Te cuento la película

El ciudadano ilustre
El ciudadano ilustre

Argentina / España (2015) *

Duración: 118 Min.

Música: Toni M. Mir

Fotografía: Mariano Cohn, Gastón Duprat

Guion: Andrés Duprat

Dirección: Gastón Duprat y Mariano Cohn

Intérpretes: Oscar Martínez (Daniel Mantovani), Dady Brieva (Antonio), Andrea Frigerio (Irene), Belén Chavanne (Julia), Nora Navas (Nuria), Manuel Vicente (Intendente Cacho), Marcelo D'Andrea (Florencio Romero), Nicolás De Tracy (Roque), Julián Larquier (Ramiro).

Daniel Mantovani escucha entre bambalinas su presentación antes de recibir el premio Nobel de Literatura en Estocolmo. En ella destacan que el relato de las historias del lugar donde nació y creció, una pequeña localidad cercana a Buenos Aires lo hicieron, paradójicamente, universal.

En su discurso, Mantovani asegura sentirse halagado, aunque asegura que ese premio es ya también su ocaso y su canonización terminal como artista, pues que su obra coincida con el gusto de jurado y público supone que se ha convertido en un artista cómodo, lo que va en contra del espíritu del artista, que debe incomodar y agitar

5 años después en Barcelona, donde reside, Daniel es informado por Nuria, su secretaria de un sinfín de actos a los que está invitado o de premios que no desea ir a recoger.

Capítulo I. La invitación

Entre la numerosa correspondencia, e invitaciones que rechaza, incluso la de la presentación de su obra completa en mandarín hay una de Salas su pueblo natal en la que se le invita por la municipalidad a acudir a su pueblo para recibir la mayor distinción de este, la medalla de Ciudadano Ilustre, así como para dar varias charlas a sus convecinos, aunque los actos están previstos para la semana siguiente.

Él le recuerda a Nuria que hace ya casi 40 años que no ha vuelto a su pueblo, y que lo único que hizo en su vida es huir de ese lugar. Sus personajes no pudieron salir nunca de allí y él no pudo nunca volver.

Nuria le dice que su editor insiste en preguntar si está escribiendo, señalando Daniel que escribe mucho, cartas, artículos y conferencias, pero no libros.

Pero de pronto parece cambiar de opinión y le dice a Nuria que va a aceptar la invitación de Salas, para lo que debe cambiar su agenda y anular los compromisos de esos días, aunque le dice que irá solo, incluso sin ella, y que no se tiene que enterar nadie, pues no quiere periodistas ni en España ni en Argentina.

Pero pese a su deseo de anonimato, ya en el avión que le lleva a Buenos Aires el piloto anuncia a todos los pasajeros que les acompañó Mantovani en el viaje.

Cuando llega al aeropuerto le espera Ramón, que será su chófer hasta Salas, el cual le lleva en un auto destartalado, llevándolo por un camino sin asfaltar por lo que acaban pinchando, encontrándose sin rueda de repuesto, no teniendo móvil ni Daniel ni el chófer, por lo que acaban perdidos a 100 kilómetros de Salas no pudiendo hacer otra cosa que esperar, asegurando el chófer que cuando vean que no llega saldrán a buscarlos, aunque Daniel duda que los busquen por ese camino secreto.

Cuando anochece deben encender fuego para no quedarse fríos, utilizando para ello uno de los libros de Mantovani, pidiéndole Ramón que le cuente un cuento.

Daniel le cuenta una historia sobre dos hermanos gemelos, uno que vivía humildemente y otro con mucho dinero.

Ambos frecuentaban el cabaret del pueblo y estaban obsesionados por una prostituta paraguaya, aunque fue el rico el que convenció a la mujer para que se casara con él.

Una noche, el pobre se presentó en casa de su hermano dispuesto supuestamente a zanjar sus diferencias, aunque lo que hizo fue asestarle un golpe en la cabeza a su hermano matándolo, tras lo que lo incineró en un horno de la fundición, tras ello se afeitó y se visitó con la ropa de su hermano, yendo tras ello hasta la casa de este donde le esperaba su mujer con la que pasó los meses más felices de su vida, hasta que llegaron los hombres que trataban con su hermano y lo mataron para ajustar unas cuentas pendientes, no apareciendo tampoco su cuerpo, quedándose la pelirroja con todo.

Al terminar la historia Ramón le dice que esa historia ocurrió realmente en Salas.

Tras dormir en el coche Daniel despierta al chófer, el cual sale para hacer sus necesidades llevando una de las hojas de su libro para limpiarse.

Tras ello comienzan a andar hasta que encuentran una camioneta que los recoge y los lleva hasta el humilde hotel de Salas donde se alojará.

Capitulo II. Salas

Por la mañana sale pronto a pasear observando las humildes casas y negocios de la localidad, viendo cómo algunos vecinos empiezan a seguirlo y a grabarlo con el móvil, hasta que él les pide que dejen de hacerlo al llegar al ayuntamiento.

Allí es recibido por el Intendente Cacho, que le pide perdón por lo ocurrido con el chófer, tras lo que le lee el programa de actividades.

Le dice también que consiguieron todo lo que su secretaria les pidió excepto su colchón de látex, preguntándole el escritor qué indicaciones les dio su secretaria, leyéndole sus peticiones entre las que está su menú o datos como que no le gustan los besos ni los abrazos - norma que Cacho se saltó abrazándolo al recibirlo - ni responder preguntas sobre su vida privada.

Tras ello le llevarán a su primer acto subido en el camión de los bomberos acompañado por la reina de la belleza local, pese a que él indicó que prefería ir andando, viendo además cómo hacen sonar la sirena para que la gente le salude a su paso.

Cuando llega al lugar del homenaje comienzan con un documental sobre su vida desde que nación en febrero de 1954, y en que lo comparan con los grandes escritores de todos los tiempos, haciendo que se emocione al recordar a sus padres, muertos 40 años atrás ella y 30 él.

Le entregan luego la medalla de ciudadano ilustre que le entrega la reina de la belleza.

Habla luego ante los asistentes, reconociendo llevar casi 5 años sin escribir al no tener nada nuevo que decir.

Al término de la reunión ve cómo se le acerca un hombre que lo llama Titi, y en el que reconoce a Antonio, un antiguo amigo.

Daniel le cuenta que ni se casó ni tuvo hijos, contándole Antonio que él se casó con Irene, la antigua novia de Daniel y que esta creó un taller en el campo para niños pobres, invitándolo a cenar en su casa el día siguiente.

Tras ello realiza una entrevista para la televisión local, sin ninguna sustancia, preguntándole por qué no tuvo ganas de volver en tanto tiempo y asegurando él que le hubiera gustado volver, pero sin que nadie le viera, observando cómo en medio de la entrevista el entrevistador anuncia un zumo.

A la salida es interceptado por un hombre que dice quiere invitarlo a comer, pues su padre era uno de los personajes de sus novelas, un repartidor que iba en bicicleta.

En la habitación observa los regalos que recibió, casi todo comida, aunque también un poncho gaucho.

Capítulo III. Irene

Le avisan de recepción porque le está esperando Irene abajo.

Tras el reencuentro ella le cuenta que Antonio y ella tienen una niña y viven en una casa muy bonita.

Él le pregunta por qué no fue a sus clases, diciéndole que ella da clases en una pequeña escuela de un núcleo aislado.

Daniel le pide que le lleve hasta la laguna, aunque cuando llegan ve que ha perdido su encanto, pues no tiene ya agua.

Observan luego que el coche de ella no arranca, por lo que esperan ayuda hablando en el coche.

Él le cuenta que siempre escribió sobre aquello que vivió allí pese a que la mayor parte de su vida la pasó fuera de allí, aunque se sienten incómodos y casi no saben de qué hablar hasta que finalmente él siente el impulso de besarla, respondiendo ella.

Pero antes que la grúa llega Cacho, que consigue solucionarle el problema de batería.

A su regreso el recepcionista del hotel, Ramiro, un joven estudiante le entrega una carpeta en la que le dice van sus cuentos, pidiéndole que si puede les eche un vistazo.

Una vez en su habitación recibe la visita de Julia, una muchacha que lo interpeló en la clase preguntándole si las personas torturadas escribían mejor, lo que él negó entonces,

llevándole Julia un libro donde decía justo lo que negó esa mañana.

Pero no parece enfadada, por el contrario, se abalanza sobre él y lo besa, tratando él de rechazarla diciéndole que podría ser su padre.

Pero finalmente se rinde y acaba acostándose con ella, decidiendo poner la excusa de que no se encuentra bien para no ir a su siguiente acto mientras se queda en la habitación con la muchacha.

Al día siguiente debe participar como jurado de un concurso de pintura, observando tanto él como otro artista que todos los cuadros son espantosos, por lo que rechazan incluso los de las autoridades y sus familiares, aceptando solo uno de ellos, de escasa calidad pero que fue pintado sobre un anuncio, por lo que dice que gracias a ello cobra un sentido diferente.

Pero sus decisiones no son bien acogidas, llegando Florencio Romero, que dice ser el presidente de la asociación de artistas plásticos de Salas que se siente muy ofendido por que rechazaran su obra, diciéndole a Daniel que sus gustos pictóricos están subordinados a los gustos de fuera, al igual que su literatura, que es la de un mediocre que trata a sus paisanos con resentimiento.

Al salir observa mientras pasea que algunos de sus paisanos le graban con el móvil y tras ello ve cómo un coche se pone junto a él haciendo un enorme ruido con el motor hasta que aparece su amigo Antonio y lo recoge, diciéndole que eran unos matones de Romero, pidiéndole que le avise si le vuelven a molestar.

Ya en el coche, Antonio le pregunta cómo vio a Irene, contándole su amigo que le costó mucho, pues después de 3 años de que se él fuera seguía enamorada de él y leyó todos sus libros y lo siguió como pudo toda su vida, aunque le dice que todo eso está ya superado y enterrado y son muy felices.

Al volver al hotel le espera un hombre con un joven paralítico que va en silla de ruedas, el cual le explica que necesitan más de 9.800 dólares para conseguir una silla para su hijo, y que los organismos oficiales le han rechazado, una cantidad que para él sería una nimiedad, ante lo que Daniel le dice que eso iría contra sus principios, pues no es una ONG y debe ser el estado quien lo haga, no considerándose un salvador y sería injusto hacerlo con uno y no con los demás.

A su siguiente clase acude menos gente, siendo interrumpidos por Florencio Romero que reparte fotocopias de la parte de un libro de Mantovani donde trata como brutos y pervertidos a su comunidad, lo que hace en toda su obra, donde los tratan como la peor basura, asegurando que es un bufón de los europeos y un desclasado que huyó como una rata de su pueblo denigrando a este y cobrándolo en Euros no habiendo tenido la dignidad de volver a su pueblo para enterrar a su propio padre.

Cuando se va Romero él asegura que escribe ficciones y que algunos personajes viven en el mundo que vivió sin juzgar si son buenos o malos, solo un reflejo.

Cuando habla con Nuria le explica que el hotel parece de una película rumana y le cuenta su desfile a bordo de un camión de bomberos junto a la reina de la belleza, tras lo que le encarga que compre una silla especial para el muchacho que vio antes.

Capitulo IV. El volcán

En casa de sus amigos, Irene le dice que fue ingenuo o ególatra y que tiene la misma retórica del pasado.

Brindan tras ello por Daniel, diciéndole Antonio que se siente muy orgulloso de él, antes de compartir unas cabezas de cordero asadas, besando luego a Irene.

Tras la cena, y mientras friegan, Daniel le cuenta a Antonio su historia con la muchacha, que se coló en su habitación.

Mientras charlan llega Julita, la hija del matrimonio, que Daniel comprueba, se trata de la chica con la que se acostó la noche anterior, la cual llega con Roque, su novio.

Cuando Antonio le pide que prosiga su historia Daniel le asegura que no llegó a acostarse con la chica.

Luego le cuentan que él y Roque organizan cacerías de jabalíes para los gringos. Roque permanece escondido y si los gringos fallan les dispara él para que queden contentos y le invita a una de sus cacerías para el día siguiente por la noche.

Tras la cena Antonio insiste en salir a tomar una copa, y aunque a Daniel no le apetece acaba yendo con él al Volcán, el club local donde puede ver cómo Antonio se besa lascivamente con una prostituta presumiendo de haberse acostado con todas las del local un montón de veces.

Le explica su teoría de que puede tener aventuras volviendo siempre a su mujer, a la que respeta, y que comprendería que la mujer también tuviera alguna aventura.

Tras ello, Antonio, muy borracho, baila tratando de animar a Daniel a hacer lo mismo, pidiéndole a Roque cuando llega que imite para ellos a los jabalíes.

Daniel no aguanta más y decide irse, pidiéndole Antonio a Roque que lo lleve mientras él empieza a besarse con una de las chicas.

Roque le lleva de regreso al hotel con su moto, encontrando al llegar en su habitación a Julia esperándole desnuda, pidiéndole él que se vista y se vaya.

Ella le dice que Roque no es ya su novio, pues es un bruto y le dice que quiere marcharse de ese pueblo y no tener la vida de mierda de su vieja, pese a lo cual Daniel insiste en pedirle que se marche, haciéndolo ella enfadada.

Mientras sueña con sus paisanos armados es despertado por unos fuertes golpes en la puerta, encontrando al abrirla a Antonio en esta con la cara destrozada, aunque es incapaz de hablar. Se tumba en la cama y se duerme.

Al día siguiente, Daniel acude a otro acto, esta vez con menos personas, en que descubren un busto dedicado a su ilustre ciudadano.

Tras ello habla con Cacho, que le pide que le deje incluir en el concurso de pintura algunos de los cuadros que rechazó, ya que rechazó todas las pinturas de la gente de su pueblo, y él se va al día siguiente, pero él se queda y convivirá con ellos, diciéndole Daniel que haga lo que desee.

De pronto, mientras va por la calle vuelve a encontrarse con Renato, la persona que lo invitó a comer en su casa que le echa en cara que no fuera a comer, diciéndole Daniel que no piensa ir, pues no lo conoce y no tienen nada en común y que sus personajes son solo personajes y que ahora está dispuesto a decir lo que piensa de verdad.

Llega entonces Irene, que sale a su encuentro y lo empuja, diciéndole que se ha convertido en un viejo decadente.

Él trata de defenderse diciendo que no sabía quién era, apareciendo mientras discuten Antonio, al que su mujer se sorprende de ver con la cara destrozada, explicando que se peleó en el bar con el Vasco con el que discutió.

Acude a su última clase en la sociedad de fomento, habiendo ese día solo 5 personas.

Paseando se acerca a la que fue la casa de sus padres, ahora convertida en una peluquería que está cerrada, siendo despedido desabridamente por el dueño.

Visita tras ello en el cementerio la tumba de sus padres.

Cuando llega al hotel escucha una explosión y oye que le insultan, viendo al salir, la calle llena de pasquines contra él, pudiendo ver después que también lanzaron pintura contra la escultura que lo representaba.

Acude a la resolución del concurso de pintura, donde observa que han premiado las pinturas que él rechazó.

Antes de que den los premios decide hablar, diciendo que la cultura no necesita subvenciones y que siempre sobrevivió aun sin estas, diciendo tras ello que las pinturas premiadas no fueron ni siquiera seleccionadas.

Romero tras escuchar sus palabras lanza a sus seguidores contra Mantovani, empezando todos ellos a lanzarle huevos, por lo que este debe ocultarse, siendo Romero expulsado de la sala, aunque se marcha retándolo a verse fuera.

Pero tras ello dice que no le sienta tan mal tener detractores tan vehementes, y celebra ver la libertad del pueblo rechazando lo instituido, aunque lo instituido sea él mismo, y asegura que su deseo es tratar de hacer del mundo un lugar menos horrible aunque sabe que es una batalla perdida y les dice que pueden seguir así, siendo una sociedad hipócrita y estúpidamente orgullosa de su ignorancia y de su brutalidad, lamentando haberles causado tantos trastornos, y diciéndoles que sigan con su apacible vida, tras lo que deja la medalla que le dieron, y sale por la puerta de atrás.

Mientras regresa a toda prisa al hotel ve que sale a su encuentro Irene, que le dice que no se le ocurra ir de cacería con Antonio, y que se tiene que marchar ya, pidiéndole que suba a su coche para que pueda marcharse cuanto antes, aunque nuevamente el coche se queda sin batería y no arranca.

Le dice que recoja todo mientras ella va a buscar la camioneta para ayudarle.

Al llegar al hotel el recepcionista le dice que llegó el colchón de látex y que llamaron de la presidencia de la nación, habiendo también un periodista de Buenos Aires que quiere entrevistarlo, aunque él no atiende. Recoge todo, tal como le aconsejó Irene, y una vez abajo le dice a Ramiro, el recepcionista que le gustaron sus cuentos por su prosa limpia y clara y le pregunta si le gustaría que le publicaran uno de ellos en una antología que están preparando, tras lo que le regala uno de sus libros.

Espera fuera a Irene, llegando poco después la camioneta, aunque no es ella quien llega, sino Antonio, que le pregunta si no es demasiada maleta para ir de cacería y le pide que suba, diciéndole que Irene no pudo ir pero le manda saludos.

Capitulo V. La cacería

Subido en la parte trasera de la furgoneta recuerda todos lo vivido, pasando frente a cada una de las personas que ha visto esos días, como cuando iba en el camión de bomberos, el primer día.

Una vez en el campo le tiran la maleta y Antonio le dice que la recoja y se largue del pueblo, llamándolo rata mientras le apunta con la escopeta y le pide que corra, disparándole mientras se aleja cerca de los pies, haciendo que salga corriendo dejando atrás la maleta.

Pero tras el último disparo a los pies, Daniel cae abatido, habiendo Roque realizado la misma técnica que en las cacerías cuando fallaban los yanquis.

Daniel agoniza mientras escucha el motor de la camioneta.

Algún tiempo después se efectúa un acto en que Daniel presentará su nueva novela, "El ciudadano ilustre".

Durante el mismo empieza a leer su obra, comenzando con la carta que recibió de su pueblo invitándole a viajar allí para recibir la medalla de Ciudadano Ilustre.

En la rueda de prensa posterior le preguntan si hacer de sí mismo el protagonista de la novela no es vanidoso, asegurando que lo es, y que la vanidad es consustancial al escritor.

Cuando le preguntan cuánto hay de creación y cuánto de realidad, él les dice que eso no importa, pues no hay hechos verdaderos, sino interpretaciones, aunque les muestra una cicatriz en su pecho dejando que interpreten si es una cicatriz de una operación, de la caída de una bicicleta o de una herida de bala.

Calificación: 3