Te cuento la película

Las dos inglesas y el amor

Deux anglaises et le continent (1971) * Francia / Italia

          También conocida como:
                    - "Las dos inglesas" (Argentina)

Duración: 132 min.

Música: Georges Delerue

Fotografía: Néstor Almendros

Guion: François Truffaut, Jean Gruault (Novela: Henri Pierre Roché)

Dirección: François Truffaut

Intérpretes: Jean-Pierre Léaud (Claude Roc), Kika Markham (Anne Brown), Stacey Tendeter (Muriel Brown), Sylvia Marriott (Sra. Brown), Marie Mansart (Madame Roc), Philippe Léotard (Diurka), Irène Tunc (Ruta), Mark Peterson (Sr.Flint).

Claude Roc revive su historia que algún día quiere convertir en un libro, con el apoyo de Muriel Brown, que piensa que contar lo que les pasó, podría servir a otros.

Haciendo tonterías ante un grupo de niños en un columpio, Claude cae, pues se le rompe la cuerda, lo que le obligar a andar con muletas.

Reciben en su casa a una mujer inglesa, Anne Brown, a la que Claude le pregunta si se encuentra a gusto en París, diciendo ella que le gusta la gente de París. Que los ingleses son menos abiertos e impulsivos, aunque más lógicos y fantasiosos y que los franceses mienten más, aunque cuando se les conoce, no te molesta.

La madre de Claude lamenta que su hijo no pueda mostrarle París, pues le quedan aún dos semanas de reposo, aunque la invita a visitarlos.

Esa noche Claude escribe sobre Anne en su diario señalando que esta tiene su misma edad y un aire sensible, decidido y responsable.

Anne era la hija de una amiga de juventud de su madre y a partir de ese momento comenzó a visitar a menudo a Claude con el que intercambiaba libros y siempre que volvían a verse reanudaban la conversación donde la habían dejado.

Anne tenía vocación de escultora.

Un día le contó que tenía una hermana, Muriel, dos años menor que ella, y le mostró una foto de esta con 10 años y le dijo que le gustaría escucharle hablar con Muriel.

Ya recuperado, Claude fue a pasar las vacaciones a Gales con la familia Brown.

Cena con Anne y con su madre, y, aunque Anne ya le había hablado de él, ella le observaba para poder juzgar, siendo la sorpresa de la cena la ausencia de Muriel, explicándole que le dolían los ojos y no deseaba salir de su cuarto.

Al día siguiente Anne y él salieron con sus caballetes para pintar desde lo alto del acantilado.

Por la noche Anne le dijo que podrá conocer a Muriel, aunque la pide que no la mire.

Se la presenta, viendo que lleva los ojos vendados, no pudiendo él evitar mirarla.

Le escribe a su madre contándole que conoció a Muriel, que es más baja que Anne y pelirroja.

Una tarde, cuando regresó a su habitación encontró un libro que alguien le había dejado de Edgar Allan Poe, "Eureka"

Anne tira piedrecitas a su ventana para llamarlo y que baje a hablar con ella sobre Muriel.

Le dice que su madre está disgustada con Muriel, pues se estropeó la vista trabajando de noche para el libro de un profesor y su madre quiere que se lo cuente al profesor, aunque Muriel reconoce su culpa y dice que para conocer los límites de cada persona hay que arriesgarse.

Mientras paseaban, él sintió la necesidad, que reprimió, de coger la mano de Anne, que le dice que aún no le ha dicho qué opina de Muriel, diciendo él que aún no la conoce muy bien y espera ver sus ojos.

Muriel dejó las vendas por unas gafas oscuras, y él comienza a conocerla y la ayuda con el francés, jugando los tres al tenis, hasta acabar siendo inseparables.

A Claude le gustaba que no eran vanidosas ni hablaban mal de nadie.

La francofilia de la señora Muriel la llevó a hacer que sus hijas leyeran "Los Miserables" antes de que él llegara.

Muriel leía la Biblia y él discutía con ella, diciendo ella que eso le ayudaba a pensar.

Le cuenta a su madre que las hermanas le adoptaron y le llaman el Continente, aunque, como no suena bien, le saludan cada mañana diciendo, "Buenos días, Francia".

Se divierten jugando a hacer mímica, participando el vecino, el señor Flint.

Claude hace una imitación y como Anne adivina la profesión que representa debe pagar una prenda. Un "beso de monja". Debe besar a Anne a través de los barrotes de una silla, en la mejilla.

Juegan también en el campo mientras hacen un picnic, preguntándole Anne qué piensa ahora de Muriel, diciendo él que es perfecta en su género, tras lo que le pregunta si no le ha llegado el flechazo con que ella contaba, diciendo él que no, por lo que Anne decide que les dejará solos más a menudo.

Solían salir a merendar al campo con sus bicicletas y a veces se detenían para contemplar un riachuelo y Claude escribía todos los días algo sobre ellas en su diario, pero prefería mirarlas a escribir tanto sobre ellas.

Y poco a poco Muriel va ocupando el lugar previsto por Anne, el primero.

Un día les sorprende la lluvia en el campo y su madre propone para evitar el frío, ponerse en medio de ambas y que la aprieten de un lado y del otro. Lo que llaman el limón exprimido, ocupando luego él el lugar de la madre, sintiéndose perturbado, ya que no se atreve ni a rozar sus dedos y ellas aprietan sus espaldas contra él sin reparos.

Le cuenta a su madre en sus cartas que son como dos hermanas. Anne le presta los libros que le gustan y a Muriel no, y discuten sobre ello. Dice que Anne pone a Muriel por encima, pero que no es más guapa, es diferente.

Al leerle las cartas, la criada de la madre de Claude concluye que está enamorado de Muriel, aunque la madre no está de acuerdo, cree que las quiere a las dos.

Un día van a salir y Anne insiste en quedarse y dejarlos solos.

Durante el paseo le pregunta si le gustan los ingleses, diciendo él que le parece que les gusta discutir, que son desdeñosos y poco sensibles y sin imaginación.

De vuelta del paseo, ella le tomó del brazo como un mes antes hizo Anne y se maravillaba de que las dos le trataran como a un hermano.

Pero otro día fue Muriel la que no quería salir y estuvo dos días sin querer salir de su habitación, ni siquiera para comer. A él le decían que estaba enferma, aunque él no se lo creía y se preguntaba si debía reprocharse algo y no conseguía hacer nada. Solo pensaba en ella.

Al no poder dormir, una noche baja, y al escucharlo, baja Muriel a la que le pregunta por qué está enfadada con él, diciendo ella que no está enfadada, sino asustada.

Él se atreve a tocar una mano por vez primera y, al subir a la habitación le acaricia la cara y le dice que la toca porque ella viene de la tierra y eso le gusta.

Vuelven a salir tras ello en la bicicleta los tres.

Las hermanas le preguntan sobre las mujeres públicas, hablándoles él de su regulación en Francia y de los burdeles, diciendo ellas que les gustaría conocer una de esas casas personalmente, pues su educación les ha ocultado cosas esenciales. Por ejemplo entre vicio y virtud, solo conocen la virtud.

Un día la señora Brown habla con él, pues escuchó una conversación esa noche y sabe que es un caballero, pero sus hijas tienen ideas vanguardistas que no comparte y fueron en aumento desde que le conocen y teme que afecte a su reputación.

Le dice que habló con Anne, que le dijo que creía que Muriel y él tenían una inclinación mutua, que ni ellos mismos saben y le pide que se aloje en casa del Sr. Flint, aunque le asegura que si algún día Muriel y él llegaran a algo no tendría nada en contra pese a que duda de las posibilidades de felicidad de un matrimonio internacional.

Empezó a nacer en él, en efecto, un amor hacia Muriel

Reflexionando señala que desde el principio Anne quiso propiciar que se enamorara de Muriel, y las palabras de su madre le hicieron lanzarse con más ahínco hacia ella.

Piensa por ello en cómo ganarse la vida, ofreciéndose al señor Flint para mantener la correspondencia en francés de su empresa de navegación.

Le escribe una carta, entregándole Anne una carta de respuesta, en que Muriel le dice que en realidad él no la conoce. Que es temible y por ello Anne y su madre están hartas de ella y le recomienda, para no sufrir, que se repita cada día que ella no le quiere y que son hermanos y nunca será su esposa.

Anne le dice que es culpa suya, pues buscó lo ocurrido desde el principio, y que no cree lo que dice Muriel, y piensa que no sabe lo que siente, pero él concluye que debe tratar de olvidar ese amor, aunque Anne le dice que Muriel a lo mejor cambia y le pide que vaya a su casa al día siguiente.

Va en efecto a su casa al día siguiente y Muriel le dice que, aunque dijo nunca, teme que se le quedara grabada y ahora no añade "nunca", dándole un principio de esperanza, lo que para él es muy importante.

Claude le habla a su madre de su enamoramiento y le dice que espera su llegada.

Llega unos días más tarde, diciéndole a su hijo que teme que se destruya y le pregunta de qué van a vivir, diciéndole él que, aunque tanto Muriel como ella creen que debe escribir, para eso falta tiempo y prefiere tener un sueldo fijo.

Claude cree que su madre nunca experimentó el amor físicamente y eso supuso su hostilidad, por lo que deciden recurrir al Sr. Flint para que ejerza como árbitro.

La madre de Muriel deseaba que se decidiera rápido en un sentido o en otro. La de Claude por su parte indica que la mala salud de ambos les impide el matrimonio, proponiendo el Sr. Flint que se separen durante un año para que se curen, no debiendo durante ese tiempo hablarse ni escribirse, y si, pasado ese año, decidieran casarse, ninguna de ellas se opondrá.

A los dos jóvenes les pareció inhumano, pero la madre de Claude, que se oponía al casamiento pensó que en un años podrían ocurrir muchas cosas.

Muriel propone que cada uno de ellos escriba un diario y enviárselo.

Parte en tren con su madre dejando atrás a las dos hermanas.

Muriel se obsesiona cada vez más con Claude, y piensa que si fuese un pirata y la secuestrara, no se resistiría, aunque lamenta su ignorancia, pues no sabe siquiera qué habría que hacer para tener un hijo.

Claude por su parte representaba el papel de buen hijo, ya que pensaba que estaba pasando el último verano con su madre antes de casarse con Muriel.

Un hombre rico que vivía en las indias encargó a Claude la adquisición de una colección de pintores modernos, y, como había una exposición en Londres viajó hasta allí pese al temor de su madre de que aprovechara para ver a Muriel, diciendo él que no rompería su promesa.

Muriel se entera de su viaje, temiendo encontrarle, aunque a la vez lo busca. Y se dice a sí misma que si lo encontrara le diría que no es marido para ella, pues nunca le hizo la corte.

A su regreso a París, su madre decidió encargarle la administración de sus bienes, debiendo ir personalmente a cobrar los alquileres de los tres pequeños pisos que les dejó su padre, pudiendo ver durante una de esas visitas a uno de los edificios, una buhardilla libre, y Claude decidió instalarse allí.

Acababa de escribir un artículo sobre pintoras y una de ellas le escribió una carta para agradecérselo y él fue a verla, sorprendiéndole su forma de trabajar, mostrándole ella una foto suya de cuerpo entero, desnuda y queda para verse con ella esa noche.

Claude se instala en la buhardilla y comienza a acostarse con otras mujeres.

Su madre va a visitarle, viendo que tiene una carta dirigida a Muriel y le pregunta si se escriben, dándole él la carta para que pueda leerla, mientras le dice que puede estar contenta, pues ha conseguido en 6 meses lo que ella esperaba conseguir en un año.

En ella le indica que no piensa volver a Inglaterra de momento. Que irá a Europa central para ver pintores y escribir sobre ellos y para ello debe vivir sin esposa ni hijos. Que tiene amigas, pero ha decidido no casarse y que, aunque puede vivir sin sus hermanas, no las olvidará ni reemplazará.

Cuando lee su carta, Muriel, que vuelve a tener problemas con la vista, se desvanece.

Debe permanecer en cama y le cuenta a su madre que Claude no le quiere en un momento en que ella estaba empezando a admitir que le quería.

Pero no puede admitir seguir siendo su hermana y se pregunta qué busca con esas otras mujeres.

Le escribe a Claude que ahora que él ha decidido que no, ella piensa que sí.

Pero no envía la carta a Claude ni ninguna otra de las que escribió en esa época.

Ella piensa que Claude debió sufrir cuando ella lo despreció, y prefiere ser su hermana que pasar toda su vida sin él, reflexionando constantemente sobre su relación.

Una noche su madre y su hermana escuchan un ruido arriba y encuentran a Muriel en el suelo y sin sentido.

Dice que sigue apoderándose de ella el sentimiento sobre Claude, y asegura que si no lo tiene por completo para ella prefiere que la muerte le lleve y decide no seguir el diario para Claude, sino para ella misma, que decide que nunca se casará.

Claude recibe una escueta carta con la respuesta de Muriel, y que este da a su madre para que la lea, en la que le indica que es justo renunciar a la boda antes del año aunque le reitera su amistad y la de Anne.

El tiempo pasó y Claude no se convirtió en el escritor que su madre esperaba, pero visitaba todas las exposiciones y escribía sobre pintura.

Multiplicó sus conquistas femeninas, prefiriendo su madre eso a un verdadero amor.

Parecía haber olvidado a sus dos hermanas.

Poco a poco Muriel mejoró y había días en que no pensaba en Claude.

Pero un día, al llegar a un café con su madre, Claude ve a Anne Brown, confesándole su madre que sabía que estaba en París, pero no le dijo nada por el convenio, diciéndole él que este era sobre Muriel.

Habla con Anne que le cuenta que Muriel ha padecido mucho con sus ojos y ha sufrido también mucho, pero está mejor y trabaja con niños llevando la escuela dominical, aunque ya no confía en nadie y en su casa hay dos palabras que no se pueden pronunciar, Claude y París.

Ella realizó su sueño de ser escultora y está en un taller de París, pero sabía que su idea sobre Claude y Muriel no se haría nunca realidad pese a haber faltado poco.

Durante unas semanas fueron cada día a ver juntos la estatua de Balzac que la asociación de escritores encargó a Rodin y que luego rechazaron.

Él veía sus bocetos y la animaba.

Un día encontró a Anne muy bonita y sintió que Muriel no era ya una barrera entre ellos.

Se le ocurrió coger el pecho de Anne con su mano y pensó que esta le abofetearía, pero no lo hizo. De hecho tomó luego su mano y la llevó ella misma hasta él y se besaron, aunque se apartó para explicarle algo.

Le dijo que ella organizó su encuentro con Muriel por gusto propio y se puso al margen, pero que a veces estaba celosa con ellos.

Él estaba emocionado, pues sería el primero en tocar a Anne.

Viajó con ella a una cabaña en una isla de un lago suizo, para ponerse a prueba, aunque estaban más decididos que enamorados.

La primera noche se desnudaron con una manta como muralla entre ambos, aunque ella se acostó en su cama y se puso a dormir.

Le dice al día siguiente que siente curiosidad por los hombres y tendrá muchos amores, pero ella dice que quiere trabajar y quiere tener estatuas, no hijos.

Se besaron y esa segunda noche se acostó a su lado. Le dijo que estaba cansada de ser virgen pero tenía miedo, diciendo él que si tiene miedo esperarán.

La tercera noche ella quitó la cortina a la hora de desnudarse y se acostó al lado de Claude, desnuda. Y le dijo que ahora estaba segura y sin miedo.

Le dice tras acostarse que está contenta porque es íntimo, pero es como si fuese solo la mitad, pues de momento solo ha disfrutado él.

Se separaron. Ella volvía con su familia y él volvió solo a París.

Unos días después recibió una carta en que le contaba que llegó ya a casa y lloró, pues es más real que su escritura y, aunque sabe que hay más mujeres en su vida no se siente celosa.

Regresó a París tres meses más tarde y él fue a verla, ansioso.

La notó cambiada. Y cuando volvieron a acostarse fue algo nuevo para los dos, pues ella sabía ya servirse de su cuerpo.

Pensó que hacía tres años que deseó a Anne por vez primera.

Ella le dice que tendrá que amar a otros y le dejará hacer lo mismo a él, y, aunque lo pensaba y dejaba que él lo hiciese, ella rechazaba a otros hombres.

Hasta que se acercó Diurka, que era un eslavo guapo y se dedicaba a los libros de arte, y, aunque sintió celos, Claude pensó que no haría nada si ella deseaba estar con él.

Fue luego a ver a Anne, pero no estaba y al día siguiente regresó, reconociendo ella que estuvo con Diurka y que él la quiere y vio su trabajo e hizo observaciones que la sorprendieron.

Él reconoce que le afecta, aunque le dice que lo aprueba.

Le cuenta que Diurka quiere llevarla de viaje a Persia, animándola él a hacerlo y le dice que es mejor que la deje un tiempo y no se vean más.

Después de eso, Anne se acostaba con los dos y ambos lo llevaban mal.

Antes de partir hacia Persia estuvieron toda la noche juntos.

Le escribió desde Persia diciendo que le encantaba, siendo su siguiente carta desde su casa, donde estaba con Muriel y le dice que regresará en tres meses a París.

Muriel va a que le lean la mano y le dicen que no será feliz en el amor o que se comprometerá dos veces con el mismo hombre, que será bien considerada en su profesión aunque su trabajo podría interrumpirse por motivos de salud.

A Anne le dice que amará a muchos hombres. Que puede tener un matrimonio feliz, pero que debe cuidarse.

Muriel vuelve a escribir a Claude, asegurándole a su hermana que es lo último que recibirá de ella, viendo él que le envió su diario, y diciéndole que no volverán a verse.

Le cuenta también que descubrió, leyendo un folleto, que desde su infancia tiene malos hábitos que debilitaron su cuerpo y su cerebro y que no forma parte de las mujeres puras, contándole que con ocho años pasó una semana de vacaciones con una amiga. Recuerda que pasaron la noche desnudas acariciándose y Clarisse le enseñó que era agradable tocarse ciertas partes del cuerpo, y cuando se fue, siguió haciéndolo sola.

El hábito le dejaba tranquila un tiempo, pero luego volvía y se odiaba a sí misma por hacerlo, pero siempre regresaba a ello.

Tras leer la carta, Claude pensó en la parte literaria de su escrito y pidió permiso a Muriel para publicarlo como un opúsculo anónimo de edición limitada, a lo que ella se negó, aunque no le dijo a Claude que estaba herida.

Poco después murió su madre.

Dos días antes de Navidad regresó Anne más madura y volvieron a reanudar su relación con más serenidad.

Ella le contó que no estaba siendo sincera, pues no fue sola a París, preguntándole si lo hizo con Diurka, diciéndole ella que no, que este se encuentra en Persia. Que volvió con Muriel y le pregunta si quiere verla.

Él dice que quiere, si ella lo quiere, diciéndole Anne que quiere verle antes de regresar, pero que no sabe nada de la relación que mantienen ellos dos, aunque tendrán que decírselo, pero no todavía.

Le cita para esa noche, en la que va, en efecto, al estudio de Anne, viendo al llegar a Muriel allí, con gafas oscuras.

Hacía cuatro años que no se veían y se saludaron con un apretón de manos.

Ella corrió las cortinas para poder quitarse las gafas.

En su mente, Muriel era una mujer de una gran virtud y nunca imaginaría acercarse más a ella. Pensaba que no podía tocarla como a Anne pese a sentirse excitado.

Pero fue Muriel la que lo sorprendió acercándose a él y besándolo con pasión.

Pero luego quiere marcharse, pues le dice que no esperaba sentirse tan turbado y no sabe lo que quiere.

Anne va a buscarlo a la cafetería donde conoció a Diurka para llevarle una carta de Muriel y le dice que sabe que Muriel le quiere aún.

En la carta, en efecto, ella le dice que le quiere y quiere que partan juntos a la costa y la lleve, aconsejándole Anne que acepte, pues cree que también él la quiere.

Él lo reconoce, pero dice que deben contárselo todo.

Habla Anne con ella en la cama por la noche. Le cuenta que ha tenido tres aventuras y no se arrepiente, aunque ve que Muriel no parece querer escucharla.

Anne le habla de Nicholas y Diurka, y le pregunta luego por el tercer hombre, diciendo que ella lo sabe, y no puede decírselo, confesándole que es Claude.

Muriel se levanta disgustada y vomita y cae luego.

Anne la acompañó de vuelta al País de Gales dejando una carta de despedida para Claude, en la que le dice que su hermana se lo contó y se sintió horrorizada, aunque ahora está tranquila.

Sabe que Anne le quiere desde el principio aunque renunció a él cuando los vio juntos en Inglaterra, aunque su egoísmo le impidió adivinarlo.

Reconoce que Anne lo llevó hasta ella y estuvo a punto de convertirlos en novios y que cuando una mujer como ellas se entrega a un hombre es su mujer.

Le dice que las dos quieren al mismo hombre, algo trágico. Le dice que quizá piense en él toda su vida, pero una parte de ella lo abandonó la noche anterior.

Claude se sintió herido y se hundió en la desesperación.

Comenzó a recuperarse con su primera novela, "Jerome y Julien", la historia de una mujer que ama toda su vida a dos hombres a la vez y sintió desahogo al reconocer en ella la historia de su amor por las dos hermanas.

Su libro fue publicado por Diurka, al que aprendió a reconocer y apreciar, y, aunque mientras escribía sufrió mucho al remover sus recuerdos dentro, ahora siente alivio.

Diurka dice que a él también le ha removido y le ha hecho reconocer cosas, y le confiesa que antes tampoco a él le caía bien pese a que Anne hablaba muy bien de él.

Claude le pregunta si la ha vuelto a ver, diciéndole que lo deseó en algún momento, pero luego se enteró de que era novia de un alpinista, contándole Claude que no llegó a casarse, que rompió con el alpinista.

Diurka dice que sigue pensando en ella y le gustaría saber por qué rompió, animándole Claude a que se lo pregunte.

Diurka viaja al País de Gales con esperanzas, dispuesto incluso a pedirle matrimonio.

Encuentra a Muriel leyéndoles a los niños y le dice que ha ido a ver a Anne.

Encuentra a Anne postrada en un diván y a su madre, sentada junto a ella, llorando.

Ella le dice que ha sido muy amable haciendo un viaje tan largo, preguntándole él si acepta, diciendo ella que sí, por lo que le cuenta a Muriel que ha aceptado, y que ahora no se negará a ver al médico.

De regreso, le cuenta a Claude que Anne rompió sus relaciones con el alpinista al saber que tenía tuberculosis, aunque a este no se lo contó.

A él se lo dijo todo Muriel y consiguió convencerla para que aceptara ver a un médico, pero murió durante la tarde.

Claude se pregunta por qué no quería ver a un médico, diciéndole Diurka que cree que sabía que iba a morir.

Muriel era como las ancianas que vieron morir a mucha gente y no pueden llorar.

Un día Diurka le dice a Claude que ha tenido noticias de Muriel Brown. Que ha aceptado un puesto de profesora de inglés en Bruselas y desembarcará en Calais en dos días.

Él acude al puerto de Calais para recibirla.

Se alojan en el mismo hotel y quedan en el vestíbulo más tarde, aunque ella no espera. Va a verle a su habitación y pone el pestillo. Le besa y él la desnuda

Después de 7 años, tuvo por fin a Muriel. Tenía 30 años.

Se resistió más que Anne.

Cuando se despierta ve que ella se dispone a marcharse.

Ella dice que quería verle para despedirse bien y se alegra de haber llegado virgen para él, porque él lo deseaba y que el amor debe morir para que ella pueda vivir.

Él dice que nada les obliga a separarse. Que ha tardado mucho tiempo en reunirse con ella, y ella es su mujer ahora y es la primera vez que se siente seguro.

Que además, después de hacer el amor ella puede estar embarazada y deben estar juntos, proponiéndole establecerse en Bretaña y esperarlo juntos.

Ella le dice que está hecha para ser su madre, pero en su vida no hay sitio para ella.

Él insiste en que sea su mujer, diciendo ella que él nunca ha sido ni será su marido, que ha hecho algo de gran importancia moral, pero no son de la misma tribu, pues ella es una puritana enamorada y él la ama porque está un poco loco.

Él dice que no es el mismo, pues ella lo transformó, aunque ella le dice que sigue igual y que será más útil en su trabajo que cuidando hijos.

Ella dice que si se ama a alguien se le ama tal cual sin tener que influenciarle.

Le dice que puede vivir sin ella como se puede vivir sin ojos y sin piernas y no teme ya una vida sin él, pues sus ideas le impresionan cuando está, pero cuando no está, chocan contra su religión.

Va a despedirla a la estación, observando que Muriel parecía contenta y segura de su vida, pero al partir el tren, Claude se encontró solo. Entre los dos había una persona muerta de la que no hablaron y solo un nacimiento podría disipar ese fantasma volviendo a formar un trío.

Claude recibe una carta de Muriel en que le informa de que aunque había solo una remota posibilidad ocurrió y espera un hijo suyo.

Unas semanas más tarde llegó una segunda carta en la que le cuenta que en realidad no estaba encinta, que era su extremado deseo de estarlo y le dice que no se verán nunca más aunque lo desee, pues tras su noche en Calais no podrían subir más alto, ya que la felicidad se conoce después.

Epílogo

Pasaron 15 años. Muriel se casó con un profesor, el Sr. Mitchell y tuvieron una hija.

La señora Brown falleció y su casa cambió de propietarios y las cartas dirigidas a la familia Brown son devueltas al remitente.

En esos 15 años muchos hombres murieron en una guerra de la que ya se olvidaron los motivos.

Claude visita el Museo Rodin al mismo tiempo que un colegio de niños.

La estatua de Balzac es por fin admirada por todos.

Entre las niñas, Claude busca en alguna el parecido con Muriel a su edad. Pero no pregunta. No vale la pena, y al verse en el espejo de un taxi comenta que se ve viejo.

Calificación: 3