Te cuento la película

La cornona partida
La Corona partida

España (2015) *

Duración: 113 Min.

Música: Federico Jusid

Fotografía: Raimon Lorda

Guion: José Luis Martín

Dirección: Jordi Frades

Intérpretes: Rodolfo Sancho (Fernando II de Aragón), Irene Escolar (Juana I de Castilla), Raúl Mérida (Felipe I de Castilla), Eusebio Poncela (Cardenal Cisneros), Ramón Madaula (Gonzalo Chacón), Jordi Díaz (Andrés Cabrera), Fernando Guillén Cuervo (Fuensalida), Úrsula Corberó (Margarita de Austria), Silvia Alonso (Germana de Foix), José Coronado (Maximiliano I), Pedro Mari Sánchez (Duque de Nájera), Ramón Barea (Duque de Alba), Fernando Cayo (Guillermo de Veyré), Jacobo Dicenta (Juan Belmonte), Jesús Noguero (Duque de Benavente), Antonio Gil (Condestable de Castilla).

Madrigalejo, 23 de enero de 1516. Mientras esperan la muerte de Fernando II de Aragón, el Cardenal Cisneros le cuenta al futuro monarca Felipe II que muchos reinos sucumbieron al morir sus reyes por culpa de la ignorancia, y por ello debe conocer la historia de su abuelo.

La historia que le cuenta comienza con la muerte y entierro de su bisabuela Isabel la Católica, cuyo féretro acompañaba un abundante séquito desde Medina hasta Granada.

Fernando, ahora viudo recibe a Fuensalida, Chacón y Cabrera, que le recuerdan que la reina dejó encargado que a su muerte se pagaran todas sus deudas, pidiendo el rey que se cumpliera su voluntad, aunque para ello deben vender en almoneda los bienes de la reina sin que nada quede de su patrimonio.

Comentan que han llegado condolencias de todas las cancillerías, excepto de Flandes, señalando Fernando que no sabe su yerno que con su tardanza le hace un favor, pues así conseguirá afianzar su poder, aunque pide a Fuensalida que viaje a Flandes para ver la predisposición de su hija y para tratar de retrasar su viaje.

Fernando recibe a Cisneros en Toro y le pide su colaboración, ya que, le señala, duda de su yerno, que cree no gobernará en pro de Castilla, sino en su propio provecho y teme que Juana, cuya mente está nublada por su amor, refrende sus decisiones.

Cisneros teme favorecer a cambio sus propias ambiciones, pidiéndole Fernando que colabore para cumplir con la voluntad de Isabel que quiso dejar en sus manos el gobierno de Castilla.

Antes que Fuensalida llega Juan Belmonte a Flandes. Este se reúne con Felipe, al que le dice que le ha conseguido el apoyo de buena parte de los nobles de Castilla, pero teme las maniobras de Fernando.

Le pide que actúe con presteza, aunque le dice que necesita a su esposa serena y de su parte, pues el testamento de Isabel le da el gobierno de Castilla a Fernando si Juana no quiere o no puede gobernar, y le cuenta que se han convocado Cortes en Castilla sin la presencia de Juana donde teme que la declaren incapaz.

Le aconsejan que tome el poder como su suegra, cuanto antes, aunque para ello necesita del beneplácito de su esposa.

Felipe trata de ganarla diciendo que le duele su separación y le dice que no deben demorar su proclamación como reyes de Castilla, y piensa que pueden hacerlo allí mismo, en Flandes, para no tener que viajar en pleno invierno, aunque ella dice que deben ser las Cortes de Castilla las que le juren como su reina.

Felipe ordena organizar un funeral por su suegra y aprovechando la ocasión proclamarse rey de Castilla aun en contra de la voluntad de su esposa.

Pero cuando esta despierta y ve el palacio desierto pregunta qué ocurre, siendo informada de la ceremonia que se está llevando a cabo en Santa Gúdula.

El 11 de enero de 1505 se reúnen las Cortes de Castilla en Toro, donde se lee el testamento de la reina Isabel indicando su deseo de que su esposo gobierne Castilla en caso de ausencia o incapacidad de su hija para hacerlo, hasta que su nieto Don Carlos cumpliera 20 años.

En Santa Gúdula juran a Doña Juana y a su marido como reyes de Castilla, cuando llega Juana, que afirma que la ceremonia es una farsa sin ella, tras lo que, llegando al altar ordena que siga la proclamación.

En Toro, piden que voten a favor de la regencia de Fernando, de Castilla, León y Granada, aunque el Duque de Nájera eleva su voz en contra de tal proclamación, pues entiende que la legítima heredera es Doña Juana y su esposo.

Fernando les rebela que las razones de su esposa para actuar de ese modo fueron debidas a que antes de fallecer supo de la enfermedad de su hija, haciendo que les pasen a los cortesanos un documento donde el propio esposo de Juana indicaba el estado mental de esta.

Nájera indica que en todo caso debería ser su esposo el rey, aunque Cisneros señala que deben cumplir los deseos de la reina que no quiso que fuera mal gobernado su reino y temía que su yerno careciera de capacidad para ello.

Cuando llega Fuensalida a Flandes reprocha a Felipe su proclamación, indicando este que actuó como Isabel, para no demorarla ya que en invierno era peligroso viajar, diciéndole é que corresponde a las Cortes la proclamación, reprochándole Felipe que el rey aireara ante estas la enfermedad de su hija, replicándole Fuensalida que fue él quien elaboró el documento.

Fuensalida exige ver a la reina, pero Felipe le niega el acceso pese a ser un enviado de Castilla, alegando que el rey de Castilla es él y no lo ha enviado a ningún lugar.

Felipe le cuenta a Juana lo que su padre ha hecho, señalando ella que su locura fue no saber ver lo que ellos vieron, que es un traidor, indicando él que su deseo no es robar el trono, sino compartirlo con ella.

Le pide que escriba a su padre indicándole que no está incapacitada y que solo los celos la vuelven incapaz, aunque ella se niega a escribir esa carta, diciendo él que si no muestra su cordura no la aceptarán, señalando ella que acatarán la voluntad de su madre y que debe ser él quien se esfuerce para ser aceptado.

Él dice que si no se aviene no volverá a verlo en mucho tiempo. La mantendrá prisionera y sin ver a nadie en su alcoba.

Belmonte le dice que ya que Juana se negó a escribir la carta la escribirán ellos.

Enviado por Felipe, llega a Castilla Guillermo de Veyré, al que reciben los nobles castellanos, que le son presentados por el Duque de Nájera que le señala a quienes tiene a su favor, como el Conde de Benavente, y a quiénes en contra, como el Condestable de Castilla.

Celebran un banquete presidido por el enviado del rey que les alerta de las maniobras de Fernando, que se aprovecha de Castilla para su reino de Aragón y actúa en contra de su propia hija, cuya carta les lee y en la que esta, cuerdamente manifiesta que su pasión fue debida a los celos y no a una enfermedad, lamentando que su padre pusiera en conocimiento público cosas que deberían haber quedado en familia.

Consideran que los intereses de Don Felipe y los suyos son los mismos, señalando su enviado que les compensará si le apoyan.

Ignoran la verdadera situación de la reina, a la que encierran en un calabozo.

Pero Margarita, hermana de Felipe no ve con buenos ojos el modo de actuar de su hermano y decide ir a ver a Fuensalida para contarle su situación.

Fernando estalla en cólera, aunque le advierten que cada vez son más los descontentos en Castilla y temen que no baste con mantener a Juana en Flandes, pensando el rey en conseguir un poder firmado por esta para acallar a sus detractores, para lo que le pide a Fuensalida que lo consiga a toda costa.

Margarita acude además a su padre, el Emperador Maximiliano preocupada por la situación de Juana, asegurándole temer por el futuro del imperio.

Maximiliano exige ver a Juana diciéndole a su hijo que es él quien ha perdido la cordura al haberla encerrado en una mazmorra.

El Emperador le dice que no es el amor el que rige en el matrimonio de los reyes, pero su ausencia no debe llevar tampoco al odio, aunque Juana asegura que ama a su hijo y creía que él también la amaba a ella, señalándole Maximiliano que Dios les ha impuesto una misión que deben cumplir juntos y que no deben dar la espalda al designio de Dios ni al de su madre, ante lo que Juana afirma que ella no le importa a nadie, ni a su reino, ni a su esposo, ni a sus hijos, y ni siquiera a su padre, algo que Maximiliano niega, pidiéndole que demuestre al mundo quién es y el mundo le demostrará quién es y cuánto la han echado de menos.

Realizan tras ello un banquete con la presencia de Juana, pidiéndole su padre a Felipe que sea astuto ya que no sabe ser humilde, pues la necesita a su lado, asegurando que no ha actuado por él, sino por su nieto.

Le pide además que le acompañe a Francia para ratificar su acuerdo con el rey Luis para evitar perder la Borgoña.

Le pide tras ello que baile con su esposa, con la que esa noche volverá a acostarse.

Juana sale a pasear a caballo con Margarita, que la lleva hasta el lugar donde tienen retenido a Fuensalida, que le dice lleva mucho tiempo intentando verlo.

Juana le pregunta que si lo que desea es indisponerla contra su esposo, quejándose de que su padre la hiciera pasar por loca.

Fuensalida le indica que solo trata de cumplir el deseo de su madre y evitar la mala gobernanza de su reino, temiendo la propia Juana que su esposo sea mal gobernante.

Fuensalida consigue que Juana firme un poder aprobando la gobernanza de su padre, aunque ella le impone como condición que no abandone Castilla.

Cumplida su misión, Fuensalida se dispone a viajar a Castilla, pero los soldados de Felipe le persiguen y le detienen, quitándole la carta, tras lo que ordenan que sea encerrado y torturado.

Cuando regresa a Castilla se presenta ante el rey diciéndole que fracasó en su misión, pidiéndole el rey que le perdone y señalando que pagarán por lo que le hicieron.

Pero saben que la reina es consciente de las intrigas de su esposo.

El Duque de Alba visita al rey y le avisa de que los grandes de Castilla van a pedir que regrese la reina y su esposo, el cual va prometiendo prebendas a través de Veyré de villa en villa.

Fernando recibe a los grandes de Castilla que le dicen que necesitan a su legítima reina, señalando él que no tiene afán alguno por seguir allí y que ha escrito a su yerno para que no demoren su viaje, consiguiendo así aplacarlos.

Piensa que necesita a Felipe cerca, y sabiendo que su fuerza está en Aragón decide regresar con la idea de librar a Aragón, Nápoles y Sicilia de manos extranjeras, señalando que cederá a su nieto Castilla, pero no Aragón, pues su nieto es también extranjero, por lo que piensa en salvaguardar su legado evitando que caiga en manos del hijo de un traidor y de una loca.

Decide poner primero a salvo sus reinos y luego hacerle pagar a Felipe su traición, llegando hasta donde sea necesario, para lo que pide la ayuda del propio Cisneros.

Reúne tras ello a sus fieles Chacón, Cabrera y el Duque de Alba a los que informa de su intención de negociar con su yerno, para lo que le ha pedido que viaje cuanto antes a Castilla, aunque antes espera arrebatarle a un aliado, el rey Luis, con el que está negociando para tratar de acabar además con la guerra en Nápoles.

Cuenta Cisneros que el fiel Chacón ignoraba que conseguiría hacerse con el favor del rey de Francia casándose con su sobrina, Germana de Foix.

Conseguiría así ser árbitro de la situación en Italia, aunque a cambio de la posibilidad de volver a separar los reinos de las Españas y destruir el sueño de su esposa Isabel.

Chacón entiende que ha traicionado la memoria de la reina pese a haber conseguido la paz en Italia, a un precio demasiado elevado, por lo que se presenta ante el rey al que le pide que le deje abandonar la Corte, pues no desea vulnerar la voluntad de Isabel.

Fernando le dice que Castilla le es hostil y teme que él, que siempre les fue fiel se pase al enemigo, asegurando él que nunca le traicionará, dejándole Fernando cesar.

Le cuentan a Juana la nueva boda de su padre. Felipe le dice que Aragón tiene una nueva reina que no es ella y le hace ver que si fruto de su relación tienen un hijo privarán al suyo de la Corona de Aragón.

Pese a todo Juana no quiere enfrentarse a su padre y comprende que trate de conseguir la paz de su reino al precio que considere necesario aunque le desagrade la unión.

Casado por poderes en Dueñas, Fernando recibe finalmente a su mujer, que se muestra dispuesta a obedecer a su tío, que le pidió que cuidara a sus aliados, asegurando que ella cuidará de él sin pretender llenar el hueco dejado por Isabel.

Celebrarán una cena para presentar a la reina a los nobles, brindando la esposa de Cabrera, Doña Beatriz en memoria de la reina Isabel, pese a lo cual el rey no se lo tiene en cuenta y pide que sirva a su esposa, que esa misma noche se acostará con él.

Cisneros le cuenta a Felipe que Belmonte y su padre decidieron desembarcar en La Coruña, en vez de en Laredo tratando de ganar tiempo y apoyos.

Fernando decide enviar al señor de Veyré con instrucciones para su yerno, aunque por delante de estos envía a Cisneros para que vea la predisposición y las intenciones de su yerno y evitarle que tenga que humillarse, tratando de conseguir de él alguna concesión hacia Fernando que lo debilite y le haga más fuerte a él.

El encuentro se producirá en Orense en mayo de 1506, señalando Felipe no estar dispuesto a renunciar a la gobernanza, pues tiene a sus partidarios castellanos allí.

Cisneros dice que él puede lograr que ceda para que no haya una corona partida, pero piensa que no cederá a cambio de nada.

Felipe se muestra abierto a negociar, pidiéndole a Cisneros que viaje con él para ello.

Remesal. Junio de 1506. Fernando y sus tropas acuden al encuentro de Felipe, acompañado de los nobles castellanos, incluido el Condestable.

Se reúnen para firmar los acuerdos a los que llegó Cisneros, indicando que conservará los Maestrazgos de Santiago, Calatrava y Alcántara y la mitad de los ingresos procedentes de las Indias y una renta de 10 millones de maravedíes al año, aunque él señala que poco ex para lo que se le exige.

Felipe le pide que firme un escrito para ello en que la declare incapaz de gobernar a Juana, señalando él que renuncia al reino de Castilla, pero se niega a firmar la incapacitación de su hija hasta que no la vea.

Esta se queja de que haya negociado a sus espaldas, pues ella no hubiera permitido que lo humillaran, ordenando a los nobles que le lleven ante su padre el rey, aunque ninguno le obedece, gritando que quiere ver a su padre.

Pero los nobles se dan cuenta de que en efecto Doña Juana está enajenada, quejándose de que su carta les llevó a confusión, por lo que algunos de ellos piden que sea Don Felipe quien reine, haciendo ver el Condestable que la reina no está incapacitada, lo que, indica Nájera, será resuelto por las Cortes, ante lo que Cisneros les indica que ello no es posible sin la autorización de su padre.

Felipe decide acudir a las Cortes en Valladolid sin su esposa, lo que el Condestable no está dispuesto a refrendar sin hablar con ella, pues solo ha visto a una hija deseosa de hablar con su padre, algo que su esposa le impide.

Todos la escuchan gritar por la noche pidiendo que le dejen ver a su padre.

El Condestable y el Duque de Benavente hablan en efecto con ella y le pide que Castilla no se vea privada de ella, que señala que desea ser jurada reina ante las cortes.

Van a ver tras ello a Felipe al que le dicen que nada dijo que denotara su incapacidad por lo que cree que debe ir con él a Valladolid.

Felipe vuelve a ver a Fernando para pedirle que firme la incapacitación de su hija, aunque él insiste en que no lo hará sin verla, sabiendo Fernando que si se ha reunido con él es porque no todos están de su parte.

Belmonte le pide a Felipe que sea paciente y que no insista en la incapacitación entre los nobles a riesgo de dividirlos cuando las Cortes están a punto de celebrarse.

El 12 de julio de 1506 se reúnen finalmente las Cortes en San Benito, Valladolid, pidiendo ante ellas la reina su apoyo y que la juren en Toledo como reina propietaria.

Aprovechando la reunión de las Cortes, Felipe señala que su padre se ha marchado a Aragón, por lo que le pregunta si está dispuesta a gobernar ella sus reinos y si acepta que él gobierne con ella, señalando Juana que no le parece con conveniente que Castilla sea gobernada por un flamenco y que hubiera preferido que se quedara allí su padre como dispuso su madre hasta que su hijo fuera mayor de edad, pero dado que Fernando no está será su marido el rey, señalando este que acepta el cargo, solo si aceptan a su hijo Carlos como su heredero, accediendo finalmente la reina y procediendo las Cortes a su juramento.

Pero ella sabe que Felipe ya no la necesita y se pregunta qué destino la aguarda una vez logrado lo que deseaba, diciéndole él que es su esposa y madre de sus hijos, pidiéndole que se prepare porque en unos días partirán hacia Segovia.

En su camino paran en el castillo de Cójeces, donde la reina se niega a entrar, pasando la noche en su caballo por temor a ser recluida si entraba allí.

Felipe indica que deben ir a la Corte, aunque Belmonte le sugiere ir antes a Burgos, donde celebrarán su nombramiento con justas, cacerías y juegos.

El rey acepta y viajan a Burgos, donde el recién coronado rey juega a pelota hábilmente, mientras Cisneros pone a Fernando al tanto de las últimas novedades.

Tras el juego el rey, muy sudado, bebe agua fría.

Una dama avisa a la reina, en la casa del Cordón en Burgos, donde se alojan de que su esposo está muy enfermo

Cuentan que jugó reciamente sin secarse el sudor y luego bebió agua muy fría, informándoles el doctor que tiene la campanilla inflamada y se quejó de dolor en un costado, habiendo escupido sangre, señalando que no podrá hacer por él nada.

Los nobles se preguntan qué ocurrirá, pues temen dejar el reino en manos de una loca, y su nieto es aún muy pequeño, señalando Cisneros que solo cabe la regencia, temiendo que la pida su abuelo Maximiliano, algo que ninguno desea.

Comentan que también el copero cayó enfermo, pese a lo cual ningún físico fue capaz de detectar veneno alguno en el agua.

Le piden a Cisneros que sea él regente, aunque él escribe a Fernando pidiéndole que regrese y se haga cargo de esos reinos.

El 25 de septiembre de 1506 y velado por la reina y los súbditos, Felipe fallece, pidiendo la reina que lloren, pero sin aspavientos, pues el espíritu de su esposo sigue allí por lo que desea que escuche solo cosas de su agrado, pues los doctores de la iglesia señalan que el alma tarda en separarse del cuerpo.

Como dispuso ser enterrado en Granada, así ordena la reina que se haga.

Fernando no quiere precipitarse, pues piensa que si espera acabarán deseando su vuelta los que aún no le quieren.

Tras la muerte de su esposo Juana ordena que las mercedes dadas por su esposo se quiten y que se sustituya a los miembros del Consejo Real que nombró su esposo y que regresen los que lo fueron con sus padres.

Por la noche la reina acompañada por el condestable y su esposa acude ante el féretro de su esposo y ordena abrir el ataúd para verlo pidiendo que den fe de que ese es su esposo, pues su rostro ya no parece el mismo. Lo besa tras ello y ordena partir.

Durante meses Juana solo pensó en las exequias de su marido, y aunque tuvo que parar en Torquemada, donde nació la infanta Catalina, seguía ajena a todo lo que no fuera su marido.

Finalmente el séquito se encuentra con el de su padre con el que se abraza.

Perdido el sol del esposo dice, no es decoroso que las viudas viajen a la luz del sol, y por eso el séquito comienza a viajar de noche.

Fernando desea viajar a Burgos, pues Belmonte se niega a entregarle el castillo, pero Juana no desea volver al lugar en que murió su esposo.

Cisneros le cuenta al futuro rey que para su padre y su abuelo su madre era necesaria, pero un estorbo para sus planes.

Fernando consiguió imponerse en Castilla la Vieja, pero para conseguir la regencia tuvo finalmente que tomar una decisión definitiva, enviándola al palacio real de Tordesillas, donde la mantuvo encerrada.

Mientras le cuenta esto a Felipe, Germana va a avisarle de que su majestad le llama, pidiéndole en su lecho de muerte a Cisneros que ejerza él como regente de Castilla hasta que su nieto Carlos llegue

Antes de morir, Fernando vuelve a ver a Isabel y le dice que ahora podrán descansar para siempre juntos.

Durante 46 años, Juana estuvo recluida en Tordesillas hasta su muerte el 12 de abril de 1555.

Cisneros por su parte ejerció la regencia hasta la llegada de Carlos I.

Calificación: 2