Te cuento la película

Dolor y gloria
Dolor y gloria

España / Francia (2019) * USA

Duración: 108 min.

Música: Alberto Iglesias

Fotografía: José Luis Alcaine

Guion y Dirección: Pedro Almodóvar

Intérpretes: Antonio Banderas (Salvador Mallo), Asier Etxeandia (Alberto Crespo), Penélope Cruz (Jacinta), Leonardo Sbaraglia (Federico Delgado), Asier Flores (Salvador niño), Julieta Serrano (Jacinta anciana), Raúl Arévalo (Venancio Mallo), Nora Navas (Mercedes), César Vicente (Eduardo), Cecilia Roth (Zulema), Pedro Casablanc (Dr. A. Galindo), Susi Sánchez (Beata).

Salvador hace natación, mostrando su espalda una cicatriz que la recorre por completo.

Debajo del agua recuerda su niñez junto al río.

En él, un grupo de mujeres, y entre ellas Jacinta, su madre, lavan la ropa, comentando una de ellas, Rosita que le gustaría ser un hombre para poder bañarse desnuda.

Cantan todas ellas mientras tienden sus sábanas al sol.

Unos días más tarde Salvador se encuentra con Zulema, una actriz con la que rodó años atrás, y que le invita a tomar un café.

Le cuenta que él en ese momento no está escribiendo ni rodando, preguntándole por Alberto, que Zulema le cuenta, estuvo en México trabajando en algunos culebrones.

Salvador le dice que no lo volvió a ver desde que rodaron "Sabor" 32 años atrás, pero que volvió a ver la película una semanas antes con motivo de su restauración por parte de la Filmoteca y le conmovió.

Ahora, y tras dicha restauración volverán a proyectarla y quieren que la presente, habiendo pensado en hacerlo con Alberto.

Zulema le dice que se alegra de que no le guarde rencor, recordando él que su enfado se debió a que no hizo el personaje que como lo había escrito, aunque ahora cree que su interpretación está mejor que 30 años atrás.

Zulema le cuenta que está viviendo en El Escorial y le da su contacto.

Escucha el piano en el local y vienen a su cabeza imágenes de su colegio, recordando al padre José María, director del coro del colegio, y que le eligió a él como solista, no acudiendo por ello a las clases de Geografía e Historia ni a las de Ciencias e Historia del Arte durante los tres primeros años del bachillerato porque siempre estaba ensayando, pese a lo cual siempre aprobaba, haciendo de él un ignorante.

Con el tiempo se hizo director de cine y gracias a sus viajes para la presentación de sus películas pudo conocer la geografía española y luego del resto del mundo.

Y empezó a conocer su cuerpo por el dolor y las enfermedades.

Pasó sus primeros 30 años con relativa inconsciencia hasta que descubrió que su cabeza, además de ser fuente de placer y conocimiento escondía infinitas posibilidades de dolor. Tenía insomnio, faringitis crónica, otitis, reflujo, úlcera y asma o el nervio ciático y todo tipo de dolores musculares, tendinitis de rodillas y hombros, pitido de acúfeno, pitos y fuertes dolores de cabeza. Migrañas, cefaleas y dolores de espalda.

Tras una operación de artrodesis lumbar que le inmovilizó la mitad de la espalda, descubrió que su vida giraría en torno a la columna vertebral.

Tenía además otros padecimientos como el pánico y la ansiedad y la depresión, asegurando que las noches en que coinciden varios dolores cree en Dios y reza. Los días que solo padece uno, es ateo.

Va a ver a Alberto a la casa de El Escorial.

Lo recibe reticente, contándole él que ha ido para hablar de "Sabor", observando al entrar que posee un poster justamente de esa película, contándole que le ha costado 32 años reconciliarse con esa película, contándole que la restauraron y la programaron para un ciclo de cine rodado en Madrid y le llamaron para pedirle que la presenten juntos.

Alberto le pregunta si no saben en la Filmoteca que no se hablan desde el rodaje, diciéndole que ahora quiere presentarla con él porque no la presentó en el estreno, recordando Alberto que no lo hizo porque él se lo prohibió.

Ve cómo Alberto fuma un chino delante de él, pidiéndole que le invite, pues siente curiosidad, ya que nunca lo probó.

Al hacerlo se recuesta y recuerda su niñez.

Estaba en la estación con su madre para ir a Paterna, pero como es fiesta local deben quedarse a dormir esa noche en la estación.

Allí Salvador revisa su álbum de cromos con actores de Hollywood.

Cuando finalmente llegan a su destino, Venancio, el marido no parece contento pues le había pedido que esperara a que estuviera instalado, diciéndole ella que su madre ya estaba harta de tenerlos allí y no quiere ser una carga para nadie.

Ve entonces que la casa donde se instaló Venancio es una cueva, pensando ella qué dirían en el pueblo si les vieran.

Venancio le dice que quería que llegara más tarde para poder tenerla encalada antes, diciéndole que no se siente contento de llevarlos allí, aunque ella dice que la arreglará para que parezca una casa.

Se despide de Alberto hasta que vayan a la Filmoteca en tres semanas.

Mercedes, su asistente, le indica que le avise si desea cancelar el evento.

Un día, mientras duerme en su sofá le despierta el timbre, viendo que se trata de Alberto, que puede ver cómo de pronto tiene un fuerte ataque de tos que le impide respirar, comentando que se atraganta enseguida.

Vuelve a probar el chino que se prepara Alberto, mientras ven una película.

Cuando se duerme, Alberto se sienta en su escritorio y husmea en su ordenador, viendo varios documentos, abriendo uno de ellos que nombró como "La adicción".

Le dice a Salvador cuando despierta que le ha gustado y que podría llevarse a un escenario tal como está y que él podría interpretarlo y que, de hecho, necesita hacerlo.

Le cuenta que está en contacto con una pequeña sala, la Mirador, para montar "El bello indiferente" de Cocteau, aunque prefiere su texto.

Antes de irse le regala lo que le quedaba de su papelina.

Tras la proyección de "Sabor", el público espera la presencia de Salvador y de Alberto, aunque siguen en casa de aquel, pues no desea que le vean drogado y titubeante.

Cuando el organizador le llama para ver si van a llegar.

Como ven que no será así, el presentador decide poner el móvil en manos libres para poder llevar a cabo el debate de ese modo, pidiendo él disculpas, pues, indica, en el último momento se encontró mal y por ello no pudo acudir y Alberto se quedó para cuidarlo.

Le preguntan por la actuación de Alberto Crespo, tomando un poco de cocaína antes de contestar para decir que no le gustaba su ritmo pesado, pues concibió un personaje dinámico y el ritmo de su personaje lo hizo más grave por su adicción a la heroína, haciendo desaparecer el humor del texto.

Alberto se enfada al escucharlo y le dice que no le permitirá que lo humille de nuevo y se marcha.

Salvador comienza a salir para ir a comprar droga a un barrio marginal.

Tras tomarla luego, recuerda de nuevo su niñez.

Salvador leía un libro, y al verle haciéndolo Eduardo, un vecino, y su novia le preguntan si sabe escribir, diciéndole, cuando se lo confirma, que quieren que escriba una carta a su tía de Bilbao.

Llega entonces Jacinta y le dice a Eduardo que su hijo puede enseñarle a leer y a escribir si quiere, por las noches, a cambio de que le ayude a terminar la cocina y a pintar las paredes, ya que él es albañil y pintor.

Empieza a acudir a la cueva, en efecto, recitando el abecedario mientras pinta, avanzando y consiguiendo empezar a leer y a escribir de corrido.

A Mercedes le extraña que sin ir al médico consiga la Oxicodona, diciendo que se la proporciona un amigo que tiene a su madre farmacéutica.

Le piden dos cuadros para una exposición en el Guggenheim, pero él dice que son su única compañía y no los prestará.

Mercedes le cuenta que se está separando de Luis y le sugiere que haga algo para no pensar tanto en sus dolores, como escribir, aunque él dice que no quiere escribir si no puede rodarlo.

Jacinta cose para una mujer a la que conocen como la "Beata", y recibe un día la visita de esta, que le dice que al ver las cualidades de Salvador para enseñar cree que debe dedicarse a Dios.

Le pregunta si le gustaría estudiar, y cuando él dice que sí, le dice que hablará con el padre José María para que se ocupe de que pueda hacerlo, pudiendo estudiar así Bachillerato en el seminario gracias a una beca.

Pero cuando la beata se marcha, Salvador le dice a su madre que no quiere ser cura, diciéndole ella que no es necesario que lo sea, pero que ese es el único modo que tienen los pobres de poder estudiar, enfadándose él, que insiste en que no quiere ir al seminario, y que prefiere quedarse allí, diciéndole su madre que el único futuro allí es matarse en el campo o en la obra, y que cuando haga el bachillerato podrá salirse.

Vuelve a visitar a Alberto a su casa del Escorial, amenazando aquel con llamar a la policía si no se marcha, diciéndole él que ha ido para negociar y avanzándole que le dará los derechos para interpretar "La adicción", de la que le lleva una copia.

Se la entrega, aunque con la condición de que no aparezca su nombre, pues es un texto confesional y no quiere que nadie lo identifique, por lo que puede firmarlo él mismo.

Le sugiere un escenario vacío con una pantalla y una silla.

Antes de que se marche le pide el teléfono del que le provee de heroína, diciéndole que se lo pueden llevar a casa y que él está bajado la dosis para poder trabajar.

Le pregunta si irá a verlo, diciendo él que no, pues si lo hace mal se sentirá fatal y si lo hace bien se sentirá peor.

Alberto comienza sus ensayos de la obra, en que el protagonista recuerda su historia con Marcelo, desde su primer encuentro, el primer fin de semana, que lo pasaron en la cama, y luego pasó un año en que no podían vivir el uno sin el otro.

Pero pasado un tiempo, le empezó a notar mal y le confesó que estaba tomando caballo.

Él entonces estaba en la cresta de la ola y rodó sus primeras películas. Hacía muchas cosas y no dormía mientras Marcelo languidecía tirado en el sofá.

Federico camina por la ciudad cuando ve el anuncio de "Adicción" en la sala Mirador y saca una entrada.

Asiste a la representación, viendo cómo Alberto recuerda en el escenario aquellos monos de Marcelo y luego su huida de Madrid y del caballo viajando juntos por México, Costa de Marfil o La Habana, viajes en los que encontró la inspiración para escribir las historias que años después contaría.

Creía que la fuerza de su amor vencería su adicción, aunque no fue así, pues el amor no es suficiente.

Finalmente dice que no sabe si Marcelo se salvó, pues si lo hizo, fue lejos de él.

Él se quedó en Madrid y afirma que el cine lo salvó.

Al final de la representación, Federico va a ver a Alberto al camerino.

Él le pregunta si se conocen, diciendo él que sí, aunque Alberto no lo recuerda, contándole que se vieron cuando preparaba Sabor con Salvador Mallo, contándole que es Federico, el Marcelo de su monólogo.

Después de la reunión, Salvador recibe una llamada de Alberto, al que le pregunta qué tal fue la función, contándole que esa noche fue un espectador muy íntimo, aunque solo le contará quién era si promete ir a verle al teatro.

Le habla luego de Federico y Salvador le pregunta si reconoció el texto, respondiéndole Alberto que cada palabra.

Recibe esa misma noche una llamada de Federico, que le cuenta que está en Madrid para ver a unos abogados por una herencia y se va al día siguiente por la noche, por lo que le gustaría verle, diciéndole que podrán verse al día siguiente a mediodía.

Le cuenta que estaba paseando por su barrio y vio por casualidad la obra y se acordaba de Alberto y viéndola se encontró con que estaban contando su historia.

Reconoce que no sabía cómo se sentía y lo que sufrió, diciéndole que está muy agradecido por lo que hizo por él, aunque Salvador le dice que no hizo nada que no quisiera hacer.

Finalmente Salvador le pide que le dé 20 minutos para ducharse y vestirse, pues tras hablar con él no podrá dormir.

Poco después se abrazan en casa de Salvador.

Federico le cuenta que vive en Buenos Aires desde el 85, adonde le enviaron sus padres para librarle del caballo y empezó a trabajar en el restaurante de su tío.

Allí conoció a Lucrecia y se casaron y tiene dos hijos y su propio restaurante.

Volvió alguna vez a Galicia para ver a sus padres, pero es la primera vez que ha ido a Madrid, pues era un campo minado para él.

Por el contrario, Salvador indica que para él Madrid era necesario.

Salvador le recuerda que él llenó su vida como nadie lo logró.

Federico le cuenta que siguió todo lo que hacía y a veces reconocía alguna escena claramente inspirada en ellos.

Asegura que le contó todo a Lucrecia, de la que ahora se está separando, aunque sin rebelarle su identidad, y también se lo contó a uno de sus hijos para animarle y asegura que con el tiempo le dirá quién es, pues es muy cinéfilo.

Le cuenta que tiene otra pareja, mujer, pues su experiencia con hombres terminó con él, animándolo a visitarlo en Buenos Aires para conocer a su familia.

Al despedirse se besan apasionadamente por los viejos tiempos, e incluso le pregunta si quiere que se quede a dormir con él, aunque Salvador, pese a la excitación prefiere acabar así.

Tras su marcha saca la droga, pero decide tirarla por el retrete y llama a Mercedes para que le pida una cita cuanto antes con el doctor Galindo, mientras toma sus pastillas machacadas.

Acude con ella a la consulta del doctor Galindo, de la unidad del dolor, contándole que la Oxicodona casi no le hace nada para aliviar sus dolores, preguntándole por qué no fue antes y qué hizo para controlar el dolor, contándole que comenzó a tomar heroína.

Le dice que deberán controlar el síndrome de abstinencia, pues su cerebro conoce ya el efecto de la heroína.

Él dice que los dolores de espalda y de cabeza le paralizan, diciéndole el doctor que debe buscarse algún proyecto para estar ocupado.

Él dice que no superó ni la muerte de su madre cuatro años atrás ni su operación de espalda dos años después.

Cuando sale, mientras le extienden las recetas, Mercedes le cuenta al doctor que se atraganta con frecuencia y el de digestivo le vio un bulto que le presiona el esófago, estando pendiente de un TAC.

Mercedes se quedará en su casa durante algún tiempo, y la instala en la habitación de su madre.

Recuerda cuando su madre estuvo allí.

Ella le recordaba cómo quería que la amortajaran y le repetía que quería morir en su cama y no allí

Reconoce que piensa mucho en su madre y en su infancia.

Recuerda también el tiempo en que estuvo ingresada en el hospital y cuando le decía que él no tendría una buena vejez porque había salido a la familia de su padre y le pidió que no pusiera en sus películas sus cosas porque a sus vecinas no les gusta que las saque porque las trata como unas catetas.

Un día, mientras paseaban por la casa, ella le dijo que no había sido un buen hijo porque no le perdonó que le recomendara a la beata de Paterna y se vengó por eso.

Ella le dice que tampoco quería que fuera al seminario, pero eran pobres. Y él se fue enseguida, después del bachillerato a Madrid y cuando murió su padre y ella le preguntó si quería que fuera a vivir con él, escurrió el bulto diciendo que llevaba una vida que no era para compartir con ella.

Él se defiende diciendo que viajaba mucho por los rodajes y ella no habría soportado la soledad de un piso en Madrid, aunque su madre le dice que habría cuidado de él y se habría adaptado, y aquello le dolió.

Una noche ella le dijo que la llevara al pueblo, que era su único y último deseo, diciéndole él que la llevará y la cuidará, y que ahora no le fallará.

Recuerda con dolor que no pudo cumplir su promesa, pues al día siguiente tuvo que volver a ingresarla en el hospital y murió en la UCI sola y no en su cama como deseaba.

Mientras espera para el TAC, Mercedes le habla de su agenda, mostrándole el anuncio de una exposición en que sale un niño leyendo, quedándose él perplejo al contemplarlo.

Ya dentro del TAC, recuerda al niño del cuadro. Él mismo, leyendo en una silla en aquella cueva que arreglaba Eduardo.

Recuerda que Eduardo le pidió que posara así para él y que comenzó a hacer el dibujo sobre un saco de cemento encalado, pintando sobre la cal.

Terminado su trabajo, Eduardo se puso a lavarse antes de marcharse, viéndolo él desnudarse para hacerlo, desde su cama medio adormilado.

Al ir a llevarle una toalla, Salvador cayó, dándose cuenta Eduardo de que tenía mucha fiebre, pensando que debió darle una insolación por estar sentado bajo el sol leyendo.

La doctora le informa que no tiene un tumor, que su problema es por el síndrome de Forestier motivado por haber desplazado el esófago una osificación al calcificarse un ligamento de la columna cervical y deben quitársela, y así evitará los atragantamientos.

Acude luego con Mercedes a la exposición, donde puede ver aquel dibujo, que él vio esbozado, y que Eduardo terminó.

El expositor le dice que es una obra anónima que él compró en Els Encants de Barcelona, y que en la parte de atrás hay algo escrito.

Lee lo que había escrito en la parte de atrás, viendo que iba dirigido a él, diciéndole que le mandaba el dibujo a su casa porque desconocía la dirección del colegio, asegurándole estar contento de poder escribirle gracias a que él le enseñó a hacerlo.

Le cuenta también que trabaja en la tienda del tío de Conchita porque se le dan bien los números gracias a él, y, aunque vive bien, echa de menos la vida en las cuevas y a él en especial, recordando al escribir su mano dirigiendo la suya, indicándole su dirección de Bilbao.

Salvador llora al leerlo, tras haberlo comprado.

Vuelve por fin a escribir, siendo el título de su obra "El primer deseo".

Lo llevan al quirófano para su operación, diciéndole el Doctor Galindo, mientras lo preparan, que le quitarán el problema enseguida y él le cuenta que ha vuelto a escribir.

Recuerda aquella noche, durmiendo en la estación, cuando le preguntaba a su madre si habría cine en Paterna.

Vemos entonces que la estación es un decorado de la película que está rodando Salvador, y que es la escena final de su película.

Calificación: 4