Ninotchka
Ninotchka (1939) * USA
Duración: 110 min.
Música: Werner R. Heymann
Fotografía: William H. Daniels
Guion: Charles Brackett, Billy Wilder, Walter Reisch (Historia: Melchior Lengyel)
Dirección: Ernst Lubitsch
Intérpretes: Greta Garbo (Nina Ivanovna Yakushova / "Ninotchka"), Melvyn Douglas (Conde Léon d'Algout), Ina Claire (Gran Duquesa Swana), Sig Ruman (Iranoff), Felix Bressart (Buljanoff), Alexander Granach (Kopalski), Bela Lugosi (Comisario Razinin), Gregory Gaye (Conde Alexis Rakonin).
"Esta historia tiene lugar en París durante esos maravillosos días en los que una sirena era una morena y no una alarma… y si un francés apagaba la luz ¡No era por los ataques aéreos!".
Tres ciudadanos rusos entran uno tras otro en el hall del Clarence, un lujoso hotel parisino, comentando a su salida que no tienen algo así en Rusia y se preguntan cómo serán sus camas, comentando uno de ellos, Kopalski que se dice que si llamas a un timbre, viene un criado, si llamas dos veces, un camarero y si llamas tres veces viene una doncella, señalando Iranoff que podrían llamar 9 veces e indica que entrarán, aunque Buljanoff le dice que deben regresar al hotel Terminus, que es donde les hicieron las reservas desde Moscú, recordándoles que están en misión oficial, preguntando sus compañeros dónde está el valor del Buljanoff que luchó en las barricadas, al que ahora le da miedo tener una habitación con baño, indicando él que no quiere ir a Siberia.
Kopalski le dice que si Lenin estuviera vivo le diría que tiene la suerte de estar en París y que entre y llame tres veces, terciando Iranoff y diciendo que no diría eso, sino que diría "No puedes vivir en un hotel barato, ¿El prestigio bolchevique no significa nada para ti? ¿Quieres estar en un hotel en el que el agua caliente sale fría, y que por el grifo del agua fría no sale nada?", diciendo Buljanoff que su sitio está junto al pueblo, pero se pregunta quién es él para contradecir a Lenin, por lo que acaban entrando.
El director les advierte que las habitaciones son algo caras, preguntando ellos si pueden dejar su única maleta en su caja de seguridad, diciéndoles que tienen una suite con caja privada, aunque teme que no se adapte a sus convicciones, ya que es la Suite Real.
Ellos acuerdan contratarla acordando decir que escogieron esa suite por seguridad.
Una vez instalados en la gran suite, Iranoff llama a Mercier, el joyero, ante el que se presenta como miembro del Comité ruso de comercio, diciéndole que tienen allí las 14 piezas que formaban las joyas de la Gran Duquesa Swana, incluido el collar, ignorando que uno de los camareros, Rakonin, se queda para escucharlo.
Entretanto, el Conde Leon d'Algout llega a casa de Swana, que le pregunta por qué no fue la noche anterior, diciendo él que estuvo velando por los intereses de ella, pues cenó con los Guizot, unos periodistas, y vendió la idea de publicar sus memorias en la Gazette Parisienne, no teniendo que preocuparse de su futuro si consiente en hacerlo.
Llega entonces el camarero, el "Conde Rakonin", que le cuenta que sus joyas están en París. Que llegaron tres agentes soviéticos con ellas para vendérselas a Mercier.
Inmediatamente la duquesa llama a su abogado para contarle la noticia y pedir que haga que arresten a los soviéticos y recupere sus joyas, aunque Leon que le dijo que no tienen muchas esperanzas, pues el gobierno francés reconoció a la Rusia Soviética y no cree que se arriesguen a empezar una guerra por ella, y llevarlos a juicio costaría dinero.
Mercier acude a ver a los agentes rusos y admira el valor de la mercancía, pero, indica, piden demasiado. Señala que les interesa el negocio por su prestigio, aunque sabe que tendrán pérdidas y les asegura que nadie les dará más, sabiendo que hay otra comisión rusa en Nueva York para vender 15 Rembrandts y otra en Londres hipotecando el petróleo de Baku, lo que indica que necesita dinero rápidamente.
Comentan entre ellos que, aunque saben que quieren aprovecharse de ellos deben aceptar, pues necesitan el dinero, diciendo Kopalski que deben defender el honor de Rusia, indicando Buljanoff que pueden defenderlo 10 minutos más.
Llega entonces el conde d'Algout, que dice que desea hablar con Mercier, al que indica que espera que no haya cerrado el trato, pues las joyas perteneces a la Gran Duquesa Swana y el gobierno soviético las confiscó ilegalmente y él la representa como abogado y ha pedido una orden judicial que prohíbe que vendan o se lleven las joyas, diciendo Mercier tras escucharlo que se retira hasta que se aclare la denuncia pese a que ellos defienden que la confiscación fue legal.
Cuando se va el joyero los enviados soviéticos le dicen que ellos también hablarán con un abogado, diciéndole d'Algout que el juicio será ante un tribunal francés y a Swana la moda de primavera le favorece mucho y tanto el juez como el jurado serán franceses y deberían conocer un tribunal francés cuando una mujer bella sube al estrado, aunque ellos aseguran que no harán ninguna concesión.
Leon les propone comer juntos para hablar, haciéndoles pasar a un comedor privado al que llegan bandejas llenas de comida, y poco después una cigarrera en minifalda que sale poco después azorada, entrando tras ello un hombre con tres botellas de champán, subiendo poco después la cigarrera de nuevo, acompañada por otras dos compañeras.
Más tarde Kopalski está ya tirado en el suelo mientras una orquesta toca para ellos y una de las cigarreras baila con Buljanoff y las otras dos acompañan a Iranoff.
Y mientras ellos se divierten, d'Algout escribe un telegrama para Moscú en su nombre para el comisario del Comité de Comercio, Razinin, un hombre que aseguran no le gustaría, pues envía a la gente a Siberia, diciéndole: "Situación inesperada. Gran Duquesa Swana en París, reclama joyas y tiene orden contra venta o desplazamiento. Tras estudiarla largo y tendido creemos que, en interés de nuestro querido país un acuerdo del 50% es la mejor solución".
Kopalski indica que si la envían, acabarán en Siberia, pero están demasiado borrachos, y abrazan a Leon, e incluso a Rakonin, que llega con más champán y al que Leon le entrega el telegrama para que lo envíe.
Pronto los bolcheviques cambian sus sencillos gorros por elegantes sombreros y con ellos y elegantes trajes llegan al hotel donde hay un telegrama de Moscú indicando: "Detengan negociaciones. Enviado especial llega jueves 17'20 con completos poderes. Su autoridad queda cancelada" y ven que son ya las 17'00.
Iranoff llama a recepción para avisar de que ocupará la suite real un enviado de Moscú y pide que lleven sus cosas a la habitación más pequeña del hotel.
Corren tras ello a la estación para recibir al enviado, aunque desconocen su aspecto, viendo a un tipo que podría ser, aunque al seguirlo le ven saludar a una mujer con un "Heil Hitler", reparando finalmente con una mujer muy seria y sobriamente vestida y que se dirige a ellos y se presenta como Nina Ivanova Yakushova, enviada especial.
Iranoff le dice que de haber sabido que era una mujer le habrían llevado flores, aunque ella les pide que no se fijen en ella como mujer, pues está allí para trabajar, rechazando el ofrecimiento de un mozo de llevar sus maletas, no entendiendo ella que alguien deba llevar las maletas de otra persona, explicándole él que es su trabajo, diciendo ella que eso no es un trabajo, sino una injusticia social, a lo que el hombre responde que depende de la propina, rechazando ella el ofrecimiento de Kopalski también.
Le preguntan cómo van las cosas en Moscú, contándole ella que bien, pues los últimos juicios masivos fueron un éxito. Que hay menos rusos, pero mejores.
Mientras caminan hacia el hotel llama su atención un sombrero de mujer alargado, y se pregunta cómo puede sobrevivir una civilización que permite a sus mujeres ponerse eso sobre la cabeza.
Orgullosos, sus compañeros le muestran la habitación que le reservaron, preguntando ella qué parte de la habitación le corresponde, diciéndole Iranoff que allí no alquilan las habitaciones por partes y tuvieron que coger toda la suite, que pregunta cuánto cuesta, diciéndole que 2.000 francos, preguntando si a la semana, aclarándole que al día.
Ella recuerda que ese es el precio de una vaca, y si tienen que estar allí una semana le costará 7 vacas al pueblo ruso y se pregunta quién es ella para costarle 7 vacas al pueblo ruso, diciéndole ellos que la eligieron por la caja de seguridad.
Les explica que su telegrama fue recibido con estupor en Moscú y les pregunta qué les dice el abogado, reconociendo que no contrataron a ninguno y que tratan directamente con el representante de la Gran Duquesa, lo que, ella le dice que fue un error y que no tendrá tratos ni con la Gran Duquesa ni con su representante.
Mientras escribe a máquina les pregunta si tienen cigarrillos, llamando a recepción.
Les recuerda que se les encomendó una misión delicada. Necesitan vender sus posesiones al mundo porque necesitan el dinero para comprar tractores, y si dan la mitad a la Gran Duquesa, darán la mitad del pan a su enemigo, por lo que les pide que le lleven al mejor abogado de París y que le lleven la sección de la propiedad del Código Civil y que le consigan un buen mapa de la ciudad, pues durante su tiempo libre estudiará los logros técnicos de la ciudad.
Y de pronto llegan las tres vendedoras de tabaco, diciéndoles Ninotchka que han debido estar fumando mucho.
Ninotchka sale del hotel, topándose en una isleta en medio de la calle con el conde d'Algout, que va a cruzar, en dirección contraria, y le pregunta hasta cuándo deben esperar, diciéndole él que hasta que el policía vuelva a pitar, preguntando ella cada cuánto pitan, diciendo él que nunca se lo había planteado, y bromea diciendo que ha gastado una parte importante de su vida entre pitidos.
La ve luego consultando su plano, diciéndole ella que quiere ir a la Torre Eiffel porque le interesa, no por las vistas, sino desde el punto de vista técnico, diciéndole él que en eso no puede ayudarle, pues un parisino solo va a la torre para saltar por desesperación, preguntando ella cuánto tarda en caer, diciendo él que no lo cronometró la última vez que lo hizo, tratando luego de explicarle cómo ir hasta la torre, pidiéndole ella que no flirtee, preguntándole si la forma de abordarla es típica de la moral local, diciéndole él que es lo que ha hecho de París lo que es.
Ella le dice que oyó hablar de los hombres arrogantes de las sociedades capitalistas, pensando que su mayor poder adquisitivo les hace ser así.
Llega hasta la torre Eiffel y le pregunta a un conserje si conoce la anchura exacta de la base y su profundidad, diciéndole el hombre que no debe preocuparse, pues es segura.
Llega entonces el conde d'Algout con un libro y le va leyendo todos los datos técnicos.
Ella sube andando los 829 escalones, y los 254 a la parte superior, pese a que él le advierte que el ascensor va incluido en el precio de la entrada.
Él la espera arriba, diciéndole ella que es el producto desafortunado de una cultura en declive
Él le hace observar la belleza de la ciudad, diciendo ella que no niega tal belleza, pero le parece un gasto inútil de electricidad, mostrándole los bulevares, el Arco del Triunfo, Montmartre o Montparnasse. Y luego le hace mirar a través de un telescopio, diciéndole que será un franco, pero vale la pena, pues verá el lugar más especial de París.
Ella observa que es una casa como cualquier otra, diciendo él que es especial por su espíritu, diciéndole que es su casa, preguntando ella si quiere que vaya allí, diciendo él que no quiere que la malinterprete, diciendo ella que entonces irán, pues puede ser un interesante objeto de estudio.
Lo primero que llama su atención es Gaston, el mayordomo, observando ella que es muy mayor y no debería hacerle trabajar, diciendo Leon que él ya se ocupa de eso, preguntando ella si le azota, diciendo el conde que no, pero que la idea le encanta, animando ella al hombre asegurándole que algún día será libre.
Leon le ofrece bebida y comida, que ella rechaza, poniendo él la radio con música, mientras ella lo observa todo y le pregunta por su profesión, indicando que mantiene su cuerpo en forma, la cabeza alerta y al casero tranquilo, lo cual ocupa todo su tiempo, preguntando ella que hace por los hombres, reconociendo él que no gran cosa, aunque, bromea, sí por las mujeres.
Ella dice que su país sobrevivirá porque no hay nadie como él, que le dice le asusta, pero también le fascina.
Leon le pregunta si le atrae, diciendo ella que su apariencia general no le desagrada, preguntándose él si está enamorándose de ella, diciendo ella que el amor es la denominación romántica de un proceso biológico ordinario y acepta la existencia de un impulso natural, preguntando él qué puede hacer por estimular ese impulso, respondiendo ella que nada, pues químicamente son compatibles.
Él dice que reconoce que es un burgués anticuado, diciendo ella que también lo fue. Sus padres querían que se quedara en la granja, pero prefirió la bayoneta y la hirieron en Varsovia donde luchó como sargento de la Tercera Brigada de Caballería, mostrándole la herida de su cuello, que, dice, le infligió un lancero polaco de 16 años, aunque dice, no debe sentir lástima por ella, sino por el lancero, pues ella sigue viva.
Él asegura que nunca pensó que sentiría algo por un sargento.
Suenan las 12 en el reloj, diciendo Leon que es el momento en que las dos manos del reloj se unen y se besan y la mitad de París le hace el amor a la otra mitad.
Todas sus palabras cursis solo hacen que ella le diga que habla demasiado, ante lo que deja sus palabras y la besa, diciendo ella que es un descanso y le pide que lo repita, y cuando tras hacerlo vuelve a hablar, es ella la que le besa a él, quien le pide ahora que lo repita.
Les interrumpe una llamada telefónica.
Ninotchka le escucha hablando con Buljanoff que le cuenta que se anuló el trato porque llegó una enviada especial, respondiendo Leon que irá a verla cuando quiera, aunque su interlocutor le dice que ella no quiere verle, pidiéndole él su nombre, que Buljanoff le deletrea, quitándole Ninotchka el lápiz, apuntando ella el apellido.
Leon la mira luego, mientras recoge sus cosas, cuando le dicen el nombre, Ninotchka, pidiéndole ella que se olvide de ese encuentro, diciéndole él que mejor olviden la llamada y que se pelee con él al día siguiente.
Ella dice que él representa a la Rusia zarista y ella a la comunista, diciendo él que esa noche se representan a sí mismos y le recuerda que le besó, diciendo ella que también besó al lancero polaco.
La Gran Duquesa habla con una amiga. Dice que todo iba bien hasta tres días antes, que llegó una enviada de Moscú, y quiere ir a ver a Leon para ver en qué punto están.
Entretanto Ninotchka trabaja con un prestigioso abogado parisino, parando para ir a comer, preguntándole a un taxista dónde come él, diciéndole que en el Père Mathieu.
Leon, que llega en ese momento al hotel en un taxi la ve salir.
Ella llega al restaurante popular y, mientras estudia la carta llega Leon, que se hace el encontradizo.
Ella dice que la comida no le importa al dueño, diciéndole Leon que lo ha insultado y herido sus sentimientos, pues el hombre cree en la comida como ella en Marx, pero puede solucionarlo comiendo con deleite lo que le lleven.
Ella le dice que no le gusta que la siga, diciendo él que no lo hizo, que siempre come allí, diciendo ella que es un restaurante para trabajadores, asegurando él sentirse como en casa entre los trabajadores, y odia los lugares que frecuenta ella, como el Clarence, y trata de demostrar que es un cliente habitual saludando a otros comensales y le dice al dueño que le alegra volver a verle, aunque este le responde que siempre le alegre conocer a un nuevo cliente, diciendo Leon que le falla la memoria.
Pero Ninotchka le pregunta qué busca y le recuerda que ella no es Buljanoff, Iranoff ni Kopalski, y emplea métodos comerciales que en Rusia serían castigados con la muerte, diciéndole él que no necesitan hablar de negocios, pues cuando la invitó a su apartamento ignoraba que estaba relacionada con ese asunto y le pide que no se tome todo tan en serio y que sonría, pidiéndole ella que se vaya, diciendo él que no lo hará hasta haberla hecho reír una vez, y para lograrlo empieza a contarle un chiste, aunque lo deshecha, como hace con varios más que piensa que no le gustarán.
Y cuando le cuenta uno ve que no le hace gracia y cuenta otro que hace reír a todos los del restaurante menos a ella, por lo que le dice que no tiene ningún humor, y, enfadado se echa para atrás y, al apoyarse en su mesa esta cede y se cae.
Le sorprende ver que Ninotchka no solo ríe, sino que suelta una tremenda carcajada al ver su caída, al igual que los demás comensales.
Él, indignado, dice que no tiene gracia, pero luego acaba riendo como los demás,
Más tarde, reunida con los abogados, que le hablan de los argumentos legales contra la reclamación no puede evitar recordar lo ocurrido y reír con ganas.
Le informan que la vista no será hasta dos semanas más tarde, y todos se sorprenden al ver lo bien que se lo toma.
Sus camaradas también notan su cambio. De hecho, les dice que deben cambiar sus grises trajes de invierno y observar la primavera, viendo que, aunque en su país aún nieva, allí los pájaros ya cantan. Les dice que siempre le entristeció que las golondrinas abandonaran su país hacia los países capitalistas, pero ahora sabe por qué. En Rusia tienen los ideales, pero ellos el clima.
Incluso les da dinero para que puedan salir a divertirse, poniéndose contentos al ver que les entrega 50 francos, aunque luego les pide que le devuelvan 45.
Cuando se queda sola cierra todas las puertas y saca del arcón, donde lo tenía guardado bajo llave, el sombrero que vio al principio y que la pareció tan detestable.
Leon, elegantemente vestido pasea nervioso en su salón, preguntando a Gaston la hora a cada momento, diciéndole este que, desde que conoció a la bolchevique ha observado cambios en él, pues el día anterior se hizo la cama, confirmándole Leon que eso le hizo sentirse muy satisfecho todo el día, e incluso vio que tenía El Capital en su mesilla.
A Leon le extraña que sea él quien se alarme de esa influencia y le pregunta si no le gustaría que le tratara como un igual, y si no le gustaría patearle el culo cuando le da órdenes, diciendo Gaston que en absoluto, por lo que le llama reaccionario, no pudiendo
creer que no esté esperando el día de plantarse ante él y decirle que van a compartirlo todo, asegurando Gaston que esa idea le horroriza, y no solo porque le deba los dos últimos meses de sueldo, sino porque la idea de repartir su cuenta bancaria con él y que se lleve la mitad de sus ahorros es demasiado fuerte para él.
Cuando finalmente llaman, envía a Gastón a la cama y va a abrir, viéndose gratamente sorprendido al verla con su nueva y elegante vestimenta, aunque ella pregunta si no está ridícula, diciéndole él que está preciosa.
Le pregunta si recuerda su piso, diciendo ella que no estuvo allí nunca. Que debe estar pensando en otra persona. La chica del mapa, y ahora cogió incluso un taxi para su cita.
Él se dispone a besarla, diciéndole ella que solo son las 9, la hora, según él en que medio París le pregunta al otro medio por sus planes.
Ella propone quitarse el sombrero y escuchar música, que él dice pondrá bajita porque debe decirle cosas que no se dice en voz alta, tras lo que la besa.
Ella le confiesa que se despierta cada noche recordando sus chistes y ríe pese a que no tienen gracia y sabe que Kopalski, Buljanoff e Iranoff son unos granujas, pero recuerda quién los volvió así y, en vez de enviar un informe a Moscú, compra un sombrero ridículo.
Luego le dice algo que jamás pensó que diría porque nunca creyó que sería capaz de decirla, besándola nuevamente él, al verla incapaz de decirlo.
La ve luego sacar de su bolso un espejo y un pintalabios, comentando que es una bonita actitud para un sargento.
Le pregunta luego si ha hecho algún cambio en su apartamento, pues recuerda que vio el retrato de una mujer en un ancho marco de plata y que entonces pensó que tanta plata era un derroche, abriendo él el cajón del escritorio donde lo guardó, reconociendo Ninotchka en él a la Gran Duquesa, que ve que es muy elegante.
Él se siente halagado al observar que está celosa cuando le dice que no le pida nunca un retrato suyo, pues no soportaría verse metida en un cajón.
Leon llama al café de Lutèce a pedir una mesa para después de la Ópera de esa noche.
Por la noche el salón está muy animado y algunas parejas bailan.
Llega la duquesa con varios amigos y pide una mesa, diciéndole el recepcionista que ya la reservó el conde para dos, aclarando la condesa que no van con él.
Una de sus acompañantes propone marcharse, pero ella dice que quiere conocer a la bolchevique, pidiéndoles que no se rían si sorbe la sopa o se bebe el agua de lavarse las manos para no hacer sufrir a Leon, aunque teme que el portero no la deje entrar.
Pero poco después se sorprenden al ver la belleza y la elegancia de Ninotchka.
Leon le pregunta si prefiere el champán seco, diciendo que solo lo vio en un noticiario porque inauguraban un barco, y le dice que pasó de beber leche de cabra a tomar vodka y ahora champán, indicando que ha hecho el camino correcto, de la cabra a las uvas.
Ella lo prueba, poniendo un gesto de extrañeza, aunque luego sonríe y señala que le gusta mucho. Que pensaba que era fuerte y ve que es suave tras beberse la copa de un sorbo y pregunta si hay quien se embriague con él, tras lo que brindan por ellos.
La Gran Duquesa, Swana, que sacó a bailar a uno de sus acompañantes, un general, se hace la encontradiza con Leon, al que le pregunta si su frac es nuevo, y le recuerda que es el que ella le dijo que le convenía, presentándole él a la camarada Yakushova.
Se sienta con ellos para hablarle del triunfo de su perro en la exposición canina, recordando que fue el conde quien le regaló el perro por su cumpleaños y le dice a Ninotchka que no habrá entendido nada, ya que hablan
Le dice que están hablando en un lenguaje que ella no entenderá, aunque ella le asegura haber entendido muy bien todo, señalando Swana que debe estar perdiendo su sutileza, y acabará entendiéndola todo el mundo.
Antes de irse felicita a Ninotchka por su traje, preguntándole si es la moda de ese año en Moscú, diciendo ella que es la del anterior, diciéndole la Gran Duquesa que le alegra que las condiciones de la nueva Rusia hayan mejorado, diciendo que seguramente eso será lo que las obreras llevan en los bailes, diciendo Ninotchka que así es y que hubiera sido muy desagradable para las mujeres de su clase llevar vestidos escotados en la antigua Rusia, pues los latigazos de los cosacos en la espalda no les favorecían mucho y las mujeres son muy presumidas.
La Gran Duquesa dice que tiene razón en lo de los cosacos y que fue un gran error dejarles utilizar los látigos teniendo tan buenos fusiles.
Leon les pide que dejen de hablar del pasado, indicando Swana que lo único que les une es el pleito y habrá terminado el jueves y le dice que es una lástima que le quede tan poco tiempo para estar en París
Cuando se marcha, Ninotchka pide otra copa de champán, y pide a Leon que le cuente un chiste gracioso, aunque a él no le sale y le dice que lo único que habrá terminado el jueves es el pleito y que no habrá más jueves para ellos, que lo borrará del calendario.
Luego ella le pide que la saque a bailar, lo que hacen muy acaramelados, con ella muy achispada ya, diciendo que no sabe lo que le pasa, diciendo él que hizo el viaje de las cabras a las uvas demasiado deprisa, diciendo ella que todo es maravilloso, tras lo que empieza a llamar camaradas a todos diciendo que quiere hacer un gran discurso para derribar a la Gran Duquesa.
Él la saca de la pista y la envía al tocador a recomponerse, saliendo un grupo de mujeres del baño quejándose, yendo el encargado a decir a Leon que su acompañante está haciendo propaganda comunista en el tocador incitando a las empleadas a ir a la huelga, por lo que le pide que entre a buscarla, algo a lo que no se atreve, debiendo beber más.
Poco después llegan ambos borrachos al hotel y con otra botella de champán.
Ella afirma que es muy feliz, pero que nadie puede serlo sin recibir un castigo, y ella, dice, será castigada y con razón, porque es una traidora, pues cuando lo besó traicionó los valores rusos, y deberían por ello ponerla de pie contra la pared.
Él la lleva hasta la pared y le tapa los ojos con la servilleta que cubría la botella de champán, y cuando escucha el ruido del descorche cae como si la hubieran fusilado.
Purgada su falta, le pide música, por lo que buscan una radio, una caja con un botón que hay que girar, llegando hasta la caja fuerte y le va diciendo la clave para abrirla, viendo que dentro están las joyas de la Gran Duquesa. que dice son las lágrimas de la vieja Rusia, viendo una pieza por la que el zar vendió a 10.000 siervos, diciendo Leon que algún día venderá a Gastón por reaccionario y conseguirá para ella una diadema como la que saca de la caja y que le coloca en la cabeza, diciendo que él se la devuelve al Pueblo.
Ella está feliz, pero agotada, llevándola él en brazos a la cama antes de retirarse.
Ella entre sueños, le dice a la fotografía de Lenin de su mesilla, que es feliz.
La despierta el timbre de la puerta, entrando la Gran Duquesa que le dice que ya es mediodía, diciéndole Ninotchka que puede marcharse, pues Leon no está allí, respondiéndole que lo sabe y que no fue porque lo sospechara, ni para recoger su sombrero, que ve en ese momento, tirado en el suelo.
Ninotchka le dice, que, como ellos dicen siempre, aunque piensen lo contrario, está encantada con su visita, aunque, como ella no es tan civilizada le pide que se marche.
Swana le dice que eso es lo que ha ido a pedirle a ella, que se vaya de Francia en el avión que sale esa tarde.
Ninotchka le pregunta si aún cree que da órdenes desde su palacio de San Petersburgo, recordando ella que se lo quitaron ellos, como el amor de su pueblo, asegurando Ninotchka que el amor no puede quitarse, que no lo tenía.
La Gran Duquesa recuerda la impresión que causaba cuando salía al balcón, con su diadema y todas sus joyas, dándose cuenta Ninotchka en ese momento de que no lleva la diadema, por lo que corre a la caja fuerte, que encuentra vacía.
Corre para llamar a Leon, aunque Swana le dice que Leon no sabe nada de las joyas y que fue muy descuidada con ellas. Pero un amigo leal que estaba despierto la noche anterior cumplió con su deber de ruso y le muestra una de ellas que lleva en su pecho.
Ninotchka dice que los denunciará, diciéndole la Gran Duquesa que será bochornoso revelar las circunstancias en que las perdió, diciendo que asumirá las consecuencias, pero también ella, que tendrá que responder de cómo las consiguió, diciendo la mujer que se las entregó su madre y a ella la suya y no se puede robar lo que es de uno, a lo que Ninotchka le responde que siempre pertenecieron al pueblo ruso, que las pagó con su sangre.
Le recuerda que Francia reconoció a la URSS y según la ley soviética las joyas son del estado y Francia mantendrá esa posición, lo que Swana sabe, pero, dice, presentará el caso ante todos los tribunales y les llevará al menos dos años.
Ninotchka le dice que será muy costoso para ella. Que el dinero no tenía valor para ella cuando lo exprimía del pueblo, pero ya no es así.
Swana le dice que se le acabará el dinero, pero no el pan, como a sus camaradas.
Le hace por ello una proposición. Le entregará las joyas y extenderá los documentos legales que hagan falta si toma el avión de esa tarde a Moscú.
Ninotchka le dice que no es así como se reconquistará a Leon, aunque la Gran Duquesa le dice que no debe preocuparse de eso.
Le indica que tomando ese avión podrá cerrar el trato con el joyero, pero no tendrá tiempo para despedidas, proponiendo acompañarla ella personalmente al aeropuerto.
Se escucha entonces el teléfono, viendo que quien le llama es Leon, al que saluda con cariño y le dice que fue todo maravilloso, aunque, cuando él la invita a comer, ella dice que no podrá, pues tiene muchas cosas que hacer y está muy cansada, diciéndole que entonces la recogerá esa tarde a las 7 para cenar.
Llaman entonces a la puerta, apareciendo un camarero con un enorme ramo de flores, viendo que hay en él un sobre con una carta de Leon diciendo que mantuvo su primera promesa. Que envió a Gaston esa mañana al mercado y si mira entre las flores encontrará lo que le dieron por él, viendo que hay una botella de leche de cabra.
Ella le dice que llegó su regalo. Una cosa tan tonta, pero tan simpática, volviendo a despedirse hasta las 7.
Cuando la Gran Duquesa llega esa tarde a su casa, su doncella le informa de que la espera el conde d'Algout.
Ella se disculpa por su comportamiento la noche anterior, diciendo Leon que es él quien debe disculparse por no haber hablado antes, recordándole ella que acordaron no manifestar ni quejas ni pedir explicaciones y les ha ido muy bien así.
Él le pide que le escuche, y, aunque sabe que odia lo directo, le dice que se ha enamorado, diciendo ella que pensaba que era algo serio.
Él lo repite, diciendo que es algo serio, respondiendo ella que suena a regeneración, pero que siempre hace las cosas con retraso, y le dice que su regeneración llega también 5 minutos tarde, pues, en ese momento Ninotchka está volando hacia Moscú y le dice que si llama al teléfono se dará cuenta de que ya no tiene cita a las 7.
En el avión, Buljanoff, Kopalski e Iranoff lamentan haber estado en París y no haber subido a la torre Eiffel. Ella dice que es una notable obra de ingeniería, recordando que se asciende por una escalera de más de 1.000 peldaños, aunque el servicio de ascensor se incluye en el precio de la entrada.
Leon acude algún tiempo después a una agencia de viajes rusa intentando obtener el visado, escuchando cómo el empleado indica que la persona por la que pregunta ya no está allí, que le llamaron desde Rusia para investigarle y su viuda le dará más detalles.
Él pregunta si quitan de en medio a los empleados que regresan si no gusta a las autoridades lo que hicieron, indicando él que no siempre, pues él volvió dos veces.
Leon le entrega su pasaporte para que le pongan su visado, preguntando el funcionario para qué tiene que ir un conde a Rusia, diciendo él que por negocios privados, indicando el funcionario que no hay negocios privados en Rusia, por lo que acaba confesando que quiere ir a ver a una amiga. Que es algo personal que no tiene nada que ver con las ideas políticas.
Le dicen que no hay visado, pues no sabe si querrá volar una fábrica o un puente, diciendo que si no le dan el visado se plantará frente a su agencia y les boicoteará para que nadie vaya a su país, viendo cómo el funcionario se ríe, diciendo él que no habrá más vodka, ni caviar, ni Tchaikovski, aunque finalmente opta por darle un puñetazo, respondiendo el funcionario que no hay visado.
El día del Trabajo hay una gran manifestación en Moscú y, tras el desfile, Ninotchka regresa a su cuarto, donde Anna, su compañera, que toca el violonchelo, la ve preparar la mesa, explicándole que tiene invitados a comer.
Anna le dice que está muy rara desde que volvió de París, diciendo ella que no ha dicho nada de París, diciéndole Anna que eso es lo extraño y a todos les parece raro.
Le entrega tras ello un camisón de raso que quitó del tendedero tras ver que todas las mujeres se preguntaban de quién sería, lo que originó envidias, pues basta que lleves unas medias de seda para que te llamen contrarrevolucionaria.
Le cuenta que es lo único que trajo de su viaje, preguntándole Anna qué más llevaba, diciendo que un gorro que le avergonzaría llevar allí y un traje de noche, sorprendiéndose su compañero que haya un traje diferente para cada hora del día, diciéndole Ninotchka que en Rusia se visten para abrigarse, pero en París no se cubren del todo, pero no tienen frío.
Anna le pide que le deje su camisón para la luna de miel, decidiendo regalárselo.
Pone la radio y escucha noticias, por lo que la apaga murmurando que no hay música.
Llegan entonces Buljanoff, Kopalski e Iranoff, que comentan que es duro hacerse a la vuelta, pero que al menos están vivos y se lo deben al informe de Ninotchka a Razinin.
Ella trata de animarlos, y ellos simulan que lo consigue, comentando que al menos ya llega la primavera y con ella las golondrinas.
Ninotchka se dispone a hacer la tortilla, llevando cada uno un huevo, dándose cuenta Buljanoff de que el suyo se le rompió, aunque le dicen que lo compartirán.
Tras la cena, cantan animosamente y fuman hasta que llega la otra compañera de cuarto, la conductora de tranvía y pasa por tercera vez al servicio un vecino que todos saben que es informador.
Le llevan entonces una carta que llega desde París que recibe con alegría, aunque al abrirla su rostro se demuda, preguntando sus camaradas si trae malas noticias, mostrándole ella la carta, donde, bajo un sello de "censurada", ven tachado todo.
Antes de marcharse Buljanoff le dice que no pueden censurar los recuerdos.
En invierno Ninotchka acude a la oficina de Razinin para llevar el informe del material que pueden comercializar en los siguientes 4 meses.
El comisario le pregunta si sabe algo de Buljanoff, Kopalski e Iranoff, diciendo ella que no, a lo que Razinin apostilla que él tampoco. Que les envió a Constantinopla por el informe que hizo ella sobre París, en una misión de venta de pieles y llevan allí 6 semanas sin vender ninguna, habiendo recibido además un informe de que arrastran el buen nombre de su país por todos los locales de la ciudad.
Que de hecho tiraron una alfombra por la ventana del hotel y luego se quejaron a la dirección porque no voló, por lo que desea que vaya ella a Constantinopla para comprobarlo, y, aunque ella pide que encarguen a otra persona la misión y ruega que no vuelvan a enviarla al extranjero, pues es perturbador y quiere terminar su trabajo, el comisario insiste en que debe ir.
Sus tres amigos la esperan a pie de pista, muy elegantes y con un ramo de flores.
Ella les pregunta cómo pudieron abandonarse tanto y les dice que debe ser severa con ellos, pues tendrán que enfrentarse a Razinin, riendo ellos al escucharla.
Le hacen ver lo maravilloso que es poder hablar en voz alta sin nadie vigilándolos, aunque ella insiste en que tendrá que hacer un informe completo de sus negociaciones y una cuenta detallada de gastos y no sabe cómo podrá sacarlos de esa.
Entonces ellos le piden que sea su invitada, pues, le dicen, abrieron un restaurante con un letrero luminoso que dice "Cene con Buljanoff, Iranoff y Kopalski", preguntando ella si van a desertar, diciendo ellos que representan a Rusia y sirven a su país.
Le pregunta quién les dio esa idea, diciendo que Constantinopla tiene un atractivo irresistible que está en el aire, a la vuelta de cada esquina, en las calles, en un bazar, en un pasillo, o en un minarte, y ahora está en el balcón, viendo al mirar hacia este, a Leon, que le dice que como no le dejaban entrar a él, tuvo que hacerla salir a ella.
Va hacia Leon diciendo que debió imaginarse que era él quien estaba detrás de todo.
Cuando se quedan solos, Leon le dice que intentaron separarlo de ella, como si eso fuera posible, y como no podía seguir dando puñetazos en las narices a funcionarios rusos, buscó otra manera.
Le cuenta que le escribió a menudo, pero le devolvían todas las cartas, recordando ella que la única que le llegó comenzaba con "Querida Ninotchka y terminaba con "Siempre tuyo, Leon", diciéndole él que no le contará lo que había en medio, que se lo demostrará, aunque le costará un poco de tiempo. Toda una vida.
Ninotchka le dice que solo dispone de unos días, diciéndole él que si no sigue con él tendrá que seguir su lucha y viajará allá donde haya comisiones rusas y hará de ellos nuevos Buljanoffs, Kopalskis e Iranoffs y llenará el mundo de restaurantes rusos.
Le dice que una vez salvó su país volviendo, pero ahora solo puede salvarlo quedándose, respondiendo ella que si se trata de una elección entre su interés personal y el de su país, no tiene duda alguna, pues nadie podrá decir que Ninotchka fue una mala rusa, tras lo que se besan.
En el cartel del restaurante de cene con Buljanoff, Iranoff y Kopalski, la luz con el nombre del último permanece apagada.
Este se manifiesta frente a la puerta del restaurante con un cartel donde se puede leer que Buljanoff e Iranoff son injustos con Kopalski.