Te cuento la película

Bardo. Falsa crónica de unas cuantas verdades

México (2022) *

Duración: 159 min.

Música: Bryce Dessner

Fotografía: Darius Khondji

Guion: Alejandro González Iñárritu y Nicolás Giacobone

Dirección: Alejandro González Iñárritu

Intérpretes: Daniel Giménez Cacho (Silverio Gama), Griselda Siciliani (Lucía), Ximena Lamadrid (Camila), Iker Sánchez Solano (Lorenzo), Hugo Albores (Carlos)

Vemos la alargada sombra de un hombre en el desierto. Primero parado, luego caminando, para ir cada vez más deprisa, para seguir corriendo y finalmente ver que comienza a volar. Luego aterriza, sigue andando y comienza el proceso varias veces.

Silverio Gama dormita el pasillo de un hospital.

Dentro, el médico ayuda a su mujer, Lucía, durante el parto. Saca al bebe del vientre materno y lo examina. Se dirige luego a la madre y le dice que el bebé dice que no quiere salir a ese mundo, por lo que la enfermera vuelve a introducírselo.

La mujer sale al pasillo y le dice a Silverio que Mateo se quiso quedar adentro, tras lo que se marchan juntos, arrastrando ella mientras caminan un larguísimo cordón umbilical que la impide avanzar y que él debe cortar, mientras pregunta cómo va a alimentarse, diciendo la mujer que supone que la comerá a ella y a él.

Silverio viaja luego en el metro Expo Line con destino a Downtown, Santa Monica, llevando una bolsa con unos ajolotes.

Pero de pronto, y poco a poco, el suelo del metro se llena de agua y el hombre deambula por el vagón tratando de recuperar los peces, acabando nadando él por el suelo de una casa que es minúscula.

Suena el despertador y en la radio un locutor indica que Amazon está interesada en comprar el estado norteño de Baja California con apoyo del gobierno, que negoció con el presidente mexicano que ve una oportunidad en bajar la frontera como fruto de la negociación

Silverio acude a una reunión con el Embajador Jones, de Estados Unidos.

Se celebra el 175 aniversario del fin de la guerra mexicano-estadounidense y Gama quiere conseguir una reunión con el presidente Halbroock, diciéndole Jones que podrá reunirse una hora con él, pero quieren su colaboración.

Le darán el premio Alethea de periodismo que premia el periodismo de calidad, aunque Silverio asegura que no cambiará su discurso, diciéndole Jones que, dado que no lo escribió aún, no tendrá que cambiarlo.

La reunión tiene lugar en el Castillo de Chapultepec, y cuando salen pueden ver recreados los acontecimientos que tuvieron lugar en aquella famosa Batalla de 1847.

Allí un grupo de niños fue rodeado por el ejército estadounidense que los masacró. Pero en medio de aquella masacre, un niño se lanza con la bandera del país para que no caiga en manos estadounidenses y los mexicanos mitificaron aquel acontecimiento y acabaron por convertir la derrota en una victoria mítica,

Mientras acude a una entrevista para el programa de Luis Valdivia recuerda que no había vuelta al canal en 30 años.

El chófer le recuerda que Valdivia criticó duramente su documental algún tiempo antes.

Ya en la cadena, Silverio se reencuentra con Marta, la maquilladora, que le reprocha que no le haya visitado en todo ese tiempo y le cuenta que Luis se quejaba de que le hubiera abandonado.

Reconoce que se fue en principio por un año huyendo de la censura y se convirtieron en 20. Trabajó primero como periodista independiente y luego como documentalista.

Aparece finalmente Luis, un antiguo amigo y se abrazan, diciéndole que lo extrañó, pero que ahora dirige el programa más visto del país.

Silverio le cuenta que todavía no preparó lo que va a decir en la ceremonia.

Luis dice que le encantó su último documental: "Falsa crónica de unas cuantas verdades".

Se realiza luego la entrevista en el programa "Supongamos", donde Luis le dice que algunos dicen que el premio Alethea es para compensar los ataques de la ultraderecha norteamericana contra México, y Silverio se queda sin poder hablar, pero Luis le ridiculiza contando que de pequeño le llamaban el Prieto porque parecía más indígena que criollo y recuerda que se fue con 16 años con su novia de entonces y esta contó que no se quiso quitar los calzones pues quería llegar casto al matrimonio por temor al castigo divino, haciendo que el público se ría de él, contando luego para humillarlo más que no terminó la carrera, pero que ahora es honoris casa y que es un burgués que se ocupa de retratar la pobreza y la miseria humana.

El público ríe cada vez más, sin que él sea capaz de articular palabra, quejándose su amigo de que dé entrevistas al mundo entero pero que allí no quiera hablar.

En realidad, y cuando llega a casa, Lucía le pregunta dónde estuvo y por qué no fue a la entrevista con Luis, pues los productores no dejaron de llamar después de estar toda la semana promocionando esa entrevista, diciendo él que tuvo miedo de que se burlaran de él. Que se trata de autoconvencer del valor de lo que hace, pero cuando le llegan los reconocimientos siente que no los merece.

Ella le dice que al día siguiente tiene que irse, por lo que deben aprovechar esa noche y corretean persiguiéndose por la casa, porque ella se esconde.

Finalmente se despierta su hijo Lorenzo que le dice que soñó que perseguía a su madre por el apartamento, tal como hicieron realmente.

Finalmente regresa a la cama para hacer el amor con Lucía, pero entonces vuelve a ver la cabeza de Mateo asomando. Trata de meterlo, pero ahora no quiere entrar.

Le cuenta a Lucía que Lorenzo le dijo que había hablado con Mateo, recordando Lucía que Lorenzo no llegó a conocerlo, pues nació un año después y ellos le contaron que Mateo no llegó a nacer, que estaba volando en el cielo con alitas.

Lucía dice que ya no recuerda su rostro, diciendo Silverio que deben dejar ya ir a Mateo, diciendo Lucía que deben buscarle un nuevo lugar donde pueda descansar.

El sindicato de periodistas mexicanos ha preparado una fiesta en que homenajearán a Silverio, llegando por ello el peluquero de Lucía para prepararla.

Mientras desayunan, hablan del reportaje que están haciendo sobre él, rodando en el barrio donde nació, mostrando sus primeros recuerdos, y luego su vida y sus reportajes, y recuerda que, aunque ellos lo son también, son de primera clase, no como los que están obligados a hacerlo porque no tienen trabajo.

Regaña a su hijo por hablar en inglés pese a estar en México, quejándose el muchacho de que, cada vez que van a México, trata de convencerle de lo cool y cultural que es, pero que la gente sufre y pasa hambre y si ama tanto su país no entiende por qué los llevó a Estados Unidos.

Él dice que le respetan porque consiguió un premio en Estados Unidos.

Cuando se quedan solos Lucía le reprocha su forma de actuar, pues cuando alguien alaba a México él explica lo mal que está el país, pero que no soporta que los gringos lo critiquen y le pide que pase más tiempo con sus hijos.

En el reportaje, grabó a un numeroso grupo de personas intentando llegar a Estados Unidos huyendo del hambre y la violencia.

Grabó incluso un momento en que una mujer asegura haber visto a la Virgen, rezando todos en torno a ella, esperanzados de que los ayude.

Entrevistó también a un condenado a muerte que hablaba fríamente asegurando que ahora dominan los hombres como él, pues no tienen miedo a la muerte y consiguen dinero sin burocracias, como ellos, y la gente miserable les ayuda y ellos tienen millones de gringos adictos.

Acude a la fiesta organizada en su honor por el sindicato de periodistas, apareciendo también su hija Camila, que finalmente llegó desde Boston con retraso por una nevada.

A la fiesta acuden también hermanos, cuñados y amigos que lo felicitan por su película y brindan con él y por él.

Llega también Luis Valdivia pese a que no fue a su programa y le dice que lleva días buscándole y no entiende que no diera la cara, diciendo él que no pudo hacerlo, preguntándole si es porque el programa no está a la altura, no entendiendo que, pese a ser amigos no diera la cara.

Silverio le dice que no entiende por qué le invitó, pues dijo a menudo que no le gusta su trabajo, diciéndole Valdivia que es periodista y no su fan, ni su súbdito.

Silverio le dice que prefiere que le diga su opinión a la cara y no al aire, diciéndole Luis que su documental le parece un ejercicio pretencioso e innecesariamente onírico, ocultando lo onírico la mediocridad de su escritura, diciendo todo en metáforas pero sin inspiración poética como si lo hubiera plagiado.

Silverio le dice que es una docufición, diciendo Luis que rompió con todas las reglas del buen periodismo, la objetividad, la neutralidad, la historia, la verdad y se metió en la película por su ego y que si quiere hablar de su vida que la cuente de verdad, diciendo él que su vida no es interesante y está cansado de decir lo que piensa y no lo que siente.

Le pide que no olvide de dónde viene y quién era antes de conocerlo.

Silverio se ríe de él y le dice que sus certezas son tan limitadas como su inteligencia crítica y tan mediocres como sus aptitudes artísticas y se ríe de su nacionalismo chato, provinciano y patriotero y de que esté al servicio de la industria de la humillación pública y el linchamiento digital y que él es lo que es porque se alejó, y le ve resentido y orgulloso de serlo mendigando likes y le pide a su antiguo amigo, tras la discusión, que se vaya, pues no quiere escucharle más.

Lucía le pregunta luego cómo le fue con Luis, diciendo él que bien, animándolo ella a bajar a bailar con los demás, haciéndolo animadamente.

Habla el secretario de gobernación, y todos le reclaman, aunque él se va al baño.

Silverio se reencuentra allí con su padre, al que le dice que ya casi tiene su edad y le agradece que fuera, viéndose de pronto él como un niño, aunque con su cara actual.

El padre le dice que siente mucho no haberle dicho nunca lo orgulloso que está de él, diciendo que fue un gran padre y que sí se lo dijo, pero a su manera, aunque le habría venido bien haber sabido lo que sentía por él, pero que daría todo por darles a sus hijos lo que él le dio.

El padre le dice que no debe deprimirse, pues la depresión es la enfermedad de los burgueses, hija del ocio y ellos no tienen tiempo de estar tristes.

Silverio le dice que siempre sacaba lo mejor de él y le echa de menos.

El padre le dice que debe dejar ir a Mateo y brindan por su éxito, antes de marcharse.

Al día siguiente va a ver a su madre y le cuenta que vio a los hermanos en la fiesta que le hicieron los periodistas mexicanos.

La madre le dice que creyó que iba a llevar a Mateo y a Camila, diciéndole él que Lorenzo que Mateo solo vivió un día.

La mujer le habla del padre y él debe recordarle que su padre murió 8 años atrás, cuando ella cuenta que lo vio en Navidad en casa de su hermano.

Como está ya muy mal, la cuida una enfermera, aunque ella dice que esa criada le roba, como todas.

A la salida camina por el barrio, sin toparse casi con nadie al principio, aunque luego empieza a medida que avanza a encontrarse las calles más comerciales llenas de gente y tráfico.

De pronto ve a una mujer que cae en la calle y le pregunta si le ocurre algo, diciendo ella que no, que no está muerta, sino desaparecida, empezando. Quejándose un hombre, pues los desaparecidos son una molestia para todos, pues no vuelven ni se mueren, comenzando luego a caer mucha más gente a su alrededor hasta quedar él solo en pie, en medio de esa representación de los desaparecidos del país, observando a un militar que desde lo alto de un balcón parece no inmutarse por los caídos.

Cuando anochece comienzan a escucharse las campanas de la ciudad, totalmente a oscuras, entre el viento y relámpagos, hasta llegar al Zócalo, donde ve una enorme estatua derribada, escuchando hablar a un hombre con acento español hablando en alto, sobre un montón de cadáveres de indígenas apilados, y al llegar hasta él, tras trepar por la pila de cadáveres, y al llegar arriba, le pregunta quién se cree él para robarle las ideas a Octavio Paz, viendo que el hombre que habla es Cortés, que dice que sus palabras existen porque él existió, diciéndole Silverio que él fue solo un chacal que avanzó por la jungla con su machete y que su vergüenza debería ser proporcional al fracaso que confeccionó su conquista.

Cortés le dice que después de 500 años siguen sin entender nada y echándole la culpa a él.

Que aquella era la tierra más hermosa habitada por 300.000 indios y cómo cree que solo 400 españoles, con 16 jinetes pudieron acabar con ese imperio.

Que eran caníbales que se mutilaban y se comían unos a otros como salvajes que se odiaban entre ellos y detestaban a Tlatoani y él conoció a Moctezuma y ellos solo intentaron ayudarles y les regalaron a Dios y la lengua, diciendo Silverio que también la viruela, el sarampión y el miedo al infierno, su ejército, la oligarquía y su iglesia y 300 años de virreyes feos y le muestra la escultura derribada de la diosa Centéotl, diciéndole que enterraron a sus dioses por otro dios ensangrentado y torturado.

Le dice que fue un extranjero útil, pues es fácil ganar una guerra cuando el enemigo se traiciona y se ataca a sí mismo.

Cortés dice que él no quiso una guerra. Que se enamoró de esa tierra y colocó los cimientos de un nuevo mundo, que sus hijos fueron los primeros mexicanos y que él es por tanto su padre, le guste o no y que vivió como mexicano y murió más mexicano que nadie, aunque Silverio le dice que en México lo odian tanto como en España y que no hay ni una sola estatua suya.

Le dice que tal vez el destino de un gran hombre es el odio y que él mismo es más criollo que sus propios hijos. Que no quieren ser indios ni españoles y están condenados a ser hijos de la chingada, a coexistir en el limbo.

Al lanzar su cigarrillo, uno de los indígenas amontonados se levanta al quemarse y lo hacen el resto de los que formaban la falsa montaña de masacrados pese a que por megafonía les piden que continúen en sus lugares los figurantes, uno de los cuales saca un móvil y cuenta a un interlocutor que están grabando una película sobre Cortés y la matanza de indígenas.

Gabriel y su familia se instalan en la mansión de su amigo Pablo Galindo. Una casa con una enorme piscina y al lado de la playa, una playa privada a la que se accede por una pasarela y a la que no permiten pasar a las personas de servicio, enfadándose Camila de que no dejen pasar a Hortensia, aunque, les indican, todos los propietarios, incluido el amigo que les prestó la casa, pactaron esas reglas.

Escucha la noticia de que Amazon compró finalmente Baja California.

Camila habla con su padre. Al regresar a México ha vuelto a reunirse con su familia y con sus amigos y le dice a su padre que cuando está allí recuerda todo lo que no fue, como Mateo y le dice que está pensando dejar Boston y volver a vivir a México, pues allí viven sus amigos, aunque su padre le dice que sus amigos están bien porque viven en reductos privados y con chóferes y guardaespaldas, pero no podrá salir de noche ni utilizar el transporte público.

Finalmente la familia aprovecha su estancia allí para deshacerse de los restos de Mateo, guardados durante tantos años: Vemos cómo sacan un bebé diminuto de un recipiente, lo colocan en la playa, avanzando el pequeño a gatas hacia el agua, que lo arrastra hacia dentro.

En realidad, los cuatro de la familia, con la pequeña urna, y metidos en el agua, lanzan del recipiente los restos de las cenizas de Mateo y lo dejan irse finalmente.

En el avión de regreso a Estados Unidos Lorenzo le cuenta a su padre que cuando se marcharon de México para vivir en Estados Unidos se llevó en la maleta a sus tres amigos, tres peces, que murieron durante el viaje y que escondió primero bajo su cama y luego en el congelador.

Al pasar el control a la llegada, el policía encargado le dice, cuando dice que vive allí desde hace 15 años y por eso Estados Unidos es su hogar, que no lo es, enfadándose con él y quejándose a la supervisora por lo humillante que fue, esperando que se disculpe, aunque el agente dice que fue Gama el agresivo, y el hombre se niega a decir que ese es su hogar, generando una violenta discusión.

Unos días más tarde compra en una tienda de mascotas varios ajolotes para regalar a su hijo antes de coger el metro.

Pero de pronto se le caen los peces de la bolsa sin que haga nada por recuperarlos.

Silverio, sin moverse continúa en el metro hasta anochecer, quedando él solo en el vagón cuando llegan a la última estación, en el centro de Los Angeles.

Entra entonces una limpiadora que recoge los peces y le pregunta a Silverio si está bien y si necesita ayuda, mientras el tren arranca de nuevo, viendo que no puede hablar, por lo que se asusta y pide ayuda.

Se ve de nuevo en el pasillo del hospital y luego su cuerpo levita.

A la entrega del premio Alethea, que le entrega la Asociación de Periodistas, comparece su hija que dice que esos días fueron los más tristes de su vida, pero que está representando orgullosa a su padre y se dispone a leer las palabras que había preparado este en una libreta que llevaba y en que dice "Queridos colegas de la Sociedad Americana de Periodistas…", que fue lo único que escribió

Les dice que Silverio ama California y por ello decidió vivir allí los últimos 20 años de su vida y criarlos allí a ellos y que estaba muy orgulloso del premio.

Pero de pronto un hombre le clava los pies al suelo, contando la muchacha que también amaba México y se acordaba de su país todos los días, y pone un video que editó para ellos su amigo Martín Solís.

Pide un aplauso para su padre, pero, aunque la gente aplaude, no se escucha nada.

Se oye de pronto un pitido electrónico.

Silverio es visitado por un médico en la sala del hospital en que está. Les señala que tuvo un derrame y no sabe el tiempo que le llevará recuperarse.

Su familia le cuenta al médico que le han estado poniendo música y grabaciones de cuando ellos eran niños, y que en algún caso apretó su mano, y en el segundo lloró.

En televisión informan de que tuvo el derrame en el tren y nadie le ayudó, que fue una mujer de la limpieza de su país, a la que entrevistan en televisión, la que dio el aviso.

No entienden qué hacía en el tren, diciendo su hija que quiso sentirse más mexicano, pero que con tantos mexicanos a su alrededor le explotó la cabeza.

Su hermana le da las gracias a Lucía por haberlo llevado a México.

El propio Silverio, que ha estado durante ese tiempo escuchando a su familia contando anécdotas o poniéndole música o programas, visita la habitación donde está reunida su familia y los observa a todos antes de retirarse a una habitación cuyo suelo está lleno de arena de playa.

Allí se abre una puerta, desde la que ve un desfile acompañado de música.

Sale para enfrentarse a sí mismo, como si estuviera frente a un espejo antes de ver cómo su imagen del otro lado se desdobla.

Le siguen sus padres. El padre en una silla de ruedas empujada por una mujer y él trata de que les diga el título de la canción que silbaba siempre. Aparecen también sus hermanos, que no la conocen, recriminándole una de sus hermanas que nunca la sacara en ninguna de sus películas, aunque fuera como extra.

Ve a un grupo de hombres que dicen venir del norte, llevando una mano gigantesca hacia el sur.

El paisaje, por el que camina, ahora ya solo, se hace cada vez más árido y desértico.

Ve que desde lejos le siguen sus hijos y su madre y él les grita que vayan hacia el lado contrario. Que se den la vuelta, que allí no hay nada para ellos, aunque ellos dicen que seguirán con él, aunque de pronto se paran y se apagan las luces que los iluminaban.

Llega el día. En el desierto se ve la sombra caminando hasta que comienza a volar.

Calificación: 3