Lazzaro feliz
Lazzaro felice (2018) * Italia / Suiza / Francia / Alemania
Duración: 125 Min.
Música: Jean-Louis Valero
Fotografía: Hélène Louvart
Guion y Dirección: Alice Rohrwacher
Intérpretes: Adriano Tardiolo (Lazzaro), Alba Rohrwacher (Antonia adulta), Nicoletta Braschi (Marquesa Alfonsina De Luna), Luca Chikovani (Tancredi joven), Sergi López (Ultimo), Natalino Balasso (Nicola), Tommaso Ragno (Tancredi adulto), Agnese Graziani (Antonia jovrn), Carlo Massimino (Pippo), Edoardo Montalto (Pippo niño).
En Inviolata los aparceros viven hacinados en casas donde ni siquiera tienen bombillas en todas las habitaciones, por lo que se las reparten para tenerlas cada uno una noche.
Una de las noches un grupo de hombres canta una canción en la ventana de Mariagrazia, estando entre ellos su pretendiente.
Esta se muestra avergonzada y no quiere asomarse, aunque finalmente cede y permite que suban todos a cantar dentro de la casa, siendo testigos de la petición de manos, que después celebran cantando y bebiendo.
Cuando Lazzaro, que siempre acata las órdenes de todo con disciplina y sin quejarse se acerca al gallinero para llevar a una gallina que se había escapado, el vecino que está haciendo guardia para evitar que el lobo se coma al ganado, le pide a Lazzaro que haga la guardia por él durante un rato.
Pero Carletto no regresa de la fiesta, por lo que finalmente Lazzaro se queda dormido hasta que a la mañana siguiente le gasta una broma Pippo, un niño pequeño que le mete algo en la boca estando a punto de ahogarlo, debiendo ayudarle Antonia, la madre del niño para que no le ocurra nada.
Cuando recogen el tabaco, Lazzaro corre de un recolector a otro para recoger los haces.
De cuando en cuando aparece por allí Nicola, el contable de la marquesa para llevarles suministros y para hacer cuentas, bromeando con los campesinos sobre la marquesa, a la que los campesinos llaman la víbora venenosa.
Nicola hace las cuentas de todo lo que recogieron y resta lo que les llevó, y como se comió los capones el lobo ese mes tampoco reciben nada y aumenta su deuda.
Dispuestos a salir del pueblo, Mariagrazia y Giuseppe suben al camión para que los lleve a la ciudad, pero Nicola les dice que no pueden irse sin más, que deben pedir permiso a la marquesa y que esta loe los echará a todos si se van así, ante lo que Giuseppe se baja y dice que irán a pedir permiso a la marquesa.
Cuando esta, la marquesa Alfonsina de Luna anuncia su llegada, deben varias de las mujeres, entre ellas Antonia acudir a servirles, viendo como el hijo de la marquesa, Tancredi insiste en pedirle a su madre que le deje regresar a la ciudad, sin éxito.
Antonia le muestra a Lazzaro, que fue con Nicola a llevar cosas a la casa, la magnífica cubertería de plata de la familia.
Nicola le recuerda a la marquesa que el tabaco ya no se vende tan bien por culpa de la publicidad y cree que los campesinos están tramando algo.
Stefania y Pippo, muy pequeños escupen el queso de la marquesa cuando ven que pasa ante ellos sin que les dejen probarlo.
Tancredi se enfada con su madre que no le permite marcharse, y cuando sale de la casa para buscar a Ercule, su perrito, ve comiendo fuera, en la calle, a los campesinos, y a pesar de la miseria que padecen, Lazzaro le ofrece a Tancredi su bocadillo, que este rechaza, aunque pide que se lo de a Ercule, que tampoco lo come.
Tancredi tose y le explica a Lazzaro que es la tos del fumador, que se le quita fumando y luego necesita café.
Como Nicola le dio café, Lazzaro le invita a subir a la montaña con él, mostrándole su pequeño escondite donde le hace café, aunque una vez allí le pregunta si Nicola sabe que se esconde allí en vez de trabajar con los demás, indicando Lazzaro que está allí porque él se lo pidió, pero que él trabaja duro.
Cuando regresa, Tancredi le pregunta a su madre si no tiene miedo de que los campesinos descubran la verdad, asegurándole ella que los seres humanos son como los animales y si los liberan serán conscientes de su condición de esclavos y los condenará al sufrimiento, y ahora sufren, pero no lo saben.
La nueva máquina trilladora comienza a funcionar, teniendo a todos ocupados trabajando a pleno rendimiento.
Mientras descansan aparece Nicola preguntando si no han visto al marqués, pensando que tal vez se fue andando a la ciudad, diciéndole los agricultores que esperan que no, pues hay lobos, haciendo Nicola que todos salgan a buscarlo, aunque lo hacen sin demasiado entusiasmo.
Es Lazzaro quien lo encuentra al día siguiente en su refugio, donde se ha instalado y escucha música y le dice que oyó cómo le buscaban, pero que no piensa volver, pues le han secuestrado y le dice a Lazzaro, que no entiende nada, que ha sido él.
Le explica que su madre no debe saber que están conchabados y hay que luchar contra ella, pues piensa que ellos son animales y les explota.
Le escribe tras ello una carta a su madre diciéndole que le han secuestrado y teme por su vida, por lo que pide que deje una maleta con 1.000 millones en el sitio donde apareció la carta que firma con sangre, aunque como le da miedo cortarse, le pide a Lazzaro que lo haga él y ponga él su sangre.
Antonia es quien lleva la carta a casa de la marquesa tras encontrarla en el gallinero.
La hija de Nicola se asusta y piensa que deben llamar a la policía, pero la marquesa dice que no harán nada, pues es una de sus ocurrencias y por ello decide ignorarlo.
Tancredi le regala a Lazzaro un tirachinas que fabricó él, mientras estaba arriba, pero que no funciona.
Lazzaro le cuenta que no sabe quiénes son sus padres, pues vive con su abuela, diciéndole Tancredi que no extrañaría que fueran medio hermanos, pues su padre era un conquistador.
Pasean tras ello juntos por el paraje desértico, al que Lazzaro no le ve ninguna gracia, pero que, según Tancredi, parece el suelo de la luna.
Escuchan entonces a un lobo y aúllan los dos también, siendo escuchados en el pueblo.
Aunque le regañan por haber desaparecido y no estar trabajando, al día siguiente le sube comida a Tancredi y le explica que no dejaron el dinero y, aunque le pide que se quede con él, él le dice que tiene que trabajar.
La marquesa en sus ratos libres da clase a los niños, pero como estos necesitan trabajar, también por sus exigencias, no pueden ir a clase más que dos niñas.
Lazzaro se queda esa tarde parado bajo la lluvia, enfermando debido a ello, siendo su fiebre muy fuerte, por lo que deben acostarle, debiendo hacerlo en la cama de su abuela, ya que todas las demás están ocupadas.
Como no sube Lazzaro, Tancredi trata de encontrar fruta en los árboles, como higos, observando que allí arriba si tiene cobertura, por lo que llama a su casa para pedir que dejen el dinero, pues, indica, de lo contrario, le matarán.
Pero no es la marquesa quien coge el teléfono, sino Teresa, que sí está preocupada por él y decide, ignorando las instrucciones de la marquesa, llamar a la policía para contar
que secuestraron al marqués.
Preocupado por Tancredi, Lazzaro sale sin estar bien del todo, pero debido a su estado acaba cayendo por un terraplén.
Un helicóptero de la policía llega hasta la comarca, siendo observado por todos con curiosidad, mostrándose el jefe de la policía espantado al ver las condiciones de hacinamiento en que vive la gente del pueblo y el hecho de que no haya escuela, algo que ellos ven natural, pues, le dicen, es cosa de ricos.
Le cuentan que son los aparceros de la marquesa, a la que pertenecen, diciéndoles el policía que la aparecería está prohibida, y deben tener contratos y salarios, riéndose ellos, y diciendo que no solo no les paga, sino que siempre le deben ellos dinero.
Deciden llevárselos, observando cómo la gente tiene miedo incluso de cruzar un pequeño río de apenas unos centímetros para llegar a un autocar con el que los llevarán a la ciudad para identificarlos, sin esperar a Lazzaro, al que nadie va a buscar.
En el autocar, Antonia le cuenta a Pippo, su hijo el cuento de un viejo lobo hambriento y viejo, expulsado de la manada, y que perseguía a un hombre santo y bueno, también mayor, aunque cuando este cayó y el lobo fue a comerlo no lo hizo porque olió su aroma, el aroma a hombre bueno.
También un lobo ve a Lazzaro y se acerca a él y lo huele y se marcha.
Cuando despierta, Lazzaro regresa al pueblo, no viendo a nadie, por lo que se cuela en la casa de los marqueses, que está cerrada, y con pinta de estar abandonada.
Pero justamente hay en ella dos hombres que están robando cosas, y que ante Lazzaro se hacen pasar por encargados de mudanza, ayudándoles de hecho él a encontrar la cubertería de plata y a cargar algunas de las cosas, aunque se niegan a llevarlo a la ciudad, adonde le dicen puede ir andando, pues no hay demasiados kilómetros.
Comienza a andar, en efecto, topándose con un grupo de gente pobre, muchos de ellos inmigrantes, que buscan trabajo, observando que el encargado de ofrecerlo es Nicola, al que ve mucho más viejo, ofreciéndoles el trabajo en los campos de olivas a quienes pujan por menos dinero.
Lazzaro se presenta ante él, pero Nicola se asusta al verlo y le pide que se marche.
Continúa su camino, hasta llegar a una zona nevada atravesada por una carretera por la que comienza a caminar con mucho frío, dada su escasez de ropa, hasta llegar a una gasolinera donde ve el camión de los ladrones de Inviolata, que están atracando el local.
Al ver a Lazzaro lo toman como rehén y amenazan al gasolinero con matarlo si no les dan dinero, aunque el hombre le dice que no le importa, pues no es nada suyo, por lo que optan por llevarse solo las patatas, lo único que tienen a mano, llevando tras ello a Lazzaro en su camioneta hasta un descampado donde les espera una mujer, Antonia, que reconoce a Lazzaro, que puede ver que uno de los ladrones es su hijo Pippo, ya muy mayor, y que se siente fascinada al ver que Lazzaro sigue igual que cuando años atrás ellos abandonaron Inviolata, algo que piensa que es un milagro, por lo que pide a Pippo y a Ultimo, su marido, que se arrodillen ante él, decidiendo llevarlo con ellos para que pueda entrar en calor.
Antonia vive ahora con su familia junto a unas vías abandonadas, habiendo acondicionado como vivienda uno de los viejos depósitos, preguntando los padres de Antonia al ver a Lazzaro, aún joven, si es un demonio.
Lazzaro les pregunta por Tancredi y por qué no queda nadie en Inviolata, mostrándoles ellos un antiguo periódico donde se habla de la esclavitud de 54 jornaleros del tabaco obligados a trabajar sin percibir un salario por cuenta de Alfonsina de Luna, que fue detenida, pues la región permanecía aislada tras unas inundaciones en 1977 y explotaba a los campesinos, por lo que se le exigió una indemnización para estos.
Lazzaro observa los trenes que pasan junto a la vivienda, mientras la familia de Antonia determina que el chico debe trabajar y ayudarles.
Sale al día siguiente con Antonia y con Ultimo y ve cómo estos se dedican a vender los antiguos objetos que robaron de casa de la marquesa, como una cigarrera, que consiguen vender por 30 Euros, aunque luego observa Lazzaro que siguen teniéndola ellos pese a haberla vendido.
Pero Antonia no quiere utilizar a Lazzaro en sus estafas, deseando todas su familia librarse de él porque apenas les queda comida, aunque Lazzaro les consigue unas patatas, y les muestra que donde viven hay numerosas plantas justo donde viven que son comestibles y que ellos ignoraban y que pueden vender.
Un día, mientras recoge verdura junto a la vía, ve a un perrito que se quedó enganchado en la vía, y al que libera, escuchando cómo alguien lo llama Ercule, por lo que lo sigue, viendo que va con un Tancredi ya muy mayor.
Lazzaro lo sigue hasta un salón de baile, mostrándole cuando llega junto a él, su viejo tirachinas, viendo este, asombrado, que no ha envejecido y le pregunta dónde ha estado todo ese tiempo y por qué no volvió.
Lazzaro le cuenta que estuvo buscándolo, pero que tuvo fiebre.
Tancredi asegura que es su amuleto de la suerte, por lo que se lo lleva con él, contándole que está haciendo negocios, pues van a crear una presa en Inviolata y espera un crédito, aunque ve cómo echan a Tancredi del banco a patadas al comprobar que las propiedades de las que hablaba no le pertenecen, aunque lejos de parecer decepcionado Tancredi ríe.
Lo lleva hasta el lugar donde viven Antonia y su familia y esta y Tancredi se recuerdan y se reconocen, y cuando Ultimo le pregunta a Antonia quién es ese tipo, él se fija en las cosas que tienen allí y le dice que es el del cuadro que tienen, diciendo Ultimo que lo encontraron en un vertedero para no confesar su robo.
Mientras Lazzaro toca la gaita para todos, llega Stefania, ahora novia de Pippo.
Poco después Tancredi y Lazzaro imitan a los lobos como años antes y ve que le responden. Recuerda que así era años atrás.
Tancredi les invita a comer al día siguiente a su casa, antes de despedirse, aunque les pide que se arreglen un poco, pues estará su mujer.
Se arreglan en efecto lo mejor que pueden para acudir a la cita, y planean comprar unos pasteles para llevar, gastándose todo su dinero.
Ven que el edificio donde vive Tancredi es antiguo, por lo que se sienten decepcionados, y cuando llaman les abre una mujer, que Antonia reconoce como Teresa y que no sabía nada de la invitación de Tancredi, y les dice que debe ser un error, por lo que deben marcharse sin comer, aunque antes les pide que le den los pasteles que llevaba, ya que su situación es trágica, pues el banco se lo quitó todo.
Deciden regresar, pero ven que el camión está roto.
Escuchan un órgano cerca y Lazzaro se queda entusiasmado escuchándolo, por lo que entran a la iglesia de la que sale el sonido, aunque una monja les echa, pues, les dice, es una misa privada.
Cuando el organista trata de tocar, ve que la música no suena allí, parece que se marcha afuera de la iglesia.
Mientras Lazzaro y los demás empujan el camión, de pronto escuchan la música del órgano que no son capaces de adivinar de dónde viene, pues parece provenir del cielo, por lo que se quedan extasiados escuchándola.
Pippo y Stefania comentan que apenas recuerdan Inviolata, pues eran pequeños cuando se fueron, pero se les ocurre que quizá podrían regresar allí, ya que tienen las llaves, diciendo Antonia que no es de su propiedad, aunque Pippo le dice que ellos siempre dicen que lo levantaron con sus manos y piensa que podrían ocuparlo ahora ya sin patrones.
Lazzaro se queda parado mientras los demás empujan el camión de regreso. Se sienta junto a un árbol y llora.
Al día siguiente Lazzaro acude al banco del que echaron a Tancredi.
Como la puerta de entrada pitó al entrar, le preguntan si lleva un arma, respondiendo él que sí, ante lo que todos levantan las manos y le preguntan qué quiere, diciendo él, que no amenazó a nadie que desea que le devuelvan al marqués de Luna todo lo suyo.
Cuando la gente se da cuenta de que su arma es el viejo tirachinas de Tancredi comienza a golpearlo por asustarlos y lo llaman ladrón y vago mientras los golpean sin que él oponga la menor resistencia, quedando muerto en el acto.
Un lobo que se acercó olió que era un buen hombre y salió corriendo en dirección contraria.