Te cuento la película

El último traje
El último traje

España / Argentina (2016) *

Duración: 86 min.

Música: Federico Jusid

Fotografía: Juan Carlos Gómez

Guion y Dirección: Pablo Solarz

Intérpretes: Miguel Ángel Solá (Abraham Bursztein), Ángela Molina (María), Olga Boladz (Gosia), Julia Beerhold (Ingrid), Martín Piroyansky (Leo), Natalia Verbeke (Claudia), Jan Mayzel (Piotrek), Maciej Grubich (Abraham 19 años), Michal Sikorski (Piotrek 19 años), Mora Starosta (Sheine).

Un grupo de judíos baila al son de una orquesta.

Un anciano, Abraham Bursztein, está rodeada de 5 de sus nietos para hacerse una fotografía cuando observa que falta una de sus nietas, Micaela, que no quiere hacérsela porque dice que no le gusta que le hagan fotos.

Abraham sale a buscarla y le pregunta a la muchacha qué es lo que quiere para que salga en la foto, diciéndole ella que no le gusta salir en las fotos, pidiéndole a cambio un iPhone 6 que dice podrá comprar en Miami por 1.000 dólares.

El abuelo le explica que quiere la foto para engañar a los viejos del geriátrico y que crean que sus biznietos le quieren mucho, y que si no se hace esa foto no podrá volver a la casa, recordándole la niña que la casa no es suya ya.

Le ofrecle 200 dólares, pero ella le dice que no le gusta hacerse fotos, debiendo subir luego hasta 400, y finalmente a 600 cuando la niña le dice que sin ella la foto no servirá de nada.

El viejo decide irse, aunque en el último momento se da la vuelta y le dice que le dará 800 como máximo, aceptando Micaela entonces el trato, aunque su abuelo le dice entonces que lo decepciona aflojando tan rápido, pues estaba dispuesto a darle los 1.000 que le había pedido, ante lo que la niña dice que en realidad el móvil vale 600, por lo que le sobran aún 200, diciéndole el viejo a la niña que es su preferida.

La casa está ya a medio desmantelar y se van llevando ya algunas cosas sus hijas, preguntando entonces una de ellas qué hace con un traje que encontró en una funda.

Abraham les dice a todos que siente lo que haya podido decir que les haya incomodado, pues las personas a veces se resisten a envejecer, y con el viejo traje en sus manos les dice que están cansados y les gustaría descansar y disfrutar por última vez de la casa donde han vivido los últimos 50 años, él y Tsuris, como llama a su pierna.

Acabada la reunión se van despidiendo de él, hijos, nietos y biznietos, diciéndole una de sus hijas que irá a buscarlo a las 10 de la mañana del día siguiente.

Antes de marcharse, la asistenta, Paulina, le dice que no está de acuerdo con lo que le han hecho, asegurándole que Claudia nunca le hubiera hecho eso, a lo que el viejo le responde que no conoce a ninguna Claudia, destrozando una nota que esta le entregó.

El hombre tiene marcado su brazo con el número de un campo de concentración.

Una vez solo recoge el traje que antes encontró Paulina y sale para coger un taxi con el que va hasta una nave donde hay un gran número de judíos trabajando.

Busca a una mujer que, le dicen, se fue a Israel 15 años antes, aunque está su hija, si bien no creen que le pueda atender, pues es actriz y a esa hora está ensayando.

El viejo le muestra a la chica una medalla, que le dice, le regaló su abuelo antes de irse, debiendo ella atenderlo, explicándole que desea viajar hasta Polonia y necesita hacerlo cuanto antes.

Pero no hay vuelos a Polonia hasta el jueves, por lo que Abrahm le pide que busque el primer avión que salga para Europa, viendo la muchacha que hay un avión para Madrid esas misma noche, queriendo solo un billete de ida.

La chica le busca un viaje que le dice, le costará 3.230 dólares, que incluyen un viaje hasta Madrid y desde allí un tren hasta Varsovia, haciendo escala en París, donde debe cambiará de estación.

Abraham le pregunta cuánto le descontará, pues su abuelo siempre le hacía descuentos, ya que él siempre le hizo los trajes, aunque ella señala que no lo hay.

En el avión, que sale de inmediato, se sienta junto a un joven que no parece querer hablar para nada con él enfrascado en la lectura de una revista, pese a lo cual Abraham insiste en preguntarle qué lee, preguntándole si es músico, aunque no le responde, pese a lo cual él adivina que toca el piano.

El joven, agobiado con la cháchara del anciano, que no para de preguntarle cosas, se marcha a otro asiento, dejando así libre su sitio y permitiendo que el anciano pueda tumbarse e ir durmiendo.

Al llegar a Madrid, y como no tiene billete de vuelta, ni dinero, ni señala cuál es el motivo de su viaje es interrogado por la policía, y les dice que sí tiene dinero, pero que antes les dijo que no porque su cara no le inspiró confianza, intentando sobornarlos.

Les cuenta que sus hijos vendieron su casa y le quieren cortar la pierna y enviarlo a un geriátrico, pero que él quiere ir a Polonia para entregarle un traje a una persona.

Cuenta también que él nació en Polonia, a donde no ha regresado desde que salió de allí en 1945 y le prometió a esa persona el traje entonces y está convencido de que lo está esperando pese a que no han vuelto a contactar desde entonces, y que si lo manda de vuelta lo va a matar y le dice que si sabe lo que les ocurrió a los judíos no debería extrañarle lo que desea hacer.

Cuando finalmente los convence y le permiten salir, se encuentra fuera a Leo, el joven con el que compartía asiento en el avión, que le dice que tiene la misma situación que él, pues estuvo durante algún tiempo viviendo allí de forma ilegal y no tiene pasaje de vuelta ni dinero, estando esperándolo una hija de cuatro años

El anciano le deja dinero tras recriminarle que no se le hubiera ocurrido comprar un pasaje de vuelta.

Poco después comparten un taxi que les lleva por Madrid hasta un hostal, echándole Abraham la bronca por no haberle contestado cuando le habló en el avión, diciéndole Leo, agradecido que si lo desea puede llevarlo esa noche hasta la estación, dejándole también su número de teléfono.

En el hostal le dice a la recepcionista, María, que es también la dueña, que él es organizador de un paquete turístico y quiere llevar allí a 30 personas, diciéndole ella que les cobraría 30 Euros por cada habitación doble, es decir, 15 Euros por persona, aunque cuando él pretende pagarle 15 Euros por la habitación por el tiempo en que esté allí, ya que, le explica, debe coger un tren esa misma noche, ella le dice que la habitación son 50, pues 30 es para un grupo y por una semana.

Su pierna está cada vez peor y le cuesta incluso acostarse.

En la cama vuelve a recordar a la niña judía. Esta narra una historia en polaco sobre las estrellas, que nunca duermen, porque si lo hacen dejarían de flotar y caerían, dejando encandilado a todo el mundo, y cuando acaba, otro muchacho corre a abrazarla.

Está soñando profundamente dormido, y por ello no escucha a María cuando llama a su puerta, por lo que esta decide entrar, debiendo despertarlo, advirtiéndole que ya se le ha hecho tarde para coger el tren, observando el número de su brazo.

Le pide que se levante y lo invita a cenar, llevándolo luego a un local de copas donde ella canta una canción mientras otro hombre toca el piano.

Se sincera luego con él y le cuenta sus malas experiencias con los hombres.

Su primer marido la dejó plantada con los dos hijos y tardó 7 años en olvidarlo, encontrando entonces a su segunda pareja. Lo dejó por el primero cuando este reapareció, aunque poco tiempo después la volvió a dejar, y se dio cuenta de que el segundo era un buen hombre y le suplicó volver. Él la perdonó, pero se lo hizo pagar muy caro.

Le va contando esto cuando llegan de vuelta al hostal, dándose cuenta María de que está abierta la ventana de su huésped y le pregunta si la dejó él así, respondiendo que no, por lo que ella se teme que hayan entrado a robar, comprobando Abraham en efecto que le han robado todo el dinero, señalando que tenía 15.900 dólares, quejándose María de que teniendo ese dinero le regateara unos Euros.

El hombre se pregunta qué hará ahora, recordándole María que allí no hacen caridad.

Le cuenta luego que tiene una hija que vive en Madrid, pero están enfadados y no puede pedirle nada hasta que ella no le pida perdón, pues e que lo humilló negándose a decir unas palabras agradables.

María le dice que tendrá que hablar con ella, pues allí no se podrá quedar.

La amenaza surte efecto, y, con la colaboración de Leo acude al portal de la casa de su hija, a la que ven salir, pero no se atreve a dirigirse a ella.

De vuelta en el hostal le cuenta a María la bronca con su hija.

Él decidió poner su casa y sus ahorros a nombre de sus hijas y les pidió a todas que le dijeran a cambio cuánto lo querían.

Pero cuando le tocó a ella, le dijo que le daba vergüenza la cantidad de hipocresía que había escuchado y que el amor se muestra con actos y no con palabras no estando dispuesto a participar en esa ceremonia absurda.

Él le dijo que se fuera de su casa para siempre por haberle faltado al respeto.

María le dice que está loco, porque esa hija fue la única sincera, preguntándole cómo acabó con las demás, contándole que le vendieron la casa y querían meterlo en un geriátrico..

Abraham le pide que le ayude a vender su medalla, diciéndole ella que eso es un regalo que no tiene precio.

Debe ir de nuevo a casa de Claudia y llama al portero automático, diciéndole ella que bajará al reconocer su voz.

Pero él sube al coche y le pide a Leo que arranque, pues ella no quiere saber nada, diciéndole Leo que lo escuchó todo, obligándole a esperarla.

Cuando Claudia baja, él le dice que ha ido a disculparse con ella, pues cometió un error.

La hija le pregunta qué está pasando, mostrándole él la hoja donde escribió Polonia, pues es una palabra que nunca volvió a pronunciar para ver a un amigo.

Pero ella no le cree y le pregunta qué está pasando, insistiendo él en que ha ido a disculparse y a conocer a su nieta, que está al lado observándolos.

Pero Claudia ha hablado con sus hermanas y sabe que las cosas no son tan sencillas y le dice que va a llamar a Sara para preguntarle, pues están desesperadas.

Él le dice que no quiere saber nada de Sara, pues le vendieron la casa y se quedaron con todo, incluso con su parte, asegurándole ella que no lo hicieron, pues se la enviaron su parte que él les dio por error, asegurando ella que sus hermanas le dieron su parte pese a que él se la había regalado a ellas.

Ella trata de aclarar todo cuando él dice que le robaron todo, pidiéndole que entre en casa, pero él le dice que tiene que ir a Lodz y necesita 2.000 dólares, o incluso 1.000, dándose cuenta entonces de que su hija se ha tatuado en el brazo el mismo número que tiene él, aunque se lo oculta y decide darle los 1.000 dólares sin más.

Solucionado el tema económico María y Leo lo acompañan a la estación del AVE, donde le despiden cariñosamente.

Recuerda entonces aquellos duros momentos en Polonia, cuando era una adolescente, y se ve caminando por las calles de su barrio llamando la atención por su deplorable estado, con signos de haber sido torturado salvajemente

Trataba de buscar refugio en su antiguo barrio, donde llama a una puerta, pero el dueño de la casa lo echa y le cierra la puerta, que luego abre un muchacho que le dice al hombre que le deje pasar, ante lo que el hombre le dice que si lo hace volverán y les quitarán la casa, pero Piotrek, su hijo, se enfrenta a su padre e incluso lo golpea, diciéndole que es una mala persona, pues todo lo que tiene se lo debe al padre de Abrahaam, decidiendo marcharse de su casa llevándose a su amigo en brazos.

Lo lleva hasta otro lugar y lo cuida..

Despierta a punto de llegar a París-Montparnasse y coge un taxi para cambiar de estación a la Gare de L'est.

Allí debe sentarse para descansar su pierna, que cada vez le duele más.

Y de pronto ve un plano del viaje y se dirige al mostrador, donde no le entienden cuando les dice que desea ir a Polonia, pero sin pasar por Alemania, ayudándole una mujer que le sirve de intérprete, diciéndole que no hay modo de ir sin pasar por Alemania, donde además debe bajar y hacer escala. Solo podría hacerlo en avión, ante lo que decide tirar el billete, aunque otra pasajera lo recoge y se sienta con él y le pregunta si habla yidish.

Abraham habla con ella, Ingrid en ese idioma, quejándose de que se rieran de él, aunque ella le dice que no lo entendieron, aclarándole que pese a hablar el idioma judío es alemana, pero estudió historia judía, aunque cuando él decide dejar de hablar con ella en ese idioma ve que la mujer también habla español y le dice que está tratando de ayudarlo, pero él vuelve a tirar el billete, decidiendo la mujer, al ver que no es bienvenida, la mujer se marcha.

Sentado en la estación vuelve a recordar aquellos años pasados.

Mientras le cuidaba, Piotrek le preguntaba por su hermana Shiene, la pequeña que les contaba aquellas historias tan bellas, mostrándole una fotografía de esta a Abraham, que no tiene nada que decir, adivinando que también se la llevaron.

Finalmente coge el tren, viendo al despertarse que Ingrid se ha sentado frente a él, diciéndole esta que se alegra de que cambiara de opinión.

Aunque él no le contesta ella le cuenta que es antropóloga, preguntándole él qué desea de él al ver que no está dispuesta a marcharse.

Ingrid le pregunta qué va a hacer a Polonia, contándole que va a ver a un amigo que le salvó la vida cuando se fueron "ustedes", y cuando ella le pregunta "¿nosotros?", ella le responde, sí, los alemanes.

En el siguiente tren Ingrid vuelve a ver a Abraham durmiendo en un compartimento y vuelve a sentarse a su lado y cuando se despierta el hombre le dice que ya están en Alemania , contándole que es divorciada y sus hijos mayores, y por ello viaja mucho, diciéndole que las cosas cambiaron en Alemania y que los alemanes, incluso los que no habían nacido entonces han comprendido que son responsables de lo que hicieron, y que ella personalmente se siente avergonzada, cuando él le pide que se marche.

Él le cuenta que le arrancaron de los brazos a la muchacha.

Ingrid le dice que no le molestará más y se despide dándole un beso en la frente, aunque cuando ya se va a marchar, él le dice que si de verdad quiere ayudarle, debe conseguir que no llegue a pisar el suelo de su país.

Como deben hacer transbordo ella coloca una pasillo de ropa desde el tren hasta un banco, mostrándose agradecido.

Le cuenta que su madre fue maestra y su padre sastre y tenía un hermano y una hermana, que desde pequeña les hipnotizaba con los cuentos que se inventaba.

En verano iban al río con sus tíos y primos. Se juntaban más de 60 y eran felices aunque no lo sabían.

Le cuenta que el crimen de su padre fue tener un acordeón y el de su tío tener un violín, recibiendo cada uno de ellos un disparo lo que él vio desde su ventana, y el crimen de su hermana fue no haber nacido un mes antes, pues se llevaron a 10.000 niños. 20 vagones llenos con pequeños de hasta 10 años.

Si hubiera tenido 11 se habría salvado, pero le faltaba solo un mes para tenerlos. Recuerda que la pequeña le miró a los ojos antes de subir.

Cuando anuncian que va a entrar el siguiente tren, Ingrid le ayuda poniéndole las zapatillas y se plantea qué harán ahora para ir hasta el siguiente andén, aunque él decide bajar sus pies de la maleta, pareciendo haber olvidado sus prejuicios.

Ingrid lo abraza.

Viaja hacia Varsovia en un compartimento lleno de gente, sintiéndose incómodo y agobiado, por lo que se marcha y entra en otro donde solo viaja una mujer dormida.

Pero se sigue sintiendo mal. Inevitablemente y el tren le recuerda aquellos trenes nazis llenos de oficiales con muchachas y champán.

Entonces un oficial le exigió que mostrase sus partes mientras un perro ladraba, por lo que sale corriendo, abriendo varios compartimentos y viendo a toda su familia, incluida su hermana en uno de ellos, cayendo finalmente en el pasillo.

Cuando despierta ve que se encuentra en un hospital.

Allí una enfermera, Gosia, le habla en español, y le dice que está en Varsovia, y cuando le dice que nació en Lodz ella le pregunta si habla en polaco, respondiendo que no.

Gosia le dice que es un hombre afortunado pues ha vuelto de la muerte y que su pierna está muy comprometida y los médicos quisieron amputarle la pierna, aunque uno de ellos dijo que si su pierna tenía una mínima oportunidad, habría que dejársela.

Le pregunta si cuando pueda salir la acompañaría a casa de un amigo, diciéndole ella que lo hará, aunque cuando le dice que es en Lodz ella resopla.

Durante el camino ella le pide que le hable de su amigo, contándole que era hijo de su empleada de hogar y de un empleado de su padre en la sastrería.

Nacieron el mismo año y se criaron juntos y eran como hermanos, recordando que él era muy tímido y lo llamaban el mudo, y solo hablaba con él.

Siempre estuvieron juntos hasta que ellos tuvieron que irse al gueto en el 39.

Tras ello estuvo en dos campos de trabajos forzados, y cuando los llevaban a un campo de exterminio se escapó y se perdió en el bosque donde sobrevivió comiendo pájaros y raíces y bebiendo agua de lluvia, estando hasta que no podía aguantar más, encontrándose cuando salió con que se habían ido los alemanes y habían llegado los rusos, volviendo a su casa en Lodz, en un estado lamentable.

Piotrel lo cuidó en el cuarto de servicio donde se había criado.

Cuando mejoró, le dio ropa y le entregó los ahorros de su padre tras robárselos, dándole además una carta de una tía que se fue a Argentina.

Prometió escribirle y volver para contarle su suerte, aunque no lo cumplió.

La enfermera le lleva por la ciudad totalmente reconstruida en su silla de ruedas, aunque no reconoce nada y tiene miedo, tanto de que esté como de que no esté.

Ella le dice que es probable que se fuera o muriera, pero no sería bueno que se fuese sin intentar averiguarlo, llevándolo hasta el callejón donde vivía y hasta su antigua casa.

Llama a la puerta nervioso, pero nadie contesta.

Ella llama enfrente a un portero automático. Habla con diversas personas, aunque nadie parece conocer a su amigo, por lo que piensan que se marchó, lamentando no haber regresado antes.

Ve unas escaleras que van a un piso bajo y le pide a Gosia que pregunte allí, y mientras la espera se fija en una ventana de enfrente, donde un anciano se sienta ante a una máquina de coser y se queda mirándolo.

El hombre lo mira también y lo reconoce, por lo que sale afuera y al comprobar que se trata de Abraham le acaricia, contándole él que le lleva el último traje que hizo y para el que utilizó un patrón que le dio en el 45.

Gosia, que regresaba de preguntar los ve abrazarse, diciéndole Piotrek que vaya a casa.

Le sonríe mientras ve cómo se marchan, con Abraham sujeto, como entonces en Piotrek, marchándose feliz de haber sido testigo del reencuentro.

Calificación: 2