70 binladens
España (2018) *
Duración: 100 min.
Música: Fernando Velázquez
Fotografía: Unax Mendía
Guion: Javier Félix Echániz, Asier Guerricaechevarría, Juan Antonio Gil Bengoa
Dirección: Koldo Serra
Intérpretes: Emma Suárez (Raquel), Nathalie Poza (Carmen Torres / "Lola"), Hugo Silva (David Soto / "Jonan"), Daniel Pérez Prada (Carlos Garay), Bárbara Goenaga (Eva Domínguez), Fernando Albizu (Elías), Ione Irazabal (Cristina), Richard Sahagún (Mikel), Juan Viadas (Gregorio), Kandido Uranga (Luis Ledesma), Susana Abaitua (Iratxe), Alexandra Prokhorova (Daryna).
Alba, una niña de 10 años viaja junto a un hombre muy serio en el asiento de atrás de un coche conducido por otro hombre también muy callado, pese a lo cual no cesa de preguntarles por los tíos con los que la llevan, si es cierto que sus tíos son muy ricos.
También les cuenta que su mamá es la mujer más guapa del mundo y le lleva a muchos sitios y a muchos coles.
Llegan así hasta una pareja madura que va haciendo running, junto a los que se paran, colocándose cada uno de ellos a un lado de la niña a la que saludan como sus tíos.
Binladen es como se conoce en argot callejero al billete de 500 Euros porque, al igual que sucedía con el famoso terrorista internacional, todo el mundo hablaba de él, pero nadie lo había visto.
Por tanto 35.000 Euros equivalen a 70 binladens.
Raquel repasa una lista de sucursales bancarias y de sus direcciones, tachando algunas de ellas, decidiéndose finalmente por una de Nortcaja.
Una vez en esta habla con Elías, su director, al que le explica que necesita 35.000 Euros para el día siguiente, o, de lo contrario, no podrá volver a ver a su hija Alba y la llevarán a un centro de acogida hasta que los servicios sociales le busquen un hogar adecuado.
Le cuenta que tiene la opción para evitarlo de entregar esos 35.000 Euros para anular el procedimiento y que su hija vuelva a estar con ella.
Le dice que mintió a su hija diciéndole que debía pasar una temporada con unos tíos que no conocía mientras ella resolvía unos asuntos.
El director le dice que le pide un imposible, pues en ese momento están denegando créditos a gente que cobra más de 1.500 Euros, presentándole ella, como aval, las escrituras del piso de sus padres, que están a su nombre porque ellos no podían pedir un crédito y a ella le iba muy bien entonces, y, aunque el director le dice que no quieren pisos, haciéndole ver ella que, aún vendiéndolo por la mitad de su valor harían un gran negocio, asumiendo ella el riesgo de un embargo, lo que, le asegura, no sucederá, pues cree que pronto encontrará trabajo y cancelará la deuda.
El director decide concederle el crédito vacaciones, aunque para ello debe abrir una cuenta con ellos, por lo que le pide que acuda al día siguiente, diciéndole ella que tiene que ser ese mismo día, pues quiere el dinero el jueves a primera hora, ya que, a partir de las 10 el expediente pasa a otro departamento y no pueden hacerlo desaparecer ya.
Elías le indica que son ya las 2'10 y cierran a las 2'30 y deben todavía compulsar las escrituras y firmar muchos papeles y ordenar la orden de transferencia a la central de Zamudio, aunque, por suerte esa no cierra hasta las 6.
Pero mientras están rellenando la solicitud, entran de pronto dos atracadores encapuchados que ponen a todos los que están allí contra la pared y le preguntan al director cuánto tiempo falta para la apertura de la caja, respondiéndole que 10 minutos.
Cuando suena el teléfono de uno de los empleados, les quitan los móviles a todos.
Mientras vacían la caja llaman a la puerta, haciendo pasar a la mujer que llamaba, que hacen que se sume a los demás.
Otro tipo, en el bar donde antes estuvo Raquel paga su cuenta y se acerca a la sucursal.
Dudan sobre qué hacer, diciendo una de las atracadoras, que parece mandar, que deje que llame hasta que se canse, aunque el que llama no parece cansarse y el otro atracador se queja y le dice que es tóxica, debiendo ella convencerlo de aguantar.
Como no le abren, el hombre llama al teléfono de la mujer que entró antes, quitándoselo el atracador tras escuchar su sonido, escuchando el mensaje que le deja, y en el que le dice que le había dicho que el de seguridad salía a las 2'36 y no sale nadie pese a ser ya las 2'40 y él tiene solo 30 minutos y ya sabe lo que debe hacer si desea renovar el permiso, o de lo contrario volverá a Ucrania.
Temiendo que avise a la policía, el atracador sale afuera y lo sigue, viendo cómo el hombre, al verlo se gira con un arma, iniciándose un tiroteo entre ambos, acabando el hombre en el suelo.
Un coche de la policía local, al escuchar el tiroteo acude a la plaza y da el aviso.
La mujer, que es la que manda en la pareja se queja, pues no esperaba que fuera un atraco con rehenes, viendo cómo de inmediato comienzan a llegar coches de la Ertzaintza, decidiendo los atracadores desactivar las cámaras.
Se quitan tras ello los pasamontañas, mostrando la mujer un ojo de cristal, tras lo que les dice que ella se llama Lola y el chico Jonan.
Raquel les aconseja entonces que apaguen todos los móviles, pues es la hora de comer y pronto comenzarán a sonar todos.
Lola le pide entonces que se ponga de pie y le da un cabezazo por haberse hecho la lista, pero hace que Jonan los apague.
Entretanto, los policías comienzan a tomar posiciones en gran número, llegando además una pareja que señalan, son de la policía judicial y se ocuparán de la negociación, hablando con el encargado del operativo, Luis Ledesma, al que se presentan como Carlos Garay y la suboficial Eva Domínguez, contándoles el policía que un atracador se lio a tiros con un compañero de la nacional y dos municipales les pusieron sobre aviso.
Les cuenta también que el abatido fue amigo de Ledesma en la Nacional y se llamaba Antonio Mediavilla que llevaba tres años en extranjería.
Garay se hace con el megáfono y les indica que les hará una llamada al teléfono de la sucursal, aunque ellos no lo descuelgan y comienzan a ponerse nerviosos.
Con la caja abierta, el director comienza a meter el dinero en la bolsa.
Una de las empleadas, Cristina le dice a Gregorio, el guardia de seguridad que no hizo mucho y le quitaron el arma muy fácilmente, diciendo él que debía ver su nómina.
Raquel le pregunta a Cristina cuánto le faltaba para enviar la orden de pago a su cuenta, diciéndole la mujer que dos pantallas, decidiendo Raquel llamar a Jonan para pedirle que permita que la mujer se siente en su ordenador y termine de rematar su tema, pues necesita el dinero del crédito para el día siguiente.
Aparece entonces Lola, contenta porque dice que tienen más de 400 binladens.
Suena nuevamente el teléfono, ofreciéndose Raquel para hablar por ellos, pues así no gravarán sus voces, pero pidiendo a cambio de que dejen que Cristina acabe su gestión.
Le permiten, en efecto que hable ella, que indica que es una de las rehenes, y, aunque no puede decirles cuántos atracadores son, les dice que están dispuestos a todo, contando que son 7 rehenes, 5 empleados y dos clientes y que llamen cada hora en punto y ellos le irán diciendo las condiciones.
Los policías comentan que la forma en que habla la mujer es muy peculiar y pide que le transcriban toda la conversación.
Dentro, les explica a los atracadores que necesita la orden de pago antes de las 6, pidiéndole Lola que vuelva a sentarse hasta las 4, y entonces decidirá si le hace el favor. Le dicen luego que les pida pizzas para todos, exigiendo Jonan también algo dulce, pues necesita azúcar.
Fuera, la suboficial examina el mensaje de Raquel, tratando de buscar un patrón, viendo que quiere avisarles de que apunten la palabra cuarta de las siguientes conversaciones.
En su siguiente conversación les indican que si se entregan y liberan a los rehenes serán más benévolos.
Ellos le piden comida y bebida, pizza, cerveza y refrescos y dos cajas de bollos, pidiendo Raquel para ella café para ella con leche desnatada.
Gracias al patrón indicado por la mujer los policías concluyen que se trata de dos atracadores, un hombre y una mujer con un ojo blanco.
Poco después les avisan de que tienen listo su pedido, que llevarán tres agentes de intervención, llevando el primero de ellos un escudo, y dejándolo a la puerta.
Hacen que salga a recogerlo Iratxe, la más jovencita, aunque esta, al llegar a las pizzas en lugar de recogerlas sale corriendo.
Muy enfadada, Lola recurre al director al que no deja de apuntar
Garay interroga a Iratxe, que corrobora que son dos los atracadores y da sus nombres, llegando entonces la suboficial Domínguez con la fotografía de Lola, que la chica les confirma que es la atracadora.
Ven que se trata de Carmen Torres, que perdió su ojo izquierdo en una partida de mus extremo con otras reclusas, y que tiene la condicional desde un mes antes, y que es imprevisible y capaz de todo, pues mató a la mujer y a la hija del piso donde limpiaba.
Al ver otras fotos reconoce a Jonan, en realidad David Soto, con el que ella coincidió haciendo un curso de cocina en el Dueso y que está enganchado a la heroína.
Dentro, con un calor cada vez mayor, se toman un receso para comer y Lola le pide al informático que le ponga las noticias.
Pueden ver así cómo informan que la víctima era un policía de paisano, que, dicen, intentó actuar al percatarse de los movimientos del interior.
Fuera Ledesma discute con Garay, pues el primero cree que deben mostrarles que saben quiénes son para hacerles salir, y Garay cree que eso les pondría más nerviosos.
Dentro, Jonan muestra cada vez más señales de síndrome de abstinencia y Lola trata de animarlo, haciéndole ver que les queda ya muy poco.
A las 5 tiene lugar la siguiente llamada y en ella piden que pongan un monovolumen de gran cilindrada a las 12 en la puerta y la calle despejada.
Admiten la petición para que se tramite el crédito de Raquel, aunque le es denegada, incluso al repetirla, hasta que se dan cuenta de que ese día es festivo en Zamudio.
Mientras anochece y Jonan empeora, Elías, el director le pide a Cristina que al día siguiente diga a los gestores que los atracadores le dieron un puñetazo en un ojo a cambio del 15 por ciento de la indemnización. Ella le pide el 25 y le contraoferta 20 y 3 días libres sin justificar, lo que ella acepta.
Vuelven a conectar, pero en ese momento todo el mundo está pendiente del partido de semifinales de la copa, incluyendo a los policías, y entre ellos Garay.
Mientras todos están distraídos Raquel observa la bolsa de los atracadores llena de dinero, y, al adivinar sus intenciones, Jonan se levanta y comienza a golpearla, tras lo que se tira luego al suelo, diciendo que se quiere morir.
Llaman por ello pidiendo una dosis de heroína, y una vez que la tienen piden al director que salga nuevamente, y que cuente los coches que hay en la calle, diciendo él que lo hará mal, pues no tiene memoria visual, diciendo Raquel que ella sí la tiene y se lo demuestra contando cada detalle del cartel del crédito vacaciones, lo que asusta a Jonan que pide que se vaya ya.
Pero será ella la que salga, abriendo la caja al hacerlo mientras se fija en cada detalle.
Les cuenta luego que hay 5 celulares, dos furgones y un camuflado. Unos 20 policías y al menos 6 francotiradores.
Pide luego que la dejen ir al baño, cayendo varias gotas de sangre de su pecho.
A la salida ve cómo Soto cae y comienza a convulsionar tras inyectarse la heroína.
En ese momento Gregorio, el guardia de seguridad, aparta a Lola del muchacho y dice, "David, hijo, no te vayas". Y "Te lo dije".
Coge luego la recortada del muchacho y se enfrenta a Lola acusándola de ser la responsable de su muerte, pues le dijo que no la escuchara.
Ella le dice que fueron los policías que le dieron matarratas y que además él está tan involucrado como ellos, pues también se llevaría su parte, aunque él insiste en que ella le mató, pidiéndole Raquel al alocado padre que no dispare, pues si lo hace los policías entrarán, aprovechando Lola esa distracción para disparar a Gregorio, generando una gran tensión entre los rehenes, algunos de los cuales lloran, y en especial Daryna, la última mujer que entró, una ucraniana que lamenta la mierda de país en que vive, lleno de hijos de puta que explotan a la gente o la violan o matan y dice que quiere irse a Kiev para estar con sus hijos, pues el policía al que mató Jonan la extorsionaba para que no expulsaran del país.
Lola decide meter a todos en el cuarto de la caja, exceptuando a Raquel.
Ella, tras apagar todas las luces, le dice que puede ayudarla a escapar a cambio de 35.000 Euros, que son los que perdió por su culpa y es muy poco ahora que no los tiene que compartir con nadie.
Le explica que necesita ese dinero para el día siguiente y le muestra su pecho, que sangra. Le cuenta que padece un cáncer de mama avanzado y apenas le quedan tres meses de vida y necesita el dinero para poder suscribir un seguro de vida y sobornar a un doctor para que certifique que está muy sana, y ese doctor está haciendo una sustitución y termina al día siguiente y su hija será una muerta de hambre cuando salga del centro de acogida.
Le dice que mintió al director para que le diera el crédito y le muestra las escrituras que presentó, y le enseña que el sello notarial era falso y jugó con la ambición de él de conseguir un puesto en la central o aunque solo fuera, una palmadita en la espalda.
Lola le pregunta qué tiene en la cabeza, diciéndole ella que está sola y es difícil que pueda escapar con 5 rehenes, pues ya habrán puesto su cara en un retrato robot, proponiéndole hacerse pasar por ella.
Lola le pregunta por qué se ha de fiar de ella, diciéndole que porque si la descubren podrá decir que ella se lleva también una parte del botín.
Garay explica que cuando salgan, los atracadores podrán subir al vehículo y huir sin problemas para que no haya víctimas entre los rehenes.
En las oficinas cortan todas las conexiones de ordenadores y teléfonos. Abre luego Lola la caja de seguridad, ahora de nuevo con un pasamontañas y saca a los rehenes, que ven que encapuchó también a Raquel, y hace lo mismo con ellos, aunque una vez hecho le quita la capucha a Raquel y se intercambian la ropa, entregándole tras ello a Raquel la recortada tras vaciarla, quedándose ella con una pistola.
Luego Raquel debe golpearla con fuerza, haciéndolo en el ojo perdido varias veces hasta que empieza a sangrar, pidiéndole que la golpe con unas llaves para hacer más daño y destrozarle la cara.
Llega el monovolumen y la policía habla de nuevo con Raquel, que les cuenta que los atracadores eran dos, pero que él chico murió tras inyectarse, diciendo Garay que creía que la droga era buena.
Les cuenta también que ha decidido dejar a una de las rehenes en la sucursal como acto de venganza.
Pide que coloquen el monovolumen con las puertas abiertas a dos metros de la entrada. Que saldrá con 5 rehenes que irá soltando poco a poco cada 10 kilómetros.
Poco después sale ella encapuchada junto con los rehenes, también encapuchados y a los que va subiendo al monovolumen, que conducirá el informático.
Entretanto, otro grupo entra en la sucursal a buscar a la rehén, que encuentran malherida en el suelo, y la que evacuan en una ambulancia con oxígeno, mientras el monovolumen avanza, seguido a cierta distancia por los policías.
De pronto, el conductor les dice a los demás que esa mujer no es Lola al ver que tiene bien su ojo y frena pese a que no pasaron aún 10 kilómetros, por lo que ordenan actuar, y aunque ella le pide con el arma que vuelva a arrancar, no logra hacerlo.
Entretanto, en la ambulancia, Lola apunta a las dos sanitarias con su arma.
Los policías se aproximan al monovolumen bajo la intensa lluvia y salen apuntando con sus armas, no entendiendo qué sucede.
Entonces baja Raquel, que les dice que es una rehén y que llevan un cadáver en el coche, y para convencerlos les dice que es la cuarta palabra y se quita la capucha.
Se dan entonces cuenta de la jugada de la ambulancia, que ahora conduce Lola y tratan de comunicarse por radio con ella, aunque la corta.
Garay interroga a Raquel, que le cuenta que Lola buscaba a la más vulnerable, que era ella, pues Torres registró sus carteras y vio la fotografía de su hija y dijo que la mataría aunque fuera desde la cárcel y por eso tuvo que ayudarla, y se asustó al ver que mataba al vigilante.
Antes de irse, le dice que ha sentido que ha conectado con él como no lo hizo antes con ningún hombre, aunque le advierte que no es una declaración de amor.
Mientras se marcha, y en el metro, recuerda algunos pasajes del banco.
Fue ella quien adulteró la droga que acabó con Jonan, cambiando la papelina al salir a recoger la droga, por otra que ella había preparado con polvos de talco.
Se hizo luego una herida en el pecho con un clip para hacer creíble su historia de enferma terminal.
Al día siguiente acude a la playa y busca entre unas rocas, cerca de donde Torres dejó la ambulancia, observando que, en efecto, dejó la bolsa con su parte del botín escondida.
Va luego hasta un hotel, donde se ducha, dejando a un lado la peluca que llevaba hasta ese momento, guardando el dinero en la caja fuerte del mismo y escribiendo una carta.
Eva le cuenta a Garay que el teléfono y domicilio que les dio la mujer son falsos, aunque encontraron en su ropa, la que intercambió con Carmen Torres, un enlace sobre Canoa Quebrada, en la costa brasileña, ignorando que tienen tratado de extradición.
Garay escucha de nuevo la conversación con Raquel, y en especial la última parte, contando la cuarta palabra de cada frase, viendo que le dijo "Si no vengo a declaración, carta en Miró.
Raquel acude a ver a la familia de tiene a su hija, con el dinero, pero el hombre le dice que ese dinero no le importa, pero sí, que intentara engañarlo sobre una subasta que no existía, sabiendo que timó antes así a otras 12 personas.
Raquel le pregunta qué va a pasar con Alba, diciendo él que seguirá en su casa, pues a su mujer y a él se les cae la baba con ella, y está convencido de que con el tiempo se olvidará de ella, preguntándole de qué le sirven ahora sus 167 de coeficiente.
Ella le pide que parezca un accidente y que le dejen despedirse, aunque le dicen que solo le dejarán verla, pero no despedirse.
Garay acude al hotel en que estuvo ella, el Miró y le entregan una carta dirigida a él, en que, junto a una foto de su hija le dice que si está leyendo esa carta es porque está muerta, indicándole el lugar donde tienen a Alba.
Esta, juega en ese momento, contenta, con Verónica, la mujer de acogida, pudiendo ella verla a través de la cámaras de seguridad.
Los dos matones que trabajan para el hombre la atan y amordazan, introduciéndola tras ello al maletero de un coche, tirándole los billetes por encima.
Escucha poco después cómo el coche se para, viendo cómo se abre el maletero por parte de Garay y a Domínguez, que detuvieron a los matones y a la pareja que se iba a quedar con la niña.
Alba se alegra al volver a ver a su madre, aunque ella le dice que tiene que volverse a marchar porque tiene cosas que hacer, pero que cuando vuelva le traerá un bonito regalo y le pide que le cuenten lo que le cuenten, ella estaba siempre en todas sus mentiras, tras lo que se despiden, quedándose la niña de la mano de Garay mientras ella se aleja sonriendo.