La familia
La famiglia (1987) Italia / Francia
Duración: 127 min.
Música: Armando Trovaioli
Fotografía: Ricardo Aronovich
Guion: Ruggero Maccari, Furio Scarpelli, Ettore Scola
Dirección: Ettore Scola
Intérpretes: Vittorio Gassman (Carlo y Abuelo de Carlo), Stefania Sandrelli (Beatrice), Andrea Occhipinti (Carlo joven), Fanny Ardant (Adriana), Philippe Noiret (Jean Luc), Carlo Dapporto (Giulio), Sergio Castellitto (Carletto), Ricky Tognazzi (Paolino), Ottavia Piccolo (Adelina), Athina Cenci (Tía Margherita), Jo Champa (Adriana joven), Dagmar Lassander (Marika).
Carlo, profesor universitario recuerda la fotografía del día de su bautizo, con toda su gran familia reunida en torno a su abuelo, mientras a él le sujetaba en brazos Adelina, hija de una de sus criadas en su nueva casa del barrio de Prati en Roma.´
Su abuelo era profesor universitario de literatura en Roma y poeta aficionado.
Su madre antes de casarse estudiaba canto, en vez de nanas le cantaba obras líricas.
En la casa vivían además las tres hermanas solteras de su padre que siempre discutían, aunque los enfados no les duraban demasiado y luego reían.
Su padre, Aristide, era funcionario del Ministerio de Educación Pública y dedicaba su tiempo libre a la pintura, su gran vocación, mientras su madre cantaba para todos.
Carlo recuerda que cuando cumplió 10 años jugaba con su hermano Giulio de 7 y con su primo Enrico, hijo del tío Michele, que había vuelto del frente por unos días por un asunto familiar grave.
Giulio comenzó a hurgar en los bolsillos de los abrigos, consiguiendo media lira en uno de ellos.
Recuerdan que entonces les anunciaron la muerte de su abuelo, recordando que él acudió al cuarto del muerto, viendo que su padre estaba pintando al cadáver.
Pocos días después su padre llegó a casa enfadado asegurando sentirse avergonzado de ser el cabeza de familia de esa casa, pues el día en que murió el abuelo el doctor Giordani se encontró al subir al tranvía con que no llevaba dinero para pagar, estando a punto de ser detenido, pues, afirma, alguien allí le había robado una lira, diciendo Giulio entonces que era solo media lira, descubriendo su culpabilidad de ese modo, aunque Carlo se pone a su lado diciendo que también él lo hizo y que la devolverán, pues no la gastaron.
El padre le dice a Giulio que Carlo es sincero por haber confesado, pero él es un ladrón y un embustero, y el domingo no irán a comer helados, castigándolos sin cenar, aunque permiten a Adelina, ahora criada también, que les suba un bocadillo a escondidas.
Una vez en la habitación los dos hermanos se pelean, pues Giulio le dice que lo confesó todo para dejarle mal a él.
Su padre salía poco y raramente iba al ministerio, ya que como inspector no tenía un horario estricto, dedicando sus tardes a pintar un retrato de su madre mientras ella le escribía cartas al hermano Nicolino.
Tras hacerse profesor, Carlo empezó a dar clases en su casa a Beatrice, una estudiante que quería ser también profesora de literatura e historia como él.
En su casa las cosas continúan igual, con sus tías discutiendo como siempre, y Giulio comienza a acosar a Adelina.
El primo Enrico los visita y dice que piensa en irse a trabajar a París como camarero, pues odia el fascismo y no quiere seguir en Italia.
Un día, mientras Giulio celebra una fiesta en su casa llega Adriana, la hermana de Beatriz a llevarle a Carlo un encargo de esta, que no puede acudir a la clase.
Adriana le cuenta que es estudiante en el conservatorio y le dice que su hermana le ha dicho que era serio y riguroso y además guapísimo, aunque le asegura que es que ella está enamorada de él, señalando él que Beatrice es solo una cría, recordándole Adriana que es solo un año menor que ella.
Los interrumpe Giulio que le pide a Adriana que vaya a bailar con ellos, observando cómo las tías vigilan tras la cortina criticando a los jóvenes.
Carlo se queda fascinado mirándola, y ella le pregunta por qué no bailan él y Enrico, consiguiendo que este la saque a bailar, aunque mientras lo hacen ella a quien mira es a Carlo, que a su vez la mira a ella, siendo ambos observados por su madre.
Desde ese momento se verán cada día durante tres meses, y cuando no están juntos Carlo le escribe largas cartas, aunque le ocultan su relación a Beatrice.
El retrato de su madre quedó inacabado, pues su padre murió pronto, recordando Carlo que antes de morir le pidió que cuidara de Giulio, que era más débil.
Adriana acude a su casa y lo consuela, aunque le da otra noticia, le dice que aunque lo siente tiene que irse al día siguiente por un mes, pues debe ir a un curso de perfeccionamiento en Milán de la prestigiosa Marguerite Long, aunque le asegura que él es lo más importante para ella.
Carlo le dice que no cree que pueda estar un mes entero sin ella, diciéndole ella que no le permita que se vaya, mientas se besan apasionadamente, aunque poco después ella se despide y le dice que se irá al día siguiente, no entendiendo él que haya decidido irse tras decirle que no podría hacerlo, preguntándole ella qué clase de amor es el suyo si no pueden separarse ni siquiera un mes, a lo que Carlo le responde que por él pueden separarse para siempre, por lo que acaban discutiendo, reprochándole ella las mentiras que ha tenido que decir a su hermana y acabando por abofetearle, ante lo que él le dice que su hermana y ella son un par de exaltadas e histéricas.
Pasa el tiempo. Carlo se casa con Beatrice y tienen dos hijos, Paolino y Maddalena, siendo él profesor de latín y literatura en el liceo Umberto I, mientras que Beatrice sigue estudiando, recibiendo de cuando en cuando llamadas de Adriana desde París contándoles sus progresos.
En una de esas llamadas les cuenta que va a dar un concierto en la sala Pleyel y lo retransmitirán por la radio. Les cuenta también que se encontró con Enrico, que trabaja en un periódico antifascista y se casó con Juliette.
Él le presentó a muchos refugiados políticos italianos que viven en París, una ciudad libre, bella y alegre.
Los visita su tío Nicola, vestido con el traje fascista, que es secretario municipal, presumiendo de haber acudido a una reunión con el Duce, temiendo que lo echen por su forma de dirigirse a este.
Carlo por su parte tiene que decidir ese mes afiliarse o no para conservar su empleo, mientras Giulio, ya novio de Adelina señala que se va a ir a África a luchar.
Por la noche sintonizan en la radio el concierto de Adriana
Pasan los años de nuevo.
Enrico murió en España en 1937.
Adelina desde el 43 dejó el servicio para trabajar con sus hermanos, que se enriquecieron con el mercado negro.
Giulio volvió de la India, donde estuvo dos años prisionero.
Carlo recuperó su puesto de profesor en el Liceo y además pasó a ser profesor adjunto, aunque lo que gana no le permite a Beatrice poder comprar café auténtico.
Sus tías y ella hacen horas de cola por el racionamiento mientras que a Giulio le cuesta salir de la cama y lee novelas de aventuras mientras su hermano trata de animarlo.
Reciben entonces la noticia de que va a ir a visitarlos Adriana con su novio.
Adelina les ayuda y les lleva de todo gracias a su situación, pese a lo cual debieron vender el frutero de plata y el piano, habiendo alquilado además la mitad de la casa.
Cuando le cuentan a Adelina que volvió Giulio, ella acude nerviosa a saludarlo.
Los visita Adriana con Jean Luc, un arquitecto francés que durante la comida da sus opiniones sobre la situación que vive la política italiana, que opina vive momentos excitantes, aunque Carlo expone airado que es un momento muy doloroso, tratando Beatrice de mediar entre ellos diciendo que en el fondo opinan lo mismo, aunque Carlo le dice que no es así, señalando que él pertenece al partido de Acción y afirma que está contento, aunque por su violenta forma de hablar no lo parece, haciendo que todos se sientan muy incómodos con su actitud, negándose además a cambiar de tema cuando su mujer trata de terciar.
Beatrice se disculpa ante Jean Luc por el trato de su marido, sentándole tan mal a Carlo que lo haga que se levanta de la mesa y se va a su cuarto, tumbándose en la cama.
Cuando se abre la puerta le pide perdón a Beatrice por su actitud, aunque entonces se da cuenta de que no es ella quien entró en la habitación, sino Adriana, que le pide perdón a él, y le dice que es muy probable que no se case con Jean Luc, diciéndole Carlo que no sabe por qué, pues la quiere y es amable y buena persona, aunque Adriana le dice que no puede amar a otro.
Cuando se recuperó de su estado de postración, Giulio se casó con Adelina y adoptaron a una niña.
Paolino se graduó. Se presenta a oposiciones y las aprueba todas, pero luego rechaza el puesto porque quiere seguir estudiando.
Murió tía Milina y las tías se mantienen mucho más tranquilas y ya casi no discuten.
Giulio escribe una obra, "El despilfarro" y le pide a su hermano que la lea, aunque paralelamente Adelina y él van a abrir una lavandería y luego una cadena de estas.
Su madre empieza a perder la cabeza y se pone el abrigo pensando que van de vacaciones a la nieve pese a que es verano y van a la playa a Santa Marinella.
Aprovechando que se fueron de vacaciones Adriana, que tiene que pasar un día en Roma para una audición en la RAI se instala en su casa, señalando que tras ello partirá hacia Génova y Marsella, antes de regresar a París.
Se ve sorprendida entonces por Carlo, que llega a la casa y dice que va a ayudar a unos alumnos que están preparando un examen de graduación.
Se sienten un poco inquietos de estar allí juntos y solos mientras ven en televisión la noticia del hundimiento del Andrea Doria.
Por la noche, cuando se retiran cada una a una habitación Carlo debe salir debido a que estalla una violenta tormenta para cerrar las ventanas
Adriana, que lee en su cama, al escuchar sus pasos por el pasillo apaga la luz.
Al verlo, él, que había hecho un amago de ir a verla decide alejarse, pero entonces vuelve a encenderse la luz y decide regresar y llama a la puerta.
La encuentra leyendo y quejándose de un mosquito.
Ella le cuenta que en lo que más pensó en esos años fue en el bofetón que le dio antes de marcharse, asegurando no habérselo perdonado a sí misma, extendiéndole su mano que el besa mientras ella llora.
Al día siguiente, tras pasar la noche juntos ella se prepara para ir a la audición en medio de una espantosa tormenta.
Él le pide que le ayude, preguntando ella cómo podría ayudarle. Le pregunta qué podrían hacer, que se fuera él a París con ella y comenzar una nueva vida, o regresar ella a Roma y ser su amante secreta.
Ella le dice que pese a no haber estado juntos durante esos años ambos han tenido momentos felices, que deben tratar de revivir, asegurándole que además para él será más fácil, pues tiene su universidad, sus libros, la política y su familia y ella está sola.
Carlo le dice que le falta ella, y le echa en cara que se marche como siempre, diciéndole que ya no habrá otra oportunidad, y trata de retenerla, aunque ella se marcha.
Carlo regresa a la playa donde le esperaba Paolino harto de aguantar a las cinco mujeres, aunque su padre parece ahora un poco distante.
Como le cuenta que ha discutido con sus compañeros de partido Paolino le dice que siempre discute con todos los que piensan como él.
Se entera de que su hija Maddalena tiene novio, un chico llamado Armando, pidiéndole luego que se gradúe primero y no tenga tanta prisa en casarse, asegurándole que la necesita, ya que es la persona más inteligente de la casa, no sabiendo que Paolino les escucha, aunque Maddalena le dice que es un egoísta.
Maddalena y Armando duermen en una habitación contigua, preguntándole él a ella si cree que su padre le aprecia, asegurando ella que sí pese a que le consta lo contrario.
Algún tiempo después Carlo recibe una carta de Adriana en que le cuenta que ya no canta, que da clases, como él, y que ha estado internada para una pequeña intervención que no les contó y que se va a casar pese a su edad con un diseñador de moda, Victor, algo mayor que ella.
Maddalena decide dejar a su marido e irse con otro hombre, porque, asegura, no desea renunciar a su propia felicidad pese a las críticas de su madre, teniendo aparentemente el beneplácito de su padre, aunque en realidad no lo aprueba y le da una bofetada.
Deja con sus padres a Carletto, su hijo, para cuyo séptimo cumpleaños llegan a Roma Juliette, la viuda de Enrico y sus hijas Claudine y Juliette, que le gusta mucho a Carletto, que juega con ella y se besan.
Se reencuentran sus padres, diciéndole entonces Armando a Maddalena que la vio en el cine con su nuevo novio viendo una de vaqueros pese a que antes no le gustaban.
Los visitan también Adelina y Giulio, que ahora no están bien, pues su negocio fracasó y ahora Giulio es mayorista pero con pocos artículos y muchas deudas.
Llega también su tía Marika, ahora viuda y con tres hijos, que habla con Paolino, que, pese a la diferencia de edad se siente fascinado por ella.
Cuando llega el tío Nicola, Giulio se esconde, pues es uno de sus acreedores, convenciéndolo Adelina de que hable con su tío, ante el que Giulio se presenta de forma agresiva diciéndole que no tiene los 5 millones que le debe, pese a que Nicola no había dicho ni le había reclamado nada.
Tras la fiesta, Beatrice le dice a Carlo señala que quizá se han ocupado poco de Paolino, pues a los hijos que necesitan poca atención se les dedica poca atención.
Unos años después Carlo se queja de lo grande que le parece ahora la casa. Murió Beatrice, ocupándose Adelina del funeral.
Para entonces ella y Giulio tienen un herbolario tras el fracaso de la venta al por mayor.
Adriana toca el piano mientras Carlo recuerda que lleva dos años jubilado, discutiendo de nuevo con Adriana, que no hace más que decir tópicos sobre los jóvenes.
Le pregunta tras ello cuándo supo Beatrice todo, contando ella que en diciembre cuando fue a verlos porque Victor se había roto el fémur, diciendo él que debió decírselo, a lo que Adriana le replica que él lo sabía ya, asegurándole que durante 50 años Beatrice guardó silencio para no perderlo.
Él dice que si se calló es porque sabía que había elegido a la mujer ideal, pues si se hubiera ido con Adriana habrían sido infelices y se habrían separado y vuelto a juntar cientos de veces, estando seguro de que sin Beatrice no hubieran existido ni su casa ni su familia, señalando Adriana que todo eso debía habérselo dicho a ella.
Cuando ella se despide él le reprocha que se marche como siempre, diciéndole ella que él se queda como siempre.
Paolino vive ahora en frente con Marika y se hablan con su padre desde la ventana y aunque le invitan a cenar él rechaza la invitación.
Un día llega toda la familia, empezando por Carletto al que siguen Paolino y Marika, y tras estos el tío Giulio y Adelina, la tía Marina, su madre, su padrastro, la tía Adriana y Juliette, que enseguida se va con Carletto.
Carlo llama a Giulio y le habla de su manuscrito. Le cuenta que en su día le dijo que lo encontraba vacío e inconsistente, aunque no lo había leído, basándose de su conocimiento personal de él, pero que recientemente lo encontró y tras leerlo vio que era fantástico, reconociendo que lo ha estado infravalorando durante años.
Al escucharlo Giulio le reprocha que ha podido modificar el curso de su vida al haber actuado así, pues podría haber sido un escritor de éxito y con dinero.
Mientras ellos hablan Carletto y Juliette se besan.
Adriana vuelve a verlo, asegurándole que ha ido porque Carletto insistió, tras lo cual la familia vuelve a reunirse como cuando lo bautizaron a él, estando ahora todos en torno a él, que celebra que cumple 80 años.