguno de los camiones que va a salir con material de la base, escondidos bajo las cajas, pero le dicen que no hay espacio.

Habla con el doctor, ofreciéndose incluso a dispararles en el pie para que vean que están heridos realmente, pero el doctor le dice que salieron ya tres camiones hacia el hospital con los internos y no le consta que llegara ninguno.

Cuando regresa a buscar a su familia ve que se los llevaron ya, encontrándolos en la fila, aunque los saca y se los lleva con ella y trata de esconderlos, subiéndolos a un camión mientras busca el modo de sacarlos con seguridad.

Fuera, se van llenando autobuses y camiones, gritando uno de los cascos azules que hay un hombre disfrazado de mujer que trata de colarse entre estas en un autobús, por lo que es descubierto y apartado, golpeando el resto de cascos azules a su compañero por chivato y por haber puesto en peligro la vida de esa persona.

El general, siempre grabando todo, sube a uno de los autobuses de la mujeres y dice que está allí para salvarlas.

Pero fuera, algunos soldados serbios se llevan a una muchacha joven para violarla.

Aida ve que encontraron a sus familiares y se los llevan. Le dicen que puede quedarse su marido como representante por las negociaciones, pero no puede hacer nada por sus hijos.

Nihad pide que cambien su nombre por el de sus hijos, pero Franken le dice que solo puede hacer eso, rogándole que ponga al menos a uno de sus hijos en la lista, pero el comandante les dice que no puede hacerlo y que estarán bien.

Ella dice entonces que irá con ellos, pero le dicen que no lo haga.

Corre tras sus hijos y su marido y ve cómo los suben en uno de los camiones, corriendo ella, aunque el soldado que fue alumno la retiene y le pide que regrese para no ponerse ella en peligro.

Los detenidos son llevados hasta una sala de cine, y les hacen tirar su documentación antes y los encierran, pidiéndoles que pongan las manos sobre la nuca.

Luego, desde unas ventanas que se abren en la parte superior de la sala ven cómo asoman las armas de fuego que empiezan a disparar contra ellos.

Años más tarde, Aida regresa a Srebrenica, yendo a su antigua casa, donde la recibe la mujer que vive en ella, a la que le pregunta si encontró alguna de sus fotos, diciendo ella que sí y que las guardó, yendo a buscarlas, entregándoselas junto con otras cosas.

La mujer le dice que durante años nadie preguntó por ese apartamento y pensaron que los propietarios estaban muertos.

Aida le explica que va a trabajar en el colegio como profesora de nuevo, diciéndole la mujer que tiene un niño que empezará a ir ese año al colegio, y que hace que la salude. Aida le cuenta que no logró encontrar los cuerpos de sus hijos y de su marido y sabe que no le dirán dónde los enterraron.

Le dice tras ello a la mujer que deben mudarse lo antes posible, diciendo la mujer que no cree que sea una buena idea, pues no cree que sea seguro, diciéndole ella que ya no tiene nada que perder.

Mientras baja la escalera se topa con un hombre, quedándose parada mientras escucha cómo este llega a su casa y saluda cariñosamente a su hijo, reconociendo en él al militar que años antes entró en la base de la ONU y se encaró con sus hijos.

Algún tiempo después encuentran una de las fosas comunes con víctimas, exponiendo las pertenencias encontradas, yendo familiares de desaparecidos a tratar de identificar algo que les indique si estos estaban allí enterrados.

De pronto, Aida se queda parada ante unos restos y llora.

Mira luego en su casa algunas de las fotos rescatadas con añoranza.

Vuelve, en efecto a dar clases y prepara a los niños para sus actuaciones ante sus padres, entre los que puede ver a algunos de aquellos militares que años antes participaron en las matanzas, y entre ellos el que ocupó su piso, animando y aplaudiendo a sus hijos.

En Srebrenica hubo 8.772 hombres asesinados.

Calificación: 3