La gran ilusión
La grande illusion (1937) Francia
Duración: 114 min.
Música: Joseph Kosma
Fotografía: Christian Matras
Guion: Charles Spaak, Jean Renoir
Dirección: Jean Renoir
Intérpretes: Jean Gabin (Teniente Maréchal), Pierre Fresnay (Capitán de Boeldieu), Marcel Dalio (Teniente Rosenthal), Erich von Stroheim (Comandante von Rauffenstein), Dita Parlo (Elsa), Julien Carette (Cartier), Gaston Modot (Ingeniero), Georges Péclet (Oficial), Werner Florian (Sargento Arthur), Jean Dasté (Profesor), Sylvain Itkine (Teniente Demolder).
El teniente Maréchal canturrea la canción que suena en el gramófono en la cantina de la Escuadrilla M 902 cuando vienen a buscarlo debido a que desea verlo el capitán de Boeldieu, del estado mayor, por lo que no podrá salir, tal como había planeado a ver a Josephine.
El capitán le muestra una foto que hicieron desde el aire durante un vuelo pilotado por él, y en la que se ve una mancha gris, que no distinguen si es una carretera, una vía o un canal, por lo que pide que le preparen un avión para inspeccionar la zona.
Alemania. Tras una de sus misiones el comandante von Rauffenstein se muestra muy satisfecho tras haber derribado a un avión enemigo cerca de una fábrica de azúcar, enviando a uno de sus colaboradores para comprobar si sobrevivieron sus ocupantes, pidiendo que los invite a comer con ellos si son oficiales.
El comandante brinda luego con sus oficiales y pide que preparen un ponche para bautizar su décimo segundo avión antes de que llegue su enviado llevando a sus dos prisioneros, el capitán de Boeldieu y el teniente Maréchal, a los que el comandante invita a su mesa pese a que son franceses y por tanto enemigos, comprobando el comandante que tiene conocidos comunes con el Capitán de Boeldieu, como él perteneciente a la aristocracia.
Maréchal, herido en un brazo ve cómo incluso le ayudan a cortar la carne al no poder hacerlo él debido a una herida en su brazo, viendo cómo tanto el comandante como el resto de los oficiales alemanes se levantan cuando pasa frente a ellos una corona que van a poner a los muertos, en señal de respeto por sus valientes enemigos.
El capitán y el teniente son ingresados tras ello en uno de los campos de prisioneros para oficiales donde al ser recibidos les explican que deben someterse a la disciplina alemana y obedecer a cualquier centinela, a los que no pueden dirigirse y que dispararán contra cualquiera que trate de escapar, explicándoles un grupo de antiguos prisioneros que deben esconder sus relojes y el dinero para que no se los quiten.
En el campo, y a pesar de su situación los prisioneros reciben paquetes de comida de sus familiares, sorprendiéndose de que los soldados alemanes no se los requisen pese a lo mal que comen ellos mismos, llegando a la conclusión de que se los entregan porque así no tienen que esforzarse en darles mejores comidas a ellos.
Boeldieu y Maréchal son acogidos por otro grupo de oficiales que los invitan a comer con ellos, sorprendiéndose al poder comer algunos de ellos manjares que no habían probado en toda su vida anterior, disponiendo incluso de coñac gracias al teniente Rosenthal, un judío cuya adinerada familia le hace envíos constantemente
Pero a pesar de esas facilidades no renuncian a escaparse y enseguida les informan de que por las noches se dedican a excavar un túnel, en el que llevan trabajando varios meses, realizando el trabajo cada noche uno de ellos, comunicándose a través de un bote atado a una cuerda, del que deben tirar si se encuentran en dificultades, tirando entonces sus compañeros de él, para lo que entra atado.
Pero esa noche escuchan ruidos fuera, saliendo uno de los prisioneros para enterarse de lo ocurrido, simulando ir al servicio, descubriendo que el ruido se produjo porque mataron a un prisionero que trataba de escapar.
Estos hechos hacen que se despisten y no vean el bote, que el hombre que excavaba hizo caer, porque se quedaba sin oxígeno, y que no oyeron porque cayó sobre la cama sin hacer ruido, sacando a su compañero de inmediato cuando finalmente se dan cuenta, viendo que está sin sentido, aunque logran reanimarlo.
Les muestran el modo en que se deshacen de la arena que sacan del túnel, llenando saquitos que luego vacían en el huerto donde trabajan.
Los reclusos preparan una fiesta, examinando un baúl lleno de ropa femenina, contando el teniente, que es de los últimos en llegar a prisión que en París las mujeres llevan cada vez vestidos más cortos y se cortan el pelo como chicos.
Y cuando uno de los prisioneros se viste de mujer, todos los demás se quedan boquiabiertos mirándolo, al ser lo más parecido a una mujer que han visto en meses.
Los alemanes celebran la toma de Fort Douamont en la batalla de Verdún, viendo cómo los alemanes celebran la victoria, pese a lo cual ellos deciden realizar su representación teatral para divertirse sin dejarse deprimir por el rumbo de la guerra, saliendo varios soldados disfrazados de mujeres bailando can-can, ante la expectación y el aplauso de los suyos, hasta que Maréchal interrumpe la función para informar de la toma de Douamont por parte de Francia, poniéndose todos los prisioneros en pie y entonando la Marsellesa.
Debido a dicha acción Maréchal es encerrado en una celda de castigo, y como se niega a permanecer allí consigue engañar a su vigilante, haciendo que entre a verlo, momento que aprovecha él para salir y dejar encerrado al alemán, lo que le supondrá una paliza cuando lo vuelven a retener.
Llegan entonces nuevas informaciones que indican que Douamont fue tomado nuevamente por las tropas alemanas.
Su estancia en la celda es demasiado dura y Maréchal se siente deprimido por estar solo, ofreciéndole su guardián para que se anime cigarrillos, e incluso una armónica para que no esté tan mal, animándose él mismo cuando poco más tarde escucha a Maréchal tocando la armónica.
Sus compañeros están a punto de terminar el túnel que ha de devolverles a la libertad, esperando lograr atravesar los muros del jardín en cuatro días, temiendo lo que les espera fuera, estando apenados por dejar allí a Maréchal.
Pero no será necesario, pues ese mismo día le devuelven a su celda con ellos, preparándolo todo para la huida, aunque justo ese día les avisan de que preparen sus maletas, pues van a cambiarles a otro campo, frustrando la fuga.
Antes de marcharse Maréchal trata de explicarle a uno de los nuevos prisioneros, que son ingleses que hay un túnel en su habitación, pero no le entienden.
Ellos son trasladados a un nuevo campo en Wintersborn, que está a cargo del comandante von Rauffenstein, que, incapacitado para pilotar debido a las heridas de guerra que le obligan a llevar un collarín, una placa de plata en la cabeza y un corsé, es ahora el encargado de ese campo de concentración.
Von Rauffenstein saludo de nuevo a de Boeldieu, señalándoles que su traslado se debe a sus numerosos intentos de evasión, ya que el capitán lo intentó en 4 ocasiones y Maréchal 5, asegurándoles que nadie puede escapar de esa fortaleza, indicándoles que para que no se les acuse de bárbaros, en su prisión aplicarán el reglamento francés para con los prisioneros.
Les acompaña hasta su celda mostrándoles que tienen 25 ametralladoras, indicándoles que tratar de saltar desde allí sería una locura ya que están a 36 metros de altura.
Le asegura al capitán que lamenta no haber podido instalarle en una habitación individual, aunque para compensarles les ha instalado con Rosenthal, trasladado como ellos a esa prisión, sabiendo que gracias a él podrán estar mejor alimentados.
Entre los prisioneros hay además un profesor que dedica su tiempo a traducir al poeta griego Píndaro, ya que considera que no existen buenas traducciones de su poesía.
Pero pese a las advertencias del comandante, ellos tratan de encontrar el modo de huir, fabricando una cuerda, que logran esconder durante los registros colgándola por fuera disimulada por un canalón.
Pero esos registros que son obligatorios molestan a von Rauffenstein, que pide a de Boeldieu que le dé su palabra de honor de que no hay nada fuera del reglamento para dejar el registro, preguntando el capitán por qué pide su palabra y no la de los demás oficiales, que sería igual de válida, lo que el alemán no piensa que sea así.
De hecho en ocasiones hace que el capitán vaya a su despacho donde hablan de temas del pasado lamentando von Rauffenstein verse obligado por sus heridas a realizar un trabajo que le repugna, ya que parece un mero funcionario, aunque no puede hacer otra cosa debido a que lleva la columna vertebral fracturada por dos sitios, llevando una placa de plata en la cabeza, temiendo que el final de la guerra pueda ser también el final de los Boeldieu y de los Rauffenstein, observando el oficial francés cómo el comandante mima la única flor de la fortaleza la de un geranio que tiene tras su ventana.
Cuando Maréchal habla con Rosenthal de su plan de fugas le plantea irse ellos juntos, ya que con Boeldieu no se siente cómodo al no ser de su misma clase social.
Un día los rusos reciben con gran alegría una enorme caja, regalo de su emperatriz, decidiendo compartir su vodka con los franceses, pudiendo devolverles así sus atenciones, aunque cuando abren la caja se encuentran con que, en vez de vodka y caviar, su emperatriz les ha enviado libros, a los que deciden prender fuego, observando de Boeldieu cómo el revuelo hace que los guardianes se concentren en ese acontecimiento, pensando que si los guardianes se concentran en perseguir a un hombre, los demás tendrán 5 minutos para salir y llegar al bosque, ofreciéndose el propio de Boeldieu para sacrificarse y que puedan ellos escapar, lo que a Maréchal no le parece bien, diciéndole a de Boeldieu que se siente incómodo por la distancia impuesta por el tratamiento, pues no entiende cómo después de 18 meses juntos siguen hablándose de usted, afirmando el capitán que incluso a su madre y a su mujer les habla de usted.
Para llevar a cabo su plan, los franceses deciden desquiciar a sus guardianes comenzando un concierto de flautas, que ordenan que se les confisquen, tal como tenían previsto, aunque una vez confiscadas todas, deciden castigarles ordenando que estén tres días a pan y agua y sin paquetes.
Pero ellos no se arredran y pasados 5 minutos comienzan un nuevo concierto con todo tipo de objetos en su poder, realizando un ruido tremendo que hace que deban intervenir de nuevo los soldados alemanes para atajarlo obligando a todos a salir al patio, momento en que Maréchal y de Boeldieu se despiden, quedándose Boeldieu en la celda pese a la orden.
En el patio, los guardias pasan lista, comprobando que de Boeldieu no responde, escuchándose a continuación una flauta que toca el capitán, saliendo los guardias hacia él, que, como el flautista de Hamelín sube las escaleras atrayendo a todos los vigilantes hacia arriba, momento en que Maréchal y Rosenthal aprovechan para lanzar sus cuerdas y huir aprovechando la confusión.
Entretanto los guardias comienzan a disparar a Boeldieu, pidiéndole el comandante que regrese, pues de lo contrario, y aunque le repugne, deberá dispararle, lo que finalmente debe hacer al ser desobedecido.
Le comunican entonces a von Rauffenstein la huida de Maréchal y Rosenthal, ordenando que envíen patrullas con perros a buscarlos y alerten a las autoridades civiles y militares, comprendiendo en ese momento la acción de Boeldieu.
Algún tiempo después es informado de que pese a que cumplieron sus órdenes no hay noticias aun de los fugados.
Herido por el disparo del comandante de Boeldieu convalece atendido por una enfermera, siendo visitado por von Rauffenstein que le pide perdón, asegurando de Boeldieu que él hubiera hecho lo mismo, pues el deber es el deber.
Von Rauffenstein afirma que apuntó a la pierna, pero falló y le dio en el estómago, disculpando el capitán su fallo, ya que estaba muy lejos, era de noche y había mala visibilidad, estando además moviéndose, pidiendo el comandante que no lo excuse, afirmando que tras eso seguirá llevando una existencia inútil.
Y cuando el capitán fallece, el comandante corta la única flor de que dispone.
Los fugados avanzan sin esperar a la noche, alimentándose de azúcar, pues hace frío y es peor quedarse parados, continuando su camino tras descansar un poco, aunque Rosenthal cojea y no puede seguir el ritmo de Maréchal, por lo que discuten, decidiendo este dejar a su compañero atrás, aunque regresa poco después y le ayuda a seguir su camino, ocultándose en un establo.
Son sorprendidos en él por Elsa, la propietaria cuando va a llevar a su vaca, explicándole Maréchal que son soldados franceses y no bandidos, invitándolos la mujer a ir a su casa, afirmando que no deben tener miedo, ya que vive sola, aceptando finalmente hacerlo pese a sus reticencias iniciales debido al estado del tobillo de Rosenthal, aunque les pide que no hagan ruido para no despertar a su hija.
Les da tras ello leche y pan, aunque Rosenthal afirma que solo quiere dormir, asustándose al escuchar la marcha de tropas alemanas acercándose, llamando de hecho un oficial a la ventana para preguntar cómo se va a una población.
Ya más tranquilos cuando las tropas se alejan, Elsa le hace una cura a Rosenthal.
Les cuenta que su marido murió en la guerra, y sus hermanos también, cada uno de ellos en uno los sitios donde los alemanes tuvieron sus mayores victorias.
Durante su estancia Maréchal ayuda a la mujer con la vaca, sintiéndose muy bien, pues allí todo es como en Francia, mientras Rosenthal se entretiene con la niña.
Maréchal observa a la mujer mientras friega y le ayuda a buscar el agua.
Llegada la Navidad les ayudan a preparar un improvisado Belén y despiertan a Lotte, la niña, para decirle que llegó el niño Jesús, viendo ilusionada el nacimiento, donde las figuras están hechas con comida.
Esa noche, y antes de irse a dormir Maréchal observa a Elsa y se acerca y la abraza.
Rosenthal los sorprende al día siguiente juntos, comprendiendo lo ocurrido, preguntándole a Maréchal si le ha dicho que se van, diciendo que no se atreve a hacerlo, por lo que lo hace Rosenthal, diciéndole que se irán esa noche, no pareciendo la mujer sorprendida.
Antes de marcharse toman un café, dirigiéndose Maréchal a Elsa, que está llorando, asegurándole que si cuando termine la guerra no ha muerto, volverá y ella podrá ir con él a Francia.
Tras recoger la comida que les preparó para el camino se despiden de Elsa y de Lotte disponiéndose a continuar su camino hacia Francia.
Temiendo perderse o caer por un precipicio deciden seguir su camino hacia Suiza a plena luz del día, haciéndole ver Rosenthal que aunque son libres deberán reintegrarse a sus respectivos batallones y a lo mejor no sobreviven a la guerra, decidiendo despedirse antes de continuar su camino.
Descubiertos por una patrulla, abren fuego contra ellos, hasta que el hombre al mando les dice que no sigan disparando, pues ya están en territorio suizo, afirmando: "mejor para ellos".